El libro blanco del psicoanálisis
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El libro blanco del psicoanálisis

Clínica y política

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El libro blanco del psicoanálisis

Clínica y política

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He aquí reunidas una serie de ponencias del Foro Psi de Barcelona de 2004, cuya percepción de la función y los problemas del psicoanálisis en las instituciones de salud mental españolas conserva plena actualidad.Este Libro blanco del psicoanálisis recoge una serie de documentos relacionados con el reciente debate sobre la regulación del mundo «psi». La chispa que lo inició vino de Francia, con la aprobación por parte de la Asamblea -en octubre de 2003 - de una enmienda conocida hoy como la Enmienda Accoyer, que se demostró como el cabo de un hilo que llevó a una madeja de nudos nada simples de desanudar. Detrás de esa enmienda se perfilaba una estrategia de evaluación de las prácticas psicoterapéuticas a nivel europeo, pero importadas en realidad de una ideología higienista transatlántica (del Quebec para ser más precisos), con una apariencia de cientificidad que se postula de forma tan evidente y transparente en su forma como opaca y anónima en su finalidad.La carta de Jacques-Alain Miller, publicada el 29 de ese mismo mes en Le Monde, «De la utilidad social de la escucha», y que incluimos como documento al final de este volumen, significó el origen de un movimiento de respuesta y de debate que se continúa hoy tanto en Europa como en otros países transatlánticos donde el psicoanálisis de orientación lacaniana tiene extensión y posición firme. Siguieron después varios Forums des Psy, que tuvieron su eco en España con la organización del Foro Psi de Barcelona, en febrero de 2004. El lector encontrará en este volumen varias de las intervenciones allí realizadas que siguen teniendo toda su actualidad.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2018
ISBN
9788424938277
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoanálisis

III

LA POLÍTICA «PSI»

LA POLÍTICA NO ES ALGO AJENO AL MUNDO «PSI»*

Luis Seguí
El amo habla a través de la ley; es un significante que se encarna. En Francia lo ha hecho en la carne mortal del doctor Bernard Accoyer. El doctor Accoyer, como todo el mundo sabe, es otorrinolaringólogo, una especialidad de élite en la medicina. Trabaja con el oído medio, con personas que tienen dificultades para oír. Con sordos, en una palabra, por lo que es comprensible que tenga problemas para entender lo que es la escucha...
Podemos ironizar al respecto, hacer chistes fáciles, pero se trata del discurso del amo; y al amo hay que tomarlo en serio. En España la encarnación de ese discurso —del saber médico— es más anónima, aparece menos personalizada, pero la amenaza no es menos real. En un foro de similares intenciones a éste, en Madrid, algunos colegas se preguntaban retóricamente por qué estamos hablando de esto, cuando los psicoanalistas ni siquiera son mencionados en la Ley pomposamente denominada «de ordenación de las profesiones sanitarias», recientemente aprobada. Era una pregunta tendente a provocar la reflexión; en efecto, la Ley ni siquiera cita al psicoanálisis, pero ni siquiera hace falta leer entre líneas para percibir una referencia indirecta. Esa referencia está en lo que los juristas llaman «el espíritu de la ley», aquello que la letra no alcanza a plasmar pero que está ahí, y que se supone expresa la voluntad última del legislador.
NOTA
Me refiero a la vocación abarcadora tanto de lo público como de lo privado que recoge la Ley; la reserva que el Estado hace para sí de la instancia final de decisión, control, supervisión, y la aparente paradoja que consiste en solapar ese control último con una especie de outsourcing, de subcontratación o delegación de la gestión a personas o empresas privadas. De otro lado, la reiteración con la que aparecen en el texto expresiones como científico, evidencia científica, exigencias de conocimiento científico, junto a la condena de actividades profesionales que no estén fundadas en una base científica, la prohibición de actividades o servicios de carácter creencial, regulando incluso el tipo de publicidad que se puede hacer, o las declaraciones de los profesionales en los medios de comunicación, ¿podría sugerir la intención de promulgar en un futuro más o menos próximo una ley contra las sectas?
En Francia ya se ha pronunciado la palabra maldita: secta; el mismo doctor Accoyer ha relacionado a las sectas con ciertas prácticas psicoterapéuticas perjudiciales para la salud mental. ¿Cómo podría someterse la práctica psicoanalítica a los protocolos de actuación, a la regulación legal del tiempo de las sesiones, a emitir informes escritos o a permitir que el resultado de su trabajo sea evaluado por unos burócratas de la salud? ¿Demostrar su buen hacer? Eso significaría someter a los psicoanalistas a aquello que los juristas romanos llamaban una probatio diabólica, una prueba imposible. En Psicoanálisis profano (también traducido como ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?) Freud escribió que «una superabundancia de disposiciones y prohibiciones perjudica a la autoridad de la ley (...) donde sólo hay unas pocas prohibiciones se las respeta escrupulosamente; pero si las prohibiciones lo acompañan a uno donde quiera que vaya, se siente formalmente la tentación de desobedecerlas. Además, no hace falta ser un anarquista para comprender que las leyes y disposiciones no pueden pretender un carácter sagrado e inatacable por su origen, que a menudo su contenido es insuficiente y lastima nuestro sentimiento del derecho (...) y que dada la lentitud de las personas que guían la sociedad no suele quedar otro remedio para corregir esas leyes inadecuadas que el de infringirlas a sabiendas».
Antes he citado la paradoja aparente que hace coincidir, en plena crisis del Estado bienestarista, un discurso liberal a ultranza que persigue el adelgazamiento del Estado hasta casi la anorexia en beneficio de lo privado, del mercado (y cuando hablamos del mercado en materia de salud estamos hablando del establishment médico y de los laboratorios farmacéuticos), con unos Estados que no renuncian a su papel de amo, que se erigen en un moderno Comité de Salud Pública al estilo del creado por la Revolución Francesa, reservándose el derecho de enunciar qué es saludable y qué es dañino para los ciudadanos; en otras palabras, se arrogan el derecho de salvar a los sujetos de sí mismos. La salud pública —incluida la salud mental— entendida de este modo es, en definitiva, una cuestión política, porque expresa la tendencia a la destrucción del sistema público en provecho de la gestión privada, de tal forma que la política no es algo ajeno al mundo «psi». Nos concierne, y si es función de los políticos hacer funcionar un discurso en lo real, mientras que los psicoanalistas saben que es imposible hacer funcionar lo real en un discurso, habrá que encontrar un punto de sutura para que el mundo «psi» no sea tan sólo el sujeto pasivo de decisiones ajenas.
Debemos tener en cuenta que estamos ante una ofensiva de alcance internacional, que va mucho más allá de nuestro espacio de trabajo; no es sólo el psicoanálisis laico lo que está amenazado. El gesto reciente de Giorgio Agamben, renunciando a viajar a los Estados Unidos para evitar someterse al rigor policíaco de un Estado donde el retroceso de las libertades civiles es alarmante; el paro del día 11 de febrero de los abogados y de gran parte de la judicatura francesa como protesta contra lo que definen como una ley liberticida, ¿son indicadores de un proceso generalizado de ese retroceso?, ¿ha conseguido la pandilla que gobierna en la Casa Blanca contagiarnos su paranoia y su moralina reaccionaria, hasta el punto de hacernos abdicar de unos valores conquistados a través de más de doscientos años de lucha por el pensamiento ilustrado? El l0 de mayo de l933 en las universidades alemanas se quemaron miles de libros, ante la mirada indiferente, cuando no complaciente, de profesores y autoridades. Fue —como ha escrito Ian Kershaw— «el momento simbólico de la capitulación de los intelectuales alemanes frente al nacionalsocialismo». ¿Una comparación excesivamente dramática? Sin duda lo es; las circunstancias no son las mismas. Pero como en su día escribió Sigmund Freud, «se empieza cediendo en las palabras y se acaba a veces por ceder en las cosas». Para el psicoanálisis no resulta indiferente que su práctica se realice en un régimen democrático o bajo un sistema totalitario; sabemos que tanto en la Alemania nazi como en la Unión Soviética los libros de Freud estaban prohibidos, y el ejercicio del psicoanálisis era imposible.
Nuestra sociedad produce muchos objetos, pero también produce mucho malestar. Más malestar del que podemos consumir. ¿Es casual que en semejantes tiempos, propicios para el incremento de las demandas de análisis, emerjan políticas desde el Estado, aquí y allá, organizando las cosas para salvar a los sujetos de sí mismos?
Una Escuela de Psicoanálisis sólo de psicoanalistas no era el deseo de Lacan. Él tuvo la percepción clarividente de la necesidad de que los psicoanalistas estuvieran inmersos en la Ciudad, de que la relación con el mundo en general y con los intelectuales en particular enriquecería el propio discurso, al tiempo que le ayudaría a ponerse a prueba.

EUROPSY*

MANUEL MONTALBÁN PEREGRÍN
El mausoleo del universitario progresista se erigió en nuestro país al final de las protestas contra la L.O.U. Se puede vaticinar que ésas fueron y serán las últimas movilizaciones reivindicativas en los Campus por mucho tiempo. La ley se aprobó con el peso de la mayoría parlamentaria y las voces críticas cesaron. Los universitarios volvieron a las aulas, a los despachos a los laboratorios, a sus prácticas de empresa. Era la hora de hacer recuentos y cábalas sobre las elecciones (varias) que se avecinaban. En los corrillos se oía un dicho tranquilizador: cambiar todo para que nada cambie.
Un mausoleo vacío. Los moribundos encontraron los ingredientes mágicos para una sanación milagrosa: competencia, calidad, convergencia, espacio europeo. La frustración es una vía regia para las buenas intenciones. Como recientemente refería A. Lecroart, recordando lo dicho por J.-A. Miller, ahí está la seducción (narcisista) de las sirenas.
El intento en varios países de nuestro entorno del reordenamiento profesional de la práctica «psi» no es ajeno a los cambios que supone la convergencia hacia un Espacio Europeo de Educación Superior, uno de cuyos supuestos fines fundamentales es la libre circulación de profesionales en la Europa de mercados comunes. También las enmiendas higienistas en Francia y la insuficiente inclusión de la psicología clínica española entre las profesiones sanitarias son manifestaciones enraizadas en el mismo movimiento general: el intervencionismo Uno: Todo en aquellas experiencias susceptibles de indocilidad con el discurso capitalista. Lentamente, como preveía en Madrid Graciela Brodsky, las llamadas profesiones liberales tenderán a desaparecer. Primará la mutualización de sus servicios.
NOTA
Las implicaciones de este tipo de maniobras políticas son múltiples en la puesta al día de la política universitaria, tanto en el terreno académico como en el investigador. Lacan muestra la profunda connivencia entre el capitalismo y la homogeneización que la ciencia posibilita del saber al mercado. Esto le posibilita definir la plusvalía como la incidencia científica sobre la Cosa, posibilidad de contabilizar el plus-de-goce en términos de mercancía, adelantando al discurso capitalista como heredero privilegiado del discurso del Amo antiguo1.
La universidad aspira a ser la «fábrica» de los titul(ad)os del mañana. El control de los cursos de postgrado, máster (también de teoría y práctica psicoanalítica), experto, etc., se percibe como una prebenda más que atractiva. Para ello es necesario asegurar los nuevos emblemas de calidad y competitividad, para lo cual el primer paso es el establecimiento de estándares tanto curriculares como profesionales. En esta lógica se impone un modelo de competencias profesionales, determinado por los cambios y supuestas demandas de la sociedad y el mercado laboral. Se habla de conceptos de competitividad, como los rankings de prestigio entre universidades españolas y europeas, que difícilmente pueden ser dialectizados con una idea de Universidad como servicio público. El modelo que subyace es claramente paradójico: originario intervencionismo supranacional y aspiraciones privatizadoras para la gestión y consecución de recursos.
Hay puestas muchas esperanzas en la diversificación de las posibilidades de práctica profesional a contextos dispares y se ensalza el futuro de la psicología aplicada. Esto lleva a Robert Roe, reputado profesor holandés y miembro del equipo europeo que prepara el proyecto de Diploma Europeo de Psicología, a afirmar que «no hay algo llamado generalista en psicología: todos los profesionales psicólogos de algún modo ejercen de especialistas. En este aspecto la psicología se parece más a la profesión de ingeniero y difiere de la profesión médica»2. La psicología entonces parece ubicarse más cómodamente entre las profesiones técnicas que en las sanitarias. Especialistas en ingeniería psicológica: anorexia, bulimia, autismo, mobbing, burnout, bullying…
La Comisión Europea está apoyando los esfuerzos tendentes a la armonización educativa y profesional. En el caso de la psicología podemos destacar dos proyectos financiados por el programa Leonardo: proyecto «EuroPsyT» (An European Framework for Pyschologists’ Training), dirigido a la formulación de un marco general en el diseño y desarrollo de los currícula para la formación de los psicólogos europeos, y el «EuroPsy» (Developing on European Diploma of Psychology), conducente al establecimiento de un Diploma Europeo estandarizado de acreditación de las competencias profesionales para el ejercicio profesional.
En el primer caso, el equipo EuroPsyT se impone, entre otros, el objetivo de desarrollar un marco de requisitos mínimos para la educación y la formación en la psicología profesional, que pueda proporcionar la base para determinar la equivalencia de titulaciones. La psicología es definida como una aséptica «disciplina que se ocupa de los procesos mentales y sus manifestaciones comportamentales»3. La propuesta marco introduce el significante «psicólogo profesional» sin más presentación, pero podemos concluir, si avanzamos nuestra lectura, que se impone un criterio diferencial común al establecido, por ejemplo, entre licenciado en derecho y abogado. Así se articula un modelo de desarrollo de la competencia profesional basado en dos fases de educación académica (3 + 2 años) más un año de práctica supervisada para acceder a la prác...

Índice

  1. PREFACIO
  2. I. EL SISTEMA «PSI»
  3. II. LA IDEOLOGÍA DE LA EVALUACIÓN
  4. III. LA POLÍTICA «PSI»
  5. V. LOS CENTROS DE PSICOANÁLISIS APLICADO
  6. VI. DOCUMENTOS
  7. NOTAS