Historia de la conquista de América
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Historia de la conquista de América

Evangelización y violencia

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Historia de la conquista de América

Evangelización y violencia

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Historia de la conquista de América describe los debates e investigación histórica de los pueblos americanos y su proceso de colonización y conquista. Debates de la conciencia ética de España como: la toma de posesión armada de pueblos y tierras, la equidad de servidumbre impuesta a los indígenas, la cristianización pacífica o forzada.En su libro Historia de la conquista de América: Evangelización y violencia Luis Rivera Pagán nos describe cómo este libro se concibió en medio de los intensos debates sobre el quinto centenario del "descubrimiento de América". Esos debates estimularon y fertilizaron la investigación histórica sobre los pueblos americanos. También propició la publicación de grandes textos relativos al descubrimiento y la conquista, algunos inéditos durante varios siglos.El libro se divide en tres partes. La primera -Descubrimiento, conquista y evangelización- relata los hechos desde una perspectiva crítica, ante la cual se desvela el vínculo íntimo entre el descubrimiento y la conquista, como una toma de posesión de tierras y personas, legitimada por conceptos, imágenes y símbolos religiosos. La segunda -Libertad y servidumbre en la conquista de América- analiza los elementos centrales de la gran porfía teórica de la conquista: la licitud de la abrogación de la autonomía de los pueblos aborígenes y los sistemas de trabajo forzoso -esclavitud y encomienda- que se les impuso, tanto a ellos como a las comunidades africanas que se importaban en gran número, como seres desprovistos de libertad política y autonomía personal. La tercera -Hacia una crítica teológica de la conquista- intenta desarrollar justamente lo que su título sugiere: una evaluación no panegírica de la conquista a la luz de los conceptos, imágenes y símbolos evangélicos que ella misma enarboló como su paradigma de legitimidad.

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Información

Año
2021
ISBN
9788418204524
SEGUNDA PARTE
Libertad y servidumbre en la conquista de América
5
Libertad y servidumbre: la esclavitud del indígena
Pueden ver sus Altezas que yo les daré oro, cuanto hobieren menester... y esclavos cuantos mandaren cargar.
Cristóbal Colón
Ordenamos y mandamos que de aquí en adelante por ninguna causa de guerra ni otra alguna, aunque sea so título de rebelión... se hagan los indios esclavos.
Leyes Nuevas (1542)
La servidumbre del infiel
La conquista como apoderamiento y toma de posesión de las tierras encontradas por las armadas ibéricas provocó el complejo dilema de la relación entre sus habitantes y los invasores. La compleja y paradójica conjunción histórica de hechos de cruenta violencia y el sentido de dignidad humana inherente a la fe cristiana suscitaron uno de los más extraordinarios e intensos debates en la historia universal: la disputa sobre la libertad o servidumbre del indígena americano.
En 1525 escribió, en una de sus epístolas, Pedro Mártir de Anglería: “Acerca de la libertad de los indios hay varias opiniones, que se han discutido mucho, y hasta el presente nada se ha encontrado valedero. El derecho natural y el pontificio mandan que el linaje humano sea todo libre; el derecho imperial distingue, el uso tiene sentimientos adversos”1.
En este punto se toca algo de extrema importancia, ya que, como afirma la segunda partida alfonsina, el código legal tan caro a los castellanos, “la libertad... es la más cara cosa que puede haber en este mundo”2. Sería, no causa sorpresa alguna, Bartolomé de Las Casas quien insistiese por décadas en ese principio de ética jurídica: “Nada ciertamente es más precioso en las cosas humanas, nada más estimable que la libertad”3.
Si el problema nos parece moralmente deleznable es porque nuestras sociedades abolieron, hace poco más de un siglo, la esclavitud legal. A fines del siglo quince la esclavitud no escandalizaba las conciencias jurídicas ni religiosas. Las dos principales fuentes o raíces de la cultura occidental —la grecorromana y la hebreo-cristiana— permitían la servidumbre forzosa. Platón en La república explicita su repudio a la esclavización de griego por griego, pero en Las leyes hace evidente que acepta el mismo estado de subyugación para no-griegos o bárbaros. Aristóteles en La política acentúa aún más la legitimidad de la esclavización de los llamados bárbaros por los griegos.4
Igualmente, el Pentateuco hebreo tolera y consiente la esclavitud de los extranjeros. Levítico 25, que trata de la legislación libertaria del año del jubileo, en el cual los siervos hebreos deben ser emancipados, establece la siguiente importante excepción: “Los esclavos que tengas serán de las naciones vecinas, de ellas podrás adquirir esclavos y esclavas. También podrán comprarlos entre los hijos de los extranjeros que viven entre ustedes... Esos pueden ser propiedad de ustedes, y los dejarán en herencia a sus hijos después de ustedes como propiedad perpetua. A estos los podrán tener como esclavos; pero si se trata de uno de tus hermanos, los hijos de Israel, tú no lo mandarás con tiranía, sino que lo tratarás como un hombre a su hermano”5. Pablo, en varias de sus epístolas, parece tolerar la legalidad de la esclavitud; incluso estimula a los siervos evangelizados a obedecer con mayor diligencia y fidelidad a sus amos.6
En ambas fuentes culturales hubo voces disidentes minoritarias que proclamaron la hermandad de la humanidad. En Grecia y Roma, el estoicismo, partiendo de la universalidad de la razón, sentó las bases para un inédito cosmopolitismo. Entre los hebreos, la tradición profética, desde la perspectiva de la universalidad de Dios, vislumbró la unidad del género humano. Por siglos, sin embargo, esas visiones alternas no lograron impedir la legitimidad jurídica y teórica de la esclavitud.
La esclavitud se consideró legítima mediante dos argumentos que le otorgaron funcionalidad religiosa y social. Los pensadores medievales reiteraron innumerables veces la idea clásica de que la alternativa real del enemigo derrotado era la muerte o la servidumbre. Desde esa perspectiva, esclavizar a un adversario subyugado parece ser un acto relativamente compasivo. Esta idea se encuentra todavía vigente en el siglo dieciséis, como puede verse del siguiente juicio de Domingo de Soto: “Del mismo principio dedujeron la ley de la esclavitud, porque era el único medio que había para librar de la muerte al enemigo en la guerra”. Esta servidumbre “no solo es lícita, sino también fruto de la misericordia”7.
La segunda idea procede de San Agustín. El obispo de Hipona formula el principio de que, aunque la esclavitud no forma parte de los propósitos creadores ni de los objetivos redentores divinos, procede del pecado. La esclavitud es pena y remedio del pecado. Subsistirá como institución social todo el tiempo que perdure el mal moral. También esa visión de la pecaminosidad como raíz trascendente de la servidumbre persiste en el siglo dieciséis, como lo demuestra Soto: “Del pecado se siguió el castigo... y uno de los géneros de castigo es la servidumbre legal. Del pecado original se siguió, efectivamente, la necesidad y se siguieron las guerras sin cuento, que reducen a los hombres a la esclavitud”8.
San Agustín une ambas tradiciones en un pasaje que merece citarse extensamente por la gran importancia que tuvo para el derecho canónico y la teología durante casi un milenio y medio después de su redacción.
La palabra siervo, en la etimología latina, designa los prisioneros, a quienes los vencedores conservaban la vida, aunque podían matarlos por derecho de guerra. Y se hacían siervos, palabra derivada de servir... Esto es también merecimiento del pecado... La primera causa de la servidumbre es, pues, el pecado, que somete un hombre a otro con el vínculo de la posición social... Por naturaleza, tal como Dios creó al principio al hombre, nadie es esclavo del hombre ni del pecado. Empero, la esclavitud penal está regida y ordenada por la ley... hasta que pase la iniquidad y se aniquilen el principado y la potestad humana y sea Dios todo en todas las cosas.9
En el medioevo europeo se descontinuó la práctica de esclavizar cristianos por dos razones: la hermandad de la fe se consideró contradictoria con la relación amo-siervo10 y la esclavitud tuvo relativamente poca importancia social desde la crisis del imperio romano hasta el siglo dieciséis. Sin embargo, se consideró legítima la servidumbre forzosa de los paganos o gentiles. Señala Joseph Höffner:
Las guerras continuas hacían caer a individuos de los pueblos paganos independientes en poder de los cristianos. Solamente estos prisioneros pasaban a integrar la ínfima categoría humana dentro del orbis christianus: la de los esclavos... Ningún escolástico puso jamás en duda que fuese lícito convertir en esclavos a los prisioneros paganos capturados en una guerra justa. Todavía en el siglo XVI todos los teólogos se mostraban partidarios de esta opinión. En el código de derecho canónico la esclavitud figuraba asimismo entre las instituciones del ius gentium.11
Es instructiva la siguiente distinción que hace el jurista salmantino Diego Covarrubias (1512-1577): “Entre cautivo y esclavo hay mucha diferencia; porque cautivo es el enemigo de cualquier condición que sea, habido en buena guerra; esclavo el mismo siendo infiel; prisionero el que es católico y de rescate”12. Esta distinción se monta además sobre el citado código alfonsino. La primera ley del título vigesimonoveno de la segunda partida distingue entre prisionero y cautivo o siervo. El primero, derrotado en una guerra, conserva su vida y libertad gracias a la comunidad de religión con el vencedor. El segundo puede perderlas por ser infiel, por divergencia con la fe de su adversario. “Cautivos son llamados por derecho aquellos que caen en prisión de hombres de otra creencia; ca estos los matan después que los tienen presos por depreciamiento que han a su ley... o se sirven de ellos como de siervos... o los venden cuando quieren”13.
La intensa hostilidad entre cristianos e islamistas durante el otoño de la Edad Media creó un recíproco mercado esclavista. Las fuerzas cristianas se sintieron en entera libertad para forzar a la servidumbre a moros, turcos y árabes. A su vez, los islamistas no sentían inhibiciones morales o teológicas en esclavizar a los no adoradores de Alá. Si estos últimos eran personas de hacienda, ofrecían emanciparlos a cambio de un rescate sustancial.
En este contexto del antagonismo entre la cristiandad y el islam, el descubrimiento europeo, a fines del siglo quince e inicios del dieciséis, de grandes cantidades de pueblos infieles y diferentes presentó la posibilidad de su esclavización.14 Elemento central en su ser diferente es su ser no-cristianos. De aquí surge una irónica paradoja de la historia. Mientras durante el medioevo lo cristiano fue un dique a la posible expansión de la esclavitud, se convirtió, por el contrario, en los siglos quince y dieciséis, en promotor de ella. En tanto el trato de la cristiandad con los infieles era relativamente limitado, la esclavitud de estos era de poco significado social y económico. Con los viajes a África y América, y los correspondientes contactos con pueblos densamente poblados e inferiores en tecnología militar, el principio de la posible esclavitud de los no-cristianos se transformó en la expansión extraordinaria de la servidumbre forzosa.15 También generó un intenso debate que ha merecido el siguiente juicio del distinguido historiador español Rafael Altamira: “Lo más interesante y fundamental de nuestra colonización [de América] fue la trágica porfía entre los esclavistas y los no esclavistas”16.
Cristóbal Colón y la esclavitud de los nativos
Fue Cristóbal Colón el primero en sugerir esclavizar a los indígenas. En su famosa carta del 15 de febrero de 1493, al narrar los sucesos acontecidos en su primer viaje, escribe sobre los factores atractivos de las tierras por él encontradas: “Pueden ver sus Altezas que yo les daré oro, cuanto hobieren menester, con muy poquita ayuda que sus altezas me darán; ahora especiería y algodón... y esclavos cuantos mandaren cargar”. Colón recalca la facilidad conque pueden ser tomados los aborígenes, ya que su tecnología militar es muy primitiva: “Ellos no tienen fierro ni acero ni armas, ni son para ello... son muy temerosos a maravilla”.
En la correspondencia colombina del primer viaje se encuentra una seria contradicción que surge de dos visiones opuestas de los indígenas. Por un lado, son seres mansos y pacíficos que, por carecer supuestamente de religiosidad organizada, sería harto fácil cristianizar y hacer leales súbditos de los monarcas hispanos; por otro lado, son infieles que pueden esclavizarse y utilizarse para el beneficio económico castellano. Desde el primer encuentro entre europeos e indígenas, entran en conflicto dos objetivos dispares: la evangelización y la codicia.
En ese mismo texto notifica la hipotética existencia de otros indígenas, los caribes, supuestamente antropófagos, que, como veremos, servirán de entrada a la esclavitud legal de algunos aborígenes.17 En otra epístola, redactada el 14 de marzo siguiente, destaca el valor esclavista de las tierras que ha encontrado: “Y tantos esclavos para el servicio... cuantos quisieren exigir Sus Majestades”18. De nuevo, recalca la indefensión de los nativos: “Carecen de armas, están desnudos y son muy cobardes”19. En su Diario, insiste en sus cualidades para el trabajo manual servil. “Son buenos para les mandar y les hacer trabajar y sembrar y hacer todo lo otro que fuere menester y que hagan villas”20.
Las Casas transcribe otra carta de Colón, escrita durante el segundo viaje, que ensalza las posibilidades financieras del mercado esclavista de indígenas. “De acá se pueden, con el nombre de la Santa Trinidad, enviar todos los esclavos que se pudieren vender”. Sintomático de la mentalidad confesional típica de la España de la época es la alusión a la trina naturaleza del Dios cristiano en el contexto de una recomendación sobre la esclavización de los indios. Se refiere probablemente al bautismo; es decir, que serían nativos esclavos bautizados. Añade el Almirante su apreciación favorable de las posibilidad...

Índice

  1. Cubierta
  2. Página del título
  3. Derechos de autor
  4. Dedicatoria
  5. Contenido
  6. Prólogo por Leopoldo Cervantes-Ortiz
  7. Introducción
  8. Primera parte: Descubrimiento, conquista y evangelización
  9. Segunda parte: Libertad y servidumbre en la conquista de América
  10. Tercera parte: Hacia una crítica teológica de la conquista