Historia de Roma desde su fundación. Libros XXXVI-XL
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Los libros XXXVI-XL, los de la segunda parte de la cuarta década, abarcan desde la declaración de guerra contra Antíoco hasta la muerte de Filipo y la subida de Perseo al trono de Macedonia (191-179 a.C.). Se ocupan de asuntos de tanto alcance político como el proceso de los Escipiones y el escándalo de las orgías Bacanales, que fueron suprimidas.Entre los lances más destacados del volumen figuran la batalla de las Termópilas y el choque naval de Corico, la batalla de Magnesia, el suicidio de Anibal...

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Información

Editorial
Gredos
Año
2016
ISBN
9788424932190
LIBRO XXXVIII
SINOPSIS
AÑO 189 a. C.
Oriente: Aminandro reconquista Atamania (1 - 2).
Campaña de Fulvio Nobílior contra los etolios. Sitio de Ambracia (3 - 7).
Negociaciones con una embajada etolia. Tratado de paz (8-11).
Campaña del cónsul Manlio Vulsón en Asia: marcha hacia el Sur (12 - 15).
La invasión de los galos en Asia. Llegada del ejército romano (16 - 19).
Batallas de los montes Olimpo y Magaba (20 - 24).
Campaña contra los tectosagos (25 - 27).
Roma: acción de los censores (28, 1 - 28, 4).
Oriente: campaña de Cefalania. Conquista de Same. Filopemén contra Esparta (28, 5 - 34).
AÑO 188 a. C.
Roma: elecciones, medidas censales (35 - 36).
Asia: embajadas ante Gneo Manlio. Tratado de Apamea (37 - 39).
Incidentes en Tracia al regresar de Asia el ejército romano (40-41).
AÑO 187 a. C.
Roma: elecciones y destinos. Debates políticos (42 - 44, 8).
Oposición al triunfo de Gneo Manlio (44, 9 - 46).
Gneo Manlio se defiende (47 - 50, 3).
Procesamiento de Escipión Africano (50, 4 - 53).
Procesamiento de Lucio Escipión (54 - 60).
Oriente: Aminandro reconquista Atamania
[1]Mientras en Asia se desarrollaba la la guerra154, tampoco en Etolia había permanecido tranquila la situación, siendo el pueblo de los atamanes el origen [2] de los conflictos155. En aquella época, Atamania, tras la expulsión de Aminandro, estaba ocupada por una guarnición real con gobernadores de Filipo que, con los excesos de una autoridad despótica, habían hecho [3] que se añorara a Aminandro. Estaba éste por entonces exiliado en Etolia, y las cartas de los suyos que lo informaban de la situación de Atamania le hicieron concebir esperanzas [4] de recuperar el trono. Envía a su vez a Argitea156 —pues era ésta la capital de Atamania— a los mensajeros, y anuncia a los principales que, en cuanto tenga constancia suficiente de la disposición de ánimo de sus compatriotas, una vez asegurada la ayuda de los etolios irá a Atamania; que confía en llegar fácilmente a un acuerdo con los elegidos, que componen el consejo de su nación, y con el pretor [5] Nicandro. Cuando vio que éstos estaban dispuestos a todo informó inmediatamente a los suyos del día en que [6] pensaba entrar en Atamania con el ejército. Al principio eran cuatro los conjurados contra la guarnición macedonia; éstos se buscaron seis colaboradores cada uno para poner en práctica la operación; posteriormente, faltos de confianza en un número tan reducido, más apropiado para mantener en secreto el proyecto que para llevarlo a la práctica, añadieron otros tantos. Alcanzado así el número de [7] cincuenta y dos se dividieron en cuatro grupos. Uno se dirigió a Heraclea157, otro a Tetrafilia, donde habitualmente se guardaba el tesoro real, el tercero a Teudoria158 y el cuarto a Argitea. Se pusieron de acuerdo todos ellos [8] en que en un principio se dejarían ver por el foro tranquilamente, como si hubiesen ido a arreglar un asunto privado, y en una fecha determinada convocarían a toda la población para echar de las ciudades a las guarniciones macedonias. Cuando llegó el día señalado y Aminandro había [9] cruzado ya la frontera con un millar de etolios, en las cuatro localidades simultáneamente fueron expulsadas las guarniciones macedonias según lo acordado y se enviaron cartas a otras ciudades en todas direcciones invitándolas a liberarse de la prepotente dominación de Filipo y a restablecer el legítimo reinado de sus padres. Los macedonios [10] fueron expulsados de todas partes. La plaza de Teyo159 resistió algunos días a los atacantes debido a que Xenón, el comandante de la guarnición, interceptó la carta y las tropas del rey ocuparon la ciudadela. Después, también [11] ésta fue entregada a Aminandro y toda Atamania estaba en su poder salvo el fuerte de Ateneo160, situado junto a la frontera de Macedonia.
[2] Enterado de la rebelión de Atamania, Filipo partió con seis mil soldados y llegó a Gonfos con gran celeridad. [2] Dejó allí la mayor parte del ejército, pues no estaba en condiciones de soportar unas etapas tan largas, y llegó con dos mil hombres hasta Ateneo, la única posición retenida [3] por su guarnición. Desde allí, después de tantear las plazas vecinas dándose cuenta fácilmente de que le eran hostiles, regresó a Gonfos y reemprendió la marcha hacia Atamania [4] con todas las tropas juntas. Luego, manda por delante con mil hombres de infantería a Xenón con orden de ocupar Etopia161, estratégicamente situada dominando Argitea; [5] cuando vio que esta posición estaba en poder de sus hombres acampó en las proximidades del templo de Júpiter Aereo162. Retenido allí un día entero por una horrible borrasca, emprendió al día siguiente la marcha hacia Argitea. [6] Cuando estaban en camino, de pronto vieron a los atamanes corriendo en dirección a las colinas que dominaban la ruta. Al avistarlos las enseñas de cabeza hicieron [7] alto; el pánico conmocionó la columna entera, pensando cada uno por su cuenta qué iba a ocurrir si se hacía bajar a [8] la columna a los valles dominados por las rocas. El rey hubiera deseado salir rápidamente del desfiladero si sus hombres lo siguieran, pero este movimiento de pánico lo obligó a hacer volver a los hombres de cabeza y desandar el camino de ida. Los atamanes al principio lo seguían a distancia [9] sin atacar; cuando se les unieron los etolios, dejaron a éstos siguiendo de cerca la columna desde atrás, ellos se [10] abrieron por los flancos y algunos, adelantándose por senderos que ellos conocían, atajaron y se apostaron en los sitios de paso; entre los macedonios cundió de tal forma el desconcierto que cruzaron el río en lo que parecía una huida en desbandada más que una marcha ordenada, dejando abandonadas muchas armas y hombres. Aquí terminó la [11] persecución. A continuación los macedonios volvieron a Gonfos sin peligro, y de Gonfos a Macedonia. Los atamanes [12] y los etolios acudieron a Etopia desde todas partes para estrechar el cerco sobre Xenón y sus mil macedonios. Éstos, que confiaban poco en la posición, se retiraron de [13] Etopia hacia una altura más elevada y abrupta en todo su contorno; los atamanes encontraron muchas vías de acceso hasta allí y los desalojaron; dispersos e incapaces de [14] encontrar un camino para la huida por los parajes impracticables y los peñascales desconocidos, unos fueron apresados y otros muertos. Muchos rodaron por precipicios a causa del pánico, y muy pocos escaparon con Xenón llegando hasta el rey. Después se concedió una tregua para que pudieran dar sepultura a los muertos.
Campaña de Fulvio Nobílior contra los etolios. Sitio de Ambracia
Una vez recuperado su reino, Aminandro [3] envió embajadores a Roma, al senado, y a Asia, a los Escipiones, que se habían quedado en Éfeso después de la gran batalla contra Antíoco. Pedía la [2] paz y se disculpaba por haber recuperado el reino paterno por mediación de los etolios, y echaba la culpa a Filipo.
Desde Atamania los etolios marcharon contra los anfílocos [3] y con el consentimiento de la mayoría pusieron a toda la población bajo su autoridad. Después de recuperar [4] Anfiloquia —pues en otro tiempo había pertenecido a los etolios— pasaron a Aperancia con la esperanza de un resultado semejante; también ésta pasó a su poder en gran parte sin ofrecer resistencia. Los dólopes nunca habían formado parte de Etolia, pertenecían a Filipo. Al principio [5] corrieron a las armas; pero cuando se enteraron de que los anfílocos estaban con los etolios, que Filipo había salido huyendo de Atamania y que se había dado muerte a su guarnición, se pasaron también ellos del lado de Filipo [6] al de los etolios. Cuando, con estos pueblos a su alrededor, los etolios se creían ya a salvo por todas partes de los macedonios, les llega la noticia de que Antíoco ha sido vencido en Asia por los romanos; y poco después volvieron de Roma los embajadores sin perspectivas de paz y con la noticia de que el cónsul Fulvio había cruzado ya [7] el mar con su ejército. Alarmados por estas noticias hicieron intervenir a las embajadas de Rodas y Atenas para que merced a la influencia de estas ciudades sus peticiones recientemente rechazadas encontrasen más fácil acogida por parte del senado, y enviaron a Roma a los dirigentes de [8] su pueblo para hacer un último intento, cuando, antes de que el enemigo estuviera a la vista, no habían pensado en nada para evitar la guerra.
[9] Marco Fulvio había hecho ya la travesía hasta Apolonia con su ejército y discutía con los dirigentes epirotas dónde comenzar la guerra. Los epirotas proponían atacar Ambracia, [10] que entonces se había unido a los etolios: si éstos acudían a defenderla, alrededor había llanuras despejadas para combatir; si rehusaban el combate, el asedio no resultaría [11] difícil, pues había a mano madera en abundancia para levantar terraplenes y demás trabajos de asedio, y, por otra parte, al pie mismo de las murallas discurría el Aretonte163, un río navegable y a propósito para el transporte de lo que pudiera ser de utilidad; además, se aproximaba el verano, propicio para el desarrollo de la operación. Con estos argumentos lo convencieron para que emprendiese la marcha a través del Epiro.
Cuando el cónsul llegó a Ambracia le pareció que el [4] asedio era una tarea dificultosa164. Ambracia está situada al pie de un cerro escarpado que los habitantes del lugar llaman Perrante165. La ciudad, por donde la muralla se [2] extiende hacia la llanura y el río, mira a occidente, y la ciudadela, construida sobre el cerro, mira a oriente. El río [3] Aretonte, que nace en Atamania, desemboca en el golfo llamado de Ambracia por el nombre de la ciudad cercana. Aparte de estar protegida por un lado por el río y por [4] otro por las colinas, también estaba rodeada por una sólida muralla de algo más de cuatro166 millas de perímetro. Fulvio instaló dos campamentos en el llano a corta distancia [5] uno del otro, y un fuerte en una posición elevada enfrente de la ciudadela, y se dispuso a unirlo todo mediante [6] una empalizada y un foso para que no hubiera ni salida desde la ciudad para los que estaban encerrados ni entrada desde el exterior para introducir ayudas. Ante la noticia del asedio de Ambracia, los etolios se habían reunido ya en Estrato convocados por un edicto del pretor Nicandro. Su primera idea había sido acudir desde allí con [7] todas las tropas para impedir el asedio; luego, cuando vieron que la ciudad estaba ya en gran parte rodeada de trabajos de asedio y que los epirotas estaban acampados en el llano al otro lado del río, decidieron dividir las fuerzas. Eupólemo marchó a Ambracia con un millar de hombres [8] de armamento ligero y entró en la ciudad cruzando las fortificaciones [9] por donde no estaban aún cerradas. En cuanto a Nicandro, su plan inicial era atacar de noche el campamento epirota con el resto de las fuerzas, ya que, al estar el río de por medio, no era fácil el envío de ayuda por [10] parte de los romanos; después, pensando que era un plan arriesgado por si los romanos se daban cuenta de alguna forma y no había lugar a una retirada segura, desistió de este proyecto y dio la vuelta para saquear Acarnania.
[5] El cónsul, una vez finalizado el atrincheramiento de circunvalación de la ciudad así como las máquinas de asedio que se disponía a hacer llegar hasta los muros, atacó [2] las murallas por cinco puntos simultáneamente. Hizo avanzar tres de ellas, a igual distancia una de otra, por donde era más fácil el acceso desde el llano en dirección al llamado Pirreo167, una por la zona del Esculapio168, y otra [3] de frente contra la ciudadela. Con los arietes batía los muros; con las pértigas provistas de hoces barría las almenas. Los habitantes de la plaza al principio fueron presa del pánico y el desconcierto ante lo que veían y ante los golpes [4] dados en las murallas con terrible estruendo; después, cuando vieron que los muros aguantaban en pie más de lo que ellos esperaban, cobraron ánimos de nuevo y por medio de palancas volcaban sobre los arietes cargas de plomo o de piedras o troncos robustos; lanzando ganchos de hierro y tirando de las hoces hacia el interior del muro [5] les rompían los mangos; y además, a base de salidas nocturnas contra los centinelas que vigilaban las obras de asedio y diurnas contra los puestos de guardia, inspiraban pánico a su vez.
Mientras que en Ambracia estaban así las cosas, los [6] etolios habían vuelto ya a Estrato después del saqueo de Acamania. Desde allí el pretor Nicandro, concibiendo esperanzas de romper el asedio con un golpe de audacia, hizo entrar en Ambracia a un tal Nicódamo con quinientos etolios. Fijó una noche concreta, e incluso la hora de [7] esa noche, en la que éstos atacarían desde la ciudad las obras enemigas que estaban frente al Pirreo mientras que él sembraría el pánico en el campamento romano; estaba convencido de que se podía dar un golpe memorable con el doble ataque y con el favor de la noche, que acrecienta el miedo. Y Nicódamo, de noche avanzada, eludiendo [8] unos puestos de centinela y abriéndose paso en otros con un ataque decidido, rebasó la línea de trinchera y penetró en la ciudad, e infundió cierto ánimo para atreverse a todo y cierta esperanza a los sitiados; y en cuanto llegó la noche prefijada atacó de repente las obras de asedio, según lo planeado. Aquel golpe tuvo mayor alcance por su concepción [9] que por sus resultados porque desde el exterior no se aportó ningún apoyo, fuese porque el pretor se echó [10] atrás por miedo o porque se consideró preferible llevar ayuda a Anfiloquia, reconquistada poco antes, que estaba siendo atacada con la mayor violencia por Perseo, hijo de Filipo, enviado para reconquistar Dolopia y Anfiloquia.
Como se ha dicho antes, había obras romanas de asedio [6] en tres sitios frente al Pirreo, y los etolios las atacaron todas a la vez, aunque con medios y violencia desiguales. Unos se presentaron con antorchas encendidas, otros portando [2] estopa, pez o dardos incendiarios, reluciendo con las llamas toda la formación. Con la primera acometida [3] abatieron a muchos centinelas; luego, cuando los gritos y el tumulto llegaron hasta el campamento y el cónsul dio la señal, los romanos empuñaron las armas y se precipitaron [4] fuera por todas las puertas para prestar ayuda. Fue una lucha a hierro y fuego; fracasado el intento en dos puntos, los etolios se retiraron después de amagar, más que entablar el combate; la batalla encarnizada se había [5] centrado en un solo punto. Allí los dos jefes, Eupólemo y Nicódamo, en sitios opuestos, animaban a los combatientes y alimentaban la esperanza, casi la certeza, de que de un momento a otro llegaría Nicandro, según lo acordado, [6] y atacaría al enemigo por la espalda. Esta expectativa mantuvo por algún tiempo la moral de los combatientes; pero como no recibían de los suyos la señal convenida y veían incrementarse el número de enemigos, faltos de aliento, [7] iban aflojando la presión; al final renunciaron a la ofensiva emprendiendo la huida cuando ya la retirada no era muy segura, y fueron rechazados al interior de la ciudad después de incendiar parte de las obras y causar un número de muertes bastante mayor que el de bajas habidas por su parte. De haberse desarrollado la acción conforme a lo previsto, no cabía duda de que se hubieran podido tomar al asalto las obras de asedio, cuando menos en uno de los [8] puntos, con un gran número de muertes enemigas. Los ambracienses y los etolios que estaban dentro no sólo renuncia...

Índice

  1. Anteportada
  2. Portada
  3. Página de derechos de autor
  4. NOTA TEXTUAL
  5. LIBRO XXXVI
  6. LIBRO XXXVII
  7. LIBRO XXXVIII
  8. LIBRO XXXIX
  9. LIBRO XL
  10. Índice General