Amor funesto
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Amor funesto

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Amor funesto

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Información del libro

Una mañana del invierno de 1856, un hombre solicita la ayuda del doctor Blancas porque su mujer está gravemente enferma. Una vez en la quinta, descubren un cadáver y el doctor Blancas debe encargarse de investigar el suceso.-

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726642100
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos

NICANORA FERNANDEZ

Un alma buena

I

La familia de Gabriel Fernandez, compuesta de éste, su esposa y su hija Nicanora, vivía en una casita en la calle de Garantias, casita que constituía toda su fortuna en este mundo.
Aquella familia en sus ramas anteriores, había perdido una fortuna acomodada y gozado de una existencia feliz, pero desgracias de la vida y una mala fortuna en sus empresas, la había reducido á una situación precaria, dejándola como muestra de su antiguo bienestar, aquella casita de la calle de Garantías.
Poca cosa era aquello, ahora veinte años, en que la propiedad tenía la décima parto del valor actual, pero siempre representaba un sitio donde poder ampararse de la miseria.
Allí había conducido Gabriel Fernandez á su jóven esposa, y allí había nacido Nicanora como el astro á cuya luz debían disiparse las malas sombras de sus infortunios.
Gabriel y Sofía vivían esclusivamente para aquella hijita, que concentró en su cariño, para ellos todas las felicidades de la vida.
El trabajaba sin descanso para proporcionar á su familia lo necesario para las comodidades de la vida pero su trabajo apenas alcanzaba para cubrir lo más necesario.
Gabriel sufría por esta causa sinsabores crueles pues no podía conformarse, trabajando como él lo hacía, aunque en su casa faltaran ciertas comodidades para Sofía, y sobre todo para la tierna Nicanora.
Valiente y de una constancia sin límites para el trabajo, la labor del día se aumentó con la de la noche.
El se buscó cópias y dedicó tambien las horas del reposo á ganar el dinero que necesitaba para atender á su casa con todo aquello que su familia pudiera necesitar.
Sofía que amaba á su marido profundamente, miró con tristeza y pesar aquel aumento de trabajo que concluiría por minar su salud.
Entre mil caricias, lo llamó un día y le dijo que aquello no podía seguir así.
—Tú te estas matando sin necesidad, agregó la buena mujer, y yo no lo puedo consentir.
—Deja que mientras pueda pelee con la desgracia y proporcione á ustedes lo que necesitan, contestaba Gabriel: despues, cuando ya no pueda me conformaré con mi suerte.
—Pero esto es una locura, aquí tenemos todo lo necesario, sin necesidad de que tu trabajes en las horas que tanto necesitas para el reposo.
Es preciso que pienses que este exceso de trabajo puede costarte una enfermedad grave y entónces aumentarían los gastos y faltaría todo, puesto que faltaría tu trabajo.
Medita el porvenir tremendo que nos esperaría si tú faltaras y abandona el trabajo de la noche.
Gabriel tuvo que convencerse ante este razonamiento poderoso y dejó de trabajar de noche aunque se recargó de día tanto cuanto le fué posible.
Pero poco adelantó Fernandez, que veía con inmenso dolor que en su casa faltaban cosas y había necesidades que él no podía llenar.
La tristeza empezó á invadir su espíritu, hasta hacerle contraer una especie de melancolía alarmante, más peligrosa aún que el exceso de trabajo.
Sofía tan valiente y decidida como él para el trabajo había intentado muchas veces tomar costuras para con su producto ayudar á Gabriel pero éste nunca lo había permitido.
—Yo soy el que debo trabajar, le decía Fernandez delcemente, y tú, vivir de lo que yo gane: harto quehacer tienes con atender la casa y cuidar de nuestra hijita!
Y si ella quería insistir en este órden de ideas, le tapaba la boca con un beso.
La niña creció, crecieron con ella los gastos necesarios y como consecuencia lójica la tristeza de Fernandez creció tambien de una manera alarmante.
Sofía vió claramente que de aquella manera la vida no era posible, que su esposo concluiría por enfermarse y que era preciso adoptar una determinación heróica, para que éste consintiera en dejarla tomar costuras.
Así lo abordó terminantemente una tarde y le espuso las consecuencias fatales que aquella situación podía traer para ellos si así seguían.
—La tristeza como el exceso de trabajo, le dijo, concluirá por postrarte en cama y la miseria entonces golpeará nuestra puerta cuando ya no sea tiempo de remediarlo.
Es preciso entónces que te sometas á la razón y me dejes ayudarte de una manera que, lejos de sernos violenta, nos será útil, pues mi espíritu vivirá más tranquilo y pasaré los días felices, distraida y sin una sola preocupación.
—Aún no es necesario, contestaba Fernandez dulcemente, cuando sea preciso hablaremos de esto.
—Entónces no tendrá remedio, y nosotros debemos acudir al mal antes que el mal nos invada: voy á ponerte el ejemplo de la situación en que podríamos vernos envueltos si persistes en lo que no es más que un capricho, hijo del cariño que me tienes.
Si tu te enfermas, tu asistencia absorvería mi tiempo por completo, tendría que descuidar á nuestra hijita, y pensaren los recursos que entónces nos faltaría faltándonos tu trabajo.
Díme, si entónces enfermara tambien la niña no digamos yo, ¿qué sería de todos nosotros? ¿qué desenlace podría tener situación tan desesperante?
Es preciso que medites en ello y que sin pérdida de tiempo me dejes buscarme costuras: verás que feliz lo pasamos entonces, sin tener nada, absolutamente nada que temer.
Fernandez no pudo menos que convencerse ante tan terrible argumentación, y aunque con todo el pesar de su alma, tuvo que dar por fin el consentimiento que se le pedía.
Sofía, viendo que así llena su más grata aspiración, ayudar á su esposo en el rudo trabajo por la vida, se consideró desdo aquel momento doblemente feliz.
Apenas consiguió el tan deseado permiso se puso en campaña, y con el contingente y ayuda de sus amigas, pronto halló el trabajo que ambicionaba.
Sofía no era una buena modista ni aún costurera capaz de hacer primores, pero la ropa del Estado no exijía tantas delicadezas y esta fué su gran fuente de recursos.
Con qué placer infinito concluyó, entregó y cobró el importe de la primera chaquetilla! con qué placer infinito enseñó á Fernandez aquellos primeros veinte pesos que eran el punto de partida de muchos cientos de otros!
El jóven Fernandez los miró con profunda amargura, pero llenó de cariños á su noble esposa.
La vida desde aquel día, fué para ellos mucho más desahogada, nada faltaba en la casa, y el espíritu de Fernandez fué contagiándose poco á poco de aquella alegría general que se respiraba por todo.
Entónces la competencia de las máquinas no existía y el trabajo de mano era mejor compensado.
Sofía podía concluir cómodamente en un día una chaquetilla ó tres pares de pantalones, lo que le representaba una entrada de veinte ó veinticinco pesos diarios que en aquellos tiempos era una famosa entrada.
Fernandez concluyó por habituarse á aquella noble ayuda, y su espíritu abatido se retempló y reaccionó al calor de aquel cariño profundo.
Nicanora fué criándose así, entre aquel ejemplo de amor y de laboriosidad sin límites, educándose su corazón entre el amor á los suyos y los cuidados más puros.
Sofía no daba tiempo para atender á la labor y á la educación de su hijita, trasmitiéndole cuanto sabía que, aunque poco, era lo suficiente para hacerla feliz.
Nicanora cumplió así sus catorce años, siendo la alegría y felicidad de aquel noble matrimonio que apesar de su buen deseo no había logrado otro hijo.
A aquella tierna edad, Nicanora era el descanso de su buena madre en el manejo de la casa, al mismo tiempo que la ayudaba en sus costuras, al estremo de hacer doblar la utilidad.
La jóven se había hecho una mujer espléndida, reuniendo á la belleza de unas formas esculturales, la belleza de un rostro fresco y juvenil.
Sus diversiones eran así limitadas, pues se reducían al cuidado del jardincito compuesto de olorosas flores y á salir á la puerta de calle, por la tarde en un trajecito fresco y primaveral en cuya confección había puesto todos sus conocimientos profesionales diremos.
Y aquella joven era muy completamente feliz, no teniendo otras aspiraciones que compensar en todo lo que le fuera posible, el amor desmedido que le profesaban sus padres.
Quince años cumplia Nicanora Fernandez, el primer día que asistió á una fiesta.
Era una tertulia familiar que daba un vecino y amigo de Gabriel, con motivo del casamiento de una bija suya.
Sofia trabajó el doble durante quince días, para poder atender al traje de Nicanora, sin que por esto sufrieraen lo mas mínimo el presupuesto de gasto de la familia.
Y aquel traje vaporoso y fresco en cuya confeccion solo se empleaba el tiempo desocupado, fué la primera felicidad de aquella pobre niña.
Radiante de belleza ella, y de orgullo harto comprensible ellos, la familia de Fernandez se presentó en casa de su vecino y amigo, donde se habían reunido todos los parientes y relaciones.
Sin el estiramiento y etiqueta de los bailes humildes con pretensiones de grandes, y en la confianza íntima de los parientes y buenos amigos, aquella tertulia se prolongó hasta el amanecer, sin que su animacion hubiera decaído un solo momento.
La novedad de aquella fiesta de familia era la apario on de Nicanora, que habia despertado la curiosidad de los jóvenes del barrio, que la conocían por haberla visto con frecuencia en la puerta de la calle.
Barrio de estudiantes, estos habian concurrido á casa de Gonzalez, con aquel eterno buen humor y travesura que los caracteriza, siendo ésta la causa de que la animacion de la fiesta no hubiera decaido un solo momento.
Fuè aquella una noche inolvidable para la pobre niña.
Siendo la primera vez que asistia á una fiesta de este género, todo llamaba su atencion é interesaba su fantasía.
A ella se habian dirigido todos los halagos y atenciones de los estudiantes, que no vieron en ella mas que una fruta pintona susceptible de caer al primer cañazo y de los mozos mas serios, que no vieron en ella mas que un buen partido.
La pobre niña volvió á su casa con la cabeza llena de ilusiones espléndidasy el corazon lleno de impresiones agradables y risueñas.
Creía verdaderas cuantas palabras se habían pronunciado á su oido virginal, y puras todas aquellas frases que la galanteria traviesa pone en boca de los estudiantes y gente de brocha gorda.
Despues de aquella tertulia, los paseantes de la cuadra de Nicanora se multiplicaron, disputándose su saludo su sonrisa y su mirada lánguida y apasionada.
La puerta de calle tuvo desde entónces para ella mayor encanto, porque en ella, puede decirse que cultivaba las relaciones que había hecho en casa de Gonzalez.
A esta tertulia se sucedieron otras dos ó tres en el barrio, donde Nicanora fué invitada con instancia, á ruego de muchos mozos de los calificados de averia, que veían en la jóven una conquista capáz de halagar al espiritu mas descontentadizo.
Fue así como empezó á figurar en el mundo la heroina de uno de los crimenes mas dramáticos que conozcamos.
__________

Amor y llanto

En aquellas reuniones familiares Nicanora conoció á Rufine Balmes, teniente primero de aquella heróica Legión Militar estinguida en los campos del Paraguay.
Era Balmes un gallardo oficial, capáz de contentar con sus grandes ojos negros y su rostro varonil y alegre, á la mujer mas exigente.
Balmes era joven, tenia un porvenir brillante y sin faltar á sus deberes como militar, ni al respeto que debia á su uniforme, se divertía como un loco, sacando á la vida los mayores encantos posibles.
Siempre alegre y charlatan, la sonrisa no se borraba de sus labios un solo momento, no habiendo pena capáz de abatir su espíritu.
—Los militares no tenemos la vida segura un solo momento, decia, pues el día menos pensado damos el gran salto sin tener siquiera el tiem po de lamentarlo; entónces no vale la pena de afligirse—es preciso reir lo mas que se pueda, y sacarle el jugo á este pucho de vida en que andamos.
Con tales teorias se vé que la tristeza estaba peleada con el jóven oficial.
Balmes era solo en el mundo; no había conocido padre, y muy niño aún tuyo la desventura de perder à su buena madre.
Su familia era su compañia habiendo reconcentrado sus afecciones en aquellos bravos soldados que la formaban.
No teniendo deberes ni atenciones en la vida, todo su sueldo lo empleaba en su persona, de manera que era uno de los oficiales mas lujosos de su época.
Generoso y noble se había conquistado el cariño de sus superiores y compañeros que estimaban en lo que valian sus preciosas prendas de corazon y de carácter.
Balmes andaba siempre á lapesca de bailes y diversiones, hallando siempre el medio de hacerse invitar ó llevar por algunos de sus compañeros.
Y en las casas que frecuentaba se había hecho tan necesario, que sin su...

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