Clepsidra roja
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Clepsidra roja

  1. 244 páginas
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"Clepsidra roja" (1916) es un ensayo político de José María Vargas Vila en el que repasa los antecedentes que hicieron estallar la guerra en Europa y se refiere, sobre todo, al primer año de contienda entre Alemania y Francia durante el conflicto mundial que más tarde se conocería como la Primera Guerra Mundial. -

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2021
ISBN
9788726680843
Categoría
History
Categoría
World History

Cesarión

París, enero 1.°-1915.
Todas las bestiās son la Bestia, al decir de Esquilo;
y, es necesario acabar con el culto de la Bestia, que se quiere hacer pasar por dios;
todo corazón de pueblo esclavo, es tabernáculo propicio para la adoración de la Bestialidad, hecha divina por la bajeza del adorador;
pero llega un día en el cuadrante inflexible del Tiempo, en que la Historia se encarga de desatar sus rayos, para reducir a cenizas el Tabernáculo profanado, y el Idolo miserable que se albergaba en su seno;
ese misterioso y divino desdén, que se llama el Silencio, se hace imposible ante dos cosas igualmente trascendentales en los destinos del Mundo: la Gloria y el Crimen;
y, cuando el Crimen, quiere hacerse admirar como la Gloria, el Silencio se rompe con estrépito, y azota con las mil lenguas de fuego de la Palabra, la extraña Bestialidad epiléptica, coronada de Orgullo;
hay terribles bifurcaciones y grandes escarpaduras en el río de la Historia, y llegando a ellas, la Serenidad histórica se enturbia, se hace violenta, y la nube sagrada de la Cólera, apareciendo sobre el cielo, hace obscura la corriente, y hace negro el horizonte;
así hay, hombres-escollos, que hacen romper y rugir la mansedumbre profesional de las corrientes históricas;
llegando a ellos, las olas de la Equidad, chocan, se represan, se enturbian, ya no reflejan la fidelidad estática de los paisajes evocados por el historiador, y puestas en violencia, rugen amenazantes, privadas de toda cordialidad;
es el privilegio de estos seres: desconcertar la Historia, escapando de ella para entrar brutalmente en la Tragedia.
Guillermo II de Prusia, es uno de ellos;
en esta hora en que se diría que se oye subir el Mar de la Muerte, con su tétrico oleaje, esta figura, trágica y grotesca, aparece sobre esas olas, pidiendo ser amedallada sobre el yunque mismo de la fragua universal, cuyos resplandores ciegan el Mundo, y que él prendió con sus manos de Tubalcaín, ambiguo y fatal;
hombre pretérito, revenant de siglos bárbaros, bastardo de Atila y de Alarico, soñador bajo el águila enigmática de su corona, este hombre hace retroceder la Historia a los períodos bárbaros, poniendo entre él y el historiador una perspectiva de siglos;
su comicidad arcaica y contagiosa, era lo único hasta hoy, que había revestido en él una forma de grandeza; lo demás, todo en su figura, era de una aplastante mediocridad;
codeando lo grotesco por todos lados, no bordeaba el ridículo, sino que se precipitaba en él, con la pasión incontenible de un hipopótamo en los fangales del Nilo; se veía que ése era su elemento natural;
sus vociferaciones extemporáneas, no alcanzaban a salvarlo, sino a hundirlo más, bajo aquel oleaje hilarizante, que formaba en torno suyo, un rumor de carcajada;
fué acaso para desgarrar esa túnica de Neso, que se lanzó brutalmente en la tragedia, deseoso de inmovilizar la Risa, cambiándola en un gesto de Horror...
y, no lo ha logrado sino a medias, porque aquellos que caen bajo sus golpes, ríen de su gesto epiléptico;
los muertos, caen ante él, con un rictus de hilaridad en los labios burlones;
sienten que han sido estrangulados por un mono;
y, ríen de su verdugo;
las garras del tigre están ausentes de aquel antropoide enfurecido, que hace el gesto de devorar el Mundo;
la barbarie tentacular de Alemania, no logra levantar en sus tenazas de pulpo, esta baja figura, de relieve bizantino, tan miserablemente incrustada en la antigüedad;
el Dios germánico, que los teólogos universitarios han arrancado de las páginas de la Biblia, para hacerlo suyo, no fué misericordioso con este pobre estropeado, mutilándolo desde la cuna, y añadiendo el cáncer a la demencia; castigo que no inventó para Saúl, a pesar de sus ingratitudes, y sólo usó a medias con Nabucodonosor, a pesar de sus torpezas;
espectacular y multicolor, este Emperador de film, debía su mayor notoriedad, a las posturas plásticas que ensayaba;
plastronnante y cascante, todo en él era cascabelero como en un clown, hasta este momento trágico, en que Arlequín enfurecido, quiso convertirse en Aquiles, para caer bajo el peso de su armadura, en un campo desnudo de toda Gloria;
el babilonismo estipendiado de sus historiadores, no logra dar ningún relieve a su figura ninivita, atropellada y volcada por los corceles del espanto, que él mismo soltó y afoeteó contra los campamentos enemigos;
por mucho que ellos se rebajen, no lograrán levantarlo sino hasta la altura de sus epítetos sin valor;
su idealismo de cuartel, no logrará alzarlo más alto que el último de sus aduladores;
y, éstos, tienen la talla mínima de los otros que relinchan en las caballerizas oficiales;
todos los ídolos, son representativos de la mentalidad del pueblo que los adora.
Guillermo II, es a ese respecto, la representación del pretorianismo tumultuoso que lo alza sobre sus escudos de guerra;
un genízaro coronado;
deforme como un Moloc, enchamarrado de oro, evocando todas las formas de la barbarie, es hecho para eso: para reinar sobre un pueblo de almas primitivas y crueles, de esclavitud refinada y sapiente, llevado en andas, como los ídolos de los otros bárbaros, para presenciar el exterminio de un Mundo que se ha vuelto contra él, y se apresta a vencerlo y a encadenarlo con sus legiones de esclavos;
hay quien haya osado comparar a este histrión, coronado de ridículo, con el Corso audaz que hace un siglo llenaba el Mundo con el ruido de sus batallas, al cual hacía eco el ruido de sus crímenes;
paralelo inaceptable, como todos los paralelos de la Adulación;
los Plutarcos de la Bajeza, estipendiados por las águilas de oro que aprisionan entre sus manos, faltos de un casco prusiano en que llevarlas, no levantarán nunca esta figura de tan sonora mediocridad a la altura de la de aquel aguilucho de estirpe florentina, pérfido y rapaz, que con las uñas de las águilas del Sena, adiestradas por él, extrajo del tesoro de Saint Denis, la corona de Clovis I, para ponerla en su frente de aventurero falaz, coronada por la Victoria;
nada es más triste que estas degradaciones de la grandeza histórica, ensayadas por el paralelismo cortesano, a gajes de la munificencia de un Amo;
el fantasma ensangrentado de este Hohenzollern enloquecido, al cual hacen cortejo las esperanzas muertas de su pueblo, no tiene nada de común con el fantasma desesperado del vencido en Waterloo, al cual hacían cortejo la nube de sus águilas rapaces, prontas a atravesar el mar, para morir con él en la inclemencia de la roca solitaria.
Cesarión, no hará nunca palidecer la gloria de César; aunque envilezca su nombre;
y, Augústulo en su pequeñez, es el fantasma, pero no el émulo de Augusto;...
la Adulación, puede deshonrar la Historia, pero no puede destruirla;
sólo una cosa iguala a este Honorio germánico con el condottiere insular acorralado en Santa Elena: el cáncer que devoró las entrañas del uno y devora la garganta del otro; éste, heredó el cáncer con la corona; aquél, recibió el cáncer y la corona de las manos del Destino;
¿dónde están las victorias de este Fauno coronado con los pámpanos de Sorrento, y el cual no puede aparecer fabuloso, sino a aquellos que creen en la fábula, y no puede aparecer como grande, sino a aquellos que ignoran las proporciones de la grandeza humana?
los triunfos precarios de sus ejércitos, no han sido de él sino de la ciencia ruda de sus mariscales, todos, desde los obtenidos contra la Fe jurada en los campos de Bélgica, hasta la caza al oso blanco en las estepas de Rusia, emprendida por Hindemburg, el más hábil bull-dog de las perreras imperiales, que ha dejado escapar la presa, conformándose con morder los talones de una sombra;
no es la Gloria, la que vuelve la espalda a Guillermo II, porque no la tuvo nunca;
es la Fortuna, la que se la vuelve, dejando de sonreír al Mimo coronado;
esa Fortuna, que abandonando sus hordas lo obligará mañana a regresar a Berlín, entre el silencio de la Derrota, arrastrando a la cola de su caballo la Cruz de Hierro, esa enseña de la piratería, con la cual ha adornado el pecho de los más miserables asesinos que hayan asombrado jamás con sus crímenes la soledad inerme del océano;
las llamas de Lovaina, resurrectas por un veredicto del Destino, se mezclarán acaso a otros incendios, para alumbrar la marcha de este Atila fracasado, hacia un desierto mayor que las llanuras pantanosas de la Escitia: el desierto de la Execración Universal;
él destruyó con su espada el altar de la Victoria, que sus antecesores habían levantado en el corazón de la Conquista, estremecida de tanta Audacia;
él degolló en las riberas del Marne, las águilas vencedoras en los llanos de Sedán;
su causa está ya perdida a los ojos del Mundo, y empieza a perderse a los ojos de su Pueblo, abiertos ante el Abismo;
el fantasma de la Victoria no existe ya, sino en el corazón de aquel Alarico vencido, y en los ojos cegados de orgullo de los nobles degenerados, sobrevivientes de los banquetes de Eulemburgo, y de las orgías de sangre de Saverne;
la vieja gloria de Alemania, sepultada bajo las cúpulas de las catedrales destruidas, se negará a acompañar mañana, a aquel fantasma vencido, hacia un Santa Elena de Desolación, del cual las olas del mar se apartarán con desprecio, humilladas de ser obligadas por el viento a tocar aquella Caprea del Desierto, donde agonizará en Silencio, la Soberbia encadenada, temblando en los jirones de su manto imperial, descoronada de un solo golpe, por Dios y por los hombres;
este soñador mediocre, cuya cabeza ha enloquecido al peso de la diadema, no tuvo grande sino el Orgullo, y cayó bajo él sepultado por su peso, como por una montaña de Demencia...
de bajo esos escombros, no salen sino sus espuelas, rotas en la huída, y su casco imperial, aplastado por el fracaso;
lo arbitrario residía en él, como en una fortaleza, y el rayo que ha derrumbado las murallas, no ha encontrado bajo ellas, para castigar, sino el fantasma de un loco al cual la llaga de Tiberio, devora la garganta;
él, ensaya capitular ahora con el Mundo, que no pudo vencer, pero, el Mundo victorioso le vuelve las espaldas, no queriendo dialogar siquiera con aquel que deshonró la Tierra, no habiendo podido dominarla;
la demagogia letrada de sus retóricos, no alcanza a levantar del polvo la espada de aquel Sofista Imperial, que como muchos de ellos, fué también un hacedor de comedias, que declamó como histrión, antes de representar ante el Mundo la más pavorosa tragedia que registran los siglos; tragedia que terminará por humillar la sombra de Bonaparte, ya que el Mundo no es bastante puro, ni bastante fuerte, para traer sobre la escena el fantasma de Cromwell, con el hacha ensangrentada entre las manos;
los genízaros de un Khédive fugitivo, y, los últimos mercenarios de Mohammed, hacen escolta a su litera imperial;
únicas legiones dignas de escoltar el viaje de este último bárbaro, que quiso romper el Mundo bajo el peso de su espada;
la de Brennus, arrojada en la balanza, le hará oír la sentencia definitiva de la Victoria, que esta vez, es la de la Libertad: V æ Victis ...
la agonía del militarismo alemán, que ha de ser la muerte de todo el militarismo de la Tierra, se anuncia ya en las perspectivas asimétricas, de un Waterloo, sin proporciones y sin medidas;
el Monstruo, ensangrentará aún rudamente la Tierra, antes de desaparecer bajo una catástrofe tan violenta, que se diría, que el cielo mismo va a desplomarse para sepultarlo;
los pueblos perderán entonces el culto de la espada;
roto el escudo de Atila, ¿quién osará recoger sus pedazos en los campos desiertos, donde vaga aún el alma de las legiones vencidas?
el Caudillaje coronado, habrá lidiado su última batalla, con este César sin Farsalia, incapaz de conquistar la Galia...; César ahogado en el Rubicón, al repasarlo vencido, fugitivo en el corcel de la Derrota;
más que el último César, último fantasma del cesarismo sobre la Tierra, que habrá vencido en él todos los sueños del Pasado, decapitados p...

Índice

  1. Clepsidra roja
  2. Copyright
  3. Other
  4. PREFACIO PARA LA EDICIÓN DEFINITIVA
  5. PRÓLOGO
  6. Profética
  7. Jabalí Imperial
  8. La Voz del Rayo
  9. Belona Dea Orbi
  10. Rule Britannia
  11. Ante las frágiles victorias
  12. Las águilas de Dios
  13. Ilusión Etnica
  14. Pro Alma Mater
  15. Fuga de Vándalos...
  16. Cesarión
  17. La Palabra de la Esfinge
  18. Borgia-Lutero
  19. Diplomacia arcaica…
  20. ¡Vencidos! ¡Humillados!...
  21. Libera Italia gloriosa!..
  22. Bajo los cielos de oro de Venecia
  23. Surge et ambula
  24. Panlatinismo
  25. SobreClepsidra roja
  26. Notes