CAPÍTULOcinco
Conversaciones de equipo
¿Le resulta familiar alguna de estas situaciones?
En las reuniones de su equipo normalmente hay algunos miembros que tienden a monopolizar la conversación, mientras que otros se limitan a observar.
En su grupo más que una conversación abierta entre todos los miembros, se produce una sucesión de diálogos entre el líder y cada uno de los componentes del equipo.
Cuando alguno de los miembros de su equipo mantiene una posición distinta a la del resto, el grupo reacciona haciéndole callar o mostrándole que está equivocado.
Les cuesta llegar a decisiones conjuntas porque cada vez que analizan un problema las posiciones en el equipo tienden a polarizarse.
Sus conversaciones en equipo se parecen más a un intento por dilucidar quién tiene razón, que a un ejercicio de razonamiento colectivo.
Las discusiones con su equipo le dejan exhausto y frustrado aun cuando acaben dándole la razón.
1. La difícil tarea de comunicarse
Hace unos años mi familia y yo alquilamos una casita en un pueblo costero donde solíamos pasar las vacaciones de verano y algunos fines de semana. Cuando el clima lo permitía, los vecinos del pueblo, después de cenar, sacaban sillas a la calle, se sentaban formando círculos y dejaban pasar el tiempo charlando despreocupadamente sobre los temas que espontáneamente iban surgiendo. La reunión no tenía ningún propósito, ni tampoco estructura, se trataba simplemente de gente charlando durante horas a la luz de la luna.
Muchas de las culturas primitivas que hoy todavía existen en diferentes partes del planeta mantienen rituales muy parecidos al que mi familia y yo presenciamos en el pequeño pueblo costero. La propia estructura de sus poblados suele incluir una amplia zona común donde los habitantes se reúnen y charlan durante horas. Y es que la cultura humana en sus orígenes es una cultura de tradición oral y pensamiento colectivo.
Hay una dimensión colectiva del ser humano, que encierra un gran potencial, y que se articula a través de la conversación.
Como individuos, nuestra percepción de la realidad es limitada y además está deformada por los enfoques y prejuicios que cada uno desarrolla al hilo de su experiencia personal. A veces un problema nos parece irresoluble pero basta con que otra persona venga y nos ayude a superar las limitaciones de nuestro punto de vista para que inmediatamente se hagan evidentes múltiples posibilidades de actuación que antes no veíamos. La idea de alguien sirve de base para que nosotros elaboremos sobre ella y sobre esto alguien más contribuye y así sucesivamente. Este es precisamente el poder de la conversación en grupo.
Lamentablemente vivimos inmersos en un mundo que prima más y más la comunicación individual: usamos teléfonos móviles, correo electrónico, mensajería instantánea vía Internet... Gran parte de nuestros actos diarios de comunicación se limitan a expresar o recibir opiniones individuales pero no a pensar colectivamente. Estamos perdiendo el hábito de permitir que la conversación se constituya en un producto colectivo, distinto del pensamiento de los individuos que participan en ella, ajeno al control de nadie en concreto pero sujeto a la influencia de todos los miembros del grupo.
Y a medida que esto ocurre, nos encerramos progresivamente en nuestro propio pensamiento, creyendo que somos nuestras ideas y que la única realidad es la que existe en nuestra mente. De hecho, no somos conscientes de que estamos pensando y ése es precisamente el problema.
La policía de ciertos países, cuando detienen a un conductor porque sospechan que ha bebido, le realiza una serie de pruebas, como caminar sobre una línea o mantenerse a la pata coja, destinadas a medir el nivel de conciencia que el individuo tiene de su propio cuerpo en el espacio. Están midiendo lo que en neurofisiología se llama cinestesia. Sin cinestesia nuestros miembros se moverían independientemente de nuestra voluntad y no seríamos conscientes de ello. Lamentablemente, el ser humano no esta equipado con cinestesia para el pensamiento y por eso nuestra mente esta permanentemente produciendo ideas sin que seamos conscientes de ello.
En las culturas primitivas, el ejercicio diario de las conversaciones en grupo es un mecanismo excelente para contrarrestar la falta de cinestesia del pensamiento; pero, paradójicamente, en las sociedades más desarrolladas la palabra escrita y los modernos medios de comunicación nos lanzan a una existencia donde el individuo vive ensimismado y con una deficiente consciencia de la diferencia entre su mundo mental y la realidad.
Creemos que lo que pensamos es real y por eso, cuando nos enfrentamos a la realidad según la ve otra persona, se produce un choque: las cosas son como las vemos y es necesario que nuestro interlocutor lo entienda así, hay que convencerle. La convicción es una fuerza que crea poderosísimos impulsos con fuerte carga emocional que pueden desembocar en intensos sentimientos de ira, resentimiento, frustración, impotencia.
Para evitar la confrontación, en ocasiones decidimos filtrar las conversaciones y sólo decir lo que nos parece conveniente, poco conflictivo, o políticamente correcto. Otras veces simplemente nos sometemos a la voz del más fuerte aunque en el fondo pensemos que está equivocado. Pero no es solución.
El trabajo en equipo es esencialmente un problema de coordinación y cooperación y para solucionarlo no basta con que cada miembro del equipo haga lo que le parece más conveniente, sino que también debe explorar y conocer a fondo lo que los demás piensan que es la mejor solución. No hay otra alternativa: hay que entenderse y decidir cuál es la mejor forma de unir los esfuerzos individuales.
Contrariamente a lo que se cree las mejores decisiones colectivas no son fruto del consenso (entendido como el sacrificio del punto de vista individual en favor de otro) sino de la divergencia y el diálogo que dan lugar, a través del pensamiento colectivo, a nuevos cursos de acción.
La comunicación es el proceso más básico en el funcionamiento de un equipo porque está incluida en todos los demás procesos. Sin comunicación no se pueden analizar conjuntamente los problemas, ni resolver los conflictos, ni decidir qué acción tomar. La comunicación es el vehículo que articula la cooperación entre los miembros del equipo porque les permite compartir la información que cada uno tiene sobre la tarea a realizar y que una vez consolidada dará lugar a la aparición de un resultado mayor que el que se podría haber alcanzado mediante el esfuerzo individual.
2. El proceso de incomunicación en equipo: monólogos e interrogato...