La mazorca
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La mazorca

  1. 230 páginas
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Información del libro

"La Mazorca" (1899) es una novela de género folletinesco de Eduardo Gutiérrez que narra las torturas y matanzas llevadas a cabo por la Mazorca, una organización policial a las órdenes del gobernador de la provincia de Buenos Aires que usó el terror como instrumento de gobierno de 1835 a 1851.-

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726642063
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos

EL DRAMA DE LOS MANTEROLA

En la esquina de las calles de Cuyo y Maipú frente á la esquina de Caña, y en los altos conocidos por de Gutierrez, vivia la familia de Manterola.
Esta familia digna y honorable, era compuesta de doña Ana Berutti de Manterola, sus hijas Juana y Cármen, sus hijos Norberto y Tomás y dos nietas huérfanas, de quienes la señora Ana se habia hecho cargo.
La señora tenia dos hijos más: don Lorenzo y don Luis Manterola.
El señor don Lorenzo Manterola se habia casado y vivia con la familia que empezaba á formar.
Don Luis vivia en casa de don José Marzano, juez de paz de la Parroquia de San Nicolás, de cuyo juzgado era escribiente.
Veamos por qué coincidencias aquel hombre habia descendido á tan humilde empleo.
Don Luis Manterola desde muy jóven habia abrazado la carrera de las armas.
Siempre constante en el servicio y ambicionando labrarse un porvenir habia ido ascendiendo, siempre por hechos distinguidos, hasta el empleo de teniente coronel, que conquistó con su espada en la memorable jornada de Ituzaingó, donde tambien fué actor su hermano Lorenzo, aunque en grado militar más inferior.
Inteligente y práctico en el arma de artillería, se habia ganado el aprecio de los generales Lavalle y Paz, que lo miraban como una esperanza de la patria y del ejército, que carecia entonces de buenos jefes artilleros.
Hecha la paz con el Brasil, el teniente coronel Manterola regresó á Buenos Aires con el general Lavalle, y con él tomó parte activa en el motin militar del 10 de Diciembre, que terminó con la jornada del Puente de Márquez.
Caido en aquella accion el partido unitario por la traicion de Rosas que no quiso respetar el convenio de Abril, Manterola fué privado del mando activo y se le relegó á una plana mayor aunque con sueldo integro.
El militar pundonoroso y altivo no dijo una palabra ante aquel desconocimiento de sumérito y servicios, conformándose con su suerte, que él creia pasajera, hasta 1835.
Manterola amaba entrañablemente á su señora madre y hermanas, á quienes ayudaba con el sueldo de su clase, y era esta razon la que habia influido en él para no protestar contra aquel olvido intencional, separándolo del ejército en cuyas filas hizo su lucida carrera.
Rosas, que queria contraer méritos con los federales dorreguistas, no perdonaba ocasion de pasar por el vengador terrible del gobernador Dorrego.
Así, invocando las cenizas de aquel hombre desgraciado, borró de la lista militar á todos los jefes que habian tomado parte en el movimiento del 10 de Diciembre, y que no se habian plegado al partido de la federacion rosista.
Entre ellos cayó el teniente coronel don Luis Manterola, á quien se le privaba así de todos sus elementos de vida.
Aquel hombre fuerte y digno en la desgracia, devoró en silencio aquella desventura que le quitaba, al mismo tiempo que sus recursos de vida, el porvenir brillante que se habia labrado.
No quiso pedir gracia á Rosas, como lo hicieron unos pocos, y desoyó los consejos que en este sentido le dieron los amigos que conocian su situacion.
— Prefiero la miseria en medio de mi pureza como patriota, les dijo, á la posicion y riqueza que sea necesario envolver entre los girones de mi honor.
El trabajo no me acobarda, añadió, y distraido en ganar lo necesario para mí y ayudar á los mios, podré esperar tiempos mejores.
Pobre Manterola!
Esperaba tiempos mejores, cuando la Federacion no habia mostrado aún el malvado cerebro de Rosas!
Resignado á su suerte, don Luis Manterola empezó á buscar trabajo y comprender que aquello no era tan fácil como lo habia pensado, tratándose de un salvaje unitario que habia peleado contra Dorrego y que debia estar en correspondencia con Lavalle.
La familia de Manterola, desde doña Ana abajo, era así clasificada y señalada como tal por los federales exaltados.
Por fin el benemérito teniente coronel de Ituzaingó halló una puerta abierta, y por cierto la que menos esperaba.
Esta puerta fué la del señor Marzano, federal en toda regla quien en prueba de la confianza que merecia al gobierno, habia sido nombrado juez de paz de la Parroquia de San Nicolás.
Don José Marzano con quien lo ligaban vínculos de cariño, le ofreció aquello de que podia disponer.
El puesto de escribiente en el juzgado y su casa de familia lealmente abierta.
Como en el Juzgado de Paz habia mucho trabajo, el escribiente tendria que almorzar y comer en casa del juez, que vivir cerca y por consiguiente era mejor que viviese en ella, sin perjuicio de ir á pasar al lado de su familia todo el tiempo que le quedase libre.
Don Luis aceptó radiante aquella buena proposicion que le deparaba el cielo.
Siendo escribiente de un Juzgado de Paz en aquellos tiempos, tenia garantida su vida y la tranquilidad de su familia.
No era admisible que el escribiente de don José Marzano, federal á todas luces, fuese un salvaje unitario.
El sueldo era una miseria para un hombre de su rango social, que no le alcanzaria para cubrir sus más urgentes necesidades.
Pero ya era un sueldo con que poder aliviar á su familia, marcada ya por la Federacion: y una garantia para aquellos seres queridos.
Inmediatamente ocupó su puesto y se trasladó á la casa de Marzano.
Trabajó con un ardor y un interés tal, que se granjeó por completo toda la amistad de aquel hombre y el cariño de la familia á cuyo lado vivia.
Conocidos sus antecedentes y desgracias, el señor Marzano solia alentarlo con un cambio de posicion, para lo cual él y otros amigos podrian hacer trabajos, no pudiendo decirse que era un enemigo de la federacion, puesto que estaba sirviendo al gobierno, aunque en un puesto humilde.
— Mejor es no hacer nada por ahora, decía Manterola, para ocultar su modo de pensar.
Los que hemos servido á órdenes de Lavalle somos antipáticos al gobierno y yo temo perder hasta este puesto humilde.
Más tarde, cuando las pasiones políticas hayan pasado un poco, veremos lo que se puede tentar.
Es que Manterola tenia sus compromisos con el partido unitario, que empezaba á trabajar sordamente.
El asesinato de los Reynafé y la terrible sentencia recaida contra el doctor Gamboa, habia sublevado el espíritu.
La emigracion á Montevideo empezó á aumentar de una manera prodigiosa, asta que Rosas, alarmado, tomó terribles medidas de degüello contra los que huian á engrosar las filas de sus enemigos en Montevideo.
Así lo pasó hasta principios del año 39, en que las escenas de matanzas y mazorcadas vinieron á aterrar la poblacion, que se creyó perdida.
Ya no eran solo los unitarios los perseguidos por el puñal y la verga.
Lo eran tambien los llamados lomos negros y los federales que no estaban bien definidos, es decir, que no pertenecian á la mazorca, ó al círculo de la feroz María Josefa Ezcurra
Manterola, comprometido, como muchos otros, en la gran. revolucion del Sud, esperaba tranquilamente el desenvolvimiento de los sucesos.
Su tiempo lo dividia entre el juzgado de paz, su buena madre y la familia de Marzano.
Todas las noches en cuanto se desocupaba, iba á visitar á doña Ana y á sus hermanas, á cuyo lado permanecia hasta las once de la noche, hora en que la familia del juez de paz cerraba la puerta.
A esa hora se retiraba y aunque era peligroso andar por la calle, él iba garantido por su larga divisa y los papeles del Juzgado, que por precaucion se echaba siempre al bolsillo.
Tanto él como su hermano Lorenzo y doña Ana, corazon patriota y noble, estaban al cabo de los sucesos que se desarrolaban en Montevideo, pero, con tal recato, que nadie tuvo nunca la menor sospecha.
Aunque la negrilla Luisa que los servia era sobrina de la terrible tia Federacion, jamás habia visto en la casa nada digno de ser trasmitido al teniente de doña María Josefa.
Lo que prueba que los Manterola obraban con gran recato y hablaban con suma cautela.
Era en casa de doña Ana que se veian los hermanos Luis y Lorenzo, para comunicarse las noticias de que tenian conocimiento.
El temor á los unitarios llegó á punto tal que el tirano se alarmó sériamente.
Quintuplicó la vijilancia en la costa para tomar y degollar á todos los que querian embarcarse, y puso á las familias unitarias bajo una activa vigilancia de observacion.
Sus agentes no tenian más encargo que imponerse de lo que pasaba en las casas y trasmitirlo sin pérdida de tiempo, cuando se tratara de algo referente á los unitarios.
Doña María Josefa se puso sobre tablas á su infame tarea, llamando á sí todos los elementos que le estaban subordinados. para instruirlos bien en lo que tenian que observar en adelante,
La harpia tomó una larga lista que guardó en su precioso escritorio de caoba, regalo de Victorica, y la recorrió prolijamente marcando con su lápiz varios nombres.
Bajo aquella marca terrible habia caido tambien el de doña Ana Berutti de Manterola.
Concluida esta prolija operacion, doña María Josefa tomó del mismo escritorio otra lista, donde tenia todos los datos sobre la reparticion de sus agentes, marcando tambien varios nombres.
Luisa, la sobrina ó hija de la negra Joaquina, fué tambien uno de los nombres señalados preferentemente en la segunda lista.
Maria Josefa contempló el preludio de su obra con ojos sombrios, y miró á Cuitiño y Moreno que estaban con ella, sonriendo llena de ferocidad.
Cualquiera que la hubiese visto la habria creido una mujer bajo la influencia de una felicidad inesperada.
Es que toda la felicidad de aquel sér monstruoso se reducia á hacer mal, pero un mal terrible que dejara rastros de sangre.
Se le proporcionaba la ocasion de hacer un mal tremendo, de hacer caer muchas víctimas bajo el puñal de la mazorca, y se sentia en la cúspide de la felicidad suprema.
Aquel corazon de reptil estaba en su elemento, agitado por la fruicion del crímen.
— Me parece, dijo á sus confidentes, que la Sociedad Popular Restauradora, va á entrar en su época de labor más fecunda.
Los inmundos salvajes unitarios se revuelven entre el fango, de sus crímenes é intentan otros nuevos.
Es necesario aplastarles ántes que alzen la c...

Índice

  1. La mazorca
  2. Copyright
  3. EL CONGRESO DE LA MUERTE.
  4. LA CASA MALDITA.
  5. LA MAZORCA.
  6. LAS SATURNALES.
  7. EL PUÑAL Y LA CRUZ.
  8. EL DESPERTAR DEL TIGRE.
  9. EL TERROR.
  10. LA MASSACRE.
  11. CRECE EL TERROR
  12. LOS REYNAFÉ.
  13. UNA LIGA DE ASESINOS
  14. EL PROCESO DE PILATOS.
  15. LOS MÁRTIRES
  16. UN NOBLE ESPÍRITU.
  17. EL DOCTOR GAMBOA.
  18. LOS TRES VERDUGOS
  19. LA SENTENCIA DE MUERTE
  20. PRELIMINARES
  21. LA ÚLTIMA ESPERANZA
  22. LA MATANZA
  23. LOS DEGÜELLOS Y LOS DEGOLLADORES
  24. DOÑA MARÍA JOSEFA
  25. EL DRAMA DE LOS MANTEROLA
  26. EL SERENO MOREIRA
  27. LOS DOS MAZA
  28. OJO POR OJO
  29. ¡ SANGRE !
  30. SobreLa mazorca