Culturas innovadoras 2.0
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Juan Carrión defiende un cambio en la cultura corporativa que potencie la innovación y el inconformismo del individuo.

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Información

Editorial
LID Editorial
Año
2009
ISBN
9788483561683

1

Empresa y tiempo

1. La vida según Ron Mueck: de los Teleñecos a la National Gallery

Antes de entrar en el meollo central del libro, me gustaría contar una historia. La de Ron Mueck1. Ron Mueck es un escultor australiano que, en las últimas décadas, ha pasado de ser un extraordinario creador de efectos especiales a exponer su obra en los museos más prestigiosos del planeta. A día de hoy está considerado el mejor escultor hiperrealista del mundo.
En los años setenta, y hasta mediados de los ochenta, Ron Mueck se dedica a los efectos especiales en programas de televisión: suyos son los célebres teleñecos y el mítico Barrio Sésamo y películas como Labyrinth, Queen of Hearts… Entre 1986 y 1992 se consagra a la publicidad; pasada esta etapa empieza a interesarse por la escultura, y en 1996 tiene lugar su primera exposición. Ron Mueck ha revolucionado la escultura contemporánea introduciendo nuevos materiales (como la silicona, la fibra de vidrio o el acrílico…) y nuevas técnicas. A día de hoy ha expuesto en las mejores galerías y museos: la National Gallery de Londres, el Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington, el Brooklyn Museum of Art de Nueva York, la National Gallery de Hamburgo, la Saatchi Gallery de Londres, la Biennale de Venecia…
¿Cómo es posible que el creador de los teleñecos sea capaz de exponer en dichos museos y codearse con artistas como Rafael, Monet, Van Gogh, Velázquez, El Greco, Klimt, Rembrandt, Tintorero, Zurbarán o Leonardo da Vinci? Es simplemente sorprendente.
Si buscas su nombre en Internet, verás esculturas como Boy, Two women, Big Man o Dead Dad. Sin duda, son diferentes. Hay personas a las que les maravillan las proporciones gigantescas (o en algunos casos liliputienses) y los detalles de sus esculturas; a otras les horroriza su hiperrealismo. Pero hay una cosa clara: no dejan indiferente a nadie, para bien o para mal.
Si analizamos la obra de Ron Mueck, descubrimos maravillados cómo es capaz de encarnar el tiempo en el espacio, llevándonos al pasado, al presente y al futuro del individuo, permitiéndonos contemplar el devenir temporal del hombre encarnándolo en un segundo. En cualquier caso, lo más interesante de la obra de Ron Mueck es su concepción existencialista del hombre, ya que lo entiende como un ser finito, lleno de angustia, desesperado, débil, vulnerable, frágil y solo ante un futuro que únicamente puede acabar en la muerte.
Por lo tanto, en Ron Mueck confluyen varias cosas que nos interesan desde un punto de vista empresarial: su capacidad para cambiar, reinventarse e innovar (de los teleñecos a la National Gallery) y su visión del hombre como corporalidad, como un ser temporal cuyo destino es, sin duda, la muerte…
«La autenticidad consiste en reconocer que somos un ser para la muerte, como única vía de acceso a la libertad».
Martin Heidegger (filósofo existencialista alemán)
Hace algún tiempo calló en mis manos el discurso que Steve Jobs2 pronunció en 2005 en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford. He de confesar que me impresionó. Analicemos un pequeño extracto de dicho discurso, que gira en torno a su relación con la muerte…
«Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a decidir las grandes elecciones de mi vida. Porque casi todo −todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso− todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solamente aquello que es realmente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay ninguna razón para no seguir a tu corazón.
Hace casi un año me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un chequeo a las 7,30 de la mañana y mostraba claramente un tumor en el páncreas. Ni siquiera sabía lo que era el páncreas. Los médicos me dijeron que era muy probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que mi esperanza de vida sería de tres a seis meses. Mi médico me aconsejó que me fuera a casa y dejada zanjados mis asuntos; que es la forma médica de decir: prepárate a morir. Significa intentar decirle a tus hijos, en unos pocos meses, lo que ibas a decirles en diez años. Significa asegurarte de que todo queda atado y bien atado, para que sea lo más fácil posible para tu familia. Significa decir adiós.
Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego, a última hora de la tarde, me hicieron una biopsia, metiéndome un endoscopio por la garganta, a través del estómago y los intestinos, pincharon el páncreas con una aguja para obtener algunas células del tumor. Yo estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me dijo que cuando el médico vio las células al microscopio comenzó a llorar, porque resultó ser una forma muy rara de cáncer pancreático que se puede curar con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien.
Esto es lo más cerca que he estado de la muerte, y espero que sea lo más cerca que esté de ella durante unas décadas más. Habiendo vivido esto, ahora os puedo decir con más certeza que cuando la muerte era un concepto útil, pero puramente intelectual: nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para llegar allí. Y, sin embargo, la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la muerte es posiblemente el mejor invento de la vida; es el agente de cambio de la vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo. Ahora mismo lo nuevo sois vosotros, pero dentro de no demasiado tiempo, de forma gradual, os iréis convirtiendo en lo viejo, y seréis apartados. Siento ser tan dramático, pero es muy cierto.
Vuestro tiempo es limitado, así que no lo gastéis viviendo la vida de otros. No os dejéis atrapar por el dogma, que es vivir según los resultados del pensamiento de otros. No dejéis que el ruido de las opiniones de los demás ahogue vuestra propia voz interior.
Y, lo más importante, tened el coraje de seguir vuestro corazón y vuestra intuición. De algún modo ellos ya saben lo que tú realmente quieres ser. Todo lo demás es secundario».
¿Por qué citar a Heidegger o recordar un discurso de Steve Jobs sobre la muerte en un libro de gestión? Por una sencilla razón: las empresas, como los seres humanos, son entes para la muerte. Desde este punto de vista, la autenticidad de una empresa consiste en que sus miembros sean conscientes de la temporalidad de sus ventajas competitivas. Si no se plantea esa posibilidad, la tensión para seguir desarrollándose simplemente desaparece.
«Aprende como si fueras a vivir para siempre, vive como si fueras a morir mañana».
Aurobindo (político, filósofo y poeta indio)

2. Empresa y tiempo

Como acabamos de comentar, no sólo el hombre es un ser temporal, las empresas, en general, también lo son. Hace unos años apareció un estudio de Arie de Geus3 en el que se puso de manifiesto que un tercio de las compañías del Fortune 500 desaparecían cada 15-20 años (más o menos).
«La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir».
Gabriel García Márquez (periodista, editor y escritor colombiano)
Pero a finales de 2008 nos encontramos con algo todavía más sorprendente: la desaparición de empresas históricas como Lehman Brothers o Merill Lynch. El descalabro bursátil y financiero que estamos viviendo no es más que el reflejo de algo evidente: el modelo de empresa tradicional está agotado.
La realidad es que en períodos relativamente cortos de tiempo las empresas mueren. La pregunta es: ¿por qué mueren tantas empresas de éxito? Aunque es complicado saberlo, en la mayoría de los casos es por narcisismo, prepotencia y problemas de agencia (muy asociados a la ética y el control de los directivos). Un narcisismo y una prepotencia que impiden generar capacidades para el cambio y la innovación: lo sencillo es creerse el mejor y continuar con lo de siempre, sin preocuparse de más. Respecto a los problemas de agencia, ¿qué decir? Vivimos una crisis íntimamente relacionada con ellos.
La prepotencia, el narcisismo y los problemas de agencia, junto al continuismo, asolan más empresas (y organizaciones en general) de lo que imaginamos. Este hecho es, sin duda, muy preocupante ya que genera una inestabilidad total. Antiguamente una persona podía pasarse la vida trabajando en una empresa, pero hoy en día no; no porque no quiera, sino porque la empresa posiblemente no le sobreviva. El futuro de la empresa y de los individuos no está asegurado, la incertidumbre es y será la norma. Como dice Sennet4, nada a largo plazo.
Posiblemente, el tiempo es lo que define permanentemente a los individuos y a las organizaciones. En el mundo de la empresa solemos pensar que el tiempo, o si se prefiere, el cambio (recordemos que Aristóteles entendía el tiempo como una medida de movimiento, como una medida del cambio entre un antes y un después) es gestionado por un mercado voluble y turbulento, en el que constantemente aparecen nuevas tecnologías, en el que los clientes cambian de gustos todos los días, en el que los cambios sociales son permanentes… Es cierto, pero el error que comenten muchas organizaciones es concebir el tiempo como algo externo, olvidando su dimensión interna. Pero no podemos negar dicha dimensión porque el cambio, el movimiento, sólo se puede producir en el interior del sujeto. Como decía Heiddeger:
«Nosotros damos el tiempo al reloj».
Martin Heiddeger (filósofo existencialista alemán)
Por lo tanto, el cambio empresarial, a pesar de la crisis de los mercados, sólo puede ser concebido desde un enfoque interno que nos lleva irremediablemente al futuro.
«La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser».
José Ortega y Gasset (filósofo y ensayista español)
Como sabemos, el futuro de cualquier empresa es incierto, pero ser conscientes del problema nos abre las puertas a la flexibilidad, al aprendizaje, a la creatividad, al cambio, a la innovación…
«No basta con pensar en la muerte, sino que se debe tener siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre».
Stefan Zweig (escritor austriaco)
Sin duda, las empresas deben asegurar su sostenibilidad, su existencia, su futuro… y para conseguirlo tienen que cambiar, para lo que necesitan disponer de un cierto nivel de dinamismo. Las empresas más innovadoras no entienden el cambio empresarial como un simple paso de un antes a un después, lo conciben como un proceso continuo, sin principio ni final, un mientras eterno que se produce en su interior.

3. Sólo nos quedan los simulacros de futuro

Lo cierto es que si el presente realmente es algo que no podemos aprehender y el pasado es una permanente reconstrucción subjetiva, sólo nos queda el futuro. Pero el futuro no es más que la continuidad del presente, algo que puede mejorarlo. El futuro está abierto, no es una simple continuidad del pasado, es su negación cargada de novedad. ¡Viva la novedad!
«Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida».
Woody Allen (director, guionista y actor estadounidense)
Quizás alguien se haya sorprendido ante la afirmación de que el pasado es una reconstrucción. Pero lo cierto es que nuestros recuerdos no son más que reproducciones generadas por nuestra mente en el presente. El pasado es la historia, pero la realidad es que sólo existen las representaciones que construimos de ella, es decir, sólo existen los relatos hablados o escritos que hacemos del pasado (siempre en el presente).
Pero ni siquiera podemos estar seguros de los relatos que generamos, ya que nuestra memoria es absolutamente reconstructiva. ¿Qué quiere decir esto? Pues que no podemos recordar de manera literal los acontecimientos. Por el contrario, lo que hacemos es recrear nuestros recuerdos a partir de fragmentos de acontecimientos reales que se filtran y se modifican por medio de las ideas que tenemos de lo que podría y debería haber sucedido. Es importante ser conscientes de que no recordamos nuestro pasado con la exactitud que pensamos (ni el pasado de las empresas).
«La ventaja de tener mala memoria es que se goza muchas veces con las mismas cosas».
Friedrich Nietzsche (filósofo, poeta y filólogo clásico alemán)
Es imposible recordarlo todo y, con el tiempo, modificamos y distorsionamos la realidad a nuestro antojo, a partir de recuerdos (en algunos casos muy vagos…), sentimientos y creencias, que se ensamblan y encajan con la imagen que tenemos de nosotros mismos, o en este caso, de la empresa en la que trabajamos.
Con el paso del tiempo los recuerdos se hacen cada vez más coherentes y menos precisos, es como si escribiéramos nuestra propia historia. Incluso es posible que tengamos falsos recuerdos. De hecho, en un famoso experimento de la psicóloga social Elisabeth Loftus5 se consiguieron implantar falsos recuerdos de experiencias infantiles en la mente de adultos jóvenes, haciendo que parientes cercanos les hablaran de una serie de acontecimientos como si fueran reales: «¿Recuerdas cuando tenías cinco años y te perdiste durante varías horas en el centro comercial de la playa? Cuando te encontramos estabas muy asustado y un señor mayor te había recogido. Recuerdo que estabas cogido de la mano del señor y llorabas». Lo más sorprendente es que, a los pocos días de haber oído esta historia, la mayoría de los sujetos del experimento habían incorporado el recuerdo implantado a su propia historia personal y, además, eran capaces de adornarlo con detalles del tipo: «ah, sí, el señor mayor que me ayudó tenía bigote y una camisa azul». De hecho, la mayor parte de ellos estaban absolutamente convencidos de que ese hecho había ocurrido en realidad, aunque realmente no fuera así…
Por lo tanto, el pasado siempre es en el presente. ¿Pero qué es el presente? Es un instante sin duración aparente, es el punto crítico entre el pasado y el futuro, en el que siempre estamos y nunca aprehendemos.
«El instante es la continuidad del tiempo, pues une el tiempo pasado con el tiempo futuro».
Aristóteles (...

Índice

  1. Cover Page
  2. Title Page
  3. Copyright
  4. Índice
  5. Prólogo de Javier Fernández Aguado
  6. Agradecimientos
  7. Primeras reflexiones
  8. 1 Empresa y tiempo
  9. 2 ¿Neandertales o cromañones?
  10. 3 En busca de la innovación: destrucción creativa
  11. 4 Cultura y niveles de conciencia: creando realidades colectivas
  12. 5 Cultura organizativa
  13. 6 Persistencia y cambio interno
  14. 7 Culturas innovadoras
  15. 8 Personas y equipos creativos: ¿conformistas o inconformistas?
  16. 9 Liderazgo y poder
  17. 10 La clave del cambio y la innovación: desaprender la empresa
  18. Invoquemos a Jano
  19. Epílogo de Juan Carlos Cubeiro y Pilar Jericó
  20. Notas