El enigma de la perfección / The Enigma of Perfection
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El enigma de la perfección / The Enigma of Perfection

Libérese del agotamiento espiritual, emocional y físico

  1. 192 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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El enigma de la perfección / The Enigma of Perfection

Libérese del agotamiento espiritual, emocional y físico

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Información del libro

En este libro, el autor proporciona al lector referencias bíblicas para enfrentar sentimientos negativos que pueden convertirse en riesgos emocionales como es la depresión, la ansiedad y las aflicciones incontroladas. El libro también contiene experiencias del autor durante su carrera como profesional, gerente general y presidente de una corporación multinacional. Además, como líder conciliar y asesor de la rama ejecutiva del Gobierno de Puerto Rico, ha estado estrechamente relacionado con las presiones en el ejercicio del liderazgo. In this book, the author provides the reader with biblical references to face negative feelings that can become emotional risks like in depression, anxiety and uncontrolled afflictions.
 
The book also contains experiences from the author during his career as a professional, General Manager and President of a multinational corporation. In addition, as a conciliar leader and advisor to the executive branch of the PR government, he has been closely related to the pressures in the exercise of leadership.
 

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Información

Año
2020
ISBN
9781629998039
Categoría
Religion
Para vivir la Palabra
Agradecimientos
Una vez más puedo canalizar ideas y conceptos a través de un documento escrito. Pensamientos que han fluido en medio de situaciones diversas y en ocasiones complicadas. Sin embargo, considero que este proceso no ha surgido al azar sino con un propósito dirigido para el bien espiritual de la vida de los creyentes que añoran un bálsamo en medio de tiempos inciertos y agobiantes.
Agradezco a mi Señor por la disposición surgida en mí y la concentración para poder poner en orden experiencias y ocurrencias en mi caminar por la senda del liderazgo durante tantos años. Sin la dirección y guía divina hubiera sido imposible concretar este objetivo.
También deseo destacar la ayuda de mi querida esposa y compañera idónea, Damaris, por su motivación e interés en los detalles importantes del manuscrito al igual que en la corrección del documento.
Por último, mi agradecimiento a mi amigo y compañero de milicia el Dr. Gilberto Ramos, por su valiosa contribución al brindar recomendaciones y aportes al trabajo realizado.
Prólogo
El llamado al ministerio y al liderazgo es algo sublime y extraordinario. El solo pensar que el Dios de todo lo creado le confía a un ser humano imperfecto el cuidado de lo más valioso que tiene sobre la faz de la tierra —su rebaño— emociona. En medio de este llamado hay miles de experiencias que nos van marcando y formando. Como en toda actividad humana se van deslindando posiciones y se llega a extremos. Aristóteles decía que todos los extremos son viciosos, que la clase está en el equilibrio.
El ideal de un líder perfecto siempre está sobre el tapete ministerial, pero la realidad es que es imposible la perfección en medio de este mundo imperfecto. El presente escrito es uno necesario y pertinente a la realidad del liderazgo contemporáneo. Escrito en un lenguaje coloquial, aderezado con experiencias de la vida cotidiana, nos da la sensación de que el que escribe es un ser humano muy cercano a nosotros. Esto es importante ya que muchos escritores dan la sensación de estar escribiendo desde lo alto de una torre de marfil. Por lo que esbozan consejos que son inalcanzables.
En el presente libro encontrarás a un líder connotado de nuestro país —el Rev. William Hernández Ortiz—, hablando en un lenguaje sencillo, presentando sus alegrías y sus tristezas, brindando sugerencias y consejos asequibles a cualquier ser humano. Hallarás ejemplos de experiencias cotidianas por las que pasó y soluciones —basadas en el texto bíblico— muy pertinentes a lo que enfrentamos como gente llamada al ministerio. Puntos como la competencia ministerial, los prejuicios, la ansiedad, la honra, «el principio de Peter» y qué hacer cuando ya no se ejerce una función directiva son temas lapidarios para el líder. ¡Era necesario que se dijera y se dijo!
Qué satisfactorio es saber que las batallas y las luchas que hemos enfrentado en nuestro trabajo, como líderes, son semejantes a las de miles de otros compañeros. Las frustraciones que hemos enfrentado son parecidas a las de cientos de otros consiervos que prestigian la obra de Dios. Seamos fieles con lo que Dios ha colocado en nuestras manos, entendamos que Cristo es suficiente y algún día podremos dar buenas cuentas de lo que se nos delegó que hiciéramos en un tiempo determinado.
Adelante, siempre adelante.
Pastor Gilberto Ramos Granell
Presidente de NHCLC, Capítulo de Puerto Rico
18 de noviembre de 2019
Mayagüez, Puerto Rico
Contenido
Introducción 8
Capítulo 1. La expectativa de ser perfectos 15
Capítulo 2. Quietos ante el rugir de la depresión 23
Capítulo 3. La pesada carga de la perfección 35
Capítulo 4. La amenaza de los prejuicios 45
Capítulo 5. Cuando las decisiones a tomar desorientan 53
Capítulo 6. Madrúgale a la ansiedad 61
Capítulo 7. Qué hacer ante la competencia 69
Capítulo 8. Expectativas de la vida 79
Capítulo 9. Cuando falta la honra 87
Capítulo 10. ¿Qué pasa cuando ya no somos? 95
Capítulo 11. La fidelidad define el éxito 103
Capítulo 12. Enfrenta lo inesperado 117
Capítulo 13. Completos en Cristo 127
Capítulo 14. Qué nos sobrevendrá 133
Capítulo 15. Reconoce el «Principio de Peter» 141
Capítulo 16. Alcanza el plan de Dios 149
Capítulo 17. En la Roca que es más alta que yo 155
Introducción
En la década de los ochenta, me desempeñaba como líder laico en mi iglesia, laborando en todo aquello en lo cual mi pastor me asignara, responsabilidades que —a su juicio— podía realizar debido a las capacidades que tenía. Consideraba las funciones pastorales como el más alto privilegio que podía tener creyente alguno. Ser llamado por Dios para dirigir los destinos de una congregación abrumaba mis pensamientos con admiración y respeto.
El pedestal en el que situaba al pastor de una congregación, a los hombres y mujeres llamados por Dios, estaba adornado por adjetivos tales como intachable, irrefutable, lleno de sabiduría y ciencia, buen juicio, irreprensible en sus decisiones, bien intencionado, sin debilidades morales, en total control de sus emociones y otras descripciones de buen proceder y perfección.
Al evaluar esa perspectiva que tenía me formulaba las siguientes preguntas: ¿Llegaría el momento en que pudiera alcanzar tal nivel de perfección? ¿Tendría la capacidad de proveer el liderazgo para lograr el desarrollo espiritual de una persona o de una congregación? Pensaba que tal perfección era casi imposible de alcanzar y solo algunos privilegiados podían llegar a ese lugar de preeminencia.
En cierta ocasión en la que sostenía un diálogo con mi padre, este me informó de la muerte de un buen amigo, uno de sus mejores compañeros desde la niñez. Su amistad los acompañó durante su servicio en el ejército juntos y luego en los años adultos. ¿Por qué fue importante para mí ese diálogo con mi padre? Por el hecho de que aquella imagen que tenía de lo que era un pastor comenzaba a diluirse. Ese amigo de mi padre también llegó a ser un gran pastor, admirado y muy exitoso en su ministerio.
La noticia de su muerte estremeció todas mis creencias y sentimientos en cuanto a lo que verdaderamente era el ministerio pastoral. Como líder laico desconocía muchas cosas acerca del ministerio, por lo tanto, fue sumamente chocante la noticia de que se había quitado la vida. El silencio acerca de lo que originó su decisión de terminar con su existencia, inundó la conversación. Sin embargo, en mí surgieron un mar de preguntas que me acompañaron por muchos años sin poder responderlas en forma satisfactoria.
¿No es Dios todopoderoso para librar a sus siervos de esos pensamientos? ¿Acaso no tenemos su Espíritu Santo y somos su templo? ¿Por qué faltó la sabiduría que Dios promete en el libro de Santiago para todos aquellos que la piden? ¿Dónde quedaba la promesa de Dios en 1 Juan 2:1 acerca de que «si alguno hubiera pecado, abogado tenemos para con el padre, a Jesucristo el justo»? ¿Por qué llegó al extremo de quitarse la vida? ¿Cómo perdió la confianza en que Dios podía lidiar con la magnitud de su situación particular?
Mi desconocimiento acerca de la naturaleza humana, en cuanto a la concupiscencia con sus pensamientos y deseos —que precipitan a ejecutar y satisfacer las demandas de la carne— era abundante. Yo era un individuo ingenuo ante los sentimientos de arrogancia y altivez de espíritu que nublan el buen juicio y la falta de capacidad para tomar decisiones rápidas y certeras, como le sucedió a José en medio de la tentación. Si este hubiera cedido, los resultados de las circunstancias, la devastación y la incertidumbre lo acompañarían a él y a su familia en el futuro.
Había en mí falta de sabiduría con respecto a la fragilidad del cuerpo humano ante los embates del excesivo esfuerzo en las labores físicas y emocionales que llevan al estrés y a la depresión. Los desaciertos en las decisiones de los gobiernos y aun de las iglesias, con respecto a leyes establecidas bíblicamente, conmueven las entrañas de nuestro ser interior. A esto se añade la falta de honra, fidelidad y unidad en la cual hay que proveer liderazgo. Todo eso creaba en mí una nube inmensa alrededor del ministerio pastoral y una preocupación por la salud física, emocional y espiritual no solo del que ocupaba tal posición sino también la de su familia.
Los años diluyeron muchas de esas preguntas, la sensibilidad a la voz de Dios y mi obediencia a su llamado hicieron desaparecer, por muchas décadas, esas preocupaciones que habían surgido por la muerte de uno de los mejores amigos de mi padre, que fuera un excelente y eficiente supervisor de labores de construcción y a la vez, en su tiempo, un exitoso pastor. Al iniciar la década de los noventa ya me encontraba en el ministerio pastoral y también dirigía una corporación estadounidense en nuestra isla.
Dios fue bueno al prosperarme tanto en mi pastoral como en mis funciones seculares. Sin embargo, después de ocho años como obrero biocupacional, Dios me separó para que me dedicara al ministerio de tiempo completo. Confieso que fueron momentos desafiantes mientras me encontraba en situaciones conflictivas en el ejercicio de dichas responsabilidades, tanto en la función de pastor como la de presidente y gerente general de una corporación. Fue en el 2001, bajo la dirección de Dios, que decidí poner a un lado mi profesión en la organización farmacéutica que dirigía.
El ser humano fue diseñado por Dios para que llevara a cabo una tarea que generaría satisfacción y beneficio para él, su familia y aquellos que le r...

Índice

  1. Agradecimientos