La ubre de la loba
eBook - ePub

La ubre de la loba

  1. 272 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

La ubre de la loba

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

"La ubre de la loba" (1918) forma parte de la trilogía, junto a "El minotauro" y "El final de un sueño", que narra la vida de Froilán Pradilla, un agitador político que ha librado batallas políticas y que ha huido de su país en busca de una vida mejor. Esta última parte narra los últimos días de Froilán.-

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a La ubre de la loba de José María Vargas Vilas en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatura y Clásicos. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726680522
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos
*
Moría la tarde plácida;
un cielo anaranjado, vestía los campos de ocre;
de un oro en plenitud, las eras y los trojes;
hora de beatitud;
sobre los verdes densos de los lejanos bosques, polvo de senectud;
sobre los llanos próvidos, un verde de esmeralda;
verde de juventud;
el río entre saucedales cantando sus canciones;
sus voces paternales, son voces de quietud;
las quebradas cercanas, murmuran sus consejas;
sus ecos milenarios, contienen la virtud de las reminiscencias;
las esencias de los jazmines embalsaman el aire...
es una égloga el campo;
la calma teocriciana;
por una ventana abierta del Despacho de Froilán Pradilla, la luz entraba en cascada, triunfadora, como feliz de haber llegado hasta allí, venciendo el ramaje de la vieja higuera, que se interponía entre ella y, el aposento, como un centinela celoso, con los brazos abiertos, para contener esa irrupción de claridades.
Froilán Pradilla, sentado cerca a su escritorio, leía su correspondencia, y, la prensa, recién llegada de la Capital;
el sol, bañaba de lleno la cabeza venerable, la belleza sutil de la barba y los cabellos blancos, enmarcando el rojo sanguíneo del rostro, lleno de una plétora de vitalidad;
en los ojos cerúleos, la vejez había puesto más tristeza, pero, no había robado nada, del brillo adamantino, y, el efluvio de dominio que se escapaba de ellos;
leídas y, puestas las cartas en orden, Froilán, repasó con avidez, los periódicos, que habían sido, y eran, una pasión de su vida;
no tenía costumbre de leer los «Ecos de Sociedad», porque ésta, le era desconocida e indiferente, pero, ese día, por una rara intuición, pasó su vista por ellos, deteniéndose en la descripción de la última fiesta literaria, habida en la Residencia de los Padres Jesuítas, donde, como siempre, se había dado cita, lo más granado y elegante de la sociedad capitolina;
entre los concurrentes, y, muy de los primeros, se citaban los nombres de la Señorita Laura Pradilla, y, del joven Paúl Pradilla;
desconcertado, leyó y releyó la noticia, y, quedó absorto, de tal manera ensimismado, que el periódico rodó de sus manos, sin él notarlo;
¿qué hacía su hijo en aquella fiesta?
¿quién lo había acercado a los jesuítas y lo mezclaba a ellos?...
sin duda, su hermana;
pero, ella, que había sido toda su vida, indiferente en materia de religión, y, había permanecido ajena a todo contacto clerical, ¿por qué se mezclaba ahora, a esas cosas?
el recuerdo de la Mère Cándida y, de las otras monjas, viajeras con él, le vino en mientes;
tuvo remordimiento de haber dejado así, solo, por tantos meses a su hijo, en una edad tan peligrosa para todas las asechanzas, tanto las del cuerpo, como las del alma;
hasta entonces, se explicó cierto aire raro, de las últimas cartas de su hermana y de su hijo, en el cual no había puesto atención;
esas cartas, eran afectuosas, sí, pero había algo oculto, algo velado, que las privaba de toda espontaneidad;
él, había dejado a Laura, un carnet de cheques del Banco Nacional, en blanco, y todos firmados, para que ella proveyera a los gastos de la casa, y, recientemente había recibido la petición de un nuevo carnet, porque aquél se había agotado:
—Se dan vida de príncipes—dijo sonriendo, feliz de que se la dieran así, y, mandó el nuevo carnet;
era ahora, que hacía atención en esa circunstancia;
intrigado por todo eso, resolvió marchar a la Capital, y, lo efectuó, sin anunciar a nadie su salida, ni prevenir a nadie su llegada;
llegó de improviso;
a su arribo inesperado, hubo en la casa un extraño revuelo;
lo recibieron con cariño, pero, con una inquietud, que él, no sabía explicarse;
era justamente, la hora en que el Padre Próspero, debía llegar, para dar sus lecciones a Paúl, y, detenerse a comer con ellos, como era ya costumbre, ocupando el puesto de Froilán Pradilla, a la cabecera de la mesa;
su llegada desconcertaba esos hábitos, y, de ahí la contrariedad disimulada, que él sorprendió en los rostros de todos.
Laura, envió a una criada, que estuviese en atalaya en la esquina, esperando al Padre Próspero, para avisarle la llegada de Froilán Pradilla, y, por consiguiente, la suspensión de las lecciones, dadas sin conocimiento de él;
algo cambiado y, extraño, encontró él, en su casa, algo miedoso y, cuasi hostil, que flotaba en la atmósfera, como una emanación de las almas y, de las cosas;
una de sus grandes sorpresas, fué no encontrar a Laura vestida de blanco, y, con los cabellos, cortados sobre la frente y, recogidos atrás en una trenza, lo cual le daba un aspecto de niña;
esa indumentaria, un poco extravagante y, algo inglesa, que la había hecho pasar por excéntrica entre sus amistades de París, había desaparecido, dando lugar a otra sombría y de aspecto monacal; una saya negra de anchos pliegues, y un corpiño de la misma tela, abrochado muy alto en el cuello, contra su antigua e inocente manía, de un pequeño descote, que ella creía higiénico, por habituar la epidermis a los cambios de la atmósfera; los cabellos peinados, sin raya, violentamente hacia atrás; su sonrisa, o mejor dicho, su risa habitual, que se había conservado infantil, había huído dejando lugar a una sonrisa triste sin sinceridad, que imprimía a sus labios pálidos un sello de vejez; sus claros ojos límpidos, con miradas de niño y, llenos de la alegría de vivir, no miraban ya de frente, se bajaban hacia el suelo en un gesto esquivo, como si tuviesen el miedo de mirar y ser mirados; su voz alegre, sonora, como un piar de pájaro se había hecho velada de tonos bajos, con temblores de novicia; tenía andares lentos y silenciosos, como si anduviese en un templo, y, los gestos ambiguos y borrosos de las gentes de iglesia;
en Paúl, aunque menos acentuado, notó un cambio semejante; toda alegría, toda espontaneidad habían huído de él; llevaba los ojos bajos, el aire compungido, empezaba a tomar el aspecto ambiguo y repugnante de un novicio; el cerco violáceo que rodeaba sus ojos, era alarmante, y, el temblor de sus manos era aún más alarmante y delator;
nada de eso escapó al ojo clínico de Froilán Pradilla;
él, no entraba nunca a las habitaciones de su hermana, por eso no pudo ver la serie infinita de estampas religiosas que ultrajaban los muros, con sus leyendas absurdas, y sus chillonas policromías, ni el altar que se había hecho construir, y, en el cual había gastado mucho dinero, ya para la fabricación, ya para la instalación, ya para las indulgencias que le habían sido concedidas;
pero, al entrar al cuarto de Paúl, el cual le era preciso atravesar, para ir a su dormitorio, se detuvo asombrado, viendo a la cabecera del lecho, una grande imagen de San Luis Gonzaga, al pie, una pila de cristal, conteniendo agua bendita y, enrollado a ella, como una serpiente desvertebrada, un rosario de cuentas multicolores...
—Y, ¿esto qué es?—dijo con disgusto.
—Un regalo de la Mère Cándida—respondió Laura, cohibida.
—La Mere Cándida, puede adornar sus celdas y, su convento, con los mamarrachos que quiera, pero, no las habitaciones de mi casa;—
y, así diciendo, Froilán Pradilla, visiblemente disgustado, cogió la pila de cristal y, la rompió contra el suelo, hizo pedazos el rosario, cuyas cuentas rodaron, mezclándose al agua bendita, que corría en un hilo débil, y descolgó rudamente la imagen.
Laura, se la arrebató de las manos, antes de que la rompiese:
—No es para tanto—dijo con una voz temblorosa de cólera—; la Mère ama tanto a este niño;... y, además, es preciso que tenga alguna religión:...
—Mi hijo tendrá la religión que yo quiera, o no tendrá ninguna; no es a la Mère Cándida, a quien toca venir a imponer religiones en mi casa;—
y, diciendo esto, Froilán Pradilla, miró fijamente a su hermana;
ésta, trémula de ira, no respondía...
y, por primera vez, vió a aquel ser de ternura y mansedumbre alzarse colérico ante sus ojos;
con los despojos del rosario y, el Santo entre las manos, Laura se alejó, enrojecida de furia, llenos de odio los ojos, antes tan puros y serenos;
viéndola alejarse en ese paroxismo de soberbia, que antes no había sentido nunca su alma cándida, comprendió que su hermana había entrado en el camino de la santidad;
y, tuvo una gran tristeza de ello;
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
en la mesa, a la hora de la comida del mediodía, hubo largos silencios de cohibición, o diálogos sin cordialidad;
una atmósfera de temores y, de hostilidades separaba aquellas almas;
hablaban en francés, como lo hacían siempre, para no ser comprendidos por el servicio.
Froilán, los interrogó, sobre cómo y por qué, habían ido a las fiestas de los jesuítas;
medrosos y desconcertados, no acertaron a responder inmediatamente, y, al fin, Laura dijo:
—La Mère Cándida, nos invitó; ella es tan buena con nosotros; además, es preciso que Paúl, tenga amigos en la alta sociedad, y, se introduzca en ella, y, es en el colegio de los jesuítas, donde está lo más selecto de la aristocracia y, lo más virtuoso, porque en el colegio en que él está, no hay sino canalla pura, canalla revolucionaria llena de malas ideas...
lejos de indignarse, Froilán sonrió, oyéndola expresarse así, como si oyese a una lora, repetir una jaculatoria, porque sabía bien que esos pensamientos y, esas frases, no eran de ella, que apenas repetía, los pensamientos y las frases de otros;
demasiado inteligente para violentar los acontecimientos, calló, dispuesto a poner coto a esos desmanes de intromisión clerical, pero sin alarmar a esas almas, ya viciadas por ellos.
Laura y, Paúl, cambiaban entre sí miradas furtivas, miradas de impaciencia, como si la comida se les hiciese interminable; la imagen del Padre Próspero, ausente, los dominaba con su recuerdo, lamentaban interiormente esa ausencia, y, miraban angustiados, hacia el sitio que ocupaba Froilán Pradilla, como si fuese usurpado por un intruso;
como para disipar tanta niebla mental, Froilán habló del pueblo, repitiendo y ampliando, lo que ya había dicho en sus cartas;
ellos, lo oían indiferentes;
cuando habló de la tumba de su madre y de la restauración del mausoleo, Laura ausente de todas esas cosas, permaneció como si le hablasen de un territorio situado en Mongolia, o de una tumba restaurada en Menfis; su mente y su corazón, estaban en otras partes.
Paúl, estaba impaciente por ir a encontrar al Padre Próspero, del cual se sentía ahora separado, y, no daba atención ninguna a las palabras de su padre;
su pensamiento estaba ausente, en la celda salesiana del Padre Próspero, y, su corazón, en el pequeño jardín de las hermanas redentoristas, donde Sor Asunción, abría sus ojos soñadores, como dos campánulas azules, abiertas en los senderos, turbadores, inquietantes de silencios...
cuando Froilán Pradilla, refiriéndose a las dos escuelas laicas que había fundado en el pueblo, dijo:
—Hemos logrado que concurran veinte niños.
Laura, no pudo contenerse, y, exclamó con orgullo:
—Nosotras, tenemos ochenta;
comprendiendo que había cometido un error, trató de enmendarlo diciendo:
—Las hermanas... las pobres hermanas;... ochenta niñas;... ¡cuántos gastos! felizmente yo he podido ayudarlas en mucho;
dijo eso, como esperando alguna observación;
pero, su hermano, calló;
terminada la comida, en esa atmósfera de frialdad y, alejamiento de almas, Paúl, besó, sin efusión, a su padre, y se alejó presuroso, pretextando que era la hora de su clase.
Froilán, que no había aún estado en el colegio, para ...

Índice

  1. La ubre de la loba
  2. Copyright
  3. LA UBRE DE LA LOBA
  4. Chapter
  5. Chapter
  6. Chapter
  7. Chapter
  8. Chapter
  9. Chapter
  10. Chapter
  11. Chapter
  12. Chapter
  13. Chapter
  14. Chapter
  15. Chapter
  16. Chapter
  17. Chapter
  18. Chapter
  19. Chapter
  20. Sobre La ubre de la loba