La Edad de Oro
eBook - ePub

La Edad de Oro

José Martí

  1. 127 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

La Edad de Oro

José Martí

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

"La Edad de Oro" fue una revista mensual fundada por José Martí en 1889, que llegó a contar con cuatro números. Durante su estancia en Estados Unidos, José Martí dedicó parte de sus escritos a nutrir esta revista dedicada a los niños, donde la frescura, la belleza y el respeto hacia los más pequeños son los cimientos de cada texto.-

Preguntas frecuentes

¿Cómo cancelo mi suscripción?
Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
¿Cómo descargo los libros?
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
¿En qué se diferencian los planes de precios?
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
¿Qué es Perlego?
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
¿Perlego ofrece la función de texto a voz?
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¿Es La Edad de Oro un PDF/ePUB en línea?
Sí, puedes acceder a La Edad de Oro de José Martí en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatur y Altertumswissenschaften. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726679564

Meñique

(Del francés, de Laboulaye)
Cuento de magia, donde se relata la historia del sabichoso Meñique, y se ve que el saber vale más que la fuerza.

- I -

En un país muy extraño vivió hace mucho tiempo un campesino que tenía tres hijos: Pedro, Pablo y Juancito. Pedro era gordo y grande, de cara colorada, y de pocas entendederas; Pablo era canijo y paliducho, lleno de envidias y de celos; Juancito era lindo como una mujer, y más ligero que un resorte, pero tan chiquitín que se podía esconder en una bota de su padre. Nadie le decía Juan, sino Meñique.
El campesino era tan pobre que había fiesta en la casa cuando traía alguno un centavo. El pan costaba mucho, aunque era pan negro; y no tenían cómo ganarse la vida. En cuanto los tres hijos fueron bastante crecidos, el padre les rogó por su bien que salieran de su choza infeliz, a buscar fortuna por el mundo. Les dolió el corazón de dejar solo a su padre viejo, y decir adiós para siempre a los árboles que habían sembrado, a la casita en que habían nacido, al arroyo donde bebían el agua en la palma de la mano. Como a una legua de allí tenía el rey del país un palacio magnífico, todo de madera, con veinte balcones de roble tallado, y seis ventanitas. Y sucedió que de repente, en una noche de mucho calor, salió de la tierra, delante de las seis ventanas, un roble enorme con ramas tan gruesas y tanto follaje que dejó a oscuras el palacio del rey. Era un árbol encantado, y no había hacha que pudiera echarlo a tierra, porque se le mellaba el filo en lo duro del tronco, y por cada rama que le cortaban salían dos. El rey ofreció dar tres sacos llenos de pesos a quien le quitara de encima al palacio aquel arbolón; pero allí se estaba el roble, echando ramas y raíces, y el rey tuvo que conformarse con encender luces de día.
Y eso no era todo. Por aquel país, hasta de las piedras del camino salían los manantiales; pero en el palacio no había agua. La gente del palacio se lavaba las manos con cerveza y se afeitaba con miel. El rey había prometido hacer marqués y dar muchas tierras y dinero al que ha abriese en el patio del castillo un pozo donde se pudiera guardar agua para todo el año. Pero nadie se llevó el premio, porque el palacio estaba en una roca, y en cuanto se escarbaba la tierra de arriba, salía debajo la capa de granito. Como una pulgada nada más había de tierra floja.
Los reyes son caprichosos, y este reyecito quería salirse con su gusto. Mandó pregoneros que fueran clavando por todos los pueblos y caminos de su reino el cartel sellado con las armas reales, donde ofrecía casar a su hija con el que cortara el árbol y abriese el pozo, y darle además la mitad de sus tierras. Las tierras eran de lo mejor para sembrar, y la princesa tenía fama de inteligente y hermosa; así es que empezó a venir de todas partes un ejército de hombres forzudos, con el hacha al hombro y el pico al brazo. Pero todas las hachas se mellaban contra el roble, y todos los picos se rompían contra la roca.

- II -

Los tres hijos del campesino oyeron el pregón, y tomaron el camino del palacio, sin creer que iban a casarse con la princesa, sino que encontrarían entre tanta gente algún trabajo. Los tres iban anda que anda, Pedro siempre contento, Pablo hablándose solo, y Meñique saltando de acá para allá, metiéndose por todas las veredas y escondrijos, viéndolo todo con sus ojos brillantes de ardilla. A cada paso tenía algo nuevo que preguntar a sus hermanos: que por qué las abejas metían la cabecita en las flores, que por qué las golondrinas volaban tan cerca del agua, que por qué no volaban derecho las mariposas. Pedro se echaba a reír, y Pablo se encogía de hombros y lo mandaba callar.
Caminando, caminando, llegaron a un pinar muy espeso que cubría todo un monte, y oyeron un ruido grande, como de un hacha, y de árboles que caían allá en lo más alto.
-Yo quisiera saber por qué andan allá arriba cortando leña-dijo Meñique.
-Todo lo quiere saber el que no sabe nada-dijo Pablo, medio gruñendo.
-Parece que este muñeco no ha oído nunca cortar leña-dijo Pedro, torciéndole el cachete a Meñique de un buen pellizco.
-Yo voy a ver lo que hacen allá arriba-dijo Meñique.
-Anda, ridículo, que ya bajarás bien cansado, por no creer lo que te dicen tus hermanos mayores.
Y de ramas en piedras, gateando y saltando, subió Meñique por donde venía el sonido. Y ¿qué encontró Meñique en lo alto del monte? Pues un hacha encantada, que cortaba sola, y estaba echando abajo un pino muy recio.
-Buenos días, señora hacha-dijo Meñique; -¿no está cansada de cortar tan solita ese árbol tan viejo?
-Hace muchos años, hijo mío, que estoy esperando por ti-respondió el hacha.
-Pues aquí me tiene-dijo Meñique.
Y sin ponerse a temblar, ni preguntar más, metió el hacha en su gran saco de cuero, y bajó el monte, brincando y cantando.
-¿Qué vio allá arriba el que todo lo quiere saber?-preguntó Pablo, sacando el labio de abajo, y mirando a Meñique como una torre a un alfiler.
-Pues el hacha que oíamos-le contestó Meñique.
-Ya ve el chiquitín la tontería de meterse por nada en esos sudores-le dijo Pedro el gordo.
A poco andar ya era de piedra todo el camino, y se oyó un ruido que venía de lejos, como de un hierro que golpease en una roca.
-Yo quisiera saber quién anda allá lejos picando piedras-dijo Meñique.
-Aquí está un pichón que acaba de salir del huevo, y no ha oído nunca al pájaro carpintero picoteando en un tronco-dijo Pablo.
-Quédate con nosotros, hijo, que eso no es más que el pájaro carpintero que picotea en un tronco -dijo Pedro.
-Yo voy a ver lo que pasa allá lejos.
Y aquí de rodillas, y allá medio a rastras, subió la roca Meñique, oyendo como se reían a carcajadas Pedro y Pablo. ¿Y qué encontró Meñique allá en la roca? Pues un pico encantado, que picaba solo, y estaba abriendo la roca como si fuese mantequilla.
-Buenos días, señor pico-dijo Meñique:-¿no está cansado de picar tan solito en esa roca vieja?
-Hace muchos años, hijo mío, que estoy esperando por ti-respondió el pico.
-Pues aquí me tiene-dijo Meñique.
Y sin pizca de miedo le echó mano al pico, lo sacó del mango, los metió aparte en su gran saco de cuero, y bajó por aquellas piedras, retozando y cantando.
-¿Y qué milagro vio por allá su señoría?-preguntó Pablo, con los bigotes de punta.
-Era un pico lo que oímos-respondió Meñique, y siguió andando sin decir más palabra.
Más adelante encontraron un arroyo, y se detuvieron a beber, porque era mucho el calor.
-Yo quisiera saber-dijo Meñique-de dónde sale tanta agua en un valle tan llano como éste.
-¡Grandísimo pretencioso-dijo Pablo;-que en todo quiere meter la nariz! ¿No sabes que los manantiales salen de la tierra?
-Yo voy a ver de dónde sale esta agua.
Y los hermanos se quedaron diciendo picardías; pero Meñique echó a andar por la orilla del arroyo, que se iba estrechando, estrechando, hasta que no era más que un hilo. Y ¿qué encontró Meñique cuando llegó al fin? Pues una cáscara de nuez encantada, de donde salía a borbotones el agua clara chispeando al sol.
-Buenos días, señor arroyo-dijo Meñique;-¿no está cansado de vivir tan solito en su rincón, manando agua?
-Hace muchos años, hijo mío, que estoy esperando por ti-respondió el arroyo.
-Pues aquí me tiene-dijo Meñique.
Y sin el menor susto tomó la cáscara de nuez, la envolvió bien en musgo fresco para que no se saliera el agua, la puso en su gran saco de cuero, y se volvió por donde vino, saltando y cantando.
-¿Ya sabes de dónde viene el agua?-le gritó Pedro.
-Sí, hermano; viene de un agujerito.
-¡Oh, a este amigo se lo come el talento! ¡Por eso no crece!-dijo Pablo, el paliducho.
-Yo he visto lo que quería ver, y sé lo que quería saber-se dijo Meñique a sí mismo. Y siguió su camino, frotándose las manos.

- III -

Por fin llegaron al palacio del rey. El roble crecía más que nunca, el pozo no lo habían podido abrir, y en la puerta estaba el cartel sellado con las armas reales, donde prometía el rey casar a su hija y dar la mitad de su reino a quienquiera que cortase el roble y abriese el pozo, fuera señor de la corte, o vasallo acomodado, o pobre campesino. Pero el rey, cansado de tanta prueba inútil, había hecho clavar debajo del cartelón otro cartel más pequeño, que decía con letras coloradas:
«Sepan los hombres por este cartel, que el rey y señor, como buen rey que es, se ha dignado mandar que le corten las orejas debajo del mismo roble al que venga a cortar el árbol o abrir el pozo, y no corte, ni abra; para enseñarle a conocerse a sí mismo y a ser modesto, que es la primera lección de la sabiduría.»
Y alrededor de este cartel había clavadas treinta orejas sanguinolentas, cortadas por la raíz de la piel a quince hombres que se creyeron más fuertes de lo que eran.
Al leer este aviso, Pedro se echó a reír, se retorció los bigotes, se miró los brazos, con aquellos músculos que parecían cuerdas, le dio al hacha dos vuelos por encima de su cabeza, y de un golpe echó abajo una de las ramas más gruesas del árbol maldito. Pero enseguida salieron dos ramas poderosas en el punto mismo del hachazo, y los soldados del rey le cortaron las orejas sin más ceremonia.
-¡Inutilón!-dijo Pablo, y se fue al tronco, hacha en mano, y le cortó de un golpe una gran raíz. Pero salieron dos raíces enormes en vez de una.
Y el rey furioso mandó que le cortaran las orejas a aquel que no quiso aprender en la cabeza de su hermano.
Pero a Meñique no se le achicó el corazón, y se le echó al roble encima.
-¡Quítenme a ese enano de ahí!-dijo el rey-¡y si no se quiere quitar, córtenle las orejas!
-Señor rey, tu palabra es sagrada. La palabra de un hombre es ley, señor rey. Yo tengo derecho por tu cartel a probar mi fortuna. Ya tendrás tiempo de cortarme las orejas, si no corto el árbol.
-Y la nariz te la rebanarán también, si no lo cortas.
Meñique sacó con mucha faena el hacha encantada de su gran saco de cuero. El hacha era más grande que Meñique. Y Meñique le dijo: «¡Corta, hacha, corta!»
Y el hacha cortó, tajo, astilló, derribó las ramas, cercenó el tronco, arrancó las raíces, limpió la tierra en redondo, a derecha y a izquierda, y tanta leña apiló del árbol en trizas, que el palacio se calentó con el roble todo aquel invierno.
Cuando ya no quedaba del árbol una sola hoja, Meñique fue donde estaba el rey sentado junto a la princesa, y los saludó con mucha cortesía.
-¿Dígame el rey ahora dónde quiere que le abra el pozo su criado? Y toda la corte fue al patio del palacio con el rey, a ver abrir el pozo. El rey subió a un estrado más alto que los asientos de los demás; la princesa tenía su silla en un escalón más bajo, y miraba con susto a aquel hominicaco que le iban a dar para marido.
Meñique, sereno como una rosa, abrió su gran saco de cuero, metió el mango en el pico, lo puso en el lugar que marcó el rey, y le dijo: «¡Cava, pico, cava!»
Y el pico empezó a cavar, y el granito a saltar en pedazos, y en menos de un cuarto de hora quedó abierto un pozo de cien pies.
-¿Le parece a mi rey que este pozo es bastante hondo?
-Es hondo; pero no tiene agua.
-Agua tendrá-dijo Meñique. Metió el brazo en el gran saco de cuero, le quitó el musgo a la cáscara de nuez, y puso la cáscara en una fuente que habían llenado de flores. Y cuando ya estaba bien dentro de la tierra, dijo: «¡Brota, agua, brota!»
Y el agua empezó a brotar por entre las flores con un suave murmullo refrescó el aire del patio, y cayó en cascadas tan abundantes que al cuarto de hora ya el pozo estaba lleno, y fue preciso abrir un canal que llevase afuera el agua sobrante.
-Y ahora-dijo Meñique, poniendo en tierra una rodilla,-¿cree mi rey que he hecho todo lo que me pedía?
-Sí, marqués Meñique-respondió el rey,-y te daré la mitad de mi reino; o mejor, te compraré en lo que vale tu mitad, con la contribución que les voy a imponer a mis vasallos, que se alegrarán mucho de pagar porque su rey y señor tenga agua buena; pero con mi hija no te puedo casar, porque ésa es cosa en que yo solo no soy dueño.
-¿Y qué más quiere que haga, rey?-dijo Meñique, parándose en las puntas de los pies, con la manecita en la cadera, y mirando a la princesa cara a cara.
-Mañana se te dirá, marqués Meñique-le dijo el rey;-vete ahora a dormir a la mejor cama de mi palacio.
Pero Meñique, en cuanto se fue el rey, salió a buscar a sus hermanos, que parecían dos perros ratoneros, con las orejas cortadas.
-Díganme, hermanos, si no hice bien en querer saberlo todo, y ver de dónde venía el agua.
-Fortuna no más, fortuna-dijo Pablo.-La fortuna es ciega, y favorece a los necios.
-Hermanito-dijo Pedro,-con orejas o desorejado creo que está muy bien lo que has hecho, y quisiera que llegara aquí papá para que te viese.
Y Meñique se llevó a dormir a camas buenas a sus dos hermanos, a Pedro y a Pablo.

- IV -

El rey no pudo dormir aquella noche. No era el agradecimiento lo que le tenía despierto, sino el disgusto de casar a su hija con aquel picolín que cabía en una bota de su padre. Como buen rey que era, ya no quería cumplir lo que prometió; y le estaban zumbando en los oídos las palabras del marqués Meñique: «Señor rey, tu palabra es sagrada. La palabra de un hombre es ley, rey».
Mandó el rey a buscar a Pedro y a Pablo, porque ellos no más le podían decir quiénes eran los padres de Meñique, y si era Meñique persona de buen carácter y de modales finos, como quieren los suegros que sean sus yernos, porque la vida sin cortesía es más amarga que la cuasia y que la retama. Pedro dijo de Meñique muchas cosas buenas, que pusieron al rey de mal humor; pero Pablo dejó al rey muy contento, porque le dijo que el marqués era un pedante aventurero, un trasto con bigotes, una uña venenosa, un garbanzo lleno de ambición, indigno de casarse con señora tan...

Índice

  1. La Edad de Oro
  2. Copyright
  3. Dedication
  4. A los niños que lean «La Edad de Oro».
  5. Tres héroes
  6. Dos milagros
  7. Meñique
  8. Cada uno a su oficio
  9. La Ilíada, de Homero
  10. Un juego nuevo y otros viejos
  11. Bebé y el señor don Pomposo
  12. La última página
  13. La historia del hombre, contada por sus casas
  14. Los dos príncipes.
  15. Chapter
  16. La perla de la mora
  17. Las ruinas indias.
  18. Músicos, poetas y pintores.
  19. La última página
  20. La exposición de París.
  21. El camarón encantado
  22. El Padre las Casas.
  23. Los zapaticos de rosa
  24. La última página
  25. Un paseo por la tierra de los anamitas
  26. Historia de la cuchara y el tenedor
  27. La muñeca negra
  28. Cuentos de elefantes
  29. Los dos ruiseñores
  30. La galería de las máquinas
  31. La última página
  32. SobreLa Edad de Oro
Estilos de citas para La Edad de Oro

APA 6 Citation

Martí, J. (2021). La Edad de Oro ([edition unavailable]). SAGA Egmont. Retrieved from https://www.perlego.com/book/2979932/la-edad-de-oro-pdf (Original work published 2021)

Chicago Citation

Martí, José. (2021) 2021. La Edad de Oro. [Edition unavailable]. SAGA Egmont. https://www.perlego.com/book/2979932/la-edad-de-oro-pdf.

Harvard Citation

Martí, J. (2021) La Edad de Oro. [edition unavailable]. SAGA Egmont. Available at: https://www.perlego.com/book/2979932/la-edad-de-oro-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Martí, José. La Edad de Oro. [edition unavailable]. SAGA Egmont, 2021. Web. 15 Oct. 2022.