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Información del libro

¿Sabemos dónde está nuestro dinero? ¿Conocemos todo lo que esconde el término deuda? ¿Por qué no hay inversores pasivos? A estas y a otras importantes preguntas da una acertada respuesta Juan Palacios, con un lenguaje sencillo y comprensible por cualquier lector. A lo largo de la obra, se desvelan algunas de las ideas poco comunes que plantea el autor: no sabemos qué tenemos que ahorrar ni cuándo, la inversión en inmuebles no es rentable ni segura, especulamos creyendo invertir y la banca es competente en banca comercial, pero ofrece productos de inversión deficientes. Sea cual sea su patrimonio, cualquier ahorrador descubrirá, de forma detallada, un concepto clave para lograr mayores beneficios: la inversión pasiva, hoy desconocida y considerada la modalidad de inversión del futuro. «Finanzas personales» aporta, además, una conclusión optimista y razonada: antes o después, la situación cambiará en Europa, como ya ha pasado en Estados Unidos.

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Información

Editorial
LID Editorial
Año
2011
ISBN
9788483565308




Un problema que nos supera
 
 
Si pensamos por un momento cómo llevamos nuestras finanzas, nos daremos cuenta de que podemos estar en uno de los tres casos siguientes:
1. El del quien nunca se preocupa de sus asuntos financieros.
2. El del quien lo hace y dedica incluso bastante tiempo, pero sin que le acaben de salir bien las cosas.
3. El del quien lo hace bien y tiene éxito.
Mi impresión es que hay pocas personas en este último grupo, lo que no es de extrañar porque nadie nos ha preparado para esta tarea. Hay pocos expertos en este tema, que no se suele enseñar ni en la universidad ni en las escuelas de negocios. Por eso, una y otra vez caemos en los mismos errores como, por ejemplo, tomar decisiones a impulsos y con poco criterio; dejarnos convencer por la publicidad cuando el mundo está lleno de consejos financieros interesados y peligrosos; ponernos en manos de asesores poco preparados y con conflictos de intereses; o comprar −muchas veces sin darnos cuenta− un producto financiero de alto riesgo o con un coste tan alto que destruye su rentabilidad. En definitiva, muchos de nosotros deberíamos cuidar un poco mejor nuestras decisiones financieras más importantes.
A veces tratamos de justificar nuestros pequeños fallos −o grandes errores− diciendo que no tenemos tiempo para ocuparnos de estas cosas o que no somos expertos en finanzas. Pero mis años de profesor me han servido para aprender que podemos gestionar bien estos asuntos sin necesidad de complicarnos mucho la vida: no necesitamos saber finanzas y basta con dedicar a esta tarea un único día al año. Intentaré explicar cómo puede hacerse.

1. Cuatro principios para invertir bien

Este libro se basa en cuatro principios básicos para no equivocarse. La idea es que invertir bien no consiste en tener grandes aciertos; se trata más bien de no cometer errores. Charles Ellis lo explica en uno de sus libros, donde nos dice que la clave para invertir bien es la misma que para jugar bien al tenis o al golf. No se trata de encontrar un golpe ganador, como hacen los profesionales; se trata de evitar errores. Es lo que debemos hacer cuando juguemos al tenis, en vez de tratar de imitar el juego de Rafa Nadal. Tommy Armour nos dice en su libro How to Play Your Best Golf All the Time cómo sacar el mejor golf que llevamos dentro: «lo mejor para ganar es tratar de evitar los golpes malos». No intentemos jugar como lo vimos hacer a Severiano Ballesteros o a Nick Faldo1.
Invertir es parecido. No tratemos de seguir los pasos de las grandes fortunas ni copiemos sus carteras; nos equivocaremos como también les pasa a ellos. Tampoco copiemos las decisiones de Warren Buffet −que para muchos es el mejor inversor de nuestro tiempo–, pues él mismo nos desaconseja hacerlo. No sigamos el consejo de algún amigo que parece que gana dinero y sabe de lo que habla: puede ser un especulador y su suerte puede dar un vuelco en cualquier momento. Ni aceptemos, sin más, las recomendaciones de un experto o las que publica la prensa con frecuencia. No hagamos nada de esto. Si queremos sacar al mejor inversor que llevamos dentro, seamos nosotros mismos y preocupémonos tan solo de no cometer errores. Los cuatro principios que vamos a presentar no nos harán millonarios en dos días, pero nos permitirán invertir bien sin equivocarnos, algo muy poco frecuente. De esto trata este libro.

2. Nuestro negocio personal

Mi amigo José Luis Lucas, profesor de Política de Empresa, piensa que las finanzas personales son algo más que un problema financiero, pues entran en temas más propios de su área. Efectivamente, el buen gobierno de nuestros asuntos económicos empieza por un diagnóstico que va más allá de la aplicación de unos criterios financieros. Tenemos que valorar aspectos muy importantes de nuestra condición personal: situación familiar, trayectoria profesional, necesidades de formación, estabilidad de nuestro trabajo, solidez de la empresa donde trabajamos, expectativas futuras, etc. Una tarea importante y necesaria para resolver bien nuestro problema. De acuerdo con sus palabras, y al hablar de directivos, «se trata de ocuparnos de nuestro propio negocio personal a la vez que nos dedicamos a los asuntos de la empresa».
El profesor Lucas ha escrito un libro donde presenta las trayectorias profesionales de ocho directivos. Llama la atención que por lo menos dos de ellos estén en el grupo de los que no se preocupan nunca de sus finanzas. Uno de ellos le dijo al autor: «nunca nos hablaron de esto en la escuela de negocios; hubiese sido bueno que nos avisaran. Salimos pensando solo en la empresa…, que era «de otros», y yo he pagado el olvido».
A diferencia de este caso, mi impresión es que la mayoría de los directivos sí se preocupan alguna vez de sus finanzas, pero muchos tropiezan con problemas serios que no consiguen resolver, como le pasa a mucha gente. Al abordar este asunto, hay dos temas fundamentales: el primero es un diagnóstico de nuestra situación y el segundo es de naturaleza financiera. Para muchos, el problema financiero más importante es generar unos ahorros suficientes para poder afrontar sin problemas la jubilación, aunque los más afortunados pueden tener ya este problema resuelto y solo necesitan preocuparse por proteger su patrimonio. Pero tanto unos como otros necesitan saber invertir bien, y este es el tema central del libro, que trata sobre cómo hacerlo con la ayuda de las finanzas.

3. Medicina y finanzas

¿Cómo nos pueden ayudar las finanzas a invertir bien? Por suerte, mucho de lo que sabemos se puede resumir bastante bien en los cuatro principios que vamos a comentar. Los grandes inversores conocen bien estos principios y los aplican por sistema. Pero sorprende ver que estos conocimientos no hayan llegado a la mayoría de los inversores, que no pueden beneficiarse de ellos. ¿Qué hemos hecho mal para que esto ocurra?
La respuesta no es fácil, sobre todo cuando esta situación contrasta con la de otras áreas de conocimiento, como la medicina. Hemos comentado que entre medicina y finanzas hay un cierto parecido: son áreas que se preocupan de dos asuntos clave para nuestro bienestar material: la salud y el dinero. Son también áreas complejas que necesitan un buen profesional para aplicarlas y las dos han tenido un desarrollo espectacular en los últimos años. Pero mientras que la innovación médica −desarrollada en universidades y hospitales− se difunde rápidamente por todo el mundo, la innovación financiera sigue sin llegar a quien más la necesita. Tal vez esto ocurre porque la medicina se convirtió en una ciencia hace ya unos 200 años, mientras que las finanzas lo han hecho más recientemente, hace tan solo 50, y constituyen todavía una ciencia incipiente.
Nuestros gobiernos han contribuido a crear esta situación, aunque tal vez sin ser muy conscientes de ello. En el último siglo, los países occidentales han avanzado mucho en la solución de los problemas de salud de sus ciudadanos, al divulgar información útil y facilitar el acceso a los médicos. Han restringido también prácticas nocivas, como fumar, y han prohibido el consumo de drogas. Pero la actitud de estos gobiernos cambia cuando se trata de nuestra salud económica. Entonces, para ellos, más que ciudadanos, somos contribuyentes −o sujetos pasivos− y nos someten a una tributación exagerada y a veces injusta, sin preocuparse por mejorar nuestra educación financiera, ni por darnos acceso a un buen profesional, como han hecho con la medicina.
No han pensado en poner una etiqueta de aviso −como han hecho con el tabaco− a los productos financieros tóxicos que nos rodean. Una etiqueta que diga: «Advertencia. Invertir en este producto pone en grave riesgo su patrimonio y la seguridad de su familia». No nos debe extrañar entonces que, desinformados y desorientados, caigamos en errores de bulto al invertir. La consecuencia lógica de todo esto es que el país se irá poblando de sujetos pasivos empobrecidos, pero cada vez más sanos y longevos, lo que, dicho sea de paso, contribuye a agravar el ya difícil problema de asegurar sus pensiones. Es como si envejecer no estuviera mal visto, pero sí lo esté alcanzar cierto bienestar material.
La CNMV −nuestro supervisor en estos temas− parece haber dado un primer paso para cambiar esta situación. Los productos que registra suelen llevar en la primera página del folleto alguna advertencia sobre su riesgo. Pero esta advertencia no suele llegar al inversor que invierte sin consultar el folleto y que, muchas veces, ni siquiera conoce su existencia. Queda mucho por hacer para difundir bien esta información y asegurarse de que llega a los interesados. Y la responsabilidad de esta tarea no es solo de la CNMV.
El médico, en la etapa precientífica de su profesión, tenía que competir con curanderos, hechiceros, brujos y otras alternativas sin fundamento sólido. Hoy estos competidores han quedado en un segundo plano, salvo en contados países, y solo una minoría sigue recurriendo a ellos. La medicina moderna, apoyada en la ciencia, ha ganado la partida a estas prácticas alternativas. Pero con las finanzas esto no ha llegado a ocurrir todavía, ya que apenas acabamos de entrar en su etapa científica. A pesar de ello, en Estados Unidos ya existe un grupo de inversores importante que invierte de acuerdo con lo que hemos aprendido de las finanzas modernas. Y su número crece todos los años. Pero este cambio no parece haber llegado a Europa, donde la mayoría de nuestros inversores se guía por ideas y conceptos precientíficos.

4. Finanzas personales

Aunque el tema de nuestras finanzas es amplio, este libro es breve y se centra en el principal problema financiero de cualquier familia: la gestión de su patrimonio. Se han omitido muchos temas que, sin dejar de ser importantes, considero que son menores y pueden encontrarse en otras publicaciones. No conozco ningún libro en España dedicado a este tema, aunque confío en que puedan aparecer pronto, pues los necesitamos mucho. En Estados Unidos hay una gran variedad de libros sobre finanzas personales que abordan con detalle muchos temas.
Como muestra de estos temas se pueden citar, por ejemplo: cómo fijar nuestros objetivos financieros, la necesidad de tener un presupuesto familiar, consejos para reducir los gastos, cuándo hay que pedir un préstamo, cómo se debe usar la tarjeta de crédito, la inversión en productos financieros (incluidos planes de pensiones y seguros), cómo preparar la declaración de la renta, la protección contra fraudes y estafas, cómo usar el ordenador para manejar nuestras finanzas, etc. Estos libros aportan mucha información útil, pero a veces no dan criterios claros para decidir cómo hay que invertir. En cualquier caso, si el lector se decide a leer alguno de los mejores, no perderá el tiempo, pero se dará cuenta de que la mitad del libro le sirve de poco, porque habla de alternativas inviables en nuestro país o de productos ajustados a la legislación e impuestos de Estados Unidos.

5. Plan del libro

El presente libro tiene ocho capítulos, que se pueden agrupar en tres partes. Los tres primeros capítulos, incluyendo este, se centran en el problema de nuestras finanzas personales. El capítulo 2 comenta las causas principales de este problema. El capítulo 3 pasa revista a las principales alternativas de inversión a nuestro alcance. Este es un capítulo importante, en el que se ve que nuestros inversores no aprovechan las ventajas de invertir en bolsa, lo que nos puede pasar también a nosotros.
La segunda parte describe con cierto detalle dos formas básicas que empleamos para manejar nuestro patrimonio y ahorro: la especulación, en el capítulo 4, y la inversión, en el capítulo 5. En este último veremos que se puede ser inversor activo (la forma de invertir tradicional), o inversor pasivo (según la aportación de la nueva teoría financiera). En estos dos capítulos se analizan estas tres posibilidades −especulador, inversor activo e inversor pasivo− y se concluye que la inversión pasiva es la más rentable y segura para la inmensa mayoría de los ahorradores. A pesar de ello, la información que tenemos sugiere que en España, y en Europa, hay una mayoría de especuladores, mientras que los inversores pasivos prácticamente no existen.
Finalmente, la tercera parte intenta poner en práctica las enseñanzas de las finanzas modernas. El capítulo 6 presenta los cuatro principios básicos para invertir bien que ya hemos comentado. Estos principios son como una red protectora que impide nuestra caída al vacío, al desastre financiero. El capítulo 7 se acerca más a la realidad y comenta cómo podemos diseñar nuestro proyecto personal basado en las cuatro reglas anteriores. Por último, el capítulo 8 busca ejemplos que habría que seguir en otros países y prevé cambios importantes en la oferta de productos de inversión que ahora recibimos.
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Lo que debemos saber
Este capítulo comenta tres factores clave que configuran nuestro problema financiero: la falta de educación financiera, la amenaza de la demografía y la composición de nuestros ahorros. Conociéndolos mejor, será más fácil pensar luego cómo tenemos que resolver nuestro problema.

1. La educación financiera

Una mañana de febrero hace algunos años, cuando todavía no habíamos entrado en el euro, un directivo fue a ver al director de una oficina bancaria. Cuando estuvo en su despacho, le explicó el motivo de su visita. Quería hacer un ingreso de 15.000.000 de pesetas. Y añadió: «podéis invertir este dinero como os parezca mejor. No te digo más porque no entiendo de estas cosas; pero vosotros me conocéis y sabréis elegir mejor que yo lo que más me conviene».
El banco invirtió su dinero en unos fondos de inversión que parecían prometedores y los cambiaba cada vez que aparecían nuevas oportunidades. Luego resultó que estos fondos eran caros y muy especulativos. Al cabo de dos años, la inversión original se había reducido a 3.000.000 de pesetas, a pesar de que la bolsa había subido durante este tiempo. Nuestro directivo encajó bien el golpe, pero decidió volver a la oficina para rescatar su menguada inversión. No acabaron aquí sus problemas, pues quince días después el banco le comunicó el cargo en su cuenta de una cifra importante en concepto de comisiones y gastos atrasados. Según le dijeron, el cargo llegaba con retraso, ya que la actividad incesante de su cartera impidió calcular el importe exacto en su momento. Este caso es real: ocurrió con el director general del área comercial de una empresa del Ibex-35, y la oficina bancaria está en Madrid.
Los peligros de invertir sin criterio llegan a sorprender a personas tan inteligentes y capaces como este directivo, al haber ignorado, como también lo hizo su banco, los principios básicos de una buena inversión. De este caso surgen dos conclusiones. La primera es que no se debe permitir nunca la gestión discrecional de nuestros fondos sin haber dejado previamente muy claro cuáles son nuestros objetivos y las inversiones que no queremos hacer. La segunda es que los directores de oficinas bancarias suelen ser mejores gestores comerciales que asesores financieros. Los bancos sitúan a sus asesores en la unidad de banca personal o banca privada y este servicio no suele estar disponible en sus oficinas de banca comercial. Muchos bancos amplían ahora estas unidades especializadas para captar nuevos clientes que tendrán acceso a un buen experto, pero, al hacerlo, incurren en un conflicto de intereses entre esta actividad de asesoramiento y la de generar comisiones por la venta de activos. En España hay pocas entidades independientes libres de este problema.
Muchos hemos tenido tropiezos parecidos, aunque hayamos salido mejor parados que este directivo. En realidad, estos errores son bastante más frecuentes de lo que parece, aunque no se divulgan, pues a nadie le gusta airearlos (en la bibliografía aparecen dos excepciones interesantes a esta conducta). Lo normal, en cambio, es encontrar libros que explican los éxitos de su autor en bolsa, con los correspondientes consejos para que el lector pueda hacer lo mismo. Pero los fracasos enseñan mucho más que los éxitos, como he podido comprobar en mi propio caso, aunque esta es una forma de aprender muy cara. Es mucho mejor aplicar los principios que vamos a presentar y que...

Índice

  1. Prólogo de Antonio García de Castro
  2. Presentación
  3. Agradecimientos
  4. 1 Un problema que nos supera
  5. 2 Lo que debemos saber
  6. 3 El mercado financiero y otras inversiones
  7. 4 El especulador
  8. 5 El inversor
  9. 6 Cuatro principios para invertir bien
  10. 7 Nuestro proyecto
  11. 8 Hacia el futuro
  12. Apéndices
  13. Anexos
  14. Notas
  15. Bibliografía
  16. Índice de materias
  17. Índice onomástico
  18. Acerca del autor