La guerra de los judíos. Libros I-III
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La Guerra de los judíos, a pesar de algunos planteamientos tendenciosos, está repleta de información útil sobre el pueblo hebreo y el Imperio Romano, y no ha cesado de interesar a los estudiosos de la antigüedad.Josefo (c. 37-38-Roma, 101), historiador judío fariseo, nació unos treinta y cinco años antes de que los romanos destruyeran Jerusalén: en el año 66 estalló la Gran Revuelta Judía, y Josefo fue nombrado comandante en jefe de Galilea. Fue hecho prisionero, pero Vespasiano (a quien el primero pronosticó, con acierto, que él y su hijo Tito llegarían a emperadores) lo liberó, a raíz de lo cual devino Flavio Josefo. Al lado del Estado Mayor romano, pudo observar el resto de una guerra cuya enorme importancia entendió de inmediato. A su término (70), viajó a Roma, donde permanecería desde el 71 hasta su muerte. Fue manumitido y percibió la ciudadanía romana y una pensión anual que le permitió consagrarse a componer la historia de la guerra judía y otras obras relacionadas.La guerra de los judíos fue escrita en arameo (lengua materna del autor) y reeditada en griego en Roma: la primera versión se dirigía sobre todo a los judíos de Oriente; la segunda –escrita con colaboradores–, a los otros judíos de lengua griega, en especial a los de Alejandría. Dividida en siete libros, abarca desde el año 167 a.C. hasta el 74 d.C. En su libro I relata el intento de helenizar Palestina del rey sirio-griego Antíoco IV Epifanes y la subsiguiente revuelta de los Macabeos, así como la historia de los reyes de esta dinastía hasta la designación de Herodes el Grande como rey de Israel. El libro II se inicia en el 4 a.C., con la muerte de Herodes, y concluye en el 66 d.C.: reinado de Arquelao, conversión de Judea en provincia romana, sucesivos prefectores-procuradores. El libro III, que completa este volumen, incluye la primavera y el otoño del 67, cuando Nerón envía al general Vespasiano a apaciguar la provincia.Sin duda, Flavio Josefo tenía en esta obra un propósito apologético: ensalzar el poderío de los romanos y de la nueva dinastía de los Flavios, la que fundaron sus protectores Vespasiano y Tito, y en efecto el imperio se muestra como un engranaje casi perfecto y ambos emperadores como dechados de virtudes. Al mismo tiempo desea poner de manifiesto la heroicidad del pueblo judío. Pero a pesar de esta doble inclinación, y al margen del pensamiento teleológico del autor, que cree que la divinidad rige la historia, la Historia está repleta de información útil y no ha cesado de interesar a los estudiosos de la antigüedad.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2016
ISBN
9788424932688
LIBRO I

NOTA TEXTUAL

EDICIÓN DE NIESE 1 NUESTRO TEXTO
47 (23) ’Ακέδασαν ’Αδασάν Hudson ex AJ XII 408
85 (2) εἶχεν εἶχεν 〈έν τιμῇ〉 Hudson ex AJ XIII 323
104 (6) διὰ μάχης δίχα μάχης Destinon ex AJ XIII 393, Thackeray
117 (16) οἰκετῶν οἰκείων Herwerden
217 (1) Σέξτου ’Αντιστίου Versio Latina , Schalit, Thackeray,
392 (5) Βεντίδιος Κυΐντος Δίδιος Hudson ex Dione Cassio LI 7
454 (5) † ἡδὺ εἰ δὴ Thackeray
480 (2) τριχῶν τρυχῶν coni. Niese ex AJ XVI 204
664 (20) ’Αντιπάτρου ’Αντίπα PAML 2
673(1)ἑβδομήκοντα διακοσίους LVRC, Versio Latina , Hegesipo, Thackeray
1 Citamos el pasaje con el número del párrafo y, entre paréntesis, con el de la línea de la edición de Niese.

SINOPSIS

DESDE LA TOMA DE JERUSALÉN POR ANTÍOCO IV EPÍFANES HASTA LA MUERTE DE HERODES (167 - 4 a. C.)

1. Proemio.– 31. Toma de Jerusalén por Antíoco IV Epífanes.– 36. Matías. Judas. Jonatán y Simón Macabeo.– 54. Juan Hircano.– 70. Aristobulo.– 85. Alejandro Janeo.– 107. La reina Alejandra.– 120. Rivalidad entre Aristobulo e Hircano.– 141. Invasión de Pompeyo.– 160. Revuelta de Alejandro. Gobierno de Gabinio, Craso y Casio.– 183. Julio César y Antípatro.– 195. César interviene en el conflicto entre Antípatro y Antígono. Triunfo de Antípatro.– 204. Herodes, gobernador de Galilea.– 218. Guerra civil en el Imperio. Casio en Siria.– 225. Muerte de Antípatro. Venganza de Herodes.– 242. Embajada judía ante Marco Antonio. Herodes y Fasael, tetrarcas de Judea.– 248. Los partos invaden Siria y reponen en el trono a Antígono.– 265. Huida de Herodes. En Roma el Senado le nombra rey de los judíos.– 286. Antígono ataca Masadá.– 290. Herodes de nuevo en Palestina: Masadá, Jope y Jerusalén.– 303. Campaña de Herodes en Idumea y Galilea.– 323. Muerte de José, hermano de Herodes.– 328. Herodes en Jericó. Asedio de Jerusalén.– 354. Asesinato de Antígono. Intrigas de Cleopatra.– 364. Guerra de Herodes contra los árabes.– 386. Tras la batalla de Acio, Augusto César confirma a Herodes en el trono. Nuevos territorios.– 401. Herodes reconstruye el Templo de Jerusalén. Su actividad benefactora en otras ciudades.– 431. Los dramas de la familia herodiana.– 445. Intrigas de los hijos de Mariamme. Mediación de Augusto.– 455. Herodes ante Arquelao. Discurso al pueblo.– 467. Maquinaciones dentro de la corte. Rivalidad entre los hijos de Herodes.– 498. Arquelao, artífice de la reconciliación.– 513. Presencia de Euricles en la corte.– 534. El tribunal de Berito. Condena de Aristobulo y Alejandro.– 552. Impopularidad de Antípatro. La descendencia de Herodes.– 567. Conjuración en la corte y en Roma.– 578. Envenenamiento de Ferora. Se descubre la conjura contra Herodes.– 608. Antípatro regresa a Judea.– 620. Juicio de Herodes contra Antípatro.– 645. Herodes enferma y cambia su testamento.– 648. El suceso del águila de oro del Templo.– 656. Se agrava la enfermedad de Herodes. Ejecución de Antípatro.– 665. Muerte de Herodes. Arquelao es proclamado rey.

Proemio 2

La guerra que los judíos han llevado a [1] cabo contra los romanos no sólo es la mayor de las que ha habido entre nosotros, sino casi también de todas las que nos han contado que han ocurrido entre las ciudades o los pueblos. Unos escriben de forma retórica sobre los acontecimientos sin haber estado presentes en ellos, sino basándose en los hechos fortuitos y discordantes que han oído. Otros, en cambio, por adulación hacia los romanos o por [2] odio a los judíos falsifican la historia, y así sus escritos presentan en unos casos ataques y en otros elogios, pero nunca la exactitud histórica. Por este motivo he decidido relatar [3] con detalle, en lengua griega, a los habitantes del Imperio romano lo que antes había escrito en mi lengua materna 3 para los bárbaros de las regiones superiores 4 ; yo, Josefo 5 , hijo de Matías, sacerdote de Jerusalén, de raza hebrea 6 , que en un principio he luchado en persona contra los romanos y que por necesidad me he visto obligado a intervenir en los acontecimientos posteriores 7 .
[4] Cuando se produjo este conflicto, que como acabo de decir fue muy importante, la situación interna de Roma estaba en un mal momento 8 , mientras que, entonces, entre los judíos el deseo de revolución, que estaba en plenitud de fuerzas y de medios económicos, se acrecentaba con estas circunstancias confusas. Como consecuencia de esta situación extrema, los judíos deseaban conquistar el Oriente y [5] los romanos temían perderlo. En efecto, los judíos tenían la esperanza de que todos los habitantes del otro lado del Éufrates, que también eran de su raza, se alzasen con ellos, mientras que a los romanos les molestaban sus vecinos los galos 9 y la región celta 10 estaba inquieta. Después de Nerón todo eran discordias, a muchos les seducía la ocasión de apoderarse del Imperio, y el ejército deseaba un cambio para así obtener alguna ganancia. Creí que no era lógico adulterar [6] la verdad en acontecimientos de tal envergadura, y que los partos, los babilonios, los árabes más lejanos, nuestros congéneres del otro lado del Éufrates y los adiabenos 11 , conocieran con exactitud a través de mi obra cómo empezó la guerra, las desgracias que provocó y cómo llegó a su fin, y que, en cambio, los griegos y los romanos que no han participado en el conflicto bélico lo ignorasen, pues sólo han tenido acceso a obras aduladoras o falsas 12 .
Pues bien, se atreven a darles el nombre de historias a [7] estos escritos en los que me parece que no consiguen su propósito, además de que no cuentan nada verdadero. Al querer demostrar que los romanos son grandes, relegan siempre a los judíos y los humillan. Realmente no sé cómo [8] podrían parecer grandes los que han vencido a pequeños. No prestan atención a la duración de la guerra, ni a la cantidad de soldados romanos que perecieron en ella, ni a la grandeza de los generales que tanto se esforzaron en torno a Jerusalén y, creo, que al despreciar su buena actuación se les está quitando gloria.
Yo, por mi parte, he decidido no acrecentar los asuntos [9] concernientes a mi pueblo para así no rivalizar con los que ensalzan a los romanos, sino que voy a relatar los hechos de ambos bandos con exactitud. Expongo mi opinión sobre los acontecimientos según el desarrollo de los mismos y dejo que mis propios sentimientos expresen sus lamentos por las [10] desgracias de mi patria. El emperador Tito César es testigo de que a mi nación la ha destruido una lucha interna, de que los tiranos judíos 13 son los que han traído a la fuerza las manos de los romanos y el fuego contra el santo Templo. Este mismo personaje, precisamente el que lo ha saqueado, se ha apiadado a lo largo de toda la guerra del pueblo que tenían vigilado los revolucionarios, y muchas veces aplazó voluntariamente la toma de la ciudad y durante el asedio dio [11] tiempo para que los responsables se arrepintieran 14 . Si alguien viera que no actúo con verdad al hablar contra los tiranos o contra su actividad de bandidos 15 o al lamentarme por las desgracias de mi pueblo, ruego que me perdone, aunque no siga las normas de la historiografía 16 . Pues de todas las ciudades que estuvieron bajo el poder de Roma, la nuestra llegó al más alto grado de felicidad y, a la vez, a la [12] más dolorosa de las desgracias. Cuando se comparan las calamidades que todos los pueblos han tenido a lo largo de la historia con las de los judíos, aquéllas me parecen inferiores. Además, el causante de ellas no ha sido una persona ajena a nuestra raza, de modo que no me es posible poner fin a mis llantos. Y si el que juzga mis escritos fuera demasiado insensible para compadecerse, que atribuya los acontecimientos a la historia y los lamentos al escritor.
Pues bien, yo mismo también criticaría con razón a los [13] griegos eruditos 17 que, a pesar de que en su época han sucedido eventos tan importantes que, en comparación, las guerras pasadas parecen sin importancia, sin embargo se convierten en jueces y ofenden a los que se dedican a contar este tipo de acontecimientos. Y aunque les superan en estilo, son inferiores, en cambio, en su propósito. Ellos escriben las historias de los asirios y medos, como si los autores antiguos no las hubieran relatado correctamente. Y, por otra parte, [14] los historiadores modernos también son inferiores a aquéllos tanto en su habilidad de escribir como en su razonamiento de los hechos. Pues cada uno de ellos se dedicaba a escribir sobre la realidad contemporánea, y el haber estado presente en ella proporcionaba una información clara y constituía una vergüenza mentir ante personas que conocían lo ocurrido. En efecto, es digno de elogio y de alabanza ofrecer [15] a la memoria los hechos no conocidos y transmitir a los que vengan después los sucesos de su propia época. Una persona laboriosa no es la que cambia una organización y un plan ajenos, sino la que, además de relatar algo nuevo, compone de una forma particular toda una obra de historia. [16] Yo, que soy extranjero 18 , ofrezco a los griegos y romanos, con unos gastos y unas fatigas muy grandes, el recuerdo de acontecimientos dichosos. Los griegos genuinos, cuando se trata de ganancias y de juicios, tienen inmediatamente la boca abierta y la lengua suelta, mientras que cuando se trata de la historia, donde es necesario decir la verdad y relatar con mucho esfuerzo todo lo que ha pasado, se callan y dejan en manos de gente mediocre y poco entendida la tarea de escribir sobre las hazañas de sus gobernantes. Sea, pues, honrada entre nosotros la verdad de la historia, ya que entre los griegos no se le presta atención.
[17] Creí que ahora no era el momento oportuno de contar la historia antigua de los judíos 19 , quiénes eran, cómo se libraron de los egipcios, a qué regiones llegaron en su errante existencia, en cuántas se asentaron y cómo emigraron de ellas. Y, por otra parte, es algo inútil, puesto que muchos judíos antes que yo han escrito de una forma rigurosa la historia de nuestros antepasados 20 , y algunos griegos, al traducirla a su lengua materna, no se han apartado mucho de la verdad 21 .
Voy a dar inicio a mi obra en el punto en que lo dejaron [18] estos historiadores y nuestros profetas...

Índice

  1. Anteportada
  2. Portada
  3. Página de derechos de autor
  4. Introducción
  5. Bibliografía
  6. Libro I
  7. Libro II
  8. Libro III
  9. Apéndice
  10. Índice General