Historias del calcio
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Historias del calcio

  1. 256 páginas
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Historias del calcio

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Índice
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Información del libro

Es imposible hablar de Italia sin hablar de fútbol. Los italianos se consideran los inventores de este deporte, al que llaman 'calcio' (patada), como las batallas campales con balón nacidas en la Florencia medieval, y han desarrollado en torno a él muchas de sus características políticas, económicas y sociales.El 'calcio' contiene altas dosis de violencia, pasión, fraude, dinero y disparate. Pero es también un complejo mecanismo de símbolos, un código social y, en último extremo, un lenguaje con el que un país antiguo y escéptico expresa su vieja sabiduría.

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Información

Editorial
RBA Libros
Año
2013
ISBN
9788498678611
Categoría
Viajes
2004-2005
La suntuosa boda de John Elkann, heredero de los Agnelli, reflejó su elección como nuevo jefe del clan. El hermano menor de John, Lapo Elkann, declaró que desconfiaba de Antonio Giraudo y Luciano Moggi, máximos ejecutivos de la Juventus, el club de la familia. El productor cinematográfico Aurelio de Laurentiis adquirió el Nápoles, que tras una quiebra recomenzó a jugar en Serie C1 (equivalente a la tercera división española). La Juventus fue condenada por dopaje y absuelta en apelación. El 2 de abril murió Juan Pablo II, sustituido por Joseph Ratzinger con el nombre de Benedicto XVI. Silvio Berlusconi salió absuelto de un nuevo juicio, esta vez por corromper a un juez: el tribunal consideró que el culpable del soborno era Cesare Previti, «mano derecha» de Il Cavaliere. Andrei Shevchenko, del Milan, fue premiado con el Balón de Oro europeo. El Milan perdió ante el Liverpool la final de la Liga de Campeones, después de adquirir una ventaja de tres goles. Berlusconi, tal vez molesto por el resultado, proclamó que una victoria electoral de la izquierda supondría «miseria, terror y muerte». La Juventus de Capello ganó el scudetto, por delante de Milan, Inter y Udinese.
EL MOMENTO DE ADRIANO
LUNES, 20-09-2004
Quien no vio a Bernd Schuster en el Europeo de 1980 no vio jugar al auténtico Schuster. Quien conoció a Franz Beckenbauer en los años setenta descubrió a un gran directivo que se alineaba como defensa libre en el Bayern y la selección alemana, pero se perdió al maravilloso centrocampista que fue antes. A Ronaldo hubo que verle en el Barcelona; a Cruyff, en el Ajax. Y a Adriano Leite Ribeiro, 22 años, hay que verle ahora mismo.
Adriano es un prodigio. Tanto músculo (1,89 de estatura, 91 kilos) no puede moverse con tanta soltura, ni puede tocar el balón (calza un 46) con tanta delicadeza, ni puede colarse como se cuela por los rincones del área. Sobre todo, esa montaña de músculo contra la que, como dice su compañero Toldo, «los contrarios rebotan», no puede ser eternamente indestructible: si un día se rompe, se desmoronará en un chasquido de tendones y ligamentos y, aunque se cure, no volverá a ser lo mismo.
El año pasado, el fenómeno del calcio fue el milanista Kaká, un mediapunta delicioso, también brasileño, que esta temporada está arrancando con dificultades. Este año no hay otro rey que Adriano. En verano, siete goles, máximo goleador y mejor jugador de la Copa América. Con el Inter ha marcado siete tantos en los cinco partidos oficiales disputados hasta ahora, ha anotado siempre y ha sido siempre el mejor del equipo. Roman Abramovich, el multimillonario dueño del Chelsea, ofreció al parecer 84 millones de dólares para llevárselo, pero ni el Inter ni el mismo Adriano estuvieron por la labor.
Adriano, como Ronaldo, es hijo de las favelas. Y no ha perdido la modestia. Afirma que el propietario del Inter, Massimo Moratti, le sacó de la chabola (exagera: ya jugaba en el Flamengo y tenía un sueldo decente en 2001, cuando Moratti pagó por él 8,4 millones de dólares) y que nunca le traicionará. En fin, ya veremos. El caso es que Adriano no ha adoptado todavía las maneras de los divos, pese a acudir cada día al vestuario interista, que, junto al del Real Madrid, es probablemente una de las mejores escuelas del mundo en la materia, y se comporta como una fuerza benigna. Ayuda a los compañeros, no se queja, no protesta las decisiones de los árbitros, se lleva bien con Vieri (eso es, seguramente, lo más difícil) y da las gracias por todo.
Cuando murió su padre, unas semanas atrás, viajó a Brasil, acudió al entierro, estuvo un par de días con la familia, regresó a Milán y, tras una noche en blanco, saltó al césped y marcó.
Para Zaccheroni, técnico del Inter la pasada temporada, Adriano «es menos dinámico que el mejor Ronaldo, pero es mejor que el mejor Ronaldo». Adriano Galliani, la mano derecha de Silvio Berlusconi, ya ha dicho que su «ilusión» es alinearle en el Milan junto a Andy Shevchenko. La prensa italiana le ensalza cotidianamente. Antes de que todo esto le pese en los pies, en la cabeza y en el bolsillo, hay que verle jugar. Ahora.
PENAS CON GRANDEZA
LUNES, 04-10-2004
En Turín nadie sabía gran cosa de aquel tipo renegrido y cabezón que habían fichado los Agnelli. La Juventus de 1957 acababa de cerrar una temporada muy mediocre, con un noveno puesto, y el público exigía a la Fiat que reforzara el equipo. La sociedad automovilística de los Agnelli trajo a una estrella, John Charles, el gigantesco ariete galés del Leeds United. Y a ese otro, argentino, a cuya presentación acudieron unos pocos. Esos pocos hicieron bien. El Cabezón salió al césped arrastrando los pies y con las medias caídas, vio las gradas semivacías, escuchó cuatro aplausos mal contados y decidió presentarse: se colocó el balón sobre el pie izquierdo y dio tres vueltas enteras al campo, corriendo y saludando, sin que el cuero tocara el suelo. Los diarios de Nápoles relataron la hazaña al día siguiente. Y, desde ese día, los napolitanos soñaron con tener para sí a ese genio irreverente y burlón que, como Garrincha, se paraba a esperar al contrario para hacerle otro túnel o para reírsele en la cara.
Omar Enrique Sivori, el Cabezón, era un tipo difícil de soportar. Pero el Nápoles le esperó hasta 1965, cuando, ya con un Balón de Oro bajo el brazo y en declive, llegó por fin al sur. Hacía falta. Como hacía falta, dieciocho años después, Diego Armando Maradona, otro cabezón genial y teatrero, hecho a medida para la ciudad más histriónica de Italia, que es como decir del mundo. Nápoles ama el espectáculo, los gestos solemnes, la risa, la burla. Por eso amaba al grandilocuente naviero Acquille Lauro, alcalde de la ciudad y propietario del club en los cincuenta, que pagó al Atalanta 105 millones de liras, una barbaridad, por el sueco Hasse Jeppson, quizá sólo para permitirse una broma y presentarle a los suyos como «O Banco e Napule», «el Banco de Nápoles».
El Nápoles, quebrado y adquirido en liquidación judicial por el magnate cinematográfico Aurelio de Laurentiis («vamos a demostrar que el Norte no es mejor que el Sur», dijo), malvive hoy en la mitad de la tabla del grupo B de la tercera división, con la amargura añadida de asistir a un renacimiento del fútbol sureño: Lecce, Palermo, Messina, Cagliari y Reggina, cinco clubes terroni en primera, lo nunca visto en el calcio.
Los gestos, sin embargo, siguen siendo grandiosos. Al partido de presentación en el estadio San Paolo, acudieron 50.000 personas para decir que estaban ahí pese a todo. De Laurentiis les correspondió a la napolitana. ¿Que ninguna televisión quería emitir en directo los encuentros de un club de tercera? Vale. El productor de cine compró de una tacada los derechos de todos los clubes de segunda, que sí se emiten, y con el paquete en la mano se fue a negociar con Sky, la televisión del magnate de los medios Rupert Murdoch. Desde el próximo miércoles, el Nápoles volverá a las pantallas.
Más allá del gesto, la realidad es cruda. El Nápoles venció ayer, por fin, su primer encuentro de la temporada, un 1-2 agónico en el campo del Lanciano, abarrotado: más de 6.000 espectadores, un máximo histórico.
UNA FRASE INOPORTUNA
LUNES, 18-10-2004
El otro día, Cristiano Lucarelli, delantero del Livorno, se quejó de un mal arbitraje de una forma peculiar: «Nos quieren enviar a segunda por cuestiones políticas —dijo—, quieren que acabemos como el Empoli, el Módena, el Ancona y el Perugia porque nuestra afición es de izquierdas y enarbola retratos del Che Guevara». Lo de Lucarelli fue un poco animal y el futbolista se disculpó de inmediato. Pero abrió un debate muy interesante, esquivado por la prensa (hablar de política y deporte es de mal gusto) e intensísimo en las radios deportivas y, sobre todo, en Internet.
Los clubes italianos solían atribuirse, en otro tiempo, una identidad política. En Turín, la Juventus era de derechas y el Torino, de izquierdas. En Milán, el Milan se consideraba progresista, y el Inter, conservador. En Roma, la Lazio atraía a la ultraderecha (Mussolini era tifoso) y la Roma, a los comunistas. El Bolonia y casi todos los toscanos, como el Livorno, tendían a la izquierda. Ascoli, Verona, Padova y Triestina eran percibidos como ...

Índice

  1. Créditos
  2. Contenido
  3. Introducción
  4. 2003-2004
  5. 2004-2005
  6. 2005-2006
  7. 2006-2007
  8. Últimas noticias
  9. Otros títulos de Enric González...