ESCENA PRIMERA
Un bosque.
TITANIA reposa, dormida. Entran QUINCIO, SNUG, BOTTOM, FLAUTO, SNOWT y STARVELING.
BOTTOM.—Señores, ¿estamos reunidos todos?
QUINCIO.—Sí, sí; y he aquí un sitio maravillosamente apropiado a nuestro ensayo. Este pedazo cubierto de verdura será nuestro proscenio; este matorral de espino blanco, nuestro sitio tras de bastidores, y actuaremos ni más ni menos que en presencia del duque.
BOTTOM.—Pero Quincio...
QUINCIO.—¿Qué dices, bravo Bottom?
BOTTOM.—Hay cosas en esta comedia de Píramo y Tisbe que nunca podrán agradar. En primer lugar, Píramo tiene que sacar su espada y matarse, cosa que las señoras no podrán soportar. ¿Qué respondéis a esto?
SNOWT.—Que realmente se morirán de miedo.
STARVELING.—Me parece que debemos omitir eso de matarse, cuando todo esté concluido.
BOTTOM.—Nada de eso. Yo he discurrido un medio de arreglarlo todo. Escribidme un prólogo que parezca decir que no podemos hacer daño con nuestras espadas, y que Píramo no está muerto realmente, y para mayor seguridad que diga que yo, Píramo, no soy Píramo, sino Bottom el tejedor. Con esto ya no tendrán miedo.
QUINCIO.—Bien; tendremos ese prólogo, y se escribirá en versos de ocho y seis sílabas.
BOTTOM.—No. Añadidle dos más y que se escriba en versos de ocho y ocho.
SNOWT.—¿Y las señoras no tendrán miedo al león?
STARVELING.—Mucho lo temo, a fe mía.
BOTTOM.—Maestros, debéis reflexionar en vuestra conciencia que traer, ¡Dios nos asista!, un león entre las señoras es la cosa más terrible, porque no hay entre las aves de rapiña ninguan más temible que un león vivo, y es necesario en esto andarse con mucho cuidado.
SNOWT.—Por lo mismo se necesita otro prólogo que diga que él no es un león.
BOTTOM.—No basta. Es necesario que digáis su nombre, y que se le vea la mitad de la cara por entre la máscara de león. Y él mismo debe hablar dentro de ella diciendo esto, o cosa parecida: «Señoras, oh hermosas señoras: os pido, quisiera o desearía o suplicaría que no tuvieseis susto ni temblaseis; respondo de vuestra vida con la mía. Si os figuráis que vengo aquí como un león verdadero, mi vida no valdrá un ardite. No, no soy tal cosa, sino hombre como otros». Y en tal coyuntura que diga su nombre y les haga saber que es Snug el ensamblador.
QUINCIO.—Bien; se hará así. Pero hay dos cosas muy difíciles, a saber: traer la luz de la luna a una habitación; porque debéis saber que Píramo y Tisbe se encuentran a la luz de la luna.
SNUG.—Y en la noche de nuestra representación, ¿hay luz de luna?
BOTTOM.—¡Un calendario, un calendario! Buscad en el almanaque a ver si hay luna.
QUINCIO.—Sí; hay luna esa noche.
BOTTOM.—Pues podéis dejar abierta la ventana de la gran cámara en donde representaremos, y la luna alumbrará por allí.
QUINCIO.—Eso es. O bien podrá venir alguno con un haz de espinos y una linterna y decir que ha venido a desfigurar, o sea, a presentar la persona del claro de luna. Y luego hay otra cosa: hemos de tener un muro en la cámara; porque Píramo y Tisbe, según dice la historia, hablaban por una grieta en la pared.
SNUG.—Será posible llevar un muro. ¿Qué os parece, Bottom?
BOTTOM.—Alguien tendrá que representar el muro. Que tenga consigo un poco de yeso o de argamasa o de pedazos de piedra y ladrillo para que signifiquen pared, o que ponga los dedos así, y por entre las aberturas podrán hablar Píramo y Tisbe con toda reserva.
QUINCIO.—Si puede hacerse así, todo está bien. ¡Ea! Que cada cual se siente y ensaye su papel. Principiad, Píramo. Cuando hayáis dicho vuestro discurso, entrad en aquel matorral; y así casa uno, según su papel.
(Entra PUCK por el foro.)
PUCK.—¿Qué groseros patanes andan por ahí metiendo ruido tan cerca del lecho de nuestra hermosa reina? ¡Qué! ¿Tratan de una representación? Pues seré del auditorio, y aun haré de actor si veo ocasión de ello.
QUINCIO.—Hablad, Píramo. Tisbe, avanzad.
BOTTOM.—«Tisbe, las dulces flores de suave sabor...»
QUINCIO.—«Olor, olor.»
BOTTOM.—«De suave olor. Así es tu aliento, cara, carísima Tisbe. ¡Pero oye! ¡Una voz! Quédate aquí un momento, y dentro de poco volveré.»
(Sale BOTTOM.)
PUCK.—(Aparte.) ¡Qué Píramo tan raro!
(Sale PUCK.)
FLAUTO.—¿Debo hablar ahora?
QUINCIO.—Sí, por cierto; pues debéis entender que no sale más que a enterarse de un ruido que oyó, y tiene que volver.
FLAUTO.—«Brillantísimo Píramo, de tinte blanco como el lirio, y del color de la rosa carmesí en el rosal triunfal; tan retozonamente juvenil y sin embargo tan adorable; tan digno de confianza como el más infatigable caballo. Iré a encontrarme contigo, Píramo, en la tumba de Nim.»
QUINCIO.—¡«Tumba de Nino», hombre! Pero eso no debéis decirlo todavía. Eso es lo que respondéis a Píramo. ¡Vos lo decís todo de una vez! Píramo entra; entonces volvéis a hablar. La última frase anterior es «infatigable caballo».
(Vuelven a entrar PUCK, y BOTTOM con cabeza de asno.)
FLAUTO.—«... tan digno de confianza como el más infatigable caballo.»
BOTTOM.—«Si yo fuera hermoso, Tisbe, sólo sería tuyo»
QUINCIO.—¡Oh! ¡Qué cosa tan monstruosa! ¡Tan extraña! Estamos hechizados. ¡Por Dios, maestros, huid! ¡Maestros, socorro!
(Salen corriendo todos menos BOTTOM.)
PUCK.—Yo os seguiré. Yo os haré dar vueltas por todos lados a través de matorrales y malezas, de helechos y de espinos; a veces seré un caballo, otras un sabueso, un cerdo, un oso sin cabeza, y algunas veces un fuego fatuo. Y me sentiréis, alternativamente, relinchar y ladrar, y gruñir y quemar como caballo, perro, cerdo, oso o llama.
(Sale PUCK.)
BOTTOM.—¿Por qué huyen? Esto no es más que una bellaquería de ellos para asustarme.
(Vuelve a entrar SNOWT.)
SNOWT.—¡Oh Bottom! ¡Qué mudanza! ¿Qué veo en ti?
BOTTOM.—¿Qué ves? Una cabeza de asno...; la tuya; ¿no es esto?
(Vuelve a entrar QUINCIO.)
QUINCIO.—¡Dios te ampare, Bottom! ¡Dios te ampare! Estás transformado.
(Sale QUINCIO.)
BOTTOM.—Ya entiendo su artimaña. Querrían convertirme en un borrico y asustarme si pudieran. Pero, hagan lo que hicieren, no he de moverme de aquí. Me pasearé de arriba abajo y cantaré para que me oigan y sepan que no tengo miedo. (Canta.)
El mirlo de negro color con pico anaranjado oscuro, el tordo, con su acento puro, el reyezuelo volador...
TITANIA.—(Despertanto.) ¿Qué ángel me despierta en mi lecho de flores?
BOTTOM.—(Canta.)
...la alondra, el pardillo, el pinzón,
el cuco gris, de simples cantos,
que, entre los hombres, oyen tantos sin arriesgar contestación...
TITANIA.—Ruégote, gentil mortal, que cantes de nuevo. Tu melodía ha cautivado mi oído, así como tu forma ha encantado mi vista. Y la fuerza de tu fascinación me mueve a la primera mirada a decirte, a jurarte que te amo.
BOTTOM.—Paréceme, señora, que tenéis para ello muy poca razón, aunque, a decir verdad, la razón y el amor se avienen bastante mal en estos tiempos, y es lástima que algunos buenos vecinos no los reconcilien.
TITANIA.—Eres tan sensato como hermoso.
BOTTOM.—Ni lo uno ni lo otro, señora; pero si tuviera suficiente seso para salir de este bosque, no faltaría el suficiente para aprovecharme de ello.
TITANIA.—No desees ausentarte de este bosque, pues en él permanecerás, quieras o no. Soy un espíritu superior a lo vulgar. Todavía la primavera engalana mis posesiones, y yo te amo. Ven, pues, conmigo. Te daré hadas que te sirvan, y te traerán joyas del fondo del mar y arrullaran con su canto tu sueño cuando te acuestes en un lecho de flores. Y purificaré tu materia de forma que parezcas también un espíritu. ¡Flor-deguisante! ¡Telaraña! ¡Polilla! ¡Grano-de-mostaza!
(Entran las cuatro hadas.)
HADA 1ª.—Presente.
HADA 2ª.—Y yo.
HADA 3ª.—Y yo.
HADA 4ª.—Y yo.
TODAS.—¿Dónde vamos?
TITANIA.—Sed bondadosas y atentas con este caballero, juguetead en sus paseos y triscad a su vista. Alimentadlo con albaricoques y frambuesas, con uvas moradas, verdes higos y moras. Sustraed de las humildes abejas la bolsa de miel, y para servirle de bujías cortad las piernas cerosas y encendedlas en el fuego de los ojos de la luciérnaga de luz, cuando el amor mío se acueste y se levante. Y tomad las alas de las pintadas mariposas para defender de los rayos de la luna sus párpados somñolientos. ¡Duendes! Saludadlo y presentadle vuestros respetos.
HADA 1ª.—¡Salud, oh mortal!
HADA 2ª.—¡Salud!
HADA 3ª.—¡Salud!
HADA 4ª.—¡Salud!
BOTTOM.—De corazón imploro vuestro favor. Dignaos decirme vuestro nombre.
TELARAÑA.—Telaraña.
BOTTOM.—Me placerá conoceros más íntimamente, señor Telaraña. Ya me aprovecharé de vos si llego a cortarme el dedo. ¿Y cuál es vuestro nombre, honrado hidalgo?
FLOR-DE-GUISANTE.—Flor-de-guisante.
BOTTOM.—Os ruego que saludéis a la señora Calabaza, vuestra madre, y al señor Estuche-de-guisantes, vuestro padre. También desearía conoceros mejor. ¿Querríais decirme por bondad vuestro nombre?
GRANO-DE-MOSTAZA.—Grano-de-mostaza.
BOTTOM.—Mi buen señor, bien conozco vuestra paciencia. Muchos caballeros de vuestra casa han sido devorados por el cobarde y gigantesco asado de buey, y os aseguro que ya antes de ahora vuestra parentela me lleno de lágrimas los ojos. Deseo más estrecha relación con vos, señor Grano-de-mostaza.
TITANIA.—Venid y servidlo. Llevadlo a mi retrete . Paréceme que la luna en su manera de brillar anuncia sus lágrimas, y cuando éstas caen cada florecilla gime llorando alguna forzada castidad. Poned silencio a la boca de mi amor y traedlo sin ruido.
(Salen.)