Los balcones
eBook - ePub

Los balcones

  1. 204 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Los balcones

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Este volumen forma parte de la serie Obras Completas de Amado Nervo. Se trata de una selección de textos publicados en diferentes medios de comunicación, como "El Imparcial" o "La Nación", y otros, inéditos. Luis vive en la calle Bailén, frente al Palacio Real, y observa con melancolía desde su balcón el ajetreo de la ciudad, el cielo, la tierra y hasta a los monarcas.-

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Los balcones de Amado Nervo en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatur y Altertumswissenschaften. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726679915

PRIMERA PARTE

MIRANDO A LA TIERRA

EL PAISAJE

Luis ve desde su balcón lo que se ve desde el Palacio Real. Tiene este visual privilegio, del cual se ufana, porque mirar es para él la vida: mirarlo todo y, sobre todo, la Naturaleza.
Luis tiene, según le repiten frecuentemente sus amigos, unos ojos muy grandes, muy abiertos: ojos de niño, que parecen sorprenderse de todo; ojos que acarician lo que miran, sobre todo si lo que miran es el cielo, los montes, la nieve, el agua, los árboles... ¡y las mujeres!
Hay dos edades: la edad de los ojos abiertos y la edad de los ojos cerrados.
Se nace con los ojos cerrados; se muere con los ojos abiertos; como si lo que hay que ver no estuviese más acá del nacimiento, sino más allá de la vida. Pero, fuera de estos dos extremos, hasta los treinta y cinco o cuarenta años puede decirse que se vive con los ojos abiertos y, después, con los ojos cerrados; es decir, que ya no se ve lo de fuera, sino lo de dentro, la vastedad de los mundos interiores...
Pero Luis tiene abiertos los ojos del alma y los del cueipo: siempre ve para fuera y para dentro.
No se cansa de contemplar la vida. Y tampoco se cansa de escrutar el abismo interior, en el que percibe ciertas luces misteriosas que danzan sobre las tinieblas, como allá en las lobregueces del Cénesis «el espíritu de Dios flotaba sobre las aguas».
*
Frente por frente del balcón, entre el Palacio Real y la montaña del Príncipe Pío, donde Murat fusiló ha más de un siglo a tantos infelices, trágicamente eternizados en el célebre cuadro de Goya, se extiende hasta las primeras derivaciones del Guadarrama el campo ondulante, amarillento, bien arbolado, con depresiones mullidas y risueñas que, al pie del alcázar, es un parque delicioso, llamado el Campo del Moro; que un poco más allá forma la vasta y apacible «Casa de Campo»; que después, con menos verdor y más amarilleces, constituye los montes del Pardo. En el fondo, azul, encrestada, lejana, augusta, la Sierra limita el paisaje. A la izquierda, y en el frente, sus picachos parecen surgir del horizonte, angulosos y dentados; pero hacia la derecha, se va haciendo visible el vasto lomo de las montañas, la ondulación es suave, y gradualmente se destaca, hasta erguirse en toda su magnitud en el Norte, donde es imponente, sobre todo cuando el invierno la acoraza de nieve, y en las noches azules esa nieve bulle misteriosamente bajo la custodia de la Osa Mayor, que muestra siempre sus siete clavos relucientes.
*
Oblicuando un poco la mirada hacia la derecha, desde el balcón, y dejándola peregrinar hasta la falda del Guadarrama, los ojos de Luis tropiezan con un distante caserío en el que dominan cuatro torres azuladas y un domo enorme, que parece temblar en la humedad de la atmósfera como un paisaje aéreo: es El Escorial.
Por las mañanas, temprano, cuando el sol le da de frente, El Escorial es perfectamente visible a la simple vista.
Parece un monumento espectral, una basílica de ensueño, un fantasma azul, recortándose apenas sobre el azul más profundo del Guadarrama.
Es indecible lo que Luis goza contemplando esa maravilla lejana, como disfuminada y desmaterializada en el oro de la mañana.
Todo el paisaje que Luis no ha acertado a describir, lo hallaréis, por lo demás, como fondo obligado de muchos cuadros de Velázquez y de Goya. Buscadlo allí, dentro de la inmortalidad del arte, como Luis lo contempla en la inmortalidad de la Naturaleza.
*
En cuanto al Palacio Real, que se yergue a la esquina en primer término, obstruyendo buena parte del paisaje, y dejando ver apenas la carretera de Extremadura, Luis lo ha cantado en verso y en prosa. En verso ha dicho de él aquello de:
Sobre el viejo palacio de los reyes de España vierte místicamente su palidez la luna... ( 2).
Es un viejo amigo, un familiar amigo aristocrático. Luis conoce sus menores detalles exteriores.
Parécele como si él lo habitara, como si lo que ve fuese una prolongación de su morada... En realidad, Luis vive en un palacio, y mira uno de los paisajes más bellos del reino. Casi diríamos que posee lo mejor de un reinado.

LA CARRETERA DE EXTREMADURA

Como un borde que limita el paisaje, a la izquierda, hacia el Suroeste, detrás del Palacio Real, formando una línea cuya prolongación ideal (vista desde los balcones de Luis) vendría a cortar la vertical de la gallarda Punta de Diamante del dicho Palacio, alárgase la carretera de Extremadura, recamada por raros arbolillos, y a cuyos lados alíneanse algunas casas, entre ellas un palacete con dos torres cúbicas, que unos excelentes gemelos «Zeiss» (extraluminosos, número 8) detallan perfectamente.
Por la noche, una línea de luces indica la dirección de la carretera. Esas luces, en la obscuridad del campo, tienen algo de fantástico.
Muchas veces, Luis, contemplándolas 9 mirando durante el día la cinta polvosa del camino, ha pensado, por natural asociación de ideas, en aquel extremeño de acero, que fué a México en 1519, bajo el reinado del emperador Carlos, y que después de peripecias dignas de la Ilíada, ya por el heroísmo inmenso de los mexica, ya por la invencible persistencia de los castellanos, se apoderó, el martes 13 de agosto de 1521, de la augusta persona de Cuauhtémoc, el último monarca azteca, y rindió así a los defensores de la gran ciudad de Tenoch, rematando con esta victoria la conquista moral, si no material, del Imperio de Motecuhzoma.
En Extremadura vieron la luz muchos de los conquistadores que con don Hernando corrieron esta aventura, una de las más maravillosas que hayan contemplado los límpidos ojos de la Historia.
Los dominadores de México parecen hoy seres de milagro, y los defensores — sobre todo Cuauhtémoc—pueden parangonarse con aquellos grandes griegos y romanos cuya virtud y cuyo heroísmo de diamante asombraron la diáfana adolescencia de Luis, en las páginas de sus libros predilectos.
A últimas fechas, mirando desde su balcón la carretera que conduce derecho a la cuna de los conquistadores, Luis ha releído algunas páginas de la formidable epopeya, valiéndose de la información tan discretamente recogida en el Diccionario Biográfico Mexicano, por su ilustre y muy querido amigo don Antonio de la Peña y Reyes.
De estas páginas, Luis ha entresacado algunos fragmentos sugestivos, que se refieren al asedio y toma de la ciudad de México, de la Venecia Azteca, asentada sobre los lagos; de la ciudad única, que Cortés describe, embelesado, en sus cartas al emperador.
Helos aquí:
«Cortés ordenó el asalto general para el 28 de junio (1521). No había querido Cuauhtémoc,—en aquel sitio trágico que habría aterrado a muchos capitanes, que hubiera infundido pavor en el alma de no pocos monarcas,—escuchar una palabra de rendición y de paz. Rehusó toda entrevista; desechó todo ofrecimiento, y mientras más ruda era la pelea y más lejana la esperanza del triunfo, mayores eran sus ardimientos, más bélicas e imponentes y patrióticas sus órdenes de combate; más firme, más heroica su resolución de sucumbir en aras del deber y de la patria.
»Bramaban los cañones; desplomábanse los edificios; caían a millares los cuerpos de los aztecas, y cuando el incendio y la matanza eran más grandes, cuando la ira devastadora arreciaba su mortifero empuje, entre aquel estruendo homérico, sonaban más solemnes que nunca el caracol y el atambor guerreros, el mandato imperial de que la lucha continuase. Cuauhtémoc ordenaba tocar su corneta, dice Bernal Diaz del Castillo, «que era una señal que, cuando aquélla tocase, que habían de pelear sus capitanes de manera que hiciesen presa o morir sobre ello, y retumbaba el sonido, que se metía en los oídos; y de que lo oyeron aquellos sus capitanes y escuadrones, saber decir yo aquí ahora con qué rabia y esfuerzo se metían entre nosotros a nos echar mano, es cosa de espanto. Y oíase también un atambor de muy triste sonido, en fin como instrumento de demonios, y retumbaba tanto que se oía a dos o tres leguas.»
……..………………………………………………….
«Reforzado el ejército del Conquistador con hombres llegados de la Florida y por nuevos aliados, Cortés formó un cuerpo de zapadores, compuesto de cien mil hombres, con el objeto de terminar la destrucción de la ciudad. A principios de agosto, ésta se hallaba convertida en ruinas, y los aztecas habían quedado reducidos al barrio de Tenatitech, en donde, dice Pérez Verdía, «se encontraban agrupados hombres, mujeres y niños, sin tener un techo en que abrigarse, viviendo a la intemperie y sin poder proporcionarse ni más agua que la llovediza, ni otros alimentos que unas sabandijas.» «No tenían—cuenta Sahagún—agua dulce para beber, ni para ninguna manera de comer; bebían del agua salada y hedionda, comían ratones y lagartijas, y cortezas de árbol, y otras cosas no comestibles; y de esta causa enfermaron muchos y murieron muchos.»
«En esta situación pavorosa, combatidos por la sed, por el hambre y por la peste, no menos que por el fuego mortífero del enemigo; amontonados en escombros sus templos y sus hogares; sin más esperanza en aquella tragedia augusta que la única del poeta antiguo: no abrigar ya ninguna, según dice el señor Altamirano, los aztecas defendieron hasta el último instante el suelo de sus mayores; y mientras los hombres combatían sin descanso, las mujeres los ayudaban en esta tarea sublime. «Y soy certificado—dice Oviedo—que fué cosa maravillosa y para espantar ver la prontitud y constancia que tovieron en servir a sus maridos, y en curar las heridas, e en el labrar de las piedras para los que tiraban con hondas, e en otros oficios para más que mujeres.»
«Nuevos y terribles asaltos verificáronse el 7 y el 8 de agosto; murieron en ellos cerca de 3.000 aztecas, y el 11 propuso Cortés una entrevista, pero Cuauhtémoc no asistió a ella. Ordenó entonces el Conquistador un ataque general por agua y por tierra, y fué aquél el asedio más terrible de los que sufrió Tenochtitlán. Prescott lo describe en las líneas que citamos al principio de esta biografía, y bástenos decir ahora que, después de dos días de duración, en las primeras horas del martes 13 de agosto de 1521, Cortés habló con el Cihuacoalt o general de los aztecas, a fin de que lograse que el Emperador se rindiera; mas de nuevo rechazó el indomable monarca toda entrevista con el Conquistador, toda transacción con el adversario, y encargó que se le dijera que estaba dispuesto a sucumbir antes que doblegarse o hablar c...

Índice

  1. Los balcones
  2. Copyright
  3. Other
  4. LOS BALCONES
  5. PRIMERA PARTE
  6. SEGUNDA PARTE
  7. TERCERA PARTE
  8. APÉNDICE
  9. SobreLos balcones
  10. Notes