Mitos y Leyendas del pueblo mapuche
eBook - ePub

Mitos y Leyendas del pueblo mapuche

  1. 186 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Mitos y Leyendas del pueblo mapuche

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Este libro recopila los mitos y leyendas de origen mapuche más importantes que se conservan hasta hoy. Más de cincuenta fascinantes relatos en torno a acontecimientos extraordinarios, fantásticos y trascendentes relativos a lo cósmico, a la creación y destrucción del mundo y del ser humano, donde intervienen dioses y semidioses. Narraciones que combinan elementos reales y comprobables con otros maravillosos e imaginarios: por qué un lago del sur es salado, de dónde proviene el nombre de una flor, cómo se extinguió un volcán o de qué manera un espíritu poderoso ayudó a la comunidad.En estas páginas no solo se habla de lugares o personas específicas que los protagonizan, sino de un mundo mágico y a veces remoto, poblado de espíritus que colaboran con la gente o se enfrentan a ellas. También de seres humanos que consiguen una profunda relación con la naturaleza, al punto que terminan transformados en piedras, ríos o árboles.Grandes creadores de los epew (cuentos), los mapuche fueron consolidando allí un vívido universo poblado de seres fantásticos; animales monstruosos, ríos y mares que cobran vida; entes sobrenaturales que conviven con la gente, flores y árboles sanadores; brujos y chamanes, ánimas tutelares, diluvios, terremotos y maremotos que cambian la fisonomía del lugar y volcanes indómitos habitados por espíritus que transforman su entorno.Estas lecturas ayudan a comprender la cosmovisión de un pueblo que ha sido base de nuestro crecimiento como nación. Muchos de estos relatos tienen influencias de la cultura occidental, pero adquieren un renovado fulgor y fuerte originalidad marcados por el particular entorno geográfico, las costumbres y rituales mapuche y su coherente religiosidad.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Mitos y Leyendas del pueblo mapuche de Juan Andrés Piña en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Ciencias sociales y Estudios hispanoamericanos. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2021
ISBN
9789563248685

Dioses y espíritus fantásticos

Cherruve1

Cuando no se respeta al espíritu dueño de las cosas

a41
Para los mapuches cada cosa que existe en la naturaleza tiene su ngen, que es su espíritu o su dueño. A este hay que saber respetarlo.
Ocurrió hace muchos años que había un joven mapuche llamado Lancuyén, quien tenía su ruka cerca de un estero de donde sacaba agua para beber, cocinar y bañarse. Junto al estero florecía un laurel grande que daba una refrescante sombra en el verano. Eso era de buen augurio, ya que el laurel (triwe) es un árbol sagrado para los huilliche, al cual se le elevan rogativas.
Un día, Lancuyén fue a sacar agua y se levantó tan bruscamente que se golpeó en la cabeza con una rama de laurel. Se enojó mucho, porque el dolor era grande. Entonces fue hasta su ruka, tomó un hacha y dijo:
—¡Voy a cortar este laurel y así nunca más me golpearé!
Y así lo hizo: taló primero las ramas y después cortó el tronco en muchos pedazos. Finalmente, extrajo las raíces y acumuló toda la madera para que le sirviera de leña en el invierno.
Sin embargo, lo que Lancuyén nunca consideró fue que en el interior del majestuoso laurel vivía su dueño, su ngen. Este quedó muy triste y dolido por esa destrucción absurda y decidió irse de allí, dejando que el estero que estaba junto a él se secara: en pocos días se quedó sin agua. Cuando vio esto, Lancuyén decidió cambiarse de lugar para vivir. Cerca de ahí encontró otra poza donde montar su ruka, junto a la cual también crecía un laurel. Pero a los pocos días vio que también la poza se vaciaba.
Y así le siguió ocurriendo el resto del tiempo: cuando encontraba una fuente de agua que le sirviera para vivir, rápidamente el agua se escurría y solo quedaba una hondonada vacía llena de terrones, piedra y arena.
Cuando Lancuyén consultó a una machi la razón de su desgracia, esta le dijo que no solamente no había respetado al espíritu y dueño del laurel, sino que además le había destruido su hogar. A partir de ahí, el joven huilliche peregrinó por todas las comunidades hasta donde pudo llegar, diciéndoles a la gente con la que se encontraba que debían honrar y venerar cada parte de la naturaleza que les rodeaba.
A partir de ahí, el pueblo huilliche trata con respeto todo aquello que forma parte de su entorno y le ayuda a vivir, al punto de que piden permiso al ngen de cada uno para entrar en el bosque, sacar agua de un río, cortar el trigo, pescar en el mar o hacer un surco en la tierra.
“En el sur de América, los mapuche expresan su relación con la naturaleza como una relación de ekuwün, una relación de respeto. En el idioma castellano, la palabra respeto hace alusión a la consideración por alguien, a una cierta obediencia y a un trato de cuidado. Desde esta definición intentamos comprender la especial relación del mapuche con su tierra, en la que se da un trato de preocupación por los posibles efectos de las acciones humanas, evitando causar algún daño o transgresión a las normas del ekuwün, lo que podría originar la alteración de la armonía entre el cosmos y el ser humano, trayendo consecuencias serias a la vida de las personas. El mapuche ha establecido un vínculo con la tierra que entrega el sustento físico, el alimento, y comprende que lo que se haga a la naturaleza se lo hace a sí mismo. La creencia y espiritualidad mapuche se vive en la conexión profunda con la tierra. Para ellos, el mundo espiritual está siempre presente en la vida cotidiana y este mundo natural es un testimonio del mundo espiritual. Los montes y cerros son lugares donde habitan ciertos seres divinos que se respetan, cuidando las normas, pidiendo permiso a los nguen, o fuerzas protectoras, para entrar en los espacios de la naturaleza”.

(María Elena Méndez, “Ekuwün, el respeto por la naturaleza”).

El renü, la guarida secreta de los chamanes

a42
En el pueblo pehuenche existe una leyenda muy difundida. Cuentan que un día un hombre se encontró a otros tres que habían sufrido una fuerte caída desde un cerro. Estaban heridos y no se podían mover. Este hombre los auxilió, les llevó agua y les dio a comer piñones. Cuando se hubieron recuperado, como agradecimiento, los tres invitaron al salvador a su casa.
En realidad, esta casa era una inmensa gruta, con una entrada estrecha, pero que continuaba largamente por el corazón de la montaña, haciéndose cada vez más amplia y acogedora. Todo estaba iluminado. Allí había hombres y mujeres trabajando, hilando la lana, preparando comida y entonando dulces canciones. El invitado también se encontró ahí con personas que él conocía y que ya habían muerto. Pero no se extrañó de esto, porque en este lugar todo era mágico y maravilloso, muy distinto a su vida cotidiana.
Al anochecer lo invitaron a cenar a una mesa colmada de una gran variedad de alimentos: quesos, carnes, mariscos, pan y vegetales, todo acompañado de distintos tipos de vinos, un encuentro al que llamaban kawin. La vajilla era de reluciente oro. El hombre disfrutó de la comida y de las animadas conversaciones entre sus anfitriones. Cuando le informaron que lo devolverían al lugar de donde venía, el hombre, disimuladamente, se echó entre sus ropas un cuchillo de oro y un gran trozo de pan, como recuerdo de lo que ahí había visto y disfrutado y así poder demostrárselo al resto de su comunidad.
Cuando hubo salido de la caverna era el amanecer. Se encontró en el mismo lugar donde había ayudado a los tres hombres heridos. Rápidamente recordó lo que había ocultado entre sus ropas, pero al sacarlos solo se encontró con guano de caballo y el cuero de una culebra. Ahí se dio cuenta de que era eso lo que había comido y ese el cuchillo de oro.
Bajó hasta donde sus amigos y su familia, y les contó su extraña experiencia.
—Ahh —le dijo uno de los hombres mayores—. Tú estuviste en un renü, que son las guaridas profundas de las cordilleras donde se esconden los chamanes para hacer sus rituales y trasmitirse sus conocimientos ancestrales. En todo caso, te advierto, nunca podrás volver ahí.
Sin embargo, el hombre estaba confiado en reconocer la entrada de la caverna y regresó a los pies de la montaña. Buscó detrás de las piedras, entre los arbustos, junto a los árboles, subió y bajó las quebradas, pero jamás encontró un acceso que le permitiera el paso hasta el interior de la montaña.
Insistió durante mucho tiempo, recorrió distintos territorios y hasta durmió a los pies del cerro donde había encontrado a los tres hombres heridos.
De nada sirvió: nunca retornó a ese lugar de embrujo y fantasía.
Hay algunos que aseguran haberlo visto hasta hoy, caminando en busca del acceso de aquello que tuvo y nunca volvió a tener.
Los brujos (kalkus) y chamanes están fuertemente ligados a las creencias del imaginario mapuche. En general se trata de seres, o personas, que tienen poderes fuera de lo común para provocarles mal a la gente: causar la muerte y engendrar enfermedades, hacerles perder sus bienes, desformarlos físicamente, por ejemplo. Están muy ligados a la brujería y a la hechicería, y su práctica —cuando se sospechaba que alguien ejercía este oficio perverso ligado a lo demoníaco— era perseguida. Estos seres requieren de un aprendizaje para alcanzar la plenitud de su poderío. Se puede tratar de personas que ocultan su condición de brujos ante la comunidad, o de seres fantásticos que pueden transformarse en animales. Son lo contrario de la machi, la persona sanadora. Para los mapuches, el Huecuve es el “principio del mal” que muchas veces se encarna en los brujos.

La leyenda del abuelito Huenteao

a43
Huenteao era un joven huilliche que estaba casado y tenía un hijo. Un día, Huenteao fue junto a sus hermanos desde la precordillera de la Costa hasta la caleta de Pucatrihue (cerca de la actual ciudad de Osorno) como marero, es decir, la persona que recolecta mariscos, peces y algas en el mar. En este viaje, Huenteao se encontraba muy triste, porque había peleado con su hijo. Entonces empezó a caminar solo por la playa, mientras pensaba y se preguntaba cómo podría ser su vida si tuviera algún poder especial, algo para ayudar a los demás. Sus hermanos lo observaban, preocupados por este comportamiento extraño, silencioso y aislado.
Y así fue que en un tercer viaje que realizaron al mar, Huenteao desapareció en unas de estas caminatas solitarias. Muy inquietos, sus hermanos lo buscaron y al no hallarlo avisaron a la familia de la tragedia. Decidieron hacer una ceremonia del Nguillatún para pedir por él, sin resultados. El hijo, angustiado, siguió buscándolo por mucho tiempo. Al final lo encontró en la playa de Pucatrihue. Al verlo, se disculpó por la pelea que habían tenido antes y le rogó que volviera a la casa. Sin embargo, Huenteao se negó, diciendo que se quedaría a vivir en este lugar en el que se encontraba muy bien.
Al año siguiente, al volver el hijo y los hermanos de Huenteao a la playa de Pucatrihue, miraron hacia el mar y lo vieron aparecer sobre unas rocas, sentado en una silla de oro. A su lado había una linda mujer con cabellos rubios. Al darse cuenta de que la observaban, la mujer se zambulló en el agua y Huenteao se levantó y se dirigió finalmente a su casa.
Al llegar, Huenteao conversó con su esposa y toda la familia, diciendo:
—Vengo a despedirme de ustedes porque me voy, y ya no me van a ver nunca más.
Luego de esto salió de su casa y se fue. Los hermanos, sorprendidos por lo sucedido y sin entender qué ocurría, fueron donde la machi buscando alguna explicación. Mientras tanto, el hijo siguió a su padre, encontrándolo nuevamente en las rocas de la isla de Pucatrihue, en una cueva junto a la bella mujer que había visto anteriormente, pero esta vez, como ella le daba la espalda, no podía ver su cara.
Al distinguir a su hijo, Huenteao le dijo a la mujer que preparara algo de comer. A continuación, ella tomó un cántaro de greda y se fue a buscar agua. Como tardaba en regresar, Huenteao y su hijo salieron a buscarla, pero solo encontraron el cántaro a la orilla de la playa. Al hijo le extrañó que su padre no estuviera preocupado y le preguntó si sabía qué le había pasado. Huenteao le respondió que ella había tenido que ir a su casa.
—¿Y dónde queda esa casa? —preguntó el hijo.
—Ella vive adentro, en el mar, ya que ella es una Sumpall, es decir, alguien que es dueño de las aguas, —respondió Huenteao.
Preocupado, el hijo le pidió nuevamente que volviera a la casa, a lo que Huenteao respondió: “Esta es mi nueva casa”. Como el joven no pudo convencerlo, debió retornar solo junto a su madre y la familia.
Cuando el hijo estaba comenzando el viaje de vuelta, llegaron los hermanos de Huenteao junto a la machi. Al verla, el hijo le contó lo sucedido, a lo que ella respondió:
—Lo que aquí ha pasado es que Huenteao tomó el poder del mar.
Desde ese momento y hasta hoy, Huenteao se convirtió en un héroe encantado que habita en una gran roca —isla y santuario—, en el mar de Pucatrihue. Nadie puede destruir esa roca, ya que es un lugar de peregrinación y rogativas.
Ahí estará presente el Abuelito Huenteao por toda la eternidad, reconocido como un espíritu que el pueblo huilliche reconoce como un intermediario protector que ayuda a su pueblo.
Como agradecimiento al sacrificio de quedarse en el mar, la mujer que lo acompañaba le dio el poder de ser el dueño de este para así brindarle a su pueblo bienestar, a través de la entrega generosa de peces y mariscos, de buen clima y de la fuerza espiritual necesaria para soportar las duras condiciones de vida del lugar. Sus aliados son los vientos, las lluvias y los temporales. Con ellos lucha contra las fuerzas malignas y alienta a los huilliches a vencer a sus enemigos.
Hasta hoy, la isla y su roquerío, donde habita Huenteao, son lugares de rogativas y ceremonias donde se le recuerda y rinde homenaje.
Al abuelito Huenteao también se le llama Huentreyao, Huentellado y Quiluch. Entre los huilliches se le conoce como un espíritu mediador y ngen tutelar del mar: el océano le pertenece, es su dominio, y todo lo bueno (y en algunos casos lo malo) provienen de él. Se le debe solicitar permiso cuando se obtienen pescados, mariscos u otros productos. Se le venera desde el lago Ranco hasta Chiloé, especialmente en Pucatrihue. Para ello se lleva una gran rama de laurel hasta la orilla del mar y se moja entre las olas para obtener el poder divino. Se retorna con la rama a las rukas, donde se le utiliza para rituales que solicitan buen tiempo y cosechas generosas.

Cómo nacieron las sirenas

a44
Hace cientos de años atrás, en la zona de Toltén vivía un matrimonio mapuche sin hijos. Se sabía que él no trataba muy bien a su esposa, aunque ella no protestaba por esta situación y sufría en silencio. Todos los días, el hombre iba a pescar al mar hasta muy tarde.
En una ocasión, sabiendo Nguenechén que él era una persona de mal comportamiento, decidió castigarlo: en un momento en que estaba muy cerca de la orilla, un fuerte oleaje hizo subir las aguas, lo envolvió y se lo llevó consigo. Una vez que estuvo en las profundidades, Nguenechén decidió convertirlo en pez; así, ya nunca volvería a ser una persona que tuviera una mala conducta.
Cuando el hombre no volvió a aparecer, su esposa supuso que se había ahogado en el mar, aun cuando se resignó rápidamente a la nueva condición, sintiéndose aliviada por no recibir malos tratos. Como era joven y bonita, un amigo de la familia que la conocía desde antes le propuso ser su esposa. Y ella, que lo conocía muy bien, aceptó.
La mañana del día en que se celebraría el matrimonio, ella fue a bañarse al mar, como siempre, una actividad que disfrutaba mucho. Pero su primer marido, convertido ahora en un pez bastante grande, supo de este nuevo matrimonio y fue a ver cómo ella se zambullía en las olas. Se veía muy hermosa y contenta. Esto le dolió mucho a su primer marido y decidió vengarse. Para esto hizo levantar una gran ola que envolvió y arrastró a la mujer. Ella se aferró a una roca y en ese momento el pez se le echó encima. En medio del agua y de la espuma ella trató de huir, aterrorizada, pero fue imposible. A las pocas horas, su novio la encontró desmayada en la playa.
Durante algunas semanas estuvo muy enferma: le dolía todo el cuerpo, tenía fiebre y deliraba. Afortunadamente, fue mejorando con los días y volvió a ser la mujer saludable y rozagante de costumbre. Y también a medida que pasaba el tiempo su cintura se fue engrosando: la pareja estaba muy feliz porque tendrían familia y descendencia.
Sin embargo, lo que ocurrió fue muy extraño: la mujer tuvo a su guagua antes de tiempo. Nació allí una niña hermosa, con su cuerpo bien hecho, pero en lugar de piernas tenía una cola de pescado y el pelo rubio muy largo, como una muchacha. Los padres se desesperaron, no sabían qué hacer: esa hija no podría vivir como una persona normal. Entonces, ella se acordó de ese gran pez que la arrastró por el mar y entendió que era el padre de esa niña. No le dijo nada a su marido.
Pero ellos amaron a su hija como cualquier madre o padre puede hacerlo. Además, les encantaba la hermosura de la niña, su pelo rubio y su canto melodioso. Todos los días la llevaban a la playa, donde ella nadaba y entonaba sus armoniosas canciones que fascinaban a los pescadores de la zona, quienes quedaban prendidos de su voz. Más de alguno le propuso matrimonio, pero ella siempre los rechazó. A veces, en las noches de tormenta, cuando alguna barca v...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Índice
  4. La magia de los relatos y la riqueza de una lengua | Presentación de Juan Andrés Piña
  5. EL ORIGEN DEL MUNDO
  6. EL NACIMIENTO DE LAS COSAS
  7. RELATOS DE ANIMALES DE ESTE MUNDO Y DEL OTRO
  8. ÁRBOLES, FLORES Y ALIMENTOS
  9. AMORES MÍTICOS Y LEGENDARIOS
  10. LO QUE CUENTAN LA TIERRA, LAS PIEDRAS Y EL AGUA
  11. DIOSES Y ESPÍRITUS FANTÁSTICOS
  12. PRINCIPALES ANIMALES MITOLÓGICOS DEL PUEBLO MAPUCHE
  13. GLOSARIO DE NOMBRES Y TÉRMINOS