Los cuatro Robinsones
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Los cuatro Robinsones

  1. 105 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Los cuatro Robinsones

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Información del libro

Los cuatro robinsones es una comedia teatral del autor Pedro Muñoz Seca. Como es habitual en el autor, la pieza se articula en torno a una serie de malentendidos y situaciones de enredo contados con afilado ingenio y de forma satírica en torno a las convenciones sociales de su época. En este caso, la historia se articula en torno a cuatro amigos que engañan a sus parejas diciéndoles que se van de crucero, cuando en realidad se van de juerga a un cortijo andaluz. Tras el naufragio del supuesto crucero, tendrán que fingir ser náufragos.-

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2020
ISBN
9788726508031
Categoría
Literatura

ACTO PRIMERO

Cenador de un espléndido Jardín en una quinta levantina. El cenador está cubierto por espesos parrales y está adornado con guirnaldas y farolillos a la veneciana. El lateral derecha, en sus dos primeros términos, está formado por la fachada de un suntuoso y elegantísimo edificio, con puerta en el centro. En el lateral izquierda, último término, se ve el arranque de otro edificio meaos lujoso. Es de día. Epoca actual, y en el mes de Abril, por más señas.
––––
(Al levantarse el telón están en escena sebastiana y camaron . La primera, guardesa de la quinta, es una mujer como de cincuenta años. Camarón es un marinero Joven y con cara de bruto.)
Seb . (Junto a la puerta de la derecha, escuchando.) Si; están acabando de comer.
Cam . Bueno; pero oiga usted, Sebastiana. ¿De veras que no saben ustedes quienes son esos señorones?
Seb . (Dándose importancia.) ǃHombre!...
Cam . Vamos, dígame usted lo que sepa de ellos.
Seb . ¿Me prometes no decir a nadie una palabra?
Cam . Hágase usted cuenta de que dialoga con una palangana.
Seb . Pues verás. Hace varios días recibió mi marido una carta del amo de la finca, que como sabes está en el extranjero, en la que le decía: «Apreciable Santiago: es posible que en este mes se presenten en esa con una carta mía, varios amigos entrañables que desean pasar en «El Rincón» una temporada. Pon la finca a su disposición.» Y en efecto, hace tres días se presentaron con la carta del amo esos cuatro señores y esas dos señoritas.
Cam . Bueno, ¿pero quiénes son ellos?
Seb . Los apellidos no los sé; pero por lo que he podido entresacar, el delgado y alto es gobernador, el otro delgado y más joven es diplomático, el grueso de la perilla es general y ese otro, el de la cara tan seria, es nada menos que magistrado de Audiencia.
Cam . Camará y vaya una gentuza.
Seb . ¿Pero qué dices, Camarón?
Cam . ES que hablo en irónico. Continúe.
Seb . Pues nada, que nosotros al verlos, pensamos: estos señores y estas señoritas, vienen aquí a pasar unos días de sosiego lejos del bullicio de la capital; pero, muchacho, no llevaban en la finca media hora cuando el gobernador, que debe tener cincuenta y seis corridos, empezó a pedir cazalla y a gritar que le fueran por unas castañuelas.
Cam . Camará, qué raro.
Seb . El general gritaba: «a ver, que me traigan señoras que no pasen de los veintidós años.
Cam . No es un idiota, no.
Seb . El diplomático decía: «naipes, que vayan por naipes», y el magistrado, que parecía el mas circunspecto, rompió a gritar: «puesto que el plan es ese, que vengan guitarristas y bandurrieros acompañados de bailadoras, cantadoras y jaleadoras que nos distraigan unas horas.»
Cam . Y, oiga usted, ¿son de acá, de la provincia de Castellón o son de Alicante?
Seb . No lo sé; lo que puedo decirte es que llevan tres días de jarana, que no sé cómo tienen cuerpo.
Cam . Na, que estos señoritos se dijeron: vamos a correr una juerga; pero vamos a correrla hasta que sudemos la gota gorda, y si todavía no han roto a sudar, es que no sudan ni con salicilatos. ¡Qué gentecita hay en el mundo!
Seb . Yo estoy muerta. Desde que llegaron no he pegado un ojo y mi pobre marido no hace más que ir a la capital, con una barba postiza, para que no le conozcan, y traer barriles de cognac, cuerdas para las guitarras, bicarbonato para el magistrado, etc., etc. y está el pobrecillo cansado de una manera, que el día que se meta en la cama la parte.
Sant . (Por la puerta de la derecha, hablando hacia el lateral.) Sí, señor; no se me olvidará nada. (Entra en escena.) Ea, otra vez a la capital. Estoy viajando más que Lerroux.
Seb . Escucha, ¿qué encargos llevas?
Sant . (Sacacdo una lista.) Lo de siempre. Dos cajas de amontillado Domecq. Cuatro mazos de brevas Carvajal, polvos de arroz marca «Miochotis» y esencia de «Ubigán» para las señoras; ir de parte del barón a ver a dos tíos y traerme ocho primas.
Seb . ¿De quién?
Sant . Pa las guitarras, mujé. Y lo que más me indigna es əso de tener que ponerme la barba; porque a mas del calor que me da, no puedo saludar a nadie. Ayer me encontré a Perera y le dije cadiés, Casildo», y se quedó mirándome, como si hubiera visto al Comendador.
Ven . (En la puerta de la derecha. Es un señor como de cincuenta años; muy bien vestido, pero con una cara que da miedo.) Santiago...
Sant . Mande usted.
Ven . Se me había olvidado decirle que trajera bicarbonato y magnesia Bisop. Se llega usted a la farmacia de Irigoyen y que le den un kilo del de sosa y tres frascos Bisopes.
Sant . Está muy bien.
Ven . Ande, ande; no pierda el correo y que no sé le olvide nada. (Mutis.)
Sant . No, señor.
Seb . Escucha, ¿qué están haciendo ahora?
Sant . Ahora están de sobremesa, con...

Índice

  1. Los cuatro Robinsones
  2. Copyright
  3. Other
  4. Other
  5. REPARTO
  6. ACTO PRIMERO
  7. ACTO SEGUNDO
  8. ACTO TERCERO
  9. Obras de Enrique García Alvarez
  10. Obras de Pedro Muñoz Seca
  11. Sobre Los cuatro Robinsones