Cenicienta trabaja en Wall Street
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Cenicienta trabaja en Wall Street

  1. 196 páginas
  2. Spanish
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Cenicienta trabaja en Wall Street

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Índice
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Información del libro

Cenicienta trabaja en Wall Street es una ventana al autoconocimiento a través de nuestra relación con el dinero. Creencias, herencias y emociones inciden en nuestra situación económica. Explorarlas y cuestionarlas puede ser de gran ayuda para sintonizar las finanzas con nuestros objetivos vitales.Si piensas que tus finanzas y tus ilusiones se mueven por caminos diferentes, este libro puede acompañarte a coordinarlas.El trabajo de la autora de esta obra se publica en la prensa nacional (España) y en revistas especializadas de finanzas, así como en su web (http://econoviva.es/).

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Información

Año
2021
ISBN
9788468561592
CAPÍTULO 1:
EL PODER DE LAS CREENCIAS
Síntesis: tus creencias inciden en tu relación con el dinero. En este capítulo exploramos su origen y finalidad. Verás que todas tienen una intención positiva. Te propongo tres caminos para revisarlas: cuestionarlas, entender su utilidad e inventar nuevas premisas.
“Las personas no se alteran por los hechos, sino por lo que piensan acerca de los hechos”. Epícteto
Encontré un precioso cuento de Jorge Bucay acerca de las creencias que te cuento en primera persona, ya que me sentí muy identificada al leerlo.
El elefante encadenado
Cuando era pequeña, me encantaba ir al circo, y dentro del circo, lo que más me gustaba eran los animales… y en concreto ¡¡el elefante!! ¡En una ocasión le vi levantar al peso a seis humanos sin inmutarse! Lo que más ilusión me hacía era que me llevaran al terminar la función a ver a los elefantes. Y siempre me sorprendía ver a tan poderoso animal atado al terreno con una diminuta estaca de madera. «¿Por qué el elefante no se escapa?». «Porque está amaestrado», me respondían. «Y si está amaestrado, ¿por qué es necesario atarlo?». Nunca había respuestas convincentes, pero para mi mente infantil era más que evidente que aquel pequeño palito era muy poca cosa para contener a un elefante… Hasta que leí el cuento de Jorge Bucay. El elefante no se escapa porque le ataron de pequeño a una estaca similar. Imagino al pequeño elefantito revolviéndose y tratando de liberarse de sus cadenas, siempre sin éxito. Hasta que un día se rindió. Decidió que sus cadenas eran demasiado pesadas como para resistirse. El elefante creció, pero nunca más volvió a intentarlo.
¿Cuántas cadenas invisibles nos hemos puesto a lo largo de nuestra vida? ¿Cuántas veces nos negamos a intentar cosas nuevas, simplemente porque en el pasado no lo conseguimos o decidimos que no éramos lo suficientemente hábiles (fuertes, inteligentes, valientes…) como para seguir intentándolo? ¿Cuánto tiempo más queremos seguir así?
Las creencias son axiomas, principios en nuestra vida que nos parecen inamovibles. Muchas de ellas se formaron en nuestra infancia (generalmente antes de los seis años), o las recibimos de las personas que nos educaron. Algunas son inconscientes, y nos hacen vivir la vida de un modo poco flexible.
Si cuando eras niño tus padres te contaban «El dinero no crece en los árboles», tendrás una actitud frente al dinero diferente que si el mensaje fue «Mereces disponer de todo cuanto necesites». No juzgo si un mensaje es mejor que otro. Solo aventúrate a pensar cuál de los dos niños tendrá una actitud más natural o desprendida con el dinero.
¿Somos víctimas de nuestras creencias?
¿Qué hacemos con ellas?
En cierto modo, las creencias son el GPS de nuestra vida. Venimos al mundo sin manual de instrucciones y necesitamos unas «guías» para orientarnos. Nuestros padres, tutores, amigos… y en general las personas importantes de nuestro entorno nos van dando directrices que muchas veces adoptamos sin cuestionarnos. Esto no es bueno ni malo, simplemente es parte de nuestra naturaleza humana. Pero ¿qué pasaría si intentaras moverte por el Madrid del 2021 con un mapa de 1950? Seguramente el mapa te valdría para poco. Esto mismo ocurre con nuestras creencias: nos sirven durante un tiempo, pero si no las actualizamos/revisamos/cuestionamos periódicamente se pueden convertir en un compañero de viaje muy incómodo. Te cuento un ejemplo extraído de una sesión de coaching.
Natalia es una mujer de treinta y cinco años recién divorciada y con un hijo. Acaba de empezar una relación con una nueva pareja, ha cambiado de ciudad y de trabajo. Se siente incómoda porque su nuevo compañero de vida se ofrece a hacerse cargo de los gastos familiares más importantes (casa, colegio) hasta que ella consolide su nueva situación laboral. A ella la educaron en la cultura del esfuerzo (y se sigue esforzando muchísimo en su trabajo y con su familia). No concibe «que la mantenga tu pareja». Además, recuerda en la sesión que su madre le repetía con frecuencia la frase «Nunca dependas de un hombre». Por un lado entiende que actualmente la única forma viable de venir a vivir con su pareja a otra ciudad es dejar que él la ayude económicamente. Pero esto choca con su mensaje materno de ser independiente.
Todas nuestras creencias tienen una intención positiva
Estas ideas sobre el dinero nos las cuentan para conseguir «algo bueno» para nosotros. Tratan de protegernos, o de incitarnos a conductas que nos vienen bien. En el caso de Natalia, reconoce que el mensaje de su madre le ayudó a esforzarse mucho para estudiar su carrera y conseguir un buen trabajo… y esto le vino muy bien. ¿Cuál es el problema? Como el pequeño elefante, en ocasiones nos convertimos en esclavos de nuestras propias creencias y perdemos nuestra libertad de decidir. A Natalia le costó entender que era compatible «dejarse apoyar» por su pareja con ser independiente (mensaje materno).
Así que tal vez la clave es estar atento al territorio (la vida real) y cuestionar cada cierto tiempo el GPS (nuestras creencias) para ver si nos siguen siendo útiles o toca actualizarlas (revisarlas).
Revisar nuestras creencias no consiste en romperlas. Está de moda hablar de las creencias limitantes (cosas que creemos y limitan nuestra vida). Yo no creo que existan. Más bien somos nosotros los que nos autolimitamos a través de las creencias. En el caso de Natalia, «como una mujer tiene que ser independiente, no permito que mi pareja me ayude económicamente». La creencia «Debo ser independiente» no es la que te limita, sino tu interpretación del mensaje. Si aprendes a ser independiente entiendes que eso no es incompatible con pedir ayuda habrás «reorientado/actualizado» el GPS y te sentirás libre de hacer lo que quieras:
Tal vez (como hizo Natalia) con un compromiso con su pareja para aportar en un futuro más dinero a la familia.
O aportando otro tipo de ayuda a cambio del apoyo económico (recoger a los niños del cole, hacer la compra).
Una creencia como «Los vascos son buenos cocineros» puede ser limitante para ti si eres vasco y te sientes obligado a cocinar cada vez que ves a tus amigos (si cocinar no es de tu agrado, puede ser un suplicio). Y puede ser potenciadora si te anima a mejorar tus dotes culinarias, convencido de tu capacidad innata para la cocina.
En definitiva, que una creencia te limite o te potencie depende principalmente de ti y la interpretación que hagas de ella.
¿Dónde nacen nuestras creencias?
¿Cómo se forman?
Conocer el origen de tus creencias ...

Índice

  1. PRÓLOGO
  2. INTRODUCCIÓN
  3. CAPÍTULO 1: EL PODER DE LAS CREENCIAS
  4. CAPÍTULO 2: LAS EMOCIONES
  5. CAPÍTULO 3: LA SOMBRA DEL DINERO
  6. CAPÍTULO 4: TU HERENCIA GENÉTICA
  7. CAPÍTULO 5: EL CUERPO COMO MENSAJERO
  8. CAPÍTULO 6: IRRACIONALMENTE ADORABLES
  9. CAPÍTULO 7: INTEGRANDO EMOCIÓN Y RAZÓN
  10. BIBLIOGRAFÍA
  11. AGRADECIMIENTOS