Ignacio Monges
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Ignacio Monges

  1. 126 páginas
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Ignacio Monges

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Información del libro

"Ignacio Monges" (1886) es una novela de género folletinesco de Eduardo Gutiérrez que protagoniza Ignacio Monges, un veterano de la guerra de Paraguay que en la apertura del periodo legislativo en 1886 hirió de una pedrada al presidente de la nación.-

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726642186
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos

Mal presagio

Cuando Márcos despertó, la hora sofocante de la siesta habia pasado.
Una brisa fresca y lijera movía mansamente el follaje de los grandes árboles.
Se sentia por todo ese movimiento vital de la madrugada, y de cuando en cuando llegaba hasta él el eco de galopar de algun caballo cuyo ginete cruzaba el campo aprovechando el fresco de la tarde.
Cecilia seguia durmiendo como en el primer momento dejando vagar por sus lábios una sonrisa de felicidad suprema.
Tal vez soñaba en aquel momento con algo que debia arrobar su espíritu en medio de un placer inmenso.
Monges se cruzó de brazos y como antes de dormirse, quedó extasiado en la comtemplacion de Cecilia.
No era posible, contemplar algo mas hermoso que la espresion bellla é inccernte de aquel semblante tan juvenil y puro!
Parece imposible, pensaba Marcos, que estosbárbaros sean capaces de perseguir un ser como este! una niña que no se puede mirar sin sentirse conmovido y deshombrado!
Bárbaros, volvió á decir: por el solo placer de mortificarme, de verme sufrir, serian capaces de ma tarla despues de haberle hecho sufrir toda especie de martirios.
Y siguió contemplándola y velándole el sueño hasta que empezó á caer la tarde.
Era prudente andar un par de leguas mas, para regresar ya de noche á la Estancia de su amigo.
Entónces Márcos, con una delicadeza que no se hubiese sospechado en él, se acercó á Cecilia y la movió suavemente por el hombro.
Ella despertó sin alterar la espresion de fellcidad suprema que bañaba su semblante.
—Supongo que te quedarás con nosotros hasta que nuestro hermano esté bueno? le preguntó dulcemente.
—No es posible, no es bueno abusar de la amistad: Martinez es generoso y por lo mismo no se puele echarle tanta carga encima.
Es preciso que tu te quedes á acompañar á nuestro hermano hasta que esté bien, mientras yo me ocupo en ver lo que contra nosotros se trama: no podemos descuidarnos y encerrarnos así esponiéndonos á que traigan á lo de Martinez un ataque como el que nos llevaron á casa.
—Donde caben dos caben tres y para que quepan mejor, yo trataré de hacer el menor bulto posible y de no incomodar para nada.
Además, si ese Martinez es tu amigo, comprendiendo el peligro á que te espones, no te dejará salir.
Yo misma le haré apercibir de todo y le pediré que te retenga con nosotros todo el tiempo que sea necesario.
Será posible que esta situacion sea eterna y que esta tiranía horrible no caiga nunca?
—Por ahora no hay que pensar en eso, Cecilia: creo como es natural, que esto no puede ser eterno, pero sabe Dios cómo y cuándo vendrá á concluir!
Por ahora pensemos en nosotros, que en lo mas urgente: despues tendremos tiempo de pensar en lo demás.
—A otra cosa, te pido que no digas una palabra á Martinez para que me haga quedar en su casa, pues podria creer que era enseñado por mí, aunque el me ha ofrecido espontàneamente la casa para los tres, y será ridículo que yo insistiera en hacerme rogar.
— Entónhes promete que te quedarás con nosotros y que no te irás has que nosotros no podamos seguirte.
—Yo me quedaré con u stedes todo el tiempo que me sea posible: ya sabes que mi vida entera está al lado de ustedes, pero algunas salidas tendré que hacer á llevar recursos y á ver si podemos volver para no ser tan gravosos al amigo.
—Si pero siempre que no corras peligro, porque de otro modo soy capaz de irme contigo.
Los dos jóvenes se miraron sonriendo y otra vez volvieron á guardar silencio.
Sin sentirlo y entregados á sus conversaciones se habia pasado la mañana.
Ya el calor de la siesta empezaba á picar de una manera séria y los ojos de Celia, entrecerrados y y lánguidos, dejaban verla necesidad que tenia la pobre jóven de dormir un poco.
El sueño de la siesta es para los Correntinos una necesidad imperiosa además de un hábito, en aquellos calores abrasadores y bajo aquel sol quemante.
Por la noche el sueño se puede resistir fácilmente, el mismo fresco de la brisa imita á estar despierto para gozarla.
Pero á la siesta cuando los miembros se postran por el calor sofocante y el cuerpo entero cae sobre la molicie tropical que todo lo envuelve, los ojos se cierran á pesar deuno y se duerme de una manera deliciosa, guarecido entre el follaje de los árboles, ó bajo el toldo improvisado al efecto.
Así los ojos de Cecilia se iban entrecerrando á pesar de los esfuerzos que hacia la jóven por mantenerlos abiertos, y el deseo vehemente de echar una siesta se adivinaha en todo su cuerpo.
Y como la noche anterior no habia dormido ni un minuto, el deseo se convertia en una necesidad incontrastable.
—Es preciso que descansemos un momento, dijo Márcos, arrobándose en la somnolencia de su hermana.
Es preciso que duermas un poco para que recuperes las fuerzas perdidas y puedas hacer con comodidad las jornadas que aún nos faltan para alejarnos de la Estancia lo mas posible y llegar á ella á la caída de la noche, de manera que si alguien pudiera vernos, pensaria que venimos de otro Departamento y no que venimos del pueblo.
—Si yo tengo necesidad de descanso, mas debes tenerla tu, así es que podemos dormir los dos unas horas, desde que de todas maneras tenemos que hacer tiempo.
—El paraje no es seguro, aunque el campo está á esta hora tan desierto, que no habrá quien venga á interrumpirnos.
Pero siempre será mas prudente que ganemos el monte y así estaremos mas seguros de no ser molestados.
Efectivamente á aquella hora de la siesta y bajo aquel sol abrasador no hay quien se atreva á cruzar el campo en su jomada mas corta.
Cada cual duerme donde lo toma la hora de la siesta como si aquel sueño fuera una cosa ineludible y una necesidad imposible de dejarse de llenar.
Al que lo toma en medio del Campo, desensilla, busca la sombra de los árboles ó improvisa un toldo con el poncho, y duerme en el suelo tan plácidamente como en la mejor de las camas.
Todo duermen á la siesta y el soseguimiento y el silencio son mayores que en la noche misma.
Se puede dormir tranquilamente en medio del campo, con la seguridad que nadie vendrá á turbar el sueño.
Márcos se levantó, tomó el caballo de la rienda y seguido de Cecilia que habia recogido el poncho donde antes estuviera sentada, se dirigió á un montecito bastante espeso que se veia hacia la derecha.
Y allí en su centro donde nadie pudiera verlos, aún pasando á corta distancia, improvisó una cama para Cecilia donde ésta se sentó á seguir la conversacion, diciendo á Marcos que si queria que ella durmiese habia de dormir él tambien.
Y Márcos sonreía cariñosamente, viendo que á pesar suyo, los ojos de Cecilia se iban entrecerrando poco á poco, mientras su gentil cabeza buscaba un punto de apoyo.
Su palabra empezó á hacerse mas lenta, diciendo que si él no dormía ella tampoco habia de dormir, hasta que se calló del todo.
Durmió profundamente con una placidez arrobadora.
Márcos se sentó á su lado y cruzado de brazos empezó á contemplarla, estasiado en su juventud y su belleza.
El tambien no habia dormido un minuto durante aquella última noche, que habia pasado en medio de la mayor fatiga moral y física.
Y tenia sueño, un sueño invencible, pero no queria dormir para velar el sueño de Cecilia.
Peroá poco sus párpados se fueron tambien cerrando en una pesadez deliciosa, el calor sofocante le dió mas sueño, el sueño de Ceeilia concluyó de tentarlo, y á pesar de toda su voluntad y sus esfuerzos, pocos momentos despues dormía de una manera profunda.
Sin embargo apuró el caballo prudentemete, porque él era el primero en no creer una palabra de cuantas decia.
Así, conversando para engañar su miedo cada cual como mejor podia, llegaron á corta distancia de lo de Martinez.
—Allí está la estancia, dijo Márcos alegremente, mostrando á Cecilia las poblaciones de aquel bello establecimiento entre las que caia á plomo la luz clara de la espléndida luna.
—Es estrafío, murmuró Cecilia, mirando por sobre el hombro de Márcos, no se vé ni una luz ni se siente el menor movimiento.
Cualquiera piensaria que era una poblacion abandonada.
Es que Martinez es un hombre muy prudente y que sabe hacer las cosas en toda regla.
En primer lugar, que tiene ahora bastante luz con la de la luna, y despues, que teniendo adentro luz artificial se harian sospechosos para el que pudiera pasar.
Ya verás como cuando nos acerquemos mas no te parece la casa tan abandonada y tienes ocasion de apreciar todas las precauciones que allí se usan para la seguridad del amigo que esté allí alojado.
Efectivamente, cuando estuvieron á unas dos cuadras de distancia empezaron los perros á torear de una manera amenazadora.
Pero inmediatamente sintieron la voz de una persona que los llamaba con acento breve y enérgico.
—Ya vez que nos esperan, dijo entónces Márcos, y que nos han conocido, puesto que hacen callar los perros.
Es imposible sorprender á Martinez cuando este no quiere que lo sorprendan, pues hasta creo que los mismos perros conocen las ordenes de vigilancia ó de descuido que les dá.
Debido á esta buena vigilancia.en que los asilados en su casa pueden estar perfectamente seguros, pues uno tiene pronto aviso de la clase de gente que se acerca, siempre tiene tiempo para ocultarlos en escondites imposibles de descubrir.
Y Marcos guardó silencio porque ya se acercaban á las primeras tranqueras.
Los perros debían estar instruidos por personas á quien respetaban mucho, porque no se habia vuelto á sentir el mismo gruñido.
No habian llegado aun á los palos, cuando sintieron una voz que les decia:
—Es usted no? caramba! hace tiempo que lo estábamos esperando y el patrón empezaba á alarmarse pensando les hubiese sucedido algo.
Y el mismo peon que lo habia recibido la noche antes, se le puso al lado como brotado de la tierra. Lo estaba esperando desde temprano, allí escondido y era él quien habia hecho callar los perros cuando empezaron á ladrar. En el acto Marcos y Cecilia fueron conducidos á la habitacion de Martinez, donde se hallaba el herido Manuel, sufriendo de una manera terrible, pues su herida se habia agravado al estremo de tener Martinez que enviar á Corrientes por médico.
______
Veamos lo que habia sucedido desde que Márcos salió de la estancia.
Martinez habia hecho acostar á Manuel en su propia cama para que descansara as fatigas de la noche creyendo que con esto solo sentiría un gran alivio.
Ni él ni el jóven daban gran importancia a la herida por el parage en que se hallaba situada.
Lo único que les inspiraba algun cuidado era la falta de movimiento que Manuel notaba en los dedos, pero esto, si bien podia comprometer la movilidad de la mano, en ningún caso creian que podria comprometer la vida.
Dominando los dolores que sentia, con inmensa fuerza de voluntad, el jóven Manuel logró dormir unos minutos, pero esto fué para aumentar aún mas sus sufrimientos.
Al cabo de una hora los dolores eran tan violentos, que lo obligaban á levantarse de la cama, pareciéndole que la quietud del reposo los hacia crecer aún mas todavía.
—Sin duda lo que se me ha enfriado el cuerpo con el descanso, decia á Martinez, y se me ha enfriado la herida, me duele mucho mas.
Pero esto pasará, tiene que pasar, no le haga caso, porque no ha vuelto á salir mas sangre, lo que quiere decir que la herida está cerrada.
Y el valeroso jóven miraba á Martinez y sonreia para disimular aquel dolor tremendo que á cada momento se le hacia mas insoportable.
Así pasaron aquella noche espantosa, él disimulando y Martiuez comprendiendo que disimulaba, porque en las contraccianes del semblante se veia claramente cuanto debia sufrir.
A la madrugada ya los dolores se habian hecho tan intolerables, que Manuel se desvaneció dos veces.
En una de estas dos veces, se le acercó Martinez y examinó ligeramente la mano que habia dejado descubierta el vendaje.
En aquella mano pálida y encogida se veian algunas manchas negras, pocas, pero que se estendian hasta las uñas cuyo arranque se iba ennegreciendo visiblemente.
Martinez se quedó helado de espanto al ver esto, pues sospechó que la gangrena se habia declarado en la herida y que esto era la causa de los sufrimientos que esperimentaba el jóven.
Si la gangrena se habia declarado era necesario llamar sin pérdida de tiempo un médico que amputura el brazo, para impedir su propagacion, que seria la muerte.
Asi es que en el acto llamó á su peon de gran co...

Índice

  1. Ignacio Monges
  2. Copyright
  3. Dedication
  4. Ignacio Monjes
  5. Los siete bravos
  6. El lujo del valor
  7. Una familia unitaria
  8. Mal presagio
  9. El judío errante
  10. IGNACIO
  11. Los héroes de la pátria
  12. El vivandero
  13. Un malon de cristianos
  14. Artista y héroe
  15. La última desventura
  16. Sobre Ignacio Monges