El conde llora y otros cuentos
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El conde llora y otros cuentos

  1. 55 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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El conde llora y otros cuentos

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Información del libro

El conde llora y otros cuentoses una recopilación de cuentos cortos de Emilia Pardo Bazán, género prolífico por excelencia en ella, llegando a publicar más de seiscientos a lo largo de su vida. -

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726685398
Categoría
Literature

EL CONDE LLORA

Se había levantado lleno de satisfacción. Desde el amanecer, un sol de primavera rasgaba la niebla, bebiendo sus argentados jirones y barriéndolos diligente, con presteza mágica. La tierra parecía desperezarse, después del letargo del invierno, y un poco de calor tibio acariciaba su superficie...
El conde vistió la blusa, no sin haber cumplido antes esos ritos de aseo necesario al hombre civilizado. Pasó por las luengas y enredadas greñas el peine y el cepillo; atusó lo propio la barba, y, ya atusada, la encrespó otra vez, distraídamente, con la mano: se lavó en agua fría, con jabón inodoro, y reluciente la tez con las abluciones, experimentando una sensación de salud y agilidad en el cuerpo robusto, de patriarca, salió al patio, donde ya esperaban los pobres convocados para recibir la limosna.
Un criado, advertido de la presencia del conde, se presentó solícito, para ayudarle. En realidad, era el criado quien se encargaba de todo lo fatigoso. Los primeros días el conde bajaba por su propia mano los sacos llenos de trigo, los canastos rebosantes de hogazas, las latas colmadas de té y de azúcar; pero como el servidor Efimio desempeñase esta tarea mucho más pronta y hábilmente que su señor, acabó el conde por dejársela encomendada. Lo que el conde traía era el donativo en metálico, la parte que correspondía a cada mes, de los tres mil rublos que anualmente se repartían en Yasnaya Poliana a los necesitados y a los mujicks, demasiado borrachos para que pudiesen labrar la tierra. Y aun este dinero se lo colocaba el administrador o capataz de la finca, por orden de la condesa, en los bolsillos de la blusa en paquetitos pulcros.
El aspecto de la pobrallada era pintoresco hasta lo sumo, en aquella mañana radiante, primaveral. La fealdad que generalmente caracteriza el mujick se doraba y se revestía de algo sonriente y bueno, bajo la claridad pura del astro, que descendía sobre el grupo como bendición y esperanza. La ropa parecía menos vieja; los mismos andrajos se encendían. Los semblantes expresaban esa infantil curiosidad y esa astucia no menos pueril del aldeano y del mendigo, ante el rico y el señor que se toma la molestia de ocuparse de su bien. ¿Por qué lo haría? ¿Sería cierto que era un santo, igual a los bienaventurados Basilio, Trófimo, Sergio, Alejandro y demás del calendario ruso? Pero éstos hacían penitencia, oraban, mientras que el conde escribía no se sabía qué cosas que publicaban los periódicos y que los aldeanos no habían leído ni leerían nunca, entre otras razones, porque no sabían leer.
Y, en su cándida picardihuela, estudiaban al barinio, esperando siempre que un día u otro le acometiese un acceso más fuerte de liberalidad, y a pesar de la oposición de su mujer y sus hijos, se decidiese a distribuir sus bienes entre los pobres. ¡Aquél sería un gran día para la aldea! Porque, naturalmente, sólo los de la aldea tendrían opción; si alguno de los poblados vecinos asomase, le ajustarían cuentas con un garrote, por atreverse a mezclarse en lo que no le incumbía. Y el ensueño del reparto era una secreta alegría más, en la jubilosa y fresca luminosidad de la mañana.
El conde avanzaba ya, y Efimio, impasible como corresponde a un buen criado, entreabría el saco de trigo y presentaba la medida para ...

Índice

  1. El conde llora y otros cuentos
  2. Copyright
  3. EL CONDE LLORA
  4. EL CONTADOR
  5. EL CORAZÓN PERDIDO
  6. EL FANTASMA
  7. SobreEl conde llora y otros cuentos