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ERES TU MEMORIA
UN DIVORCIO SIN SENTIDO
Es muy curioso el fenómeno que se ha ido extendiendo en la sociedad actual de ningunear el valor real de la memoria. Podemos ver con qué tranquilidad cualquier persona afirma en público, sin ningún reparo, «¡qué mala memoria tengo!». Y hasta es posible que lo exprese vanagloriándose, creyéndose a pies juntillas que «es de sabios ser distraído», que tener fallos de memoria es, no tan solo justificable, sino un signo distintivo de una persona de gran actividad intelectual, alguien que tiene tantas cosas en su cabeza que hay que saberla disculpar cuando, de vez en cuando, se le olvide alguna. Cada vez es más frecuente encontrarse con personas que te dicen «no me fío de mi memoria» como manera implícita de darte a entender «pero confío plenamente en mi inteligencia».
No veremos, sin embargo, que nadie afirme en público «¡qué mala inteligencia tengo!». Nadie es capaz de reconocer frente a los demás que su inteligencia le falla más de lo que él quisiera, aunque no tendrá inconveniente en calificar su capacidad memorística de un auténtico desastre y quedarse a sus anchas.
Se le concede a la inteligencia un gran valor social que lo tiene— y se minusvalora la memoria que debería tenerlo— como si fuera el recurso intelectual de los que carecen de inteligencia suficiente. Es harto frecuente que la gente considere que existe un divorcio entre memoria e inteligencia; un concepto que no tiene ningún sentido porque es totalmente erróneo desde un punto de vista científico. Es un error que proviene, por una parte, del merecido descrédito que se han ganado antiguos métodos educativos basados en memorizar aunque no se comprendiera; y por otra parte, de la desmesurada confianza que se ha ido extendiendo sobre la ayuda que actualmente nos proporcionan las memorias electrónicas, de todo tipo, y este enorme almacén de informaciones en red que llamamos internet.
La psicología cognitiva demostró hace años que no hay inteligencia que pueda funcionar si no viene precedida de una capacidad de aprendizaje, y que la inteligencia se basa en la capacidad de procesar adecuadamente las informaciones disponibles. Obviamente, estas dos facultades no pueden operar si no tienen a su disposición una capacidad importante de memoria.
➲Sin memoria no es posible aprender nada. Sin memoria ni tienes sobre qué razonar ni puedes tener conductas inteligentes.
Si no eres capaz de recordar, no dispondrás de informaciones sobre las cuales aplicar tu inteligencia, no acumularás conocimientos aprendidos ni experiencias vividas, no dispondrás de antecedentes sobre los cuales inferir qué te conviene hacer. En pocas palabras, sin memoria no tendrás identidad.
ERES TU MEMORIA
Eres tu memoria. Eres aquel que recuerdas ser. Tu identidad física es tu cuerpo, tu ADN y tu herencia genética, pero tu identidad psíquica es la acumulación estructurada y digerida de tus vivencias.
➲Si perdieras tu memoria, perderías tu identidad.
El principal horror que sufren las personas con amnesia retrógrada producida por un tumor o una lesión cerebral es no poder recordar quiénes son, es quedarse vacíos de vivencias pasadas.
LA MEMORIA ES ESENCIAL
Necesitas acordarte de tus sensaciones, emociones, sentimientos y vivencias pasadas para poder asociarlas con las actuales y tomar decisiones inmediatas en centenares de temas cotidianos que te sobrevienen (cómo vestirte, qué comes, dónde tienes que ir, por dónde vas, quién te espera y qué espera de ti, qué tienes que hacer…). Lo que llamamos intuición o sexto sentido está fundamentado en la atracción o repulsión inmediata que te causa un objeto, una persona o una situación por contraste (consciente o inconsciente) con los objetos, personas y situaciones que llevas acumuladas en tu experiencia vital. Tu intuición está plenamente basada en la memoria activa de tus vivencias y es personal e intransferible; forma parte intrínseca de tu identidad.
Necesitas tu memoria para poder hacer la más mínima cosa. Para moverte por la vida, necesitas acordarte de los nombres de las cosas, de los lugares y de las personas (para poder hablar de ellas y para entender de qué te están hablando). Necesitas acordarte de las fechas y de las horas para situar tu pasado y afrontar con éxito tus planes de futuro. Necesitas acordarte de tus razonamientos anteriores, tus juicios y tus criterios formalizados para no estar siempre partiendo de cero. Necesitas acordarte de cómo se hacen las cosas para no ser un eterno bebé en la vida y un eterno aprendiz en tu profesión. Necesitas acordarte de las cifras y medidas más significativas del entorno en el que te desenvuelves (qué temperaturas, qué volúmenes, qué dimensiones, cuántas etapas hacen falta, etc.) para optimizar tus acciones y ser más eficaz. Necesitas acordarte de dónde están las cosas y las personas, y qué hay que hacer para desplazarse de un lugar a otro. Necesitas acordarte de cómo se relacionan los lugares con las personas que los ocupan y cómo se llama y a qué se dedica cada una de ellas. Necesitas que tu memoria de trabajo (o memoria operativa) esté limpia y dispuesta para poder aplicarla a los procesos cognitivos que requiere tu cerebro en orden a analizar, clasificar e integrar lo que a cada instante te está ocurriendo.
Imagínate per unos instantes que una mañana sonara el despertador, como todos los días, pero hubieses perdido la memoria durante la noche. De entrada no sabrías detener el despertador. Te molestaría enormemente su zumbido, pero no sabrías qué significa ni cómo se para. No recordarías que te esperan en tu trabajo, ni cómo te llamas. Tu habitación, tus ropas, tus pertenencias serían totalmente extrañas y las verías por primera vez. Si te contemplases en un espejo, no reconocerías quién es la persona que te está mirando desde el otro lado. Sentirías hambre y no sabrías qué puedes hacer para apaciguarla. Si te movieses por la casa buscando comida descalzo y en pijama— y entrases por casualidad en la cocina, al ver alimentos estos estimularían tus instintos y, muy probablemente, después de olerlos y palparlos, acabarías tomando la decisión de comerlos, ignorando qué son, cómo se llaman y que hasta ayer utilizabas platos y cubiertos. La nevera sería para ti un armario blanco más. La buena noticia podría ser que no te hubieses olvidado de caminar ni de hablar, ni de los procedimientos corporales básicos de tu lenguaje y motricidad. Pero en este supuesto horroroso que hemos imaginado, estarías totalmente desposeído de todo lo que hasta ayer había dado sentido a tu vida y a ti mismo. Y es que gracias a la memoria somos lo que somos y sabemos quiénes somos. Gracias a la memoria nuestra vida adquiere el sentido de la continuidad.
➲La memoria es lo que nos permite saber cada mañana cuando nos despertamos que somos la misma persona que se fue a dormir anoche.
Sin memoria, cada día, cada instante, serían nuevos, sin enlace con el pasado, sin sentido del presente, sin visión de futuro.
➲Todo lo que sabemos, todo lo que hacemos y todo lo que planificamos se lo debemos a nuestra capacidad de recordar lo que hemos aprendido, lo que hemos vivido y lo que deseamos hacer en el futuro.
La memoria es, pues, una capacidad psíquica importantísima que debemos saber conservar y, en lo posible, mejorar.
Este libro pretende aportarte todo esto: un mayor conocimiento de cómo está estructurada y cómo funciona tu memoria; y proponerte estrategias, técnicas y métodos para que puedas aumentar sus actuales propiedades y sacarle un mayor provecho del que les has sacado hasta la fecha.
De entrada, hay que tener muy claro el concepto de que la memoria humana es un sistema complejo de procesamiento de la información, que tiene tres etapas fundamentales: la grabación, el almacenaje y la recuperación. En cada una de las tres etapas pueden presentarse distintos inconvenientes. Los principales: los olvidos y las alteraciones de los contenidos. Si el procesamiento te falla en cualquiera de ellas, te falla la memoria: no tienes acceso a la información.
Este libro tiene la intención de dar a conocer el funcionamiento detallado del sistema para que ayude a evitar en lo posible estos grandes problemas. Propone, además, diferentes tests para conocer y evaluar las propiedades y características de los distintos tipos de memoria poseídos; y ejercicios para conservar y mejorar dichas capacidades.
EN QUÉ CONSISTE LA MEMORIA
Memoria es, pues, la capacidad de registrar, almacenar (o retener) y recuperar información. O, como dicen algunos textos, la regla nemotécnica de las tres «R».
➲La memoria efectúa tres funciones sucesivas: Registrar, Retener y Recuperar.
Originalmente era una capacidad que se otorgaba únicamente a las personas y, por extensión, al resto de seres vivos, pero las tecnologías electrónicas nos han llevado a admitir que es también correcto aplicar el término «memoria» a gran cantidad de dispositivos (analógicos o digitales) inventados por el hombre, puesto que disponen de las funciones de registro codificado, almacenaje de larga duración y capacidad de descodificación de la información que contienen.
En un sentido más amplio, también se puede decir, por ejemplo, que las abolladuras y los arañazos de un objeto son la memoria de cuáles han sido sus andaduras. Y que mi rodilla «se acuerda» de las lesiones sufridas cuando le exijo un exceso de rendimiento.
LAS PROPIEDADES DE UNA BUENA MEMORIA
La capacidad
Es la cantidad de información que la memoria es capaz de almacenar.
Puesto que la teoría matemática de la información de Claude E. Shannon y Warren Weaver establece que cualquier información puede codificarse en binario, es posible utilizar los bits como unidad universal de medida de la capacidad de una memoria. Teniendo en cuenta que las memorias digitales de tecnología electrónica se miden actualmente en gigabits (millones de bits) o incluso terabits (millones de gigabits)—, es natural que sintamos que nuestra capacidad de almacenaje de datos (cifrada en unos ochocientos mil millones de palabras) pueda ser fácilmente superada por una máquina. Esta comparación no debería provocarnos otra cosa que orgullo sobre la capacidad de invención de los seres humanos. Disponer de almacenes de datos externos que nos permitan ampliar nuestra capacidad biológica no debe hacernos sentir minusválidos frente a las herramientas que hemos creado, sino orgullosos de saber superar de manera tan espectacular las limitaciones que nos otorga nuestra biología; el mismo orgullo que nos proporciona haber inventado el avión para desplazarnos a velocidades imposibles para nuestro sistema locomotor natural, o haber inventado el microscopio electrónico, que nos permite observar las estructuras internas de la materia con una resolución millones de veces superior a la de nuestra vista.
La velocidad de retención
Es el intervalo de tiempo que requiere la memoria para conseguir la grabación duradera de la información.
La mejor velocidad de la memoria humana se mediría en décimas de segundo. Con la dificultad añadida de que a veces, sobre todo ...