LIBRO PRIMERO
LA MÚSICA ES UN ARTE LIBERAL
A la música en justicia se le atribuyen los «números» de los sonidos
[1.] MAESTRO: Modus, ¿qué pie es?
DISCÍPULO1 : Un pirriquio.
M. — ¿De cuántos tiempos es?
D. — De dos.
M. — Bonus, ¿qué pie es?
D. — También el mismo que modus.
M. — Entonces, modus es lo que bonus.
D. — No.
M. — ¿Por qué, entonces, es el mismo?
D. — Porque es el mismo en el sonido; en la significación es otra cosa.
M. — ¿Concedes, entonces, que es el mismo sonido cuando decimos modus y bonus?
D. — En el sonido de las letras veo que esas palabras discrepan; por lo demás, en cambio, son equiparables.
M. — ¿Y qué? Cuando pronunciamos pone, verbo, y pone, adverbio, aparte de que el significado es diferente, ¿te parece que el sonido no se distancia nada?
D. — Se distancia del todo.
M. — ¿De dónde esa distancia, cuando uno y otro constan no sólo de los mismos tiempos, sino incluso de las mismas letras?
D. — En esto está la distancia, en que tienen lo agudo en diferentes lugares2.
M. — ¿A qué arte3 pertenece el deslindar esas cosas?
D. — A los gramáticos suelo oírselas, y allí las aprendí, pero si esto es propio de esa misma arte o tomado de algún otro lugar, no lo sé.
M. — Después veremos esas cosas; ahora pregunto esto: si yo golpeara dos veces un tambor o una cuerda tan rápida y velozmente como cuando pronunciamos modus o bonus, ¿reconocerías que también allí hay los mismos tiempos, o no?4
D. — Lo reconocería.
M. — Lo llamarías, por tanto, pie pirriquio.
D. — Lo llamaría.
M. — El nombre de este pie, ¿de quién, sino de un gramático, lo aprendiste?
D. — Lo confieso.
M. — Por lo tanto, sobre todos los sonidos de esta índole habrá de juzgar el gramático, ¿o aprendiste por ti mismo esos pulsos y, en cambio, el nombre que debías ponerles lo habías oído de un gramático?
D. — Así es.
M. — Y un nombre que te enseñó la gramática, ¿has osado transferirlo a una cosa que confiesas que no pertenece a la gramática?
D. — Veo que no por otro motivo se puso nombre al pie que por mor de la medida de los tiempos; medida que donde quiera que la reconociere, ¿por qué no voy a osar transferir allí aquel vocablo? Pero, aunque se deben poner otros vocablos cuando los sonidos son de la misma medida pero no conciernen, sin embargo, a los gramáticos, ¿qué me reporta tomarme el trabajo en cuestión de nombres cuando la cosa es manifiesta?
M. — Ni yo lo quiero. Sin embargo, cuando ves innumerables géneros de sonidos en los que pueden observarse unas medidas concretas5, géneros que reconocemos que no son atribuibles a la disciplina gramatical, ¿verdad que piensas que existe alguna otra disciplina que contenga cuanto en voces de este tipo haya de «numeroso»6 y con arreglo al arte?7
D. — Me parece aceptable.
M. — ¿Cuál estimas que es su nombre? Pues opino que para ti no es nuevo que suele concederse a la Musas una especie de omnipotencia sobre el cantar. Esta disciplina es, si no me engaño, la que se denomina Música8.
D. — También yo estimo que es ésta.
Definición de la música
[2. 2] M. — Pero ya tenemos decidido no tomarnos el mínimo trabajo en la cuestión del nombre. Sólo indaguemos, si parece, lo más diligentemente que podamos, toda la fuerza y el sistema de esta disciplina, sea la que sea.
D. — Indaguemos, de acuerdo; pues todo esto, sea lo que sea, mucho deseo conocerlo.
M. — Define entonces la música.
D. — No me atrevo.
M. — ¿Puedes al menos aprobar mi definición?
D. — Lo intentaré, si llegas a decirla.
M. — Música es la ciencia de «modular» bien9. ¿O no te lo parece?
D. — Me lo parecería, tal vez, si para mí estuviera claro qué es la propia «modulación».
M. — ¿Es que acaso este verbo que se dice «modular» o nunca lo has oído o en algún lugar más que en lo que pertenece al cantar o al danzar?
D. — Así es, precisamente, pero como veo que «modular» se dice a partir de «modo»10, cuando en todas las cosas bien hechas se ha de preservar el «modo», y muchas cosas, incluso en el cantar y el danzar, aunque deleiten, son de valor más que escaso, quiero comprender en toda su plenitud qué es exactamente la «modulación» en sí, palabra que prácticamente ella sola contiene la definición de una disciplina tan importante. No se trata, en efecto, de aprender aquí algo por el estilo de lo que cualesquiera cantores e histriones conocen11.
M. — Aquello de más arriba, de que en todo lo que se hace, incluso fuera de la música, hay que preservar el «modo» y de que, aun así, en la música se habla de «modulación», no te vaya a inquietar, si por casualidad no ignoras que «dicción» [dictio] se denomina propiamente la del orador.
D. — No lo ignoro, pero ¿a dónde va eso?
M. — Porque incluso un esclavo tuyo, aun todo lo poco pulido y rústico que quieras, cuando incluso con una sola palabra te responde al preguntarle, ¿confiesas que él algo «dice»?
D. — Lo confieso.
M. — Entonces, ¿también él es un orador?
D. — No.
M. — No ha hecho, por tanto, uso de la «dicción» aun cuando algo haya dicho, aunque confesemos que «dicción» se dice a partir de «decir».
D. — Lo concedo, pero también esto me pregunto de nuevo a dónde va a parar.
M. — A esto, puede verse, a que entiendas que la «modulación» puede ser pertinente sólo respecto a la música, aunque el «modo», de donde se ha derivado la palabra, pueda hallarse también en otras cosas; a la manera en que «dicción» se atribuye propiamente a los oradores, aunque diga algo todo el que habla y a partir de «decir» haya sido denominada «dicción».
D. — Ya entiendo.
Se sopesa la definición
[3] M. — Aquello, entonces, que después dijiste, que en el cantar y en el danzar hay muchas cosas de poco valor, en las que, si aceptamos el nombre de «modulación», esa disciplina casi divina se envilece, fue por tu parte una advertencia absolutamente cauta. Así es que discutamos primero qué es «modular»; después, qué es «modular» bien, pues no en vano se añadió esto a la definición. Por último, el que allí se ha puesto «ciencia», tampoco es de despreciar. En efecto, con estos tres puntos, si no me engaño, aquella definición alcanza su plenitud.
D. — Hágase así.
Qué es modular
M. — Entonces, ya que confesamos que la «modulación» recibió el nombre a partir de «modo», ¿no te parece acaso de temer que el «modo» o se exceda o no alcance su plenitud, si no es en las cosas que se producen en virtud de algún movimiento? O, si nada se mueve, ¿podemos temer que resulte algo al margen del «modo»?12.
D. — De ninguna forma.
M. — Luego, no incongruentemente se le dice «modulación» a una especie de pericia en el movimiento, o en todo caso a aquello por lo que resulta que algo se mueve bien. No podemos, en efecto, decir que algo se mueve bien, si no observa el «modo».
D. — No podemos, desde luego; mas, al revés, será preciso reconocer13 esa «modulación» en todas las cosas bien hechas. Nada, ciertamente, veo que se haga bien, si no es con un buen movimiento.
M. — ¿Y qué, si acaso todo eso se realizara a través de la música, aunque el nombre de «modulación» se encuentre más trillado tratándose de instrumentos de cualquier tipo? Y no sin razón, pues creo que a ti te parecerá que una cosa es el que algo de madera o de plata o de cualquier material haya sido hecho al torno, y otra, por su parte, el propio movimiento del artífice mientras dichas cosas son torneadas.
D. — Asiento; es mucha la diferencia.
M. — ¿Es que, entonces, acaso el propio movimiento es apetecido por sí mismo y no por aquello que quiere ser torneado?
D. — Es manifiesto.
M. — ¿Y qué? Si los miembros los moviera no por otra cosa, sino para que se muevan con belleza y propiedad, ¿diríamos que hace otra cosa que no sea danzar?
D. — Así parece.
M. — ¿Cuándo, entonces, consideras que alguna cosa se destaca y, por así decirlo, domina? ¿Cuando es apetecida por sí misma, o cuando por otra razón?
D. — ¿Quién niega que cuando por sí misma?
M. — Vuelve ahora a aquello de más arriba que dijimos sobre la «modulación». Pues la habíamos propuesto tal como una especie de pericia en el movimiento; y mira dónde debe tener más su sede este nombre, en aquel movimiento que es, por así decir, libre, esto es, que por sí mismo es apetecido y por sí mismo deleita; o en aquél que de algún modo es esclavo; en efecto, son como esclavas todas las cosas que no son para sí mismas, sino que están referidas a alguna otra14.
D. — En aquél, claro está, que es apetecido por sí mismo.
M. — En conclusión, es ya aceptable que la ciencia del «modular» sea la ciencia del mover bien, de manera que el movimiento sea apetecido por sí mismo y por ello deleite por sí mismo.
D. — Es aceptable; de acuerdo.
Por qué se añade «bien»
[3. 4] M. — ¿Por qué, entonces, se añadió «bien», cuando ya la propia «modulación», si no hubiera un buen movimiento, no ...