Los poetas del Renacimiento
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Los poetas del Renacimiento

  1. 350 páginas
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Los poetas del Renacimiento

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Información del libro

"Los poetas del Renacimiento" es un extenso estudio de Carlos Roxlo sobre la historia de la literatura. Algunos de los temas que aborda son el positivismo y la literatura, la psicología del artista, la originalidad y la imaginación, así como la vida y obra de Dante Alighieri, Petrarca, Ariosto, Camões o Shakespeare.-

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726681529
Categoría
Literatura

IV

SHAKESPEARE

I

Williams Shakespeare nació en Stratford, pequeña ciudad del condado de Warwick, situada en las orillas del río Avon.
Juan Shakespeare, padre del poeta, era carnicero ó traficante en lanas. Víctor Hugo le asigna la primera de estas situaciones. Taine la segunda. Es muy posible que fueran una sola en su tiempo.
En 1564, cuando nació el poeta, el padre de éste era un burgués acomodado, y era el primer aiderman de Stratford.
El cisne de Avon fué á la escuela hasta la edad de catorce años, en que, arruinada su familia, tuvo que abandonar sus estudios, para ayudar á su padre en los negocios.
“A los quince años, dice Víctor Hugo, Williams Shakespeare, con las mangas levantadas en la carnicería de su padre, degollaba pomposamente bueyes y carneros.”
“Si hemos de creer á la tradición, agrega Taine, el joven Williams era uno de los buenos bebedores de su ciudad natal, pasando más de una noche bajo los bosques de manzanos que la circundan, al volver de alguna de las fiestas rústicas, de alguna de las alegres pastorales que se celebraban en las aldeas próximas.”
Como se vé, la primera mocedad de Shakespeare fué imprudente y fué desordenada. Aquel depositario del puñal de Melpómene que, como dice Chateaubriand, sangró bueyes antes de matar tiranos, se casó, á los diez y ocho años, con Ana Hatway, una campesina cuya hermosura le había deslumbrado, que le llevaba nueve años de edad y que le dió tres hijos: primero una niña y después un casal de gemelos, un varón y una mujer. “Pero Shakespeare como la Fontaine, dice Víctor Hugo, no hizo más que cruzar el matrimonio.” Pronto se cansó de su compañera, la que no vuelve á aparecer en la vida del poeta hasta su testamento, en el que la lega “el menos bueno de los dos lechos que poseía”, sin duda, como dice un crítico, por haber gastado el mejor en sus voluptuosos amores con otras mujeres.
Destruído su hogar y perdida toda esperanza de heredad paterna, por el completo derrumbe de su familia, Shakespeare ejerció diferentes oficios para ganarse el pan: fué maestro de escuela, pasante de procurador y cazador furtivo. Persiguiendo gamos, en el parque de Sir Tomás Lucy, fué sorprendido, apaleado y puesto en la cárcel por repetidas veces, iniciándosele un proceso que le obligó á alejarse de Stratford y á refugiarse en Londres.
Allí, según afirman Chateaubriand y Hugo, se dedicó al ínfimo trabajo de guardar caballos á la puerta de los teatros, hasta convertirse en aprendiz de cómico, en comparsa escénico. Green, su pariente, — que representaba en el teatro de Black-Friars, — le empujó desde la puerta hasta el escenario, desde la luz de la calle hasta la luz de las candilejas. Shakespeare, que no creía ni se preocupaba de la inmortalidad, — diferenciándose en esto del Dante y el Tasso, — era defectuoso, como Byrón y Walter Scott. Taine pone en duda la veracidad de algunos de los episodios de la adolescencia de Shakespeare; pero lo cierto es que en 1589, según un documento citado por Burbadge y Green, el cisne de Avon era uno de los cómicos de su majestad Isabel de Inglaterra.
En 1558, seis años antes del nacimiento de Shakespeare, Isabel se ceñía la corona de los Tudores. Bajo su reinado el dogma calvinista se convierte en culto oficial, persiguiéndose con encarnizamiento á los sospechosos de catolicismo. También bajo su reinado principia el poder marítimo de la nación inglesa, multiplicándose los descubrimientos y el desarrollo de la manufactura, gracias al aluvión de algunos hiladores é industriales flamencos.
Avara y fastuosa, altiva con los nobles y afable con el pueblo, tan cuidadosa de su hermosura como de su tocado, iracunda y muy dada á las lisonjas lindantes en la hipérbole, Isabel de Inglaterra, que poseía cinco idiomas y cuyos conocimientos literarios eran poco comunes, que tocaba el clavicordio á la perfección y que adoró la danza hasta los últimos años de su vida, — quiso que se grabase sobre su sepulcro el seráfico título de la reina virgen; pero la crónica le atribuye más de un amante y la supone calcinada por el fuego de la lujuria.— Conocidas son sus rivalidades con María Stuard. — Según Faunt, en su corte imperaban todos los excesos, y según Harrigton, el culto del deleite era el culto de la aristocracia británica del siglo XVI.
El pueblo se parecía á su soberana. Taine nos lo pinta entregado á la libre expansión de la naturaleza, entre un dogma disciplinario que concluye y un decálogo moral que principia á formarse. La fe de las conciencias luteranas no existía aún, y la fe de las conciencias católicas había desaparecido. En aquel tiempo, se come carne, se bebe cerveza, se anda á puñetazos, se educan los músculos, se habla con grosería y se hace ostentación de bestialidad. Calibán está de moda y Falstaff gallardea en todos los burdeles. “El siglo XVI, dice Hipólito Taine, parece una caverna de leones.”
No creáis, por eso, que aquel siglo es un siglo tenebroso. Todo lo contrario. Si el siglo de Dante es una oscuridad, el de Shakespeare es un resplandor. En 1564, cuando se despierta á la vida el cisne de Avon, el mundo ha recorrido las dos terceras partes del Renacimiento. — La pintura italiana se gloría ya con el brillo de los pinceles del Ticiano; la pintura flamenca ya amamanta á Rubens; la pintura española ya sueña con Velázquez. — Miguel Angel muere en el mismo año en que nace Shakespeare. — El espíritu de las aventuras marítimas había hecho nidal en Inglaterra. — Ya las olas oceánicas gimen bajo el peso de los bajeles de Francisco Drake. — En torno de Shakespeare volaba la musa de la tragedia. — Shakespeare se acerca á los cinco lustros, cuando cae, separada de su tronco, la hermosa cabeza de María Stuart.
El teatro, espejo de aquella sociedad, está lleno, según el mismo Taine, de errores y miserias, de crímenes y brutalidades, ofreciéndonos la muerte como un desenlace obligado del mal de vivir.
La Inglaterra del siglo XVI debe su gloria literaria al teatro. El teatro de entonces, en nada se parecía al teatro de ahora. El teatro del siglo XVI, estaba ubicado en el patio de algún mesón, de alguna hostería. El público plebeyo se hacinaba en la sala ó platea para comer, beber, jugar á los naipes, gritar y cubrir de insultos á los actores que le disgustaban. En el palco escénico entra la nobleza pagando un chelín, y por otro chelín tiene derecho á un escabel ó asiento, desde el que ultraja al público del patio, que le responde, tirándole manzanas, en el mismo tono. Se goza, entre gruñidos. La plebe, desde el patio, le grita á la nobleza: ¡Abajo los tontos!—La escena estaba en consonancia con el público. Los hombres desempeñaban papeles de mujer. No se conocía el atrezzo, y el vestuario brillaba por su ausencia. Las decoraciones consistían, á veces, en un telón de fondo. Otras veces un hombre, pintado de blanco, representaba una muralla. La luna estaba representada por un comparsa. — Este comparsa tenía, por distintivos, una linterna, un garrote y un perro. — Un toque de trompeta anunciaba la llegada de un príncipe. Un cartel decía en qué lugar del mundo se desarrollaba la acción. Tres mujeres, haciendo ver que recogían flores, nos daban la ilusión de un jardín. Cuatro espadas y un escudo equivalían á una batalla campal. ¿Qué importa? — En tiempo de Boileau, Ifigenia iba, en el teatro de Racine, vestida con el mismo traje que madama de Sevigné. — En dos horas y sin cambios de decoración, un héroe nacía, crecía, viajaba, se casaba, tenía hijos, se trocaba en viejo y moría demente ó asesinado. La imaginación del público tenía que suplirlo todo: ella era el decorador, el atrezzista, el modisto, el que creaba todos los accesorios y todos los relumbres que necesita la vida del drama. Leed á Sidney, comentado por Taine. Seis comparsas figuran cuarenta mil hombres. En un redoble de tambor están comprendidas todas las batallas del mundo romano. Según Víctor Hugo, el inventario de un teatro rico se componía de un dragón, un caballo de madera, una roca, un sol y cuatro cabezas de turco. Con tan humildes medios realizan sus maravillas los dramaturgos ingleses del siglo XVI. Esto aumenta el valor escénico de Shakespeare.
Bien es verdad que Londres tampoco era la opulenta ciudad de nuestros días. En el Londres de Isabel fué endémico el cólera, y los carruajes casi desconocidos. Los barrios populares, con sus habitaciones de madera, estaban de continuo devorados por el incendio. Enrique VII se ahogaba, por escasez de aire, en sus habitaciones. Enrique VIII sufría, por falta de luz, en su palacio real. La vida aristocrática consistía en acostarse á las nueve de la noche y levantarse á las seis de la mañana. En cambio, como contraste, hasta los arrendatarios de los cortijos tenían saleros de plata y colchones de pluma. Aquella sociedad, de costumbres duras y hasta feroces, dió origen á un teatro duro y casi feroz; pero no exento de poesía y lleno de una inagotable frescura juvenil.
Ocho eran los teatros de Londres y casi todos ellos estaban situados á la orilla del Támesis. El derecho de propiedad literaria no se conocía, — pagándose seis libras esterlinas, á veces ocho, por cada obra nueva. Hacia 1600 subieron los precios, abonándose 25 libras esterlinas por cada producción teatral. Uno de los teatros principales, teatro diurno, se llamaba “El Globo”. Shakespeare, cuyo aprendizaje se había hecho en otros teatros subalternos, llegó á ser actor y empresario en aquel escenario principal. Shakespeare tenía castaños los cabellos, la frente despejada, la barba obscura, el continente dulce y pardos los ojos, que eran profundos. Sobresalía en el papel de fantasma de “Hamlet”. La primera de sus obras dramáticas, “Perícles”, fué escrita en 1587. La última de sus obras para la escena, “La Tempestad”, vió la luz pública en 1611. En este intervalo, el hijo de Shakespeare había muerto y sus hijas se habían casado, la una con un comerciante y la otra con un médico. En estos veinticuatro años, Shakespeare había sufrido una gran decepción amorosa y hecho algunos ahorros, que le permitieron comprar, en 1613, una casa y un jardín en Stratford. Desde entonces, refugiándose allí con una renta anual de 300 libras esterlinas, prefiere las rosas á los dramas y las violetas á los aplausos. ¿Por qué se retira bruscamente de la escena, en la plenitud de su gloria y de su genio? Porque no cree en la inmortalidad. — Hamlet se asombra de que el recuerdo de un hombre le sobreviva dos meses. Shakespeare no se toma el cuidado de imprimir sus obras, ni responde á las diatribas de sus críticos. — La fama postuma no le roba el sueño.— Mira á la gloria con un divino desdén. — La muerte vino á sorprenderle á los cincuenta y dos años, rodeado de flores y bajo el mismo cielo que le vio nacer, el 23 de Abril de 1616. Le enterraron en la iglesia de Stratford. Su estatua, pintada de negro y escarlata, estaba, como un santo, metida en un nicho. — Un día notaron una requebrajadura en el sepulcro. — Vieron, por esa grieta, que no había ni sudario ni huesos en aquella tumba. Sólo había un puñado de polvo. — Aquella miseria era todo lo que quedaba de Shakespeare.
Hacia la misma época, en el mismo mes, moría Cervantes, el más universal de todos los ingenios españoles. Del mismo modo y por providente casualidad, en ese año de 1616, un colosal incendio redujo á pavesas “El Globo”, el célebre teatro en que se habían estrenado las principales obras de Shakespeare.
Estas pueden clasificarse así:
DRAMAS DE HISTORIA ANTIGUA
“Troilo y Cresida”, “Timón de Atenas”, “Coriolano”, “La muerte de César”, y “Antonio y Cleopatra”.
DRAMAS DE HISTORIA INGLESA
“El rey Juan”, “Enrique IV”, “Enrique V”, “Enrique VI”, “Enrique VIII” y “Ricardo III”.
DRAMAS TRÁGICOS
“Hamlet”, “Cimbelino”, “Macbeth”, “El rey Lear”, “Otelo”, y “Romeo y Julieta”.
COMEDIAS
“La fierecilla domada”, “Los dos hidalgos de Verona”, “Penas de amor perdidas”, “La comedia de los errores”, “Bien está todo lo que bien acaba”, “El sueño de una noche de verano”, “Como queráis”, “Mucho ruido para nada”, “Lo que gustéis”, “Medida por medida”, “Un cuento de invierno”, “Las alegres comadres de Windsor”, “El mercader de Venecia” y “La tempestad”.
El número de los personajes de Shakespeare alcanza á setecientos, muchos de los cuales tienen vida propia y eterna duración. Con ellos podría formarse una humanidad, agitada por todos los dolores, por todas las alegrías, por todos los afectos y por todas las miserias del mundo terrestre.
El vocabulario de Shakespeare es asombroso y abundantísimo. Mientras Milton tan sólo emplea ocho mil palabras, Shakespeare, según Mac Muller, utiliza en sus obras quince mil vocablos. Dante pudo, al formar un idioma, dar á sus tercetos la viril sobriedad de su espíritu. Se creó una lira para sus visiones. Shakespeare se encontró con un idioma en plena formación; pero con un idioma amanerado y pródigo en retruécanos, como todos los estilos de la primera mitad del siglo XVI. — Eso no fué un obstáculo para su genio. — Ya veremos de qué manera empleó aquel útil,—hecho para bordar escolásticas sutilezas y conceptismos de ridicula estofa, el autor inmortal de “Macbeth” y “El rey Lear”.
El cisne de Avon inició su carrera con un poema de carácter sensual, “encendido y ardiente como un carbón”. La resonancia de ese poema fué enorme. Según Taine, todas las cortesanas de aquel tiempo tenían sobre su velador un ejemplar del “Venus y Adonis”. Temeroso de haberse excedido en la sensualidad, Shakespeare escribió y dió á luz un nuevo poema,—“Lucrecia”,—tan ardiente, pero más casto que el anterior. A estas obras acompañan y siguen sus “Sonetos”, pebetero en que se quema la mirra de un corazón joven y apasionado. El poeta, en los sonetos, se queja de su suerte. Conoce y le abruma la indignidad de su vida de actor. — “Tú no puedes honrarme públicamente con tu favor, le dice á una mujer, por miedo de deshonrar tu nombre.” — Los actores de aquel tiempo, menospreciados por la nobleza y juguetes del capricho del público, condenados por la religión y perseguidos por las leyes civiles, aunque no carecían de instrucción y excelsitud de espíritu, eran de origen humilde y vivían condenados á los desórdenes de la bohemia.— Desordenados y bohemios fueron Marlowe, cuyo padre era zapatero, y Ben Jhonson, cuyo padrastro era peón de albañil.
Shakespeare no se distinguía por su erudición. No se parece á Ben Jhonson, para quien no tenían secretos los comentaristas griegos y los gramáticos latinos. Shakespeare sabía un poco de francés y un poco de italiano, habiendo leído á Plutarco y Montaigne; pero lo que ignoraba lo adivinó su genio, no sólo al escribir sus dramas de historia antigua, sino también los dramas sacados de la historia de su país.
La celebridad de Shakespeare, grande en Inglaterra, tardó en imponerse á la crítica sabia de todas las zonas. Aun después de su muerte, Dryden le censura con acritud, Boileau ignora su nombre, Voltaire se goza poniéndolo en ridículo, La Harpe abulta las críticas de Voltaire y Moratín no trata con mucha benignidad al más preclaro de los dramaturgos del siglo XVI. Aun en nuestros días, no falta quien se empeñe en probarnos la no existencia de Shakespeare. ¿Quién es, pues, el autor de los dramas y comedias que se le atribuyen? Bacon, que temió comprometerse, políticamente, escribiendo su nombre en el pórtico de aquellas producciones.—Shakespeare, por ser mucha su ignorancia, no es el creador de un teatro que revela que su artífice conocía bien las costumbres italianas y el italiano idioma. Ese argumento no resiste al examen, en primer lugar, porqu...

Índice

  1. Los poetas del Renacimiento
  2. Copyright
  3. Dedication
  4. INTRODUCCIÓN
  5. I
  6. II
  7. III
  8. IV
  9. EN PREPARACIÓN:
  10. Sobre Los poetas del Renacimiento