La melancolía en tiempos de incertidumbre
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La melancolía en tiempos de incertidumbre

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Históricamente, el ser humano se ha visto dominado por la melancolía; si es reprimida, acaba manifestándose en forma de ansiedad, depresión y xenofobia... Hermsen propone en este revelador texto que es posible entenderla y asumirla para redefinir nuestra relación con el entorno.La melancolía, uno de los sentimientos más complejos y ambivalentes, ha sido considerada de formas muy distintas a lo largo de la historia; en la Edad Media era una «enfermedad diabólica», en el Renacimiento se vinculaba con la reflexión y la sabiduría, y en el Romanticismo era una cualidad que incentivaba la creatividad y el arte. En nuestros días, la cultura del rendimiento y competitividad a cualquier precio propicia estados de estrés, confusión y depresión, así como consecuencias políticas y culturales que nos afectan a todos.En este ensayo, lúcido y necesario, la filósofa Joke J. Hermsen muestra al ser humano como un Homo melancholicus, capaz de transformar la certeza de la pérdida y de la fugacidad del tiempo en creatividad y esperanza, pero también proclive a caer en el lado oscuro y sumirse en el miedo y la depresión. De la mano de pensadores como Hannah Arendt, Ernst Bloch y Lou Andreas-Salomé, la autora investiga las circunstancias en las que el ser humano dispone de suficiente valor, determinación y esperanza para superar la pérdida y establecer una nueva relación con el mundo y consigo mismo.

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Información

Editorial
Siruela
Año
2019
ISBN
9788417996277
Edición
1
Categoría
Filosofía

1

El cisne amenazado

La depresión es melancolía desprovista de su encanto.
SUSAN SONTAG
Majestuoso y sereno se desliza por la superficie del lago con su largo y blanquísimo cuello alzado hacia el cielo, pero con las patas remueve el fango del fondo y enturbia el agua. Ningún animal simboliza nuestra melancolía mejor que el cisne, un ave que fascina por su dignidad y por la elegancia de sus movimientos, pero también impone respeto cuando bate sus enormes alas y eleva el cuerpo por encima del agua. Al igual que ocurre con la melancolía, en el cisne confluyen muchos extremos opuestos: peso y liviandad; serenidad y amenaza; belleza y temor. Italo Calvino definió la melancolía como «tristeza despojada de peso», y Victor Hugo se refirió a ella como «la felicidad de estar triste», emociones contradictorias que tradicionalmente se le han atribuido al cisne. No en vano, según una antigua creencia, el cisne entona una bella canción en el momento de su muerte; de ahí la metáfora del canto del cisne para aludir a la última obra de un poeta o un compositor.
Esta creencia se remonta a la Antigüedad clásica. Sócrates, según narra Platón en su Fedón, habría afirmado durante las últimas horas de su vida que no es la tristeza el motivo por el que los cisnes cantan de forma tan bella en el momento de su muerte, sino porque pronto se reunirán con su dios, Apolo. Sin embargo, el cisne no solo desempeña un papel importante en la mitología griega, donde aparece como acompañante de Afrodita o corporeización de Zeus, e incluso da nombre a una constelación —Cygnus— que representaba diversos cisnes legendarios, sino que también ocupa un lugar relevante en los folclores finlandés, irlandés y noruego, donde es sobre todo símbolo de sabiduría, belleza y cierto sentimiento de tristeza vaga, profunda y sosegada. Sus huellas, asimismo, abundan en la música, la literatura y las artes plásticas. Infinidad de obras —desde El carnaval de los animales, de Saint-Saëns, hasta El cisne, de Baudelaire, o Zwanen in Vincennes [Cisnes en Vincennes], de Stefan Hertmans— utilizan al cisne como metáfora de nuestra melancolía.
Uno de los cuadros holandeses más conocidos es El cisne amenazado, de Jan Asselijn, fechado en 1650. Pero en este cisne —bajo el cual se puede leer EL GRAN PENSIONARIO1— no se atisba el más mínimo indicio de serenidad o de cantos melancólicos. Con las alas desplegadas, adelanta la cabeza en actitud agresiva hacia un perro negro que asedia su nido al otro lado del agua. Se trata de una de las últimas obras de Asselijn, pintor contemporáneo de Rembrandt. Debido a los textos que alguien añadió tras la muerte del artista, dándole a la escena una interpretación política, el lienzo se ha convertido en una de las alegorías más famosas acerca de los peligros que amenazaban a Holanda en el siglo XVII.
«El cisne de Asselijn, que pintado a gran escala / llena el lienzo en diagonal», escribió la poetisa holandesa Ida Gerhardt, «es el archicisne, combativo en la defensa de su nido». El ave tiene que defender sus huevos —que, según el anónimo intérprete del cuadro, simbolizan a HOLANDA— de un peligroso atacante, y lo hace con brío y convicción. Sobre la escena se cierne una nube amenazadora —las incertidumbres del futuro—, y el horizonte se tiñe de los pálidos tonos anaranjados de una puesta de sol. El cisne impresiona por su impetuosa defensa del nido frente a los avances del perro, descrito como EL ENEMIGO DEL ESTADO en alusión a Guillermo III de Orange.
El ave representa a Johan de Witt, que durante casi veinte años fue gran pensionario de Holanda —la región más poderosa de los Países Bajos en el Siglo de Oro2— y, con ello, uno de los políticos más influyentes del país. Junto a su hermano Cornelio, luchó con éxito para que las ciudades permanecieran en poder de la llamada facción del Estado y no cayeran en manos de los orangistas. Gracias a sus aptitudes políticas, impidió que se desintegrara la república y creó las condiciones necesarias para que el país viviera una época de prosperidad económica hasta entonces desconocida. Sin embargo, en 1672, fecha conocida en la historiografía holandesa como «el año de la catástrofe», la República de los Siete Países Bajos Unidos sufrió sendos ataques de Inglaterra y Francia, y esta última le infligió una severa derrota. Tras aquel descalabro, Johan de Witt fue acusado de alta traición y perdió el poder a manos de Guillermo III de Orange. Poco después sería brutalmente asesinado junto a su hermano Cornelio por una muchedumbre enfurecida. La inmensa fe que el pueblo holandés había depositado en Johan de Witt para defender el nido común se transformó en poco tiempo en odio, nostalgia de la monarquía y miedo irracional, lo cual condujo al asesinato político más conocido de la historia de los Países Bajos.
No obstante, el cuadro de Jan Asselijn también parece reflejar el espíritu de la época actual. Hoy en día, al igual que el cisne, mucha gente se siente amenazada y reacciona de forma airada si alguien no comparte su opinión, ofende a su país o cuestiona sus tradiciones. El lienzo muestra que la melancolía puede transformarse en miedo y agresividad cuando las cosas vienen mal dadas y el individuo se siente amenazado, ya sea por peligros reales o imaginarios. Pero el perro que amenaza a Holanda ya no es un descendiente de los Orange. En este momento de la historia, nadie vería en él un símbolo del rey Guillermo Alejandro.
Lo que hoy amenaza a Holanda, y por extensión a Europa, es, según un número creciente de políticos, algo que adopta distintos nombres, como «ilegal», «musulmán», «inmigrante», «refugiado» o «buscador de fortuna». Hace algunos años, el filósofo italiano Giorgio Agamben utilizó el término Homo sacer como concepto englobador de todas esas denominaciones. En el Imperio romano, el Homo sacer era el proscrito, el desterrado a quien expulsaban de la polis, arrebatándole todos los derechos y condenándolo a vivir en la ilegalidad. Según Agamben, hoy día seguimos desterrando y condenando a vivir al margen de la sociedad a muchos individuos. Deportamos a los solicitantes de asilo que han agotado la vía legal, o los obligamos a desaparecer en la ilegalidad. Cerramos las puertas de Europa a los inmigrantes, o los encerramos en campamentos con condiciones de vida muy precarias. En nuestros tiempos, el perro que amenaza al cisne se parece cada vez más al Homo sacer de Agamben. Cada vez más dedos señalan a los parias que expulsamos de la sociedad como culpables de problemas con los que ellos no tienen nada que ver. No solo tienen que pagar por nuestro miedo al terrorismo, el cambio climático o una nueva crisis financiera, sino que también los hacemos responsables de nuestra pérdida de identidad y de la desaparición de nuestras tradiciones.
Experimentar miedo y sentirse amenazado son emociones comunes a todos los tiempos, pero durante los últimos años parece que están evolucionando hacia «un nuevo malestar en la cultura», como escribe Bas Heijne en su ensayo Onbehagen [Malestar] (2016). Estamos ante un tipo de malestar que los partidos populistas utilizan de forma taimada, contribuyendo a sembrar el miedo, en vez de tratar de erradicarlo. La sociedad parece sumida en un profundo estado de melancolía, lo cual se refleja en el elevado número de personas que sufren algún tipo de depresión. La melancolía se ha manifestado de formas muy diversas a lo largo de los siglos —desde la acedía medieval hasta la depresión de nuestro tiempo, pasando por el Weltschmerz3 y el esplín del siglo XIX—, pero siempre se ha nutrido de sentimientos de miedo, carencia o pérdida. Quien padece melancolía lamenta lo que ha quedado atrás, no le encuentra sentido a la existencia, se siente atenazado por un miedo irracional e indefinible y experimenta sentimientos de impotencia e inseguridad. La melancolía puede aparecer en forma de recuerdos conscientes de un pasado real, pero también como un anhelo inconsciente de un pasado imaginario. Tenemos la impresión de que nos falta algo, pero no sabemos exactamente qué. Y, precisamente por eso, podemos sentir el deseo de buscar aquello que hemos perdido. En ese caso, la melancolía estimula la creatividad.
Por otro lado, la certeza o la presunción de haber perdido algo también puede alimentar un sentimiento de nostalgia del pasado —por mucho que sepamos que en el pasado no todo era mejor—, nostalgia que adquiere proporciones aún mayores cuando perdemos la fe en el progreso y, en consecuencia, empezamos a desconfiar del presente y a temer el futuro. Numerosos estudios demuestran que nunca ha habido en el mundo menos pobreza, hambre y analfabetismo que en la actualidad, pero este tipo de datos apenas tienen impacto en nuestra visión pesimista del porvenir, porque vivimos con la sospecha de que las cosas van a ir a peor. No sabemos adónde vamos ni adónde deberíamos ir, y por eso añoramos un pasado que al menos sabemos cómo era. Con un lema que apelaba a ese tipo de nostalgia —Make America great again—, Donald Trump ganó las últimas elecciones presidenciales de los Estados Unidos. En Europa también encontramos distintas variantes de esa retórica, cuyo denominador común es la promesa de proteger la identidad nacional ante supuestas amenazas externas.
La palabra «nostalgia» proviene del griego nostos, que significa «regreso», y algos, cuyo campo semántico incluye términos como «dolor», «tristeza» o «sufrimiento». Echamos de menos el pasado y sufrimos por ello. Cuando miramos al futuro, parece que lo único que podemos esperar del mismo son pérdidas, y eso nos genera inquietud, miedo e incertidumbre. La melancolía, que ha formado parte de la condición humana en todas las culturas a lo largo de los siglos, sufre un desequilibrio a causa de ello. El carácter ambivalente de la melancolía —tristeza que lleva implícitos consuelo o esperanza, y dolor acompañado de belleza o alegría— se va diluyendo de manera progresiva. Cuando estamos decaídos, nos sumergimos con gusto en composiciones musicales de grandes abismos, o vemos películas entre cuyas densas tinieblas a duras penas se filtra un débil rayo de luz, pero parecemos haber perdido la inspiración para transformar esos sonidos e imágenes en creatividad o esperanza de algo nuevo.
En 2006, la exposición «Melancolía: Genio y locura en Occidente» atrajo a muchos visitantes tanto en París como en Berlín, al igual que la exposición «Cuartos oscuros: Acerca de la melancolía y la depresión» del Museo Dr. Guislain de Gante en 2014. Recurrimos a exposiciones, canciones y películas con abundante espacio para el «aguacero de lágrimas que quiebra pero también nutre las flores», como escribió John Keats en su Oda a la melancolía, pero nos recreamos sobre todo en el lado oscuro de la melancolía y olvidamos su aspecto nutriente. Leemos novelas que dan expresión a sentimientos melancólicos o estados depresivos, como La broma infinita (1996), de David Foster Wallace; Física de la tristeza (2011), de Gueorgui Gospodínov; o Un quinze août à Paris (2014), de Céline Curiol, por nombrar algunas, pero ya casi nunca con una sonrisa en los labios. En el terreno de la música también se oyen voces melancólicas. Blackstar y You Want It Darker, los últimos álbumes de, respectivamente, David Bowie y Leonard Cohen —ambos editados en 2016—, no podían haber tenido un título más adecuado en ese sentido. Cada una de las dos obras fue, además, el canto del cisne de su autor.
La melancolía es un estado de ánimo que nos une a través de fronteras físicas y temporales. Es difícil encontrar un periodo histórico o una cultura sin rastro de sentimientos melancólicos. Durante los últimos años han aparecido diversos estudios que analizan las similitudes y diferencias entre la noción clásica de melancolía y la depresión moderna, como Melankoliska rum [Las habitaciones de la melancolía] (2009), de Karin Johannisson; Mad, Bad and Sad [Locas, malas y tristes] (2008), de Lisa Appignanesi; La moda negra (2008), de Darian Leader; y De depressie-epidemie [La epidemia de las depresiones] (2009), de Trudy Dehue, catedrática de Psicología y Filosofía Científica de la Universidad de Groninga.
En el curso de la historia ha ido cambiando nuestra manera de entender la melancolía. Tanto la forma que adopta como la consideración que tiene y los métodos de tratamiento que se aplican dependen de las circunstancias sociopolíticas y las corrientes médicas dominantes en cada mom...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Nota del traductor
  6. El cisne amenazado
  7. 1 El cisne amenazado
  8. 2 Melancolía. Un fenómeno de todos los tiempos y todas las culturas
  9. 3 Melancolía e infancia
  10. 4 Melancolía y arte
  11. 5 Melancolía y catarsis
  12. 6 Melancolía y ansiedad
  13. 7 Melancolía y natalidad
  14. 8 La melancolía y el mundo,antes y ahora
  15. 9 Melancolía de la esperanza
  16. Agradecimientos
  17. Bibliografía