¿El final de la crisis?
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¿El final de la crisis?

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El título, premio ensayo 2009 de la fundación Everis, señala las causas, los riesgos de las medidas adoptadas y las oportunidades perdidas.

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Información

Editorial
LID Editorial
Año
2009
ISBN
9788483563670
Categoría
Business

1. Causas de la crisis crediticia global: dilemas de los agentes económicos

1. Dilemas de diversos agentes esenciales en la economía

Mejor que intentar formular complejas hipótesis macro y microeconómicas que expliquen las causas de la crisis crediticia, proponemos analizar dicha crisis desde una perspectiva mucho más particular: la propia del lector. Usted se pondrá en la piel de diversos actores clave de la crisis crediticia, en circunstancias muy concretas, y tendrá que responder al dilema que afronta cada personaje. Tras estas historias y las decisiones que usted haya tomado intentaremos recapitular para dar una explicación homogénea que ayude a entender de una forma plástica los principales factores que provocaron la crisis financiera.
Antes de comenzar, hagamos un pequeño preámbulo mencionando a las agencias de calificación: Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch IBCA están encargadas de estudiar emisiones de deuda y, en base a su perfil de riesgo, le otorgan una calificación o rating, que va desde la mejor calificación AAA (que es la que recibe, entre otros, el Gobierno de Estados Unidos, exponente de riesgo mínimo) a D (empresa prácticamente en quiebra). Los bancos centrales prestan dinero a los bancos comerciales, pero éstos deben asegurar los préstamos con garantías equivalentes a instrumentos con máxima calificación por parte de alguna de las tres agencias de crédito (y sólo esas tres). En la práctica este hecho genera un oligopolio, factor que explica los errores cometidos por las agencias a la hora de clasificar muchas emisiones. Por otro lado, como el emisor es el que paga los honorarios de las agencias, se crea un fuerte conflicto de interés, ya que existe la posibilidad de que la amenaza de acudir a una agencia rival afecte a la calificación de una emisión. En cualquier caso, más adelante analizaremos en profundidad el papel de las agencias de calificación.
Es usted el director de una sucursal bancaria. En los muchos años que ha servido a su banco ha visto épocas donde la presión se centraba más en captar depósitos y otras en las que los objetivos se orientaban hacia la concesión de préstamos. Sabe que los tipos de interés son determinantes para decidir si deben prevalecer unos objetivos u otros. Desde 1995 ha contemplado cómo la política se centraba más en expandir la cartera crediticia. Estamos en el año 2004 y los tipos de interés europeos están en mínimos, lo que fomenta el dinero barato y sucesivas oleadas de liquidez. En ese contexto, usted ya ha aprovechado la base de depósito de su clientela para conceder hipotecas de riesgo muy moderado, ya que ha vigilado con sumo cuidado que las hipotecas se concedieran sólo a individuos de sólida trayectoria profesional y siempre por el importe máximo del 80% del valor del inmueble. Sin embargo, la oferta monetaria sigue expandiéndose, usted continúa teniendo disponibilidad de nuevos fondos a un coste muy limitado (en torno a un 3%) y no sabe muy bien cómo aprovechar esta oportunidad. Se le plantea el expediente de una persona que solicita un préstamo de consumo con un interés de un 6% para cambiar el mobiliario de su casa. Su trayectoria laboral no es muy sólida, sin embargo, sabe que de no concederle el préstamo lo obtendrá en otro banco. Además, si hubiera cualquier problema de posible impago, el exceso de liquidez permitiría a este individuo obtener préstamos adicionales en otras entidades, lo que limita casi por completo el riesgo de morosidad. En este entorno, la única circunstancia que podría provocar la morosidad de este individuo sería si de repente todos los bancos a la vez tuvieran dificultad para acceder a la liquidez, ya que eso impediría al individuo hacer frente a las cuotas mensuales. No obstante, es consciente de que ese escenario no es previsible, ¿cómo se van a quedar todos los bancos a la vez sin liquidez? El expediente le espera encima de la mesa ¿proporciona el préstamo al consumo?
Es usted el tesorero del Banco Central Chino a principios de 2003. Tras años de una fuerte expansión económica centrada en las exportaciones, su país ha logrado acumular una cantidad enorme de reservas monetarias. Los políticos se sienten cómodos con este hecho, ya que las reservas en teoría les dan solvencia para no depender del Fondo Monetario Internacional (FMI) en caso de crisis, como ocurrió en 1998 en Indonesia o en Tailandia. Frente a eso, esta bonanza monetaria a usted le plantea un dilema: ¿dónde invertir tanto dinero que ya tiene y que sigue creciendo a una impresionante tasa cada mes? En China se han empezado a percibir signos de inflación, lo que le sugiere que lo idóneo es evitar invertir en activos chinos (ya que todo este dinero en circulación podría provocar aún más inflación en el país y un riesgo de exceso de inversión como el que vivió Tailandia en 1998); por otro lado, el deseo de mantener una tasa fija de su moneda (el RMB) contra el dólar sugiere que lo lógico sería invertir en activos norteamericanos, para así mantener el tipo de cambio de su moneda contra el dólar (esta estabilidad monetaria es una política clave para atraer inversiones y para mantener el ritmo exportador). Dado lo estratégico de las reservas de un banco central, los activos arriesgados como la bolsa o el capital riesgo quedan descartados, lo que le deja con pocas más opciones que comprar bonos del tesoro norteamericano.
Sin embargo, hay algo que le preocupa: si emplea toda su liquidez en comprar bonos americanos esto hará que sus precios suban, ya que su inyección monetaria encarecerá el precio de los bonos, de lo que se deduce un menor interés de éstos. Como su banco central no busca maximizar el interés, sino que tiene otros objetivos, en teoría es un obstáculo salvable, pero si el interés se hace tan reducido en Estados Unidos existe el riesgo de que los norteamericanos empleen ese entorno de bajos tipos de interés para endeudarse masivamente con el objeto de comprar coches, casas, vacaciones… Incluso, el Gobierno norteamericano podría financiar más económicamente una eventual invasión de Iraq, si al final el enfrentamiento con Sadam Husein deviene en una guerra…; está bien que se adquieran estos bienes con lo que uno produce, pero que se obtengan mediante más endeudamiento le preocupa, ya que podría generar burbujas que en el medio plazo podrían ser muy peligrosas para la economía de Estados Unidos (que es el principal importador de material chino) y, además, para sus propios bonos. Al expresar estas preocupaciones al ministro de Economía, éste le responde:
«Si la mejor opción de inversión son los bonos norteamericanos, y su compra por parte del Banco Central Chino provoca tipos de interés bajos, y estos bajos tipos permiten a los americanos consumir más… ¿quién les venderá más productos? China, precisamente. Este escenario es el que más nos conviene, ya que el despliegue de nuestras reservas en activos norteamericanos nos permitirá aumentar más nuestras exportaciones, fomentando el crecimiento económico chino».
Tras escuchar detenidamente al ministro usted se plantea estos argumentos. Una decisión espera. ¿Invierte sus reservas monetarias en bonos norteamericanos?
Desde la desaparición del patrón oro, el precio del dinero viene determinado por los bancos centrales. Éstos, oficial u oficiosamente, han tenido en cuenta dos factores a la hora de fijar los tipos de interés: la inflación de los precios de consumo y el crecimiento económico (como exponente del nivel de creación de empleo). Si durante un período de fuerte crecimiento económico (como el que se inició en la segunda mitad de 2003) éste no trae parejo un aumento de la inflación, el banco central podrá permitirse el lujo de mantener bajos los tipos de interés; de esa forma, la liquidez será abundante en el sistema, acelerando el crecimiento y contribuyendo así a reducir el nivel de desempleo. En teoría, los fuertes crecimientos económicos suelen provocar escasez de factores productivos (capital y trabajadores), lo que acaba provocando inflación. Sin embargo, esta vez (entre 2003-6) la integración efectiva en el comercio mundial de países como China, India o antiguas colonias soviéticas están permitiendo el acceso a productos manufacturados por individuos con unos costes salariales muy inferiores a los que se pagan en los países occidentales. Hoy en día un licenciado en informática de la Universidad de Murcia no compite contra otro licenciado de la Universidad de Málaga, sino con un licenciado de la de Buenos Aires que es capaz de realizar su mismo trabajo a 7 dólares la hora, frente a los 20 que demanda el informático murciano. Una empresa que desee un rediseño de su sitio en la Red tendrá que valorar ambas ofertas y la única forma en la que el licenciado murciano pueda ganar el negocio es si es capaz de demostrar que su productividad por hora trabajada es al menos tres veces mayor que la del licenciado de Buenos Aires.
De este proceso se han beneficiado los consumidores occidentales, que han pagado objetos como juguetes o textiles a precios muy asequibles sin que se produjese una fuerte subida de precios, y también se han beneficiado los países emergentes, que consiguen un modelo de crecimiento económico basado en la exportación. Como consecuencia de este fenómeno, durante los años 2003-6, el mundo ha vivido un período de fuerte expansión económica e inflación bajo control. En este entorno, usted pertenece al consejo de gobierno de la Reserva Federal norteamericana (FED) y se plantea la pregunta sobre si deben o no subir los tipos de interés. Usted sabe que la inflación del consumo no es un problema por ahora, pero se preocupa porque percibe cómo el exceso de dinero ha provocado fuertes subidas de las bolsas, de los bonos, de los pagarés, del oro, de las materias primas… y, lo que es más peligroso, de la vivienda. En teoría usted sólo se debería preocupar del IPC: factores como el pan, la gasolina, la electricidad… pero sabe que las sucesivas burbujas de los activos pueden resultar letales, como tuvo ocasión de comprobar tras el estallido de la burbuja tecnológica en 2000 y su efecto demoledor en las bolsas, que provocó una recesión económica y una crisis bancaria de gran dimensión. Al plantear en el consejo estas objeciones como posibles argumentos para subir los tipos de interés y así limitar la oferta de dinero, el presidente de la FED le interpela:
«Nuestra obligación es preservar los precios del consumidor y buscar el crecimiento económico; un banco central no es nadie para determinar si existe o no una burbuja, ése es el papel del mercado; si se produjese una crisis como la que usted avecina, el banco central respondería con una bajada agresiva de tipos de interés, como la que hicimos en 2001, de esa forma el mercado se tranquilizará y volveremos a la senda de crecimiento económico».
Acaba de escuchar estas alegaciones y ha de emitir su voto: ¿prefiere mantener los tipos de interés (ya que aún no hay riesgo de inflación) o vota por subirlos a pesar de los argumentos del presidente?
Supongamos que es usted un agente de una firma hipotecaria de San Diego, en California. Su misión es detectar oportunidades para la concesión de hipotecas a todo tipo de personas. Lo particular de su caso es que la agencia hipotecaria apenas tiene capital, y tampoco dispone de depósitos. La forma que encuentra para lograr el efectivo que requiere para satisfacer hipotecas reside precisamente en el mercado de capitales: la agencia recibe préstamos puente de grandes bancos de inversión, estos préstamos se emplean para otorgar las hipotecas y éstas son cedidas a los bancos de inversión para devolver los préstamos puente. Los bancos de inversión, a su vez, empaquetan estas hipotecas, distribuyendo entre inversores (muchos de ellos internacionales) el derecho a cobrar las cuotas mensuales de dichas hipotecas.
En teoría el modelo tiene su atractivo: el riesgo del no pago de la hipoteca no se concentra en un banco local de San Diego y, de esta manera, una eventual crisis inmobiliaria en esta ciudad no tendría por qué hacer quebrar a los bancos locales –al diversificarse el riesgo por todo el mundo se permite un acceso más eficiente al capital y, por lo tanto, a que un individuo consiga adquirir una vivienda–. Hasta aquí perfecto. Sin embargo, ha entrado en su despacho un individuo que solicita 250.000 dólares para adquirir una vivienda. Cuando revisa su historial observa que la persona ha tenido trabajos intermitentes, con amplias temporadas en períodos de paro. En la actualidad trabaja como albañil en la construcción, y usted sabe que dicho sector ha tenido en California idas y venidas constantes, por lo que el riesgo de que esta persona vuelva a perder su trabajo es, cuando menos, elevado. Por otro l...

Índice

  1. Prólogo
  2. Prólogo
  3. Introducción. ¿Qué aporta este libro?
  4. 1. Causas de la crisis crediticia global: dilemas de los agentes económicos
  5. 2. Principales efectos de la crisis
  6. 3. Consecuencias de los efectos
  7. 4. Momentos de mayor crudeza de la crisis... y primeros rayos de esperanza
  8. 5. ¿Tiene sentido hablar de brotes verdes?
  9. 6. Cómo afectaron a la economía las crisis bancarias pasadas: ¿qué puede esperarnos ahora?
  10. 7. Países/sectores mejor/peor posicionados ante la crisis
  11. 8. España ante la crisis
  12. 9. Perspectivas para la economía mundial más allá de la crisis
  13. Reflexiones finales
  14. Apéndices
  15. 1. ¿Son responsables los gobiernos de la crisis crediticia?
  16. 2. Reflexión sobre la contabilidad bancaria. Cuánto vale la mansión de un alcohólico
  17. 3. ¿Podemos confiar en los números de los bancos?
  18. 4. El (des) gobierno de los bancos
  19. 5. La caída de los templarios y la expansión monetaria cuantitativa
  20. 6. El cortoplacismo humano, causa de la crisis... ¿tiene solución en el futuro?
  21. Notas