Llull con Lacan
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Llull con Lacan

El amor, la palabra y la letra en la psicosis

  1. 240 páginas
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Llull con Lacan

El amor, la palabra y la letra en la psicosis

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Este libro quiere extraer una enseñanza de la lectura de Ramon Llull, el insigne filósofo y escritor catalán medieval, en conexión con las modernas ideas lacanianas.La clínica psicoanalítica de las psicosis ha extraído sus principales enseñanzas de las producciones escritas del sujeto psicótico. El caso del juez Schreber, cuyas Memorias de un neurópata fueron para Freud el origen de su análisis inaugural del sistema delirante, se mantiene todavía hoy como un paradigma de esta enseñanza que está en el principio del tratamiento posible de la psicosis. Por otra parte, la lectura que Jacques Lacan hizo de la obra de James Joyce para deducir la estructura del sinthoma es hoy el ejemplo que hay que seguir cuando se trata de dejarse enseñar por la producción escrita del sujeto en el proceso psicótico.Este libro quiere extraer una enseñanza de la lectura del texto de Ramon Llull, el insigne filósofo y escritor catalán medieval. Para formular nuestra hipótesis en una sola frase: el verdadero nombre de Llull es Amat. Y el psicoanálisis hace posible leer esta contingencia del significante como una necesidad de la estructura. El nombre de Amat es, en efecto, el que nombra el ser del sujeto en una experiencia que se ordena en tres vertientes fundamentales: en los signos del amor que se despliegan en una forma erotomaníaca de la relación con el goce del Otro, forma designada con el término, neológico, de Amancia; en una experiencia de la palabra que es aparición del significante en lo real, experiencia designada con el término, neológico también, de Affatus; y en la letra que cifra el goce del Otro, escritura que Ramon Llull construye en el famoso sistema de su Ars. Estas tres vertientes hacen un nudo que la enseñanza de Lacan nos permite leer como un sinthoma, el mismo que el sujeto construye para hacerse el nombre de Amat, el mismo que nos enseña lugares inéditos de la experiencia del sujeto psicótico.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2018
ISBN
9788424938024
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoanálisis

II

LOS MOMENTOS FECUNDOS DE RAMON LLULL

Ante el loco, ante el delirante, no olvides que tú eres, o que fuiste, analizante, y que tú también hablabas de lo que no existe.
JACQUES-ALAIN MILLER (1988B), p. 13
Lull was seeking in women something he could not find.
JOCELYN NIGEL HILLGARTH (1971), p. 35
II.1. JUVENTUD DE LLULL
Nacido en 12321 en Palma de Mallorca, Ramon era el hijo único de una familia noble proveniente de Barcelona. Su padre, hombre rico y casado con una mujer de la nobleza catalana, Isabel d’Erill, había llegado a Mallorca tres años antes del nacimiento de Ramon con la corte de Jaime I el Conquistador. Se llamaba también Ramon, homonimia que debemos retener por la unicidad que implica en la genealogía, unicidad redoblada en nuestro Ramon por el hecho de ser hijo único. Veremos después la importancia de esta cuestión del apellido y del Nombre del Padre.
El retrato del artista «as a young man» hecho por un lulista erudito como J. N. Hillgarth2 es muy sugerente: «As a young man he risked death for love [...] Lull leaves us in no doubt as to the passionate love for women that filled his life before his conversion».3 El texto de Llull, en efecto, dará testimonio con frecuencia de la figura de un joven apasionado por las mujeres. Así, por ejemplo, en el Libre de contemplació escribe a su Dios Amado: «Yo las amaba como Vos deberías haber sido amado». ¿Dios, pues, en el lugar de la mujer? En efecto, en un pasaje del amor cortés al amor divino, Llull parece encontrar en el Amado lo que no había podido encontrar en la mujer. Y, al revés, había encontrado en la mujer algo de lo que huirá para recubrirlo en el amor del Amado. Se ha llegado incluso a dar cierta verosimilitud a una leyenda que quería añadir escándalo a sus «locuras» de juventud: una de las mujeres perseguidas por su asiduidad, mujer casada esta vez, viéndose un día acorralada por él en una iglesia, terminó por increparlo y mostrarle su pecho devorado por un cáncer.4 Fuera como fuera, la mujer —también en la persona de la esposa, de la madre o de la reina— debía tener un lugar primordial en la vida del joven Llull. Podemos reconstruir su posición con relación al otro sexo a partir de sus propios textos:5 «La belleza de las mujeres fue la peste y el tormento de mis ojos».6 Y no se trata solamente de un topos caro a las conocidas experiencias de conversión que hicieron de la misoginia un argumento. La misoginia no es del gusto de Ramon. Incluso si las mujeres a las que aluden sus textos se libran con frecuencia a la lujuria y a los deseos carnales del propio Ramon, esta posición será siempre presentada «con mucha comprensión» o incluso con «una simpatía divertida».7 No hay huella en sus textos de una degradación del objeto femenino, ninguna huella tampoco de su desprecio, tan promovido en los textos de la Edad Media. Por el contrario, la idealización con la que afecta a los objetos de amor llega a hacerle personificar las virtudes y las figuras del saber, como la propia Filosofía, en personajes femeninos. La figura de la mujer luliana queda así del lado de una virtud nunca alcanzada por la culpa o la falta. Por otra parte, y correlativamente, la mujer no parece nunca afectada por un deseo particular y, en todo caso, más allá de haber sido el objeto del goce sexual del joven Ramon, no encarnará para él el objeto dialectizado por el deseo del Otro. Es por ello por lo que Hillgarth podrá concluir con respecto a la naturaleza de estas relaciones con una frase muy sugerente: «Lull was seeking in women something he could not find».8 Es también nuestro diagnóstico cuando señalamos la elisión del significante del falo como significante del deseo del Otro en la estructura del sujeto.
La posición del sujeto en este periodo de juventud de Llull en la corte del rey queda, por otra parte, muy bien expuesta en el siguiente pasaje de su Libre de contemplació:
Vi entrar en la corte del rey a un perro extraño, roñoso, viejo, menudo, de un aspecto muy feo. Y vi, Señor, que el rey y los caballeros lo echaban, y todos los perros de aquella corte lo mordían y lo echaban del palacio. Cuando vi esto, Señor, me acordaba siempre de mí mismo, y pensaba que si yo envejecía en el pecado hasta la muerte, que si llegaba a morir sucio en pecado y pienso entrar en la gloria, sería echado de allí como un extranjero, así como el perro de la corte del rey, y que sería también maltratado por los demonios, como los perros habían maltratado al perro roñoso.9
La identificación con este objeto echado del lugar del Otro estará en la base de una experiencia del sujeto que retornará de diversas maneras en los momentos de caída subjetiva. Encontraremos esta identificación en el episodio conocido como la «Crisis de Génova», por ejemplo, pero podremos situarla también en ciertos momentos lógicos de la Amancia, la experiencia del amor luliano. Es a este lugar de objeto rechazado al que deberemos referir la experiencia de aniquilación de la que la locura luliana será tanto el testimonio como la defensa. Así pues, si Llull podía afirmar: «He estado loco desde el comienzo de mis días hasta pasados los treinta años»,10 debemos creerle. El momento de la Conversión, momento que tiene función de bisagra en su vida, nos mostrará cómo se desplegaron los batientes que formaban el proceso de esa locura. Con la Revelación y su conversión el sujeto cambia, queda modificado como respuesta a un punto real que seguirá permaneciendo, sin embargo, idéntico a su ser de goce durante toda su vida. El recurso de Ramon será tomar «los hábitos», por decir así, del sarraceno infiel, identificarse con la imagen del otro que será finalmente su perseguidor. De este modo, su posición excéntrica irá a la par de la falta de un vínculo social con los otros. El retrato que Hillgarth extrae es entonces el de un hombre mucho más parecido, «al menos externamente», a un sufí musulmán o a un maestro asceta que a cualquier doctor de París o de Oxford. Las miniaturas de Karlsruhe, que ilustran algunos momentos de la vida del Beato, dan cuenta de este curioso aspecto en sus diversos retratos.
II.2. LA TRIPLE MISIÓN
Si bien los datos biográficos anteriores a la Conversión son pocos, sabemos lo esencial de Ramon Llull para trazar las líneas fundamentales de su posición de sujeto y de su relación con el Otro. De hecho, se encargó muy bien de hacerlo entender en la mayor parte de sus textos, que se convierten así en la mejor de sus biografías.11 Conocemos así la triple misión que guió de manera constante la lógica rigurosa de su acción, los momentos cruciales en los que la certeza vino a señalar los giros radicales de su vida y que podemos designar con el término de «momentos fecundos», tal como fueron situados en la clínica de las psicosis por la enseñanza de Lacan. Todo está allí, como la hoja que nos dirá la estructura de la planta entera. Es una estructura que se impone al sujeto, a partir de su Conversión, con tres líneas de fuerza, tres vertientes de una misma idea fundamental:
1. La conversión de los sarracenos al cristianismo. Lo que quiere decir también, y a la vez, aceptar el martirio, buscarlo incluso con insistencia, a causa del amor de su Dios, el Amado.
2. La escritura del «mejor libro del mundo» contra los errores de los infieles. Lo que quiere decir una obra que cuenta con casi trescientos títulos en un trabajo incesante de escritura.
3. La fundación de monasterios en los que formar a batallones de religiosos en el aprendizaje de lenguas árabes y en el Ars, para enviarlos a predicar la fe cristiana. Lo que quiere decir una actividad increíble en la vida de un hombre que, en el pasaje de los siglos XIII al XIV, viajó de aquí para allá hasta el momento de su muerte.
Se trata de tres vertientes de una misma misión que podemos enunciar de la siguiente forma: la conversión del Otro al Uno. Tres actividades en las que Llull perseverará a lo largo de su vida: el amor, la letra y la palabra a través de las lenguas. Antes de su Conversión, el Otro del amor y de la letra fueron, en efecto, las mujeres —mejor dicho, La mujer—, a quien había dirigido sus cantos de amor en la tradición del amor cortés, producción por otra parte de la que nada nos ha llegado. Después, será Dios el Amado. El Otro de la palabra y de las lenguas será también el infiel, el sarraceno al que debe «convertir» al cristianismo. Pero el único y último interlocutor será siempre su Dios el Amado, del que deberá interpretar, formalizar y transcribir la estructura de lenguaje recibida en la Revelación. En cada caso, se trata de un Otro al que hay que convertir y que es, de hecho, un Otro muy próximo a Ramon. Tan próximo, diremos finalmente, que habita en él mismo al modo de la «extimidad». En el caso de los sarracenos se trata de una proximidad física, dado que en su época la población de las Baleares era en buena parte árabe. Pero es un Otro, a la vez, muy lejano que llegará a encarnar un ideal para Llull, el ideal que podemos designar como Ideal del Yo. No se ha subrayado todavía de modo suficiente:12 el mundo y el pensamiento árabes cumplían para Llull la función de un Ideal del Yo, lo que dejó una huella indeleble tanto en sus obras, en su estilo, como en las diversas elecciones hechas en el curso de su vida. Pero es sobre todo un ideal que termina por confundirse con el Otro a quien se dirige. El sarraceno es también la imagen especular con la que al sujeto le gusta confundirse, y sus rasgos simbólicos —la lengua en primer lugar— cumplen la función de signos, de insignias del Ideal del Yo. Su Otro, como lugar simbólico desde el que planteará la pregunta sobre su existencia, es el Amado, pero tendrá su correlato imaginario en la figura, central en su misión, del sarraceno infiel. Y es por esta razón por lo que una de las primeras tareas que se dará para cumplir su misión será aprender la lengua árabe, no sólo para leer los textos de la tradición filosófica y mística de la cultura islámica, sino sobre todo para poder dirigirse a los partidarios de la ley de Mahoma, sus primeros interlocutores.
Llull, lo afirma una y mil veces, consagra su vida al amor del Otro, pero es sobre todo porque en primer lugar está convencido de que el Otro lo ama a él, y que lo ama hasta experimentar el odio implicado en la ferocidad de ese amor. Porque es un amor que implicará en sí mismo la muerte del sujeto, lo que no está en contradicción con la idea, muy luliana, de un amor vivo, pura actividad. Así, la misión de convertir al infiel, de amarlo, será correlativa de la aceptación de la muerte como una consecuencia necesaria. La lógica de esta «conversión» va más allá, de nuevo, del topos caro a la tradición del martirio por el amor de Dios. Llull lo sabe desde el momento de la Conversión, en su Iluminación en la montaña de Randa, donde esta idea le fue impuesta como parte de su misión. E hizo todo para conseguirlo aunque, a pesar de la leyenda, no consiguiera morir en martirio.
Para hacer frente a este destino, de una certeza irreductible, Llull escribe, no deja de escribir. Diríamos que la escritura es la única manera para él de descansar un poco de todo lo que experimenta en su pensamiento y en su cuerpo, de todas las «maravillas» de las que da testimonio en su texto. Escribe e inventa. Debe inventar las palabras para una lengua escrita, la catalana, que no existía todavía como lengua literaria, y mucho menos en su función de elaborar un saber filosófico, entonces reservada al latín. Será por otra parte el primero en escribir textos filosóficos en una lengua vernácula distinta del latín, y será para elaborar el saber recibido en la Revelación. Y deberá inventar también una combinatoria y un aparato lógico para ese saber, el Ars, del que Dios le ha transmitido los fundamentos. Llull no deja de escribir, hasta hacerse ilegible. Encontramos en esta obra inmensa páginas de un ímpetu literario inédito, encontramos también páginas llenas de tautologías, de pleonasmos, de neologismos, de pesadas repeticiones, en las que aparece de repente el relámpago de una intuición formidable del pensamiento. Encontramos páginas en las que el lector tendrá dificultades para seguir las cadenas simbólicas de letras —sus matemas— y las «cámaras» en las que habitan dichas combinatorias producidas por las ruedas giratorias de su Ars.
En el contexto histórico de la Mallorca de los siglos XIII y XIV, la obra de Llull se encuentra en la confluencia de dos civilizaciones con dificultades para sobrevivir: la islámica, sometida a fuertes presiones sociales, y la occitana, a punto ya de desaparecer como forma de cultura y de vínculo social. Lo que sorprende en esta coyuntura, donde la obra de Llull sigue apareciendo a los estudiosos como fuera de contexto del saber y del discurso escolásticos, es el lugar que obtendrá el texto luliano como creador del catalán como lengua li...

Índice

  1. PRESENTACIÓN
  2. PREFACIO
  3. INTRODUCCIÓN
  4. I. LLULL CON LACAN: UNA CLÍNICA IRÓNICA
  5. II. LOS MOMENTOS FECUNDOS DE RAMON LLULL
  6. III. LA AMANCIA O LA CIENCIA DE AMOR
  7. IV. EL AFFATUS O LA EXPERIENCIA DE LA PALABRA
  8. V. EL ARS COMO INSTANCIA DE LA LETRA
  9. VI. LLULL Y EL SINTHOMA
  10. TABLA CRONOLÓGICA
  11. BIBLIOGRAFÍA
  12. NOTAS