Portosanto
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Portosanto

El enigma de Colón

  1. 690 páginas
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Portosanto

El enigma de Colón

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Siglo XV.Es el fin de una era.Europa arde por los cuatro costados, inmersa en guerras fratricidas. Una fría sombra extiende sus alas sobre todo el continente, alimentada por el fanatismo y la barbarie. Hogueras, torturas y autos de fe siembran el odio entre los que un día vivieron como hermanos. Además, el avance del Imperio otomano amenaza el corazón mismo de la cristiandad, bloqueando el suministro de los bienes más preciados. Todos los caminos parecen cortados.Una civilización entera se tambalea, y solo un milagro podría salvarla. No hay nadie capaz de encontrar una salida, de darle la vuelta a todo. Porque, a veces, la verdad solo está al alcance de los elegidos. De los que, sobre hombros de gigantes, consiguen ver más allá del horizonte. De hacer que lo imposible se convierta en realidad.Este es el tiempo que le toca vivir a Pedro, un pequeño bastardo nacido en los confines del viejo Finis Terrae. Un niño que crece en la aldea de Portosanto, olvidado por todos y ajeno al trascendental destino que le ha sido reservado.Extender luz sobre las tinieblas.Cambiar el mundo para siempre.

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Información

Año
2021
ISBN
9788418491498
Categoría
Literatura

-1

Mont Saint Michel, enero de 1437
Bajo la luz tenue del alba, la figura de un monje a caballo, seguida por una mula cargada, sale de la abadía que se alza en lo alto del islote escarpado. Cruzando la puerta fortificada, se interna en el sendero que atraviesa la bahía a pie seco durante la marea baja.
Mientras cruza la marisma camino del continente, atribulan su mente emociones encontradas. Se siente frustrado por tener que abandonar su retiro de estudio y contemplación, pero la misión que le han encomendado supone un encargo imposible de eludir.
A medio trayecto, gira la cabeza y mira atrás, a la figura del antiguo monasterio que, pese a amenazar ruina, aún se alza imponente sobre el islote que se yergue en medio del arenal. Entonces recuerda los relámpagos que azotaban el campanario durante la noche en que llegó la misiva.
El hombre trata de ahuyentar los malos augurios, se coloca la espada que oculta entre las ropas y obliga a su caballo a apretar el paso. La marea está subiendo y hay que llegar enseguida al final de la senda de arena.
Cuando su montura comienza a ascender por la cuesta que lo llevará tierra adentro, con la luz anaranjada del amanecer, distingue las primeras chimeneas humeantes entre los campos labrados. El viajero respira profundamente mientras cierra los ojos. No parece tan mal futuro el encargo bajo esta aurora esperanzadora. Sí, sonríe.
Volvemos a los caminos. Volvemos al mar.
 
MapaRiaPontevedra

Parte primera

El pequeño bastardo

1430 – 1437

I

Los días pasan despacio en Portosanto.
Unos muchachos recogen leña, otros llevan las vacas a pastar. Hay mujeres que lavan en el riachuelo, niñas que llenan cántaros en la fuente, y hay también hombres que salen al mar en lanchas pesqueras.
En la parte baja de la aldea, en la ribera, hay un pequeño puerto. Apenas un abrigo de suelo arenoso donde varan las barcas de colores. Río arriba está el camino de la villa, que entre fresnos y sauces lleva en menos de media legua a Pontevedra, atravesando el puente viejo. Allí comienza la ría, que pasa por debajo siendo río de agua dulce y que se abre al mar por la parte de poniente, con la isla de Tambo en medio y la de Ons justo en la bocana.
Este confín del mundo pertenece al antiguo reino de Galicia, bajo el dominio de la Corona de Castilla. Aquí, en las tierras que hacen frontera con Portugal, el señor de Soutomaior gobierna a su antojo, lejos de los conflictos que asolan el viejo continente.
Este es el lugar, y este el tiempo, que le tocó vivir a Pedro. El niño que nació condenado al exilio por su propia familia. El hidalgo bastardo que nació atado a un curioso destino.
Extender la luz.
Cambiar el mundo para siempre.

II

—Constanza, ¿dónde está Pedro? —preguntó el tío Cristovo.
—No lo sé —respondió, sin darle más importancia, la madre del niño.
El pequeño Pedro de Zúñiga se crio en la calle, a medias entre los vecinos y su tío abuelo Cristovo de Avellaneda. Fue creciendo entre las veredas y el fondeadero de Portosanto en sus primeros años de vida, pasando los días entre lanchas varadas y mareantes de piel dorada.
En cuanto aprendió a andar, Pedriño salió de aquella casona hidalga, vacía de gente y llena de silencio. La melancolía de los que allí se encontraban prisioneros nunca le gustó.
Constanza de Zúñiga, su madre, provenía de una familia noble de la villa. Esta niña nos va a dar problemas, pensaba su madre cada vez que la muchacha se pasaba la tarde jugando con las pescantinas de los bajos fondos. Tal cual su tío Cristovo, que mal rayo lo parta, rumiaba su padre, frustrado por contar entre sus familiares con aquel individuo, su cuñado, que en tantos problemas los había metido.
Al final, los presagios se cumplieron: la niña, de diecisiete años, quedó encinta, y, de padre desconocido, nació el pequeño Pedro. Ante tal vergüenza, los señores de Zúñiga recluyeron a su hija en la casa familiar de la aldea de Portosanto. Aquella casa en la que vivía, sin más ocupación que beber una jarra de vino tras otra, el viejo Cristovo. Antaño orgullo y ahora oprobio de su estirpe.
La casa, conocida por los vecinos como «la casa de la Cruz», era la más rica de la aldea.
Ante la indiferencia de su madre, Pedro solía pasar el rato con su tío. A veces, paseaban por la Moureira, el barrio de los pescadores de la villa, lleno de casitas apiñadas junto a la ría con los aparejos amontonados ante las fachadas. Allí estaban los astilleros, donde el tío contemplaba el trabajo de los carpinteros de ribera que construían navíos. No se trataba de lanchas de xeito ni de dornas de escarva, sino de carracas y naos que, cargadas de vino, atravesaban el golfo de Vizcaya, o llevaban sal a los puertos del Mediterráneo. Los mejores constructores del muelle de Santa María eran los de la casa da Coxa1. A Pedro le gustaba jugar entre los barcos a medio construir, fantaseando que era un gran capitán. Al menos, hasta que algún carpintero lo echaba de allí a cajas destempladas.
Sin embargo, la mayor parte del tiempo lo pasaba en Portosanto. La aldea era pequeña, apenas diez casas rodeadas de campos en los que pastaban ovejas y vacas. Casas de familias que vivían de labrar las tierras y de criar animales.
Y de ir al mar, algunos. Eran los llamados «mareantes». Los que poseían una barca pequeña con la que salían a pescar.
Entre las casitas de Portosanto, los campos surcados de riachuelos que las rodeaban y el puerto crecía Pedriño. Jugando con los otros muchachos, hablando con las mujeres que lavaban la ropa y acompañando a los hombres en su trabajo. Los vecinos se reían con las ocurrencias de aquel niño de familia rica que veía pasar los días en la calle.
Fueron jornadas de levantarse temprano para ir a ver cómo partían los botes al amanecer, de echar la mañana ayudando a los vecinos en las fincas y las tardes de charla con los lobos de mar recién retornados de la última marea.
Una vida sencilla que pronto se iba a ver interrumpida.
1 Casa de la Coja (n. del A.).

III

Unas tres leguas al sur de Pontevedra, sobre una colina, se alzaba la fortaleza de Soutomaior. Dos torres unidas por una muralla que cerraba un patio de armas y que dominaban una tierra ondulada de bosques densos y regatos transparentes.
Aquel era el castillo del gran señor del sur de Galicia, Fernán Eannes. Propietario de lugares, aldeas y mo...

Índice

  1. -3
  2. -2
  3. -1
  4. Parte primera
  5. I
  6. II
  7. III
  8. IV
  9. V
  10. VI
  11. VII
  12. VIII
  13. IX
  14. X
  15. XI
  16. XII
  17. XIII
  18. XIV
  19. XV
  20. XVI
  21. XVII
  22. XVIII
  23. XIX
  24. XX
  25. XXI
  26. XXII
  27. XXIII
  28. XXIV
  29. XXV
  30. XXVI
  31. XXVII
  32. XXVIII
  33. XXIX
  34. XXX
  35. XXXI
  36. XXXII
  37. XXXIII
  38. XXXIV
  39. XXXV
  40. XXXVI
  41. XXXVII
  42. XXXVIII
  43. XXXIX
  44. XL
  45. XLI
  46. XLII
  47. Parte segunda
  48. XLIII
  49. XLIV
  50. XLV
  51. XLVI
  52. XLVII
  53. XLVIII
  54. XLIX
  55. L
  56. LI
  57. LII
  58. LIII
  59. LIV
  60. LV
  61. LVI
  62. LVII
  63. LVIII
  64. LIX
  65. LX
  66. LXI
  67. LXII
  68. LXIII
  69. LXIV
  70. LXV
  71. LXVI
  72. LXVII
  73. LXVIII
  74. LXIX
  75. LXX
  76. LXXI
  77. LXXII
  78. LXXIII
  79. LXXIV
  80. LXXV
  81. LXXVI
  82. LXXVII
  83. LXXVIII
  84. LXXIX
  85. LXXX
  86. LXXXI
  87. LXXXII
  88. LXXXIII
  89. LXXXIV
  90. LXXXV
  91. LXXXVI
  92. LXXXVII
  93. LXXXVIII
  94. LXXXIX
  95. XC
  96. XCI
  97. XCII
  98. XCIII
  99. XCIV
  100. XCV
  101. XCVI
  102. XCVII
  103. Parte tercera
  104. XCVIII
  105. XCIX
  106. C
  107. CI
  108. CII
  109. CIII
  110. CIV
  111. CV
  112. CVI
  113. CVII
  114. CVIII
  115. CIX
  116. CX
  117. CXI
  118. CXII
  119. CXIII
  120. CXIV
  121. CXV
  122. CXVI
  123. CXVII
  124. CXVIII
  125. CXIX
  126. CXX
  127. CXXI
  128. CXXII
  129. CXXIII
  130. CXXIV
  131. CXXV
  132. CCXXVI
  133. CCXXVII
  134. CXXVIII
  135. CXXIX
  136. CXXX
  137. CCXXXI
  138. CXXXII
  139. CXXXIII
  140. CXXXIV
  141. CXXXV
  142. CXXXVI
  143. CXXXVII
  144. CXXXVIII
  145. CXXXIX
  146. CXL
  147. CXLI
  148. CXLII
  149. CXLIII
  150. CXLIV
  151. CXLV
  152. CXLVI
  153. CXLVII
  154. CXLVIII
  155. CXLIX
  156. CL
  157. CLI
  158. CLII
  159. CLIII
  160. CLIV
  161. CLV
  162. CLVI
  163. CLVII
  164. CLVIII
  165. CLIX
  166. CLX
  167. CLXI
  168. CLXII
  169. CLXIII
  170. CLXIV
  171. CLXV
  172. CLXVI
  173. CXLVII
  174. CLXVIII
  175. CLXIX
  176. CLXX
  177. CLXXI
  178. CLXXII
  179. CLXXIII
  180. CLXXIV
  181. CLXXV
  182. Parte cuarta
  183. CLXXVI
  184. CLXXVII
  185. CLXXVIII
  186. CLXXIX
  187. CLXXX
  188. CLXXXI
  189. CLXXXII
  190. CLXXXIII
  191. CLXXXIV
  192. CLXXXV
  193. CLXXXVI
  194. CLXXXVII
  195. CLXXXVIII
  196. CLXXXIX
  197. CXC
  198. CXCI
  199. CXCII
  200. CXCIII
  201. CXCIV
  202. CXCV
  203. CXCVI
  204. CXCVII
  205. CXCVIII
  206. CXCIX
  207. CC
  208. CCI
  209. CCII
  210. CCIII
  211. CCIV
  212. CCV
  213. CCVI
  214. CCVII
  215. CCVIII
  216. CCIX
  217. CCX
  218. CCXI
  219. CCXII
  220. CCXIII
  221. CCXIV
  222. CCXV
  223. CCXVI
  224. CCXVII
  225. CCXVIII
  226. CCXIX
  227. CCXX
  228. CCXXI
  229. CCXXII
  230. CCXXIII
  231. CCXXIV
  232. CCXXV
  233. Parte quinta
  234. CCXXVI
  235. CCXXVII
  236. CCXXVIII
  237. CCXXIX
  238. +1
  239. +2
  240. +3
  241. Agradecimientos
  242. Contenido especial