La Condesa de Cela (Corte de Amor IV)
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La Condesa de Cela (Corte de Amor IV)

  1. 10 páginas
  2. Spanish
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La Condesa de Cela (Corte de Amor IV)

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Información del libro

Corte de amor, que en ocasiones también lleva el título irónico "Florilegio de honestas y dobles damas" es una colección de novelas cortas de Ramón María del Valle Inclán. Todas ellas tratan sobre el amor adúltero desde un tono desprejuiciado y prácticamente amoral, de final abierto, aunque encierran en sí una muestra de la literatura galante que caracterizó al autor en su primera época, con un estilo cercano a la prosa poética sin renunciar a la ironía y la sátira. La Condesa de Cela es la cuarta de ellas.-

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726485738
Categoría
Literature
Categoría
Classics

II

[197] ERA por demás extraño el contraste que hacían la dama y el estudiante: Ella, llena de gracia, transcendiendo de sus cabellos rubios y de su carne fresca y rosada grato y voluptuoso olor de esencias elegantes, deshilachaba los encajes de un pañolito de encaje. Aquiles sonreía protector, con las manos hundidas en los bolsillos y la colilla adherida al labio, como un molusco. Lo tronado de su pergeño, [198] la expresión ensoñadora de sus ojos y el negro y rizado cabello, siempre más revuelto que peinado, dábanle gran semejanza con aquellos artistas apasionados y bohemios de la generación romántica.
¡La Condesa de Cela tenía la cabeza a componer y un corazón de cofradía! Antes que con aquel estudiante, dió mucho que hablar con el hermano de su doncella, un muchacho tosco y encogido, que acababa de ordenarse de misa, y era la más rara visión de clérigo que pudo salir de Seminario alguno. Había que verle, con el manteo a media pierna, la sotana verdosa enredándose al andar, los zapatos claveteados, el sombrero de canal metido hasta las orejas, sentándose en el borde de las sillas, caminando a grandes trancos con movimiento desmañado y torpe. Y, sin [199] embargo, la Condesa le había amado algún tiempo, con ese amor curioso y ávido que inspiran a ciertas mujeres las jóvenes cabezas tonsuradas. No podían, pues, causar extrañeza sus relaciones con Aquiles Calderón. Sin tener larga fecha, habían comenzado en los tiempos prósperos del estudiante. Más tarde, cuando llegaron los días sin sol, Aquiles, como era muy orgulloso, quiso terminarlas bruscamente, pero la Condesa se opuso. Lloró abrazada a él, jurando que tal desgracia los unía con nuevo lazo más fuerte que ningún otro. Durante algún tiempo, tomó ella en serio su papel. A pesar de ser casada, creía haber recibido de Dios la dulce misión de consolar al estudiante habanero. Entonces hizo muchas locuras y dió que hablar a toda la ciudad; [200] pero se cansó pronto. Lo que decía el señor Deán:
-¡Muy buena! Madera de santa. Solamente un poco aturdida.
Traveseando como chicuela aturdida, rodea la cintura de su amante, y le obliga a dar una vuelta de vals por la sala. Sin soltarse, se dejan caer sobre el sofá. Aquiles, haciéndose el sentimental, empieza a reprocharle sus largas ausencias, que ni aun tienen la disculpa de querer guardar el secreto de aquellos amores. ¡Ay, eran veleidades únicamente! Ella sonríe, como mujer de carácter plácido que entiende la vida y sabe tomar las cosas cual se debe. Aquiles habla y se queja con simulada frialdad, con ese acento extraño de los enamorados que sienten muy honda la pasión y procuran ocultarla como vergonzosa [201] lacería, resabio casi siempre de toda infancia pobre de caricias, amargada por una sensibilidad exquisita, que es la más funesta de las precocidades. La Condesa le escucha distraída, mirándole unas veces de frente, otras de soslayo, sin estarse quieta jamás. Por último, cansada de oírle, se levanta, y comienza a pasearse por la sala, con las manos cruzadas a la espalda y el aire de colegial aburrido. Aquiles se indigna: ¡Para eso, sólo para eso, se ha pasado toda la tarde esperándola! Ella sonríe:
-¡Y acaso yo he venido a oírte sermonear! No comprendes que bastante disgustada estoy...
-¿Tú?
-Sí, yo, que siento las penas de los dos, las tuyas y las mías...
[202] Deja de hablar, contrariada por la sonrisa incrédula de su amante. Luego, clavando en él los ojos claros y un poco descaradillos, como toda su persona, añade irónicamente:
-Desengáñate, las apariencias engañan mucho. ¿Quién, viéndote a ti, podrá sospechar ni remotamente las penurias que pasas?
Aunque herido en su orgullo, el bohemio sonríe atusándose el bigote, mostr...

Índice

  1. La Condesa de Cela (Corte de Amor IV)
  2. Copyright
  3. I
  4. II
  5. III
  6. IV
  7. V
  8. VI
  9. VII
  10. VIII
  11. Sobre La Condesa de Cela (Corte de Amor IV)