Ciropedia
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Ciropedia

  1. 510 páginas
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Jenofonte compone una imagen idealizada de Ciro el Grande, rey de Persia, con una intención didáctica y moralizante: mostrar en qué consiste y cómo se forma el gobernante virtuoso. En ello se advierte, como en Platón, el magisterio de Sócrates, maestro de ambos.Hijo de una Atenas que iba perdiendo su antiguo esplendor, Jenofonte (h. 430-354 a.C.) es uno de los mejores prosistas áticos y un muy lúcido testigo de su época. Aventurero y escritor, discípulo de Sócrates, apasionado de la historia, la educación, la equitación y la caza, trató todos estos intereses particulares en sus diversas obras. La Ciropedia ("educación de Ciro") es una suerte de novela de formación protagonizada por Ciro el grande, rey de Persia, de intención moral y didáctica, en el que Jenofonte se propone componer un "espejo de príncipes". Para ello crea un personaje idealizado, el perfecto estadista, gobernante y general, de hábitos un tanto espartanos y notable magnanimidad. Con ello el autor pone de manifiesto la influencia del magisterio de Sócrates, de quien fue discípulo, en su concepción de la educación para la virtud, la areté (concepción análoga a la que Platón argumentó en La República, escrita en la misma época). En su exposición del modelo, Jenofonte describe la constitución y el sistema educativo de Persia, preceptos y tácticas militares, y todo cuanto contribuye a la formación de un gran gobernante.Jenofonte supo amenizar su tratado ejemplarizante con una variada colección de recursos narrativos (cuento popular, biografía y romance), que se combinan con la narración política y militar.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2016
ISBN
9788424931421
LIBRO VIII
Organización de la corte 331
[1] Así habló Ciro, y tras él se levantó Crisantas, que habló como sigue: «Muchas veces, señores, en anteriores ocasioenes he pensado que un buen gobernante en nada se diferencia de un buen padre 332 ; pues los padres se preocupan de sus hijos para que nunca les falten bienes, y me parece que ahora Ciro nos aconseja la mejor manera de pasar una existencia feliz; pero aquello que me parece que ha demostrado con menos detalle del que hubiera sido necesario, esto es lo que voy a intentar [2] explicar a quienes no lo saben. En efecto, reflexionad sobre qué ciudad enemiga podría ser tomada por tropas indisciplinadas y qué ciudad amiga podría ser guardada por tropas indisciplinadas y qué ejército formado por soldados insubordinados podría obtener la victoria. ¿Cómo es más probable que los hombres sufran derrotas en las batallas que cuando cada uno por su cuenta empieza a tomar determinaciones sobre su propia salvación? ¿Qué otra noble acción sería realizada por hombres que no obedecen a sus superiores? ¿Qué ciudades serían gobernadas con arreglo a la ley o qué casas se mantendrían a salvo? ¿Cómo llegarían las naves a su destino? 333 . Los bienes que ahora poseemos ¿por [3] qué otro medio los obtuvimos, sino por obedecer al superior? En efecto, por esa razón de noche y de día nos encontrábamos en el lugar que se precisaba y, siguiendo todos a una al jefe, éramos irresistibles y no dejábamos a medias ninguna de las órdenes recibidas. Si la obediencia al mando se revela como el mejor medio para obtener el éxito, sabed bien que el mismo proceder es el mejor para conservar lo necesario 334 . Anteriormente muchos de nosotros no dábamos [4] órdenes a nadie, sino que las recibíamos; en cambio, ahora todos los presentes estáis en una situación tal que tenéis mando unos sobre más y otros sobre menos hombres. Pues bien, como vosotros pretendéis mandar a vuestros subordinados, así también nosotros tenemos que obedecer a quienes nos corresponda. Y debemos diferenciarnos de los esclavos en la medida en que los esclavos sirven a sus amos en contra de su voluntad, en cambio, nosotros, si pretendemos ser libres, debemos hacer voluntariamente lo que se revela de la mayor importancia. Y encontraréis, prosiguió, que, incluso allí donde el Estado no se rige por un régimen monárquico, la ciudad que más vivamente desea obedecer a sus gobernantes es la que menos forzada se ve [5] a someterse a sus enemigos. Así pues, estemos presentes, como Ciro nos invita, en este palacio de gobierno, practiquemos las virtudes mediante las que mejor podremos conservar lo necesario, y pongámonos a disposición de Ciro para lo que necesite. Pues tenemos que saber claramente que Ciro no podrá encontrar el medio de disponer de nosotros en beneficio propio, y no nuestro, ya que tenemos idénticos intereses e idénticos enemigos.»
[6] Cuando Crisantas hubo pronunciado estas palabras, se levantaron, asimismo, otros muchos amigos de Ciro, tanto persas como aliados, para apoyarle. Y se decidió que los nobles estuvieran constantemente en la corte y a disposición de Ciro para lo que quisiera, hasta que los despidiera. Como entonces se decidió, así también se comportan todavía en la actualidad los súbditos del Rey en toda Asia, atendiendo al servicio de la corte de sus gobernantes 335 . [7] Y, según ha quedado expuesto en el discurso, las medidas adoptadas por Ciro para conservar el imperio para él y para los persas, los reyes que le sucedieron todavía en la [8] actualidad las conservan como normas. Ocurre en este ámbito de cosas como en lo demás: cuanto mayor es el príncipe, las instituciones se respetan con mejor pureza; en cambio cuanto peor es, se respetan más a la ligera.
Nombramiento de funcionarios y cargos
Así pues, venían con frecuencia a la corte de Ciro los nobles con sus caballos y sus lanzas, tal como había sido decidido por toda la élite de las tropas que habían colaborado en la conquista del imperio. En el resto de los dominios estableció otros funcionarios 336 , [9] y tenía a su disposición recaudadores de finanzas, pagadores de dispendios, inspectores de obras públicas, guardias del patrimonio y funcionarios encargados del abastecimiento alimentario; y, como encargados de los caballos y los perros 337 , dispuso a los que creía que le iban a procurar la mejor crianza para su servicio. Pero, en cuanto a quienes juzgaba necesario tener como [10] colaboradores en el mantenimiento de su prosperidad, no encargaba a otros el cuidado de su perfeccionamiento, sino que estimaba que era asunto suyo. En efecto, sabía que, si alguna vez había que luchar, tendría que sacar de entre ellos a sus colaboradores directos y oficiales, con los que precisamente se corren los mayores peligros. Se daba cuenta también de que de entre éstos tenía que nombrar a los taxiarcos de infantería y de caballería. Y, si se necesitaban [11] generales donde él no estuviera, sabía que de éstos tendrían que salir los que enviara; y sabía que tendría que servirse de algunos de éstos como guardianes y sátrapas de ciudades e, incluso, de pueblos enteros, y que a algunos de éstos los tendría que enviar como embajadores, cargo que en su opinión estaba entre los más importantes con vistas a [12] obtener sin guerra lo que necesitara. Así pues, si no se comportaban como debían los encargados de los asuntos más importantes y numerosos, pensaba que su gobierno iría mal; en cambio, si se comportaban como debían, creía que todo marcharía bien. Con esa idea se metió en esta empresa. Y creía que ésta también le servía de entrenamiento en la virtud, pues pensaba que si él mismo no era como debía era imposible incitar a otros a acciones nobles.
Organización de la economía a imagen del ejército
[13] Una vez hechas estas reflexiones, estimó que, en primer lugar, necesitaba tiempo libre, si pretendía ser capaz de ocuparse de los asuntos más importantes. Despreocuparse de los ingresos le parecía imposible 338 , pues preveía que inevitablemente habría muchos gastos para mantener un imperio tan amplio; pero, por otra parte, sabía que, al ser muchas sus posesiones, su atención constante a ellas le impediría ocuparse del bienestar [14] general. Con el objetivo de que la economía fuera bien y de disponer él de tiempo libre, hizo algunas reflexiones sobre la organización militar: pues en ella, generalmente, los decadarcos se ocupan de los grupos de diez; los capitanes, de los decadarcos; los taxiarcos, de los capitanes; los miriarcos, de los quiliarcos, y, de este modo, nadie queda descuidado, incluso aunque haya muchas decenas de miles de hombres; y, cuando el general quiere servirse del ejército, basta que dé órdenes a los miriarcos. Pues bien, según [15] este modelo, Ciro estructuró los asuntos económicos 339 , de suerte que también consiguió hablar con pocos hombres sin que por ello ninguno de sus asuntos personales quedase sin atender. Y, gracias a ello, disponían ya de más tiempo libre que otro hombre que se ocupe sólo de una casa o sólo de una nave. Y, tras organizar así sus asuntos, enseñó a su equipo a hacer uso del mismo sistema.
Así se procuró tiempo libre para sí mismo y para sus [16] colaboradores y comenzó también a encargarse de que su equipo fuese como debía. En primer lugar, a todos aquellos que, aun pudiendo vivir del trabajo de otros, no acudían a la corte, los sometía a investigación, porque juzgaba que quienes estaban presentes ante él no desearían realizar ninguna acción mala o vergonzosa, debido a su proximidad al soberano y por saber que lo que hicieran iba a ser visto por la élite de la corte. En cambio, las ausencias estimaba que se debían a incontinencia, ofensa o negligencia.
Método para obligar a los vasallos a acudir a la corte
Así pues, expondremos en primer [17] lugar su método para obligar a tales hombres a acudir a la corte. En efecto, ordenó a uno de sus mejores amigos que tomara las posesiones del que no lo visitaba, afirmando que tomaba lo que le pertenecía. Una vez efectuada la confiscación, llegaban en seguida los despojados de sus bienes en la idea de que habían sido objeto de injusticia. Ciro, durante mucho rato, [18] no tenía tiempo de atender a gente tal; y, cuando los había escuchado, retrasaba mucho tiempo su arbitraje. Estimaba que, obrando así, los habituaba a hacerle la corte, de un modo menos aborrecible que si los hubiera obligado [19] a acudir por medio de castigos. Éste era uno de los procedimientos que tenia para enseñarles a acudir a su presencia; otro era el de encargar las gestiones más sencillas y lucrativas a los presentes; y otro el de no conceder [20] nunca ninguna asignación a los ausentes. Pero el mejor procedimiento de coacción, si no se atendía a ninguno de los anteriores, consistía en quitarle sus posesiones y dárselas a quien él pensaba que podría estar presente en el momento preciso; y así disponía de un amigo útil en el lugar de uno inútil. El rey actual 340 también hace este tipo de investigación, si falta alguno de aquellos a quienes corresponde estar presente.
Ciro, modelo de sus súbditos
[21] Éste era su comportamiento con los ausentes. Y, en lo que respecta a aquellos Que se ponían a su disposición, juzgaba que el mejor medio para incitarlos a las acciones nobles, ya que él era su soberano, consistía en procurar mostrarse él mismo a sus súbditos como el hombre más adornado de virtudes del [22] mundo. En efecto, le parecía percibir que los hombres se hacían mejores también gracias a las leyes escritas; y estimó que para los hombres el buen soberano era una ley con ojos 341 , ya que se basta para imponer el orden, ver quién es indisciplinado y castigarlo.
Con este criterio, ponía de manifiesto, primero, en esta [23] época, ya que gozaba de más felicidad, que se esforzaba más en el cumplimiento de los deberes relativos a los dioses. Entonces fue cuando, por primera vez, se estableció que los magos cada amanecer entonaran himnos a todos los dioses, y cada día él ofrecía sacrificios a los dioses que los magos prescribían. Y así, los usos establecidos [24] entonces se conservan todavía en la actualidad transmitiéndose de rey a rey. Ésta, pues, fue la primera costumbre que le imitó el resto de los persas, ya que creían que ellos también gozarían de más felicidad, si rendían culto a sus dioses al igual que su soberano, que era el más feliz de los hombres. Además, estimaban que con este proceder complacerían a Ciro. Ciro, por su parte, estimaba que la [25] piedad de sus hombres era beneficiosa también para él mismo, pues sus cálculos eran semejantes a los de quienes prefieren navegar en compañía de gente piadosa, mejor que con quienes dan la impresión de haber cometido algún acto impío 342 . Además, calculaba que, si todos los miembros de su equipo eran piadosos, menos desearían cometer una acción impía entre ellos o contra él mismo, que se consideraba bienhechor de sus colaboradores. Al hacer ostentación [26] de que daba mucha importancia al hecho de no injuriar a ningún amigo o aliado, y que, por el contrario, él observaba con rigor la justicia, creía que también los otros se mantendrían más apartados de las ganancias ilícitas y desearían marchar por el sendero de la justicia. Estimaba también que podía llenar mejor a todos de respeto, [27] si se manifestaba tan respetuoso con todos que no decía ni hacía nada vergonzoso.Y conjeturaba que [28] así sería, a partir del siguiente razonamiento: en lo que respecta no ya al soberano, sino también a aquellos que no inspiran temor, la gente siente mayor respeto por los hombres respetuosos que por los que no lo son; también en el caso de las mujeres, a las que notan respetuosas, los que las ven tienen más deseos de respetarlas a su vez.
[29] Asimismo, creía que la obediencia arraigaría mejor en su equipo, si públicamente honraba más a quienes le obedecían incondicionalmente, que a quienes aparentaban ofrecer las más altas y arduas virtudes; y vivía con una conducta conforme a estas convicciones.
[30] Y, por otra parte, al hacer patente su propia templanza, conseguía mejor que todo el mundo la practicara también. En efecto, cuando ven que es prudente aquel que más puede ser desmesurado, entonces los hombres más débiles [31] evitan realizar un acto insolente en público. Establecía la diferencia entre el respeto y la templanza del modo siguiente: los respetuosos rehúyen quizá los actos públicamente vergonzosos, en tanto que los prudentes rehúyen [32] también los que son vergonzosos en privado. Y creía que la continencia se podía practicar mejor, si ponía de manifiesto que él mismo no se dejaba apartar del bien por los placeres del momento y deseaba ser el primero que se esforzara en la consecución de goces sin renunciar a la [33] nobleza del espíritu. Así pues, con esta conducta, creó en su corte un ambiente de disciplina entre los inferiores que los hacía ceder ante sus superiores y un gran respeto y decoro recíprocos; allí no se acertaría a oír a nadie gritar de cólera ni ...

Índice

  1. Anteportada
  2. Portada
  3. Página de derechos de autor
  4. INTRODUCCIÓN
  5. BIBLIOGRAFÍA
  6. LIBRO I
  7. LIBRO II
  8. LIBRO III
  9. LIBRO IV
  10. LIBRO V
  11. LIBRO VI
  12. LIBRO VII
  13. LIBRO VIII
  14. ÍNDICE GENERAL