Esmeraldas
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Esmeraldas

  1. 94 páginas
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Esmeraldas

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Índice
Citas

Información del libro

"Esmeraldas: Cuentos mundanos" es una recopilación de relatos de Fray Mocho. Son los siguientes: "Los azahares de Juanita", "El ramito de nardos", "Las flores de sauco", "Acúsome padre", "Bajo el alerce", "El higo pintón", "Fruta prohibida", "Dramas del tercer patio", "La lección de lectura", "Los lunares de mi prima" y "Entre mi tía y yo".-

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726641066
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos

EL HIGO PINTON

Me habia llamado siempre la atencion el rubor que cubría las mejillas de mi prima Aurora y de mi hermano Rafael, cada vez que delante de ellos se hablaba de higos ó de higueras.
Sin embargo, jamás hubiera atinado con la causa de tal hecho si no hubiese sido por una indiscrecion de la cartera de mi hermano, en cuyas hojas encontré, años hacen, la historia siguiente que me dió la clave del misterio y que hoy que ambos han bajado al seno de la tierra, agobiados por el peso de los años no me quiero privar del placer de hacerla conocer por mis lectores.
***
Criados juntos, Aurora y yo, gozábamos de ámplia libertad en nuestra casa y en la de ella, para entregarnos á nuestros juegos infantiles en el jardin, sin tener fijos sobre nosotros los ojos de las madres ó de las sirvientas.
Nos habíamos desarrollado en esa intimidad y nuestros padres ni nadie en la familia se habia apercibido que ya habíamos pasado el período de la niñez.
Siempre seguiamos siendo los muchachos para ellos y aún para nosotros.
***
Un dia, á esa hora llamada de la siesta en que el sol calcina la tierra obligando hasta á los pájaros á buscar un reposo á la sombra, jugábamos ella y yo bajo la más frondosa higuera del huerto y con toda la alegria inherente á nuestros catorce años bien contados.
Nos entreteníamos inocentemente en contarnos cuentos—repitiendo por la millonésima vez la historia de Juan Sin Miedo y del Loro Encantado que nos habia referido la vieja sirvienta—miéntras descortezábamos varillas que bañadas en pega-pega, nos proporcionarían una coleccion de cantores gilgueros, de barullentos chingolos ó de chistadoras tacuaritas.
De repente ella, levantando sus ojos á la copa del árbol que nos cobíjaba, y atravesando las verdes y ásperas hojas con su mirada, me dijo:
— Mira Rafael, mira ... allí hay un higo pinton ... es el primero!
— Qué pinton! ... Todavía no es tiempo de higos!
— No, Rafael ... si es pinton! ... Yo lo veo! Y me acuerdo que al decir esto sus lábios se movian como si saboreáran aquella fruta delicada.
Viendo que yo no hacía caso á sus palabras y amenazaba continuar el cuento interrumpido, me dijo:
— ¿Bájamelo ... quieres?
— No! ... Hay mucho sol!
— Entónces yo lo bajo ... pero no te voy á convidar por haragán!
— Qué me importa!
Ella trepó al grueso y nudoso tronco sin que yo me apercibiera y luego que estuvo arriba, me gritó:
— Ché ... Rafael ... fijate si voy bien ... derecho al higo!
Levanté la cabeza con desgano y miré para arriba.
No sé lo que pasó por mí; lo que recuerdo es que me levanté, tiré la varilla y me acerqué al tronco añoso mirando encantado á mi prima Aurora desde abajo.
Fué en ese instante que noté la expresion picarezca de su carita rosada, coronada por cabellos de oro, finísimos; sus ojos azules que entre las hojas verdes se parecian á las campanillas silvestres que todas las mañanas recogíamos en los alrededores del invernáculo y su cuerpo gracioso en que comenzaban á dibujarse sus formas, puestas mas de relieve por el esfuerzo que hacía para mantenerse asida á las ramas.
Con la boca abierta la admiraba y su voz me sacó de mi admiracion.
— Dónde está el higo pues ... Sonso!
— Si no sé donde estaba!
— Quedaba arriba de dos gajos gruesos que se cruzan ... ¿Pero qué diablos miras? ... Busca el higo!
Y trás largo rato de buscar, mi prima encontró la fruta que me habia proporcionado el placer de verla en todo el esplendor de su belleza.
Era efectivamente un higo pinton.
***
Cuando bajó del árbol, yo estaba encendido como una grana y no me atrevía á mirarla.
Ella vino hácia mí trayendo su conquista en la mano y sin notar mi turbacion la alzó hasta la altura de mi ojos y me dijo:
— Vés que era un higo? ... Me dán ganas de no convidarte!
Levanté la vista y la miré, de tal manera probablemente, que leyó en mis ojos los sentimientos que me agitaban, ruborizándose hasta el borde de sus orejitas pequeñas y rosadas.
— ¿Qué miras?
— Tus ojos ... tan lindos!
— Pues no! ... vamos á comer el higo!
***
Y nos sentamos en el viejo banco de hierro pintado de verde, donde mi madre, pasada la siesta, venia á coser.
Comenzó á descascarar la pequeña fruta aun no completamente ennegrecida y luego que terminó quiso partirlo con los dedos.
— No lo partas! ... muérdelo por la mitad!
— Oh! Sabes que es gusto? ...
— Bueno, trae yo lo muerdo!
— No; te lo vas á comer todo!
— Es que si lo partes con los dedos me vas á dar el pedazo mas chico!
Y la disputa terminó porque yo le arrebatara la codiciada fruta ya pelada.
— Bueno ... ahora si quieres higo lo has de comer en mi mano.
— No quiero ...
— Entónces no comes!
Y concluimos porque yo le pusiera en la boca la parte que le correspondia.
En mi mente habia surgido la idea de darle un beso y aproveché la circunstancia para satisfacer mi deseo.
Al ponerle entre los lábios el pedazo de fruta codiciada, me incliné sobre ella y abarqué toda su boquita rosada con la mía.
Se rió franca y alegremente y mientras mascaba el higo pinton, me devolvió mi beso.
***
Desde ese dia, todas las siestas buscábamos higos pintones, y en vez de contarnos cuentos, pasábamos el liempo besándonos y comiéndolos en sociedad.
Despues, cuando los higos maduraron, llegamos á tener la revelacíon de algo que mejor hubiera sido no se revelara y para comerlos, nos ocultábamos generalmente ya en el invernáculo á cuyo alrededor crecian las campanillas azules, ó trás el banco donde comimos el primer pinton que aquel año encontró mi graciosa prima Aurora.
____________

FRUTA PROHIBIDA

Y don Juan—este sujeto es un almacenero italiano con quien tengo alguna relacion—le dijo, guiñando los ojos, á la pardita que de la gran casa vecina, va todos los dias á la compra y que él ha tiempo festeja, regalándoles ticholos y otras golosinas:
— Vea, si quiere que vamos al Escatin esta noche, escapesé ... yo le doy conque disfrazarse ... Nos vamos á divertir!
Y á la respuesta afirmativa ...

Índice

  1. Esmeraldas
  2. Copyright
  3. LOS AZAHARES DE JUANITA
  4. EL RAMITO DE NARDOS
  5. LAS FLORES DE SÁUCO
  6. ACUSOME PADRE…
  7. BAJO EL ALERCE
  8. EL HIGO PINTON
  9. FRUTA PROHIBIDA
  10. DRAMAS DEL TERCER PATIO
  11. LA LECCION DE LECTURA
  12. LOS LUNARES DE MI PRIMA
  13. ENTRE YO Y MI TIA
  14. Sobre Esmeraldas