Discursos I
  1. 430 páginas
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Este primer volumen, precisamente, incluye su Panatenaico, texto sentido y de gran riqueza en alabanza de Atenas, que contrasta con las habituales muestras puramente formularias del género laudatorio; se completa con Contra Platón: en defensa de la Retórica, donde Aristides arremete contra el prestigio de los filósofos y ensalza a los grandes oradores.Durante el siglo II d.C., en el territorio griego sometido al Imperio Romano, se vivió la época denominada Segunda Sofística, un renacimiento cultural en que la retórica se fijó en los modelos clásicos y los grandes prosistas prescindieron de sus inmediatos predecesores helenísticos para copiar y comentar a los autores del período áureo ateniense.En este contexto se destacó el sofista y retórico Elio Arístides (117-189 d.C.), que gozó de enorme fama en la Antigüedad: como himnógrafo, diarista, panegirista, consejero y declamador, es una figura clave en la transmisión del helenismo. Tras cursar estudios en Atenas y Pérgamo, viajó a Egipto, Cícico y Roma, en una serie de viajes que le aportó una visión general del hombre y sus sociedades. Vivió muchos años en la costa jonia –Esmirna, Pérgamo, Éfeso–, ejerciendo como conferenciante y maestro. Enfermo, tal vez hipocondríaco supersticioso, fue a Pérgamo para pedir curación al dios Asclepio, y en esta ciudad permaneció diez años a la espera de un remedio que, a su parecer, se le fue revelando en una serie de sueños. Mientras aguardaba estableció relación con varios personajes eminentes del Imperio Romano que también acudían a Pérgamo y a Asclepio: Marco Aurelio, por ejemplo, quien para complacerle reconstruyó Esmirna después de un terremoto.Entre los temas recurrentes y predilectos de sus discursos figuran los piadosos, reflejo de su intensa vida espiritual (que algunos calificaron de superstición), con una serie de himnos en prosa a dioses y diosas, la alabanza de la armonía cívica, la historia clásica y los panegíricos de ciudades, dentro de la tradición encomiástica.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2016
ISBN
9788424931339
CONTRA PLATÓN: EN DEFENSA DE LA RETÓRICA
INTRODUCCIÓN
No es de extrañar que un sofista que emite sobre la retórica opiniones1 como es lo más bello que existe (II 18), los oradores están poseídos por la divinidad (II 75) o de las actividades humanas la retórica es lo más grande, lo primero, lo más perfecto y, si se me permite decirlo, lo más digno de alabanza (II 204), dedique gran parte de su obra2 a defender lo que fue la razón de su vida: la retórica. A tal menester dedicó E. Aristides los llamados Discursos platónicos: II: En defensa de la retórica; III: En defensa de los Cuatro; IV: A Capitón, amén de otros discursos que abundan en el mismo tema, como el XXXIII: A quienes le critican porque no declama; el XXXIV: Contra quienes se burlan de los misterios de la oratoria; y el XXVIII: Sobre una digresión personal.
El Discurso II retoma la vieja polémica3 entre retórica y filosofía. Surgió en los primeros años del siglo IV a. C., se repitió en el siglo II a. C. y renació con pujanza entre los sofistas del siglo II d. C. Distinguidos estudiosos4 me eximen de hacer una historia del problema. Sólo recordaré el breve resumen que sobre esta querella antigua nos ha legado Cicerón (De Oratore III 57 ss.). En un principio, nos cuenta el gran orador romano, la educación preparaba para la acción y la palabra y los maestros, cómo Fénix a Aquiles (Ilíada, IX 443), enseñaban a vivir y a hablar correctamente5. Luego, unos hombres se dedicaron a la poesía, otros a la geometría, otros a la música y otros a la dialéctica6. No obstante, había hombres, como Temístocles, Pericles o Terámenes, que brillaron en política, porque poseían una sabiduría doble e inseparable: la de la acción y la de la palabra7. Había quienes no eran políticos, pero que enseñaban tal sabiduría, como Gorgias, Trasímaco e Isócrates. Por último, había otros, cultos, inteligentes y apartados de la vida pública, que hostigaban y menospreciaban la práctica de la oratoria8. El principal de esos hombres fue Sócrates, quien en sus discusiones separó el conocimiento de la sabiduría del hablar correctamente9. Platón, dado que Sócrates no dejó nada escrito, fue quien transmitió su doctrina. Este fue el origen de una separación (discidium) absurda, inútil y censurable: la de sabiduría y elocuencia10.
La posición de Cicerón, como la de Isócrates antes y la de E. Aristides después, es clara: reconciliar al orador ideal con el filósofo elocuente, es decir, en el orador ideal está el sabio. Esta concepción del orador se repetirá más tarde en Quintiliano (Institutiones Oratoriae, XII 1), en los oradores cristianos, en la Italia renacentista y en el período neoclásico tanto europeo como americano11.
El primer discurso platónico En defensa de la retórica fue escrito, según Behr12, entre los años 145 y 147 d. C., cuando E. Aristides estaba como incubante en el Asclepieion de Pérgamo.
La opinión generalizada13 apunta a considerar los Discursos platónicos como un ataque al Gorgias de Platón. La ocasión sería el renacimiento en Pérgamo de una escuela platónica dirigida por Cayo14. Otros verían un ataque velado a los cínicos, quienes solían aprovechar los argumentos platónicos para atacar indiscriminadamente a la retórica15. Lo cierto es que el platonismo conoció un extraordinario auge entre los sofistas y rétores del siglo II d. C.16. Recuérdese a Albino, maestro de Galeno, a Apuleyo, quien resumió la doctrina platónica en su De Platone et eius dogmate, a Tauro, maestro de Herodes Ático y de A. Gelio, a Frontón y otros17.
Ahora bien, el ataque de E. Aristides a Platón puede también ser entendido como una diatriba contra los filósofos de su tiempo o, para ser más exactos, contra los que utilizaban impropiamente el nombre de filósofos. Como indicó Boulanger18, la polémica no se centró en los filósofos de las sectas tradicionales o escolásticos ni en los filósofos conferenciantes, sino en los filósofos moralistas, continuadores de Diógenes y Menipo de Gádara, que denigraban la civilización griega y despreciaban la retórica. En esta línea hay que entender los ataques a filósofos de Dión de Prusa, Herodes Ático, Luciano, Frontón o Apuleyo19, además del propio E. Aristides. Así se podrá entender que la incoherencia del final del discurso no es tal. Al llamar a Platón padre y maestro de los oradores, salva un modelo estilístico tan querido en el siglo II d. C. Sin embargo, con la excusa de rebatir los argumentos de Platón contra la retórica, está lanzando un ataque furibundo no tanto contra Platón como contra los filósofos que murmuran disparando en la oscuridad, hombres cuyas palabras no es fácil entender... al decir estos sofismas (II 464).
E. Aristides va desgranando uno a uno los argumentos que Platón empleó en el Gorgias para atacar a la retórica. El método empleado por nuestro sofista consiste en refutar las propias afirmaciones de Platón hasta volverlas contra él. He aquí el contenido del discurso:
I. Exordio (1-19)
La verdad vale más que la tradición (1-12).
Defensa de la retórica (13-19).
II. Acusación de Platón contra la retórica: la retórica no es un arte (20-31).
III. Resultado de conceder que la retórica no es una arte (32-134).
Los oráculos y la poesía están por encima del arte (32- 46).
Los poetas están por encima del arte (47-49).
Los inspirados por la divinidad carecen de arte (50-77).
Sócrates, un hombre sin arte (78-83).
Ejemplo de los poetas: Homero (84-96), Hesíodo (97-108), y Píndaro (109-112).
Naturaleza y arte (113-134).
IV. Refutación de que la retórica no es un arte (135-177).
Ejemplos: el disparo con arco (141-142), la navegación (143-148), la medicina y la educación física (149-156), la pintura (157-162) y la mántica (163-170).
La retórica (171-177).
V. La retórica no es adulación (178-203).
VI. La retórica, la justicia y demás virtudes (204-343).
Origen de la retórica (205-211).
La retórica y las leyes (212-221), la administración de justicia (222-233) y la política (234).
La retórica y las virtudes (235-246).
La retórica y su abuso (247-256).
La retórica debe ser estimada por sus virtudes, no por sus defectos (257-260).
Retórica y filosofía: sobre que es preferible sufrir a cometer injusticia (261-318).
Ejemplos del viaje de Platón a Sicilia (279-298), de Sócrates (299-300), de Jenofonte (301-303) y de las Leyes de Platón (304-318).
VII. La virtud de los Cuatro (319-343).
VIII. Contra la existencia de dos tipos de retórica (344-361).
IX. Superioridad del orador (362-437).
Ejemplos: timonel de una nave (362-371), ingeniero militar (372-373), educación física (374-375), nadador (376-379).
Los ejemplos de Platón son inadecuados (380-381).
La retórica participa de todas las virtudes (382-383).
La palabra y la acción (384-393).
Mito sobre el origen de la retórica (394-402).
Supremacía de la razón y la retórica (403-411).
retórica y medicina (412); retórica y estrategia (413-419).
Placer y utilidad de la retórica (420-424).
Superioridad de la retórica, (425-428).
Retrato del orador ideal (429-437).
X. Platón está a favor de la retórica (438-445).
XI. Sobre los dos tipos de retórica (446-461).
XII. Peroración (462-466).
Los Discursos platónicos han recibido por lo general una valoración negativa. Para Boulanger20, por ejemplo, el discurso II se caracteriza por el desorden en la exposición (pág. 212), es una enorme e inútil diatriba (pág. 225), carece de originalidad (pág. 237) y los discursos platónicos son auténticos monstruos (pág. 449). Behr21 salva del En defensa de la retórica justamente lo que no tiene relación directa con el contenido del discurso: la descripción de la vida de los incubantes, las discusiones sobre medicina, los sueños y los datos autobiográficos del autor.
El discurso II, no obstante, tiene valores indudables. La teoría retórica que se trasluce a lo largo del discurso representa una síntesis de la tradición isocrática y las peculiaridades de la retórica romana: el origen divino de la retórica, el papel fundamental del orador en la sociedad, la concepción del hombre de estado como orador y hombre de acción, el orador ideal como hombre de bien, y el orador como sabio por excelencia, el verdadero filósofo. También son de destacar el orden y la actualidad del discurso. La secuencia de argumentos ha sido cuidadosamente dispuesta, como puede observarse en el resumen del contenido del discurso arriba indicado. De otro lado, hay quien tilda al discurso de anacrónico22, porque E. Aristides actúa como si estuviera en el siglo V o IV a. C. Pero depende de lo que se entienda por arcaísmo o por imitación. Para los rétores y sofistas del siglo II d. C. revivir el pasado era un modo de reafirmar el presente23. De ahí que en una polémica aparentemente estéril E. Aristides estuviera reafirmando su identidad de gran sofista frente a los falsos filósofos de su tiempo.
Sobre el estilo del discurso24 baste decir que, lógicamente, E. Aristides no emplea el estilo commático de las monodias o los himnos, ni el descuidado o familiar de los Discursos Sagrados, sino el estilo periódico de la mayoría de sus discursos epidícticos. Huelga también decir que su vocabulario es extremadamente ático y que escasean los poeticismos tan abundantes en otros discursos.
El discurso II levantó fuertes críticas, hasta el punto de que el autor respondió más tarde a ellas en el discurso IV (A Capitón). Todavía un siglo más tarde, el filósofo neoplatónico Porfirio compuso un Contra Aristides para defender el Gorgias de Platón de los ataques del sofista de Esmirna25.
ANTONIO RAMÍREZ DE VERGER
1 Uno de los pasajes más expresivos al respecto se lee en el discurso XXXIII 20: Para mí la retórica lo significa todo, tiene todos los poderes.
2 436 páginas en la edición de Dindorf y 404 páginas en la de Lenz-Behr.
3 Por DIÓGENES LAERCIO (III 34) sabemos que Molón, maestro de Cicerón, escribió un discurso contra Platón. Cf. Escolios a ARISTÓFANES, Nubes 144.
4 H. VON ARNIM, Leben und Werke des Dion von Prusa, Berlín, 1898, págs. 4-114; W. JAEGER, Paideia: los ideales de la cultura griega, México, 1971, págs. 830, 844-6, 922-950 y 982-998; G. A. KENNEDY, The Art of Persuasion in Greece, Princeton, 1963, págs. 13-23, 78-79 y 321-330; A. TOVAR, Aristóteles. Retórica, Madrid, 1971, págs. XXI-XXXII; J. DE ROMIILY, Magic and Rhetoric in Ancient Greece, Cambridge (Mass.)-Londres, 1975, páginas 69-75.
5 De Oratore III 57: Nam vetus quidem illa doctrina eadem videtur et recte faciendi et bene dicendi magistra.
6 De Oratore III 58.
7 De Oratore III 59: propter ancipitem, quae non potest esse seiuncta, faciendi dicendique sapientiam florerent.
8 Ibidem.
9 De Oratore III 60: sapienterque...

Índice

  1. Anteportada
  2. Portada
  3. Página de derechos de autor
  4. INTRODUCCIÓN GENERAL
  5. BIBLIOGRAFÍA
  6. PANATENAICO
  7. CONTRA PLATÓN: EN DEFENSA DE LA RETÓRICA
  8. ÍNDICE