Caos moderno
Decía Nietzsche que racionalizamos lo que es imposible de entender con lógicas inventadas que dan una apariencia de estabilidad a nuestra vida, lo cual no es sino una balsa que navega por un océano de caos. Esta sensación abisal sobreviene cuando se toma conciencia de que no hay paraísos sobrenaturales que proporcionen esperanza después de la muerte. El hombre ateo asume la efimeridad despojado (otros dirán, liberado) de metafísicas platónicas y cristianas.
Además de esta visión existencialista y angustiosa del ateísmo, los siglos xx y xxi están caracterizados por una conciencia científica de la vida. Las leyes físicas y biológicas sustituyen a las metafísicas. En lugar de un caos religioso y demoníaco, se habla de la degradación de la materia orgánica y de un universo todavía demasiado incomprensible.
Desde el punto de vista moderno, el caos lo motivan diversas circunstancias que no tienen nada que ver con el diablo ni con la mujer ni con ninguna de las hechicerías y anatemas de los siglos oscuros. Las causas y las formas del caos que vamos a esgrimir aquí provienen de la física y, más concretamente, de la rama de la caología. Nuestra labor consistirá en aplicar la teoría del caos a fenómenos artísticos, literarios y políticos calificados de caóticos. Como comprobaremos, las propiedades físicas del caos son igualmente válidas para situaciones semejantes que acaecen en las bellas artes y en la sociedad, y más particularmente, en el vanguardismo y en la posverdad. La caología nos indica que las causas del caos son atractores extraños, enlaces inesperados, puntos de bifurcación, sorpresas, exageraciones, contradicciones, energías violentas y entropías. A ellas, añadiremos la rebeldía y el nihilismo.
Atractores extraños
Cuando hay más de un punto de atracción se crea confusión y desequilibrio. Los sistemas jerárquicos y las leyes de la gravedad se alteran. Cuando un cuerpo está imantado por dos péndulos dispares, su estabilidad peligra. En el Otelo de Shakespeare, Yago hace de atractor extraño influyendo de forma retorcida a unos y otros. En dicha obra, el pañuelo sospechoso juega el papel del vuelo de la mariposa que veremos más adelante.
En el Piérdete de Tony Oursler que citábamos antes, el atractor extraño invertido es el artista que, en lugar de desear espectadores, los rechaza. A este atractor repulsivo, hay que añadirle otro que le desmiente. Oursler quiere atraer mucha atención haciendo ver lo contrario. La instalación es un colchón viejo que aplasta a una supuesta persona sin cuerpo que se queja. La persona aprisionada menosprecia al público que acude al museo aunque, en realidad, quiere captar su atención: «¿Qué, coño, miras? Fuck you! ¡Sí, tu! ¡Eh, tu! ¡Vete a tomar por el culo!». Este atractor extraño del artista violento contradictorio se comporta como un fenómeno caótico a pequeña escala.
En las fotografías de Coplans, los cuerpos se apartan del canon tradicional y nos trastornan porque cuando los contemplamos entran en conflicto tres atractores (un conocido y dos desconocidos) que nos succionan hacia direcciones y reflexiones distintas. Son autorretratos (el primer atractor es normal) que muestran su fea obesidad desnuda (el segundo atractor es raro) y seccionada, sin que aparezca la cabeza ni la cara, que es la parte usual del autorretrato (el tercer atractor es todavía más raro).
Los atractores extraños son inesperados como los que motivan las repentinas subidas y bajadas de la bolsa. El mundo bursátil es un buen modelo del caos porque, más allá de su aparente impredecibilidad, obedece a unas leyes más o menos fijas que los brókers conocen y dominan. Uno de los contrapuntos más rocambolescos de las cotizaciones es el caos de nivel dos que se rebela contra las predicciones y, conociendo hacia dónde va el mercado, al regatear con una retrogradación de algoritmos, consigue alterar dicha tendencia. No se pierdan la fotografía de Timothy Clary de un agente de bolsa semisepultado por teclados y ordenadores. Además de súbitos, los atractores pueden ser desconocidos. Se nota su fuerza pero no desde donde apuntan.
También se especula sobre el caos y el miedo irracional del subconsciente asociados a la improvisación; la bolsa nota sus efectos, aunque hay días donde no reacciona como se esperaba. Así mismo, notamos miedos, impulsos y asociaciones que no sabemos muy bien de dónde le vienen. Entraríamos en el campo de la parapsicología si empezáramos a especular sobre las posibles conexiones entre el subconsciente humano y la materia oscura del universo. De todos modos, ¿se atraen como atractores extraños el microcosmos y el macrocosmos, influyéndose mutuamente con tantos billones de señales como nos enviamos, nosotros desde la Tierra y el macrocosmos desde el universo? No, no es parapsicología. El universo nos afecta y nuestro planeta le afecta a él. Lo que ignoramos es si nuestra alianza nos llevará, a millones o cientos de mil años vista, hacia el caos o no. ¡Habrá tantos elementos en juego en el ínterin!
Los atractores extraños son elementos estables, complejos pero inusuales que funcionan como un sistema dinámico de múltiples metas e influencias. Dentro de la esfera política posfalsa, el escándalo del primer impeachment al presidente Trump sería un ejemplo. Uno de los atractores extraños que hubo durante su mandato fue la injerencia de un país extranjero (primero Rusia, luego Ucrania) en su política nacional. Doblemente extraño, diríamos, ya que no solo eran potencias extranjeras sino que para muchos norteamericanos los rusos habían sido los enemigos durante el siglo xx. ¿Cómo se entiende que ahora hubiera alianzas entre estadounidenses y comunistas contra otros compatriotas estadounidenses? El caos hace estas cosas, lo complica todo y, de manera inesperada, puede juntar la cia con el kgb; con resultados explosivos, eso sí. La comisión de investigación sobre el impeachment de la cámara de representantes de ee. uu., en su informe de diciembre del 2019, habló del «dramático crescendo» (típico del caos) de una larga campaña de maniobras dirigida por el presidente con connivencia de muchos altos cargos que, de puertas afuera –añadiríamos– se encubría con pseudoverdades. Empleando otro término caótico para referirse a ellos (to twist, retorcer), la comisión concluyó: «Trump retorció la política exterior de Estados Unidos hacia Ucrania, socavando la seguridad nacional de los Estados Unidos para favorecer su reelección en el año 2020».
En cuanto a la pandemia del coronavirus, las teorías conspirativas hicieron el papel de atractores extraños. En lugar de plantearse como una enfermedad accidental, se introdujo un elemento sorpresa distorsionador como el terrorismo. Tenemos la bola del péndulo (la enfermedad) y dos puntos de atracción opuestos. A la derecha, la causalidad patológica de una infección natural que hace daño sin querer; no hay culpables; solo algunos incompetentes. A la izquierda, la causalidad política de una infección artificial para dañar a propósito; hay culpables perversos y astutos. El atractor extraño de hipotéticos ataques bioterroristas provocó dos explicaciones diferentes de los hechos y, en consecuencia, hizo que los grados subieran más.
Dentro de las infecciones patológicas, los atractores extraños pueden ser los animales salvajes. El caos molecular se produce al mezclarse sistemas immnunitarios poco compatibles de dos especies. En el vih, la colisión genética fue entre el Homo sapiens y el chimpancé, entre otros primates. En el sars, entre hombres y murciélagos (los Chiroptera). Y en el coronavirus, de confirmarse, entre hombres y pangolines (un mamífero del orden Pholidota).
Desde que el mundo es mundo, los atractores extraños de las epidemias han sido los forasteros. Son casos «importados», se dice ahora. Los xenófobos se quejan de que las enfermedades y el caos entran en un país por su culpa. Los nacionalistas americanos acusan a los españoles de introducir la viruela y la sífilis en América igual que, a juicio del expresidente Trump, la culpa del desorden mundial del 2020 la tuvo el «chinese virus». Compadecemos al pueblo chino por esta injusticia pero no a sus gobernantes dado que China, a su vez, expulsó a africanos de su territorio aduciendo que el origen de la covid-19 había sido por unos nigerianos de Cantón. La idea de que el mal viene de fuera es visible en el gentilicio que acompaña a algunas epidemias como la peste porcina «africana» y la gripe «asiática» de los años cincuenta que causó dos millones de muertos. La culpabilidad del otro, del extranjero pobre normalmente, se aplica incluso cuando la procedencia es dudosa como ocurrió con la mal llamada gripe «española» de 1918 que no se originó en España sino probablemente en Estados Unidos antes de aparecer en varios países de Europa. Cuando hay peligro de contagio, el inmigrante sucio y achacoso es segregado como si tuviera la lepra. Los gueules de métèque, juifs errants, pastores griegos, ladronzuelos y vagabundos no despiertan simpatía. Son los atractores extraños. Los intrusos mugrientos e indeseados que empeoran las cosas. Las cabezas –otra denominación geográfica de desprecio– de turco.
Enlaces inesperados: puntos de bifurcación
El astrofísico Preben Grosbøl considera que una de las causas del caos de las espirales externas de las galaxias son las bifurcaciones de la principal familia de órbitas periódicas. A causa de perturbaciones y de picos de velocidad, algunos recorridos se separan de la órbita madre y crean órbitas alternativas más irregulares. Si me permiten una analogía cotidiana, diría que estas trayectorias espirales de las galaxias donde se suman las uniformes con las inexactas, se parecen a los hijos cuando se separan de la órbita regular de la familia y se desvían hacia su propia órbita; allí comienzan sus peripecias y también su caos personal; al menos, al inicio hasta que consiguen equilibrar su destino.
En este apartado analizaremos dos procesos complementarios: el de las uniones sorprendentes y el de las desviaciones, como la que acabamos de referir.
Uno de los aspectos más apasionantes del caos es su espíritu aventurero. Ignoramos con quién toparemos y a dónde nos llevará la corriente. Los cruces donde se trastoca el rumbo aparecen cuando menos se esperan y nos ofrecen senderos intransitados. Lo desconocido atrae y amilana. La típica antítesis del caos. A parte de esta sensación, los puntos de multifurcación tienen poco de típicos. En cada saliente hay como mínimo un factor extraño que nos reclama. En cada cruce, las asociaciones con elementos raros y desconocidos se multiplican y alteran nuestra órbita original. De todas formas, ¿quién dijo que debíamos seguir una línea recta? ¿Seguro que nos apartamos de nuestra órbita original? ¿No será que el sentir de nuestra travesía es encontrar nuestro rumbo? Si fuese así, nuestro viaje tendría muchas rotondas, a cual más rocambolesca. Además de la primera salida a la derecha, hay salidas hacia arriba y hacia abajo; o la posibilidad de tomar varias salidas a la vez. No en vano estamos envueltos en unos reflectáforos o disonancias reflexivas que proveen un aspecto metafórico a cada coyuntura.
El efecto mariposa, del que hablaremos más adelante, engloba las ramificaciones insospechadas de los recorridos. Aunque el principio de causa-efecto opera continuamente, al mismo tiempo se producen ramificaciones impredecibles, plantean Briggs y Peat subrayando la dialéctica entre las acciones lógicas y las encrucijadas azarosas que cambian las tendencias de las cosas. Los cambios repentinos de rumbo de una bandada de pájaros, de un enjambre de abejas y de un banco de peces que navega aleatoriamente de aquí para allá ilustran el comportamiento del caos: un torbellino de elementos que gira...