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Las llamadas fintechs, empresas que combinan tecnología y finanzas, están revolucionando el sector financiero con potentes herramientas y aplicaciones móviles para ayudar a pequeños ahorradores e inversores a gestionar sus finanzas de una forma más inteligente y eficaz.¿Cómo podemos controlar en qué nos gastamos el dinero? ¿Es posible ahorrar algo cada mes? ¿De qué manera debemos invertir con sentido para lograr libertad financiera? A la mayoría de las personas nos cuesta ahorrar y, aunque nos gustaría probar nuevos servicios financieros que contribuyan a llevar un control de nuestra economía o empezar a invertir para aumentar nuestro patrimonio financiero, no lo hacemos por desconocimiento, por desconfianza, por falta de tiempo o simplemente porque pensamos que es una opción que no está al alcance de todos.En Fintech, ahorro e inversión en la era financiera digital, Eloi Noya nos aporta las pautas necesarias para dar el salto y alcanzar nuestros objetivos financieros de una forma sencilla mediante el uso de fintechs que nos ayudarán a ahorrar e invertir, sea cual sea nuestra situación financiera.Escrito con un lenguaje cercano y comprensible, este libro introduce los conceptos clave del ahorro y de la inversión y descubre herramientas y conceptos como los roboadvisors, los fondos indexados y de gestión activa y la magia del interés compuesto, además de dar cuenta sobre innovaciones como el crowdfunding y las criptomonedas.Este es un manual imprescindible gracias al que aprenderás paso a paso a ahorrar e invertir en la nueva era financiera digital, aunque no seas experto en tecnología ni en finanzas.

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Información

Editorial
LID Editorial
Año
2021
ISBN
9788418709746
1. LA OPCIÓN FINTECH
1. La revolución digital
Los que ya tenemos una edad hemos sido testigos del enorme impacto que la tecnología, y en especial la irrupción de Internet, ha tenido en la mayor parte de sectores en estos últimos veinte años. Nuestra vida cotidiana tiene muy poco que ver con la que llevábamos en el siglo pasado. Actualmente usamos smartphones de Apple o Samsung, buscamos cualquier dato o información mediante Google, estamos conectados con personas mediante WhatsApp y nos enteramos de lo que hacen u opinan gracias a Facebook, Instagram, Twitter o YouTube. Nos encanta comprar a través de Amazon y ver series y películas en Netflix, pedimos un taxi con Uber, reservamos mesa en un restaurante a través de TripAdvisor y decidimos dónde nos hospedaremos en nuestras próximas vacaciones gracias a Booking o Airbnb.
Todas estas compañías que acabamos de mencionar tienen en común varias cosas. En primer lugar, prácticamente todas no existían hace apenas veinte años. Son fruto de la revolución digital de estas últimas décadas. En segundo lugar, estas compañías son las líderes mundiales en sus respectivos sectores, desbancando a las que lideraban estas industrias hace un par de décadas, que en la mayoría de ocasiones han quedado relegadas a un papel secundario o incluso han desaparecido. Y, en tercer lugar, y más importante, han transformado profundamente la industria que lideran. El mundo de la publicidad no tiene nada que ver desde la irrupción de Google y Facebook como grandes medios a los que llegar a los consumidores. El mundo de la comunicación ya no se entiende sin canales como Twitter o YouTube. No podemos entender los profundos cambios en el sector de la venta al detalle y la distribución sin el fenómeno de Amazon y Alibaba. Y nos cuesta explicar a nuestros hijos cómo consumíamos ocio (películas en DVD, canciones en vinilos y CD y revistas en papel) antes de disponer de plataformas digitales como Netflix, YouTube o Spotify.
En todas estas industrias se ha producido lo que algunos han llamado momento Kodak. Es lo que le sucedió a la famosa empresa de fotografía analógica. Kodak, fundada a finales del siglo XIX, dominó durante la mayor parte del siglo XX el sector de la fotografía, estando presente en las vidas de millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, a finales del siglo XX, Kodak no supo ver la velocidad de la transición de la fotografía analógica a la digital y empezó a tener dificultades financieras, hasta que la irrupción de los teléfonos móviles inteligentes con capacidad de tomar infinitas fotografías llevó a la compañía a declararse insolvente en 2012. Kodak pasó de tener ciento veinte mil empleados en la década de 1970 a solo cuatro mil en 2011. El imperio de la fotografía se desmoronó en muy poco tiempo, y a partir de entonces el momento Kodak describe el fenómeno de que un sector o compañía no ve los cambios que se avecinan o, a pesar de verlos, es incapaz de transformarse y sufre una disrupción en su sector, donde cambian drásticamente los actores que lo protagonizan y lideran.
2. Revolución en el sector financiero
Frente a estos sectores (alojamiento, transporte, comercio, taxi, música, prensa, televisión, etc.) que han sufrido tamaño vuelco en sus actores principales y en la manera como los clientes usamos los productos y servicios, ¿qué ha ocurrido en la banca y en general en los servicios financieros? ¿Hemos tenido el mismo grado de disrupción? ¿La banca y los servicios financieros han sufrido o van a sufrir de forma inminente un momento Kodak?
A primera vista, si miramos cómo nos relacionamos con nuestro banco (especialmente aquellos que pertenecemos a generaciones nacidas antes de 1980), veremos que han cambiado sustancialmente los canales con los que operamos. En la década de los noventa, cualquier operación bancaria debía realizarse en la propia sucursal o mediante un cajero automático (y en este último solo las operaciones de ingreso y retirada de efectivo). En estas dos primeras décadas del siglo XXI hemos visto como progresivamente nuestro banco se hacía multicanal. Empezamos tímidamente haciendo consultas en su rudimentaria página web, que fue ampliando sus prestaciones a operaciones básicas de transferencias; luego se amplió a operaciones de bolsa e inversión en fondos, e incluso llegó a la propia contratación de productos en línea, como determinados préstamos o productos de ahorro-inversión. Con la llegada del iPhone y los primeros teléfonos inteligentes y sus aplicaciones, pudimos acceder a una banca móvil para consultar y realizar gran número de operaciones y gestiones bancarias hasta conseguir, como decía un banco español en uno de sus anuncios, «estar donde estés».
La transformación digital en la banca ha sido por tanto evidente, pero si nos preguntamos si ha sufrido el momento Kodak como en otras industrias, deberemos concluir que, de momento, no, ya que el sector financiero continúa protagonizado por las mismas entidades que había hace dos décadas. En su mayor parte han ido fusionándose unas con otras, pero las entidades resultantes de estos procesos de concentración continúan liderando el sector financiero en la métrica que queramos tomar, sea por número de clientes, volumen de activos bajo gestión o cuota de mercado.
Otro elemento diferencial del sector financiero respecto al resto de sectores que sí han sido fuertemente transformados por la digitalización es que el modelo de negocio bancario apenas ha sufrido variaciones significativas. Desde hace décadas, y podríamos apurar a decir desde hace siglos, la actividad bancaria y su forma de generar ingresos es la misma: un banco actúa de intermediario entre depositantes (aquellos que depositan sus ahorros a cambio de una remuneración) y demandantes de crédito (aquellos que solicitan crédito y lo devuelven con intereses). Además de esta función básica de intermediación, el banco nos ofrece toda clase de servicios para manejar nuestras cuentas, realizar pagos y obtener productos de inversión y seguros, y por estos servicios también recibe ingresos, que son las antipáticas comisiones que intentamos evitar. Esta estructura de ingresos basada en la intermediación financiera (pagar por los depósitos y cobrar por los créditos) y en el cobro de toda clase de servicios no ha variado en estos últimos cien años.
Por consiguiente, el modelo de negocio apenas ha variado, pero los bancos tradicionales han aprovechado la irrupción de las nuevas tecnologías para desplegar la llamada multicanalidad, esto es, la capacidad de ofrecernos productos y servicios a través de múltiples canales, desde las tradicionales oficinas físicas hasta los más recientes cajeros automáticos, la banca telefónica o la banca en línea mediante web y aplicación móvil. En los últimos años, el consumidor ha ido aumentando su exigencia y ha empujado a las entidades financieras para conseguir la llamada omnicanalidad, que no solo significa proporcionar todos los productos y servicios a través de todos los canales, sino la posibilidad de que el cliente empiece una operación por un canal y lo termine por otro, gracias a la sincronización en tiempo real de los datos en todos los canales. Como usuarios de servicios bancarios, queremos utilizar cada canal con una finalidad distinta, pero tener una experiencia de cliente excelente en todo el proceso. Por ejemplo, para contratar un plan de pensiones quizás me querré informar primero a través de la página web del banco, donde me gustará que el sistema detecte mi perfil como cliente del banco, sin tener que rellenar datos míos de los que la entidad ya dispone. Me gustará que el banco me ofrezca simulaciones sobre el ahorro que voy a realizar anualmente para obtener un importe final cuando llegue a la edad de jubilación, o bien sobre el impacto fiscal de las aportaciones anuales. Para el asesoramiento del mejor plan de pensiones en función de mi edad y perfil de riesgo, sin embargo, quizás quiera continuar con una visita a mi gestor en la sucursal, quien ya debería estar alertado de que me he estado informando por la página web, y agradeceré si se pone en contacto conmigo proactivamente, ofreciéndome alternativas adaptadas a mi situación personal. La firma del contrato del plan de pensiones, o las aportaciones que quiera realizar a partir de ahora, preferiré seguramente realizarlas por la aplicación móvil con una sencilla confirmación de un mensaje preparado por mi gestor.
La omnicanalidad es por tanto algo que los clientes bancarios exigimos a nuestras entidades, y ciertamente resulta una estrategia que la mayoría de bancos están adoptando a base de invertir grandes sumas en tecnología y en rediseñar todos los procesos internos y su plataforma operativa. Se trata de un reto difícil para las entidades, que tienen un legado tecnológico (sistemas operativos y lenguajes de programación de hace décadas), una complejidad regulatoria y «arquitectónica» de sus sistemas (cualquier nueva aplicación debe ser conectada al resto de aplicaciones, y muchas tienen que ver con cumplimientos legales y regulatorios), una complejidad también organizativa (todavía existe bastante desconexión entre la actividad de las oficinas físicas y el entorno online), así como barreras culturales dentro de ellas para adoptar de forma decidida la omnicanalidad.
3. La irrupción de las fintechs
La idea de ofrecer servicios financieros fuera del ámbito regulado y tradicional utilizando la tecnología empieza a gestarse ya a finales del siglo XX con la irrupción de Internet. Quizás la primera compañía fintech que surge y tiene un rotundo éxito, antes de acuñarse el término fintech, es PayPal[1], en los primeros años de este siglo. Pero sin duda es con la llegada de los smartphones y la posibilidad de bajarse aplicaciones de móvil para múltiples propósitos cuando empiezan a surgir compañías que pretenden desafiar al sector financiero tradicional.
Estas empresas son las llamadas fintechs, término que procede de la unión de los términos ingleses finance y technology. Las fintechs pretenden competir con el sector financiero tradicional mediante el uso de la tecnología y nuevos modelos de negocio. Aunque a veces se califica como fintech a cualquier empresa de software bancario, para que una compañía sea considerada como tal, debe desarrollar, en mi opinión, un modelo de negocio rompedor e innovador dentro de los servicios financieros. Si atendemos a esta definición más estricta de fintech, podemos apuntar una serie de características comunes en este tipo de compañías:
  • Suelen centrarse en un solo producto o servicio. Las fintechs son start-ups que, como todas las empresas de reciente creación, nacen con recursos financieros y humanos limitados. Plantearse desafiar a un banco con toda la amplia gama de productos y servicios que ofrece es una quimera, por lo que se enfocan en mejorar de una forma más innovadora, con más tecnología o cambiando el modelo de negocio una determinada actividad financiera.
    Un ejemplo que siempre me gusta citar de enfoque a un producto o servicio realizado de forma excelente es el de TransferWise[2]. La propuesta de valor de TransferWise es muy simple: realizar transferencias al extranjero de forma rápida y sencilla y con un coste muy bajo, en especial cuando interviene un cambio de divisa, en donde los bancos acostumbran a cargar comisiones y a aplicar precios de cambio muy perjudiciales para los usuarios. Se dirige a un público joven, que viaja o que trabaja en el extranjero, y quien prueba esta aplicación difícilmente volverá a realizar una transferencia internacional a través de un banco.
    En el caso de las fintechs, es difícil encontrar alguna que sustituya totalmente la globalidad de productos y servicios que ofrece un banco, pero podemos tener una diversidad de aplicaciones y cada una por separado ofrece una propuesta de valor superior a la de la entidad financiera. Hace veinte o treinta años esto no era posible, pero actualmente todo está e...

Índice

  1. PORTADA
  2. SOBRE EL LIBRO
  3. DEDICATORIA
  4. ÍNDICE
  5. AGRADECIMIENTOS
  6. PRÓLOGO
  7. INTRODUCCIÓN
  8. 1. LA OPCIÓN FINTECH
  9. 2. PRIMEROS PASOS: CONTROL DE GASTOS
  10. 3. LA FACTURA DEL AHORRO. LA BASE DE NUESTRO PATRIMONIO FINANCIERO
  11. 4. EL FONDO DE EMERGENCIA
  12. 5. LA FUERZA DEL INTERÉS COMPUESTO
  13. 6. FONDOS INDEXADOS Y EXCHANGE TRADE FUNDS (ETF)
  14. 7. ROBOADVISORS
  15. 8. CONCEPTOS CLAVE EN EL MUNDO DE LA INVERSIÓN
  16. 9. FONDOS DE GESTIÓN ACTIVA
  17. 10. INVERSIONES ALTERNATIVAS (I). INMUEBLES, ORO, ARTE...
  18. 11. INVERSIONES ALTERNATIVAS (II). EL CROWDFUNDING
  19. 12. UN MUNDO FINANCIERO NUEVO: CRIPTOMONEDAS Y FINANZAS DESCENTRALIZADAS (DEFI)
  20. CONCLUSIONES
  21. NOTAS
  22. CRÉDITOS
  23. AUTOR