El pedagogo
  1. 356 páginas
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Por el rigor y el carácter sistemático de sus exposiciones, Clemente de Alejandría es considerado uno de los iniciadores de la elaboración científica de la teología.Clemente de Alejandría vivió a caballo de los siglos II y III. Nacido en Atenas, ocupó la cátedra de la escuela catequística de Alejandría hasta que hubo de huir a Capadocia a raíz de las persecuciones de Septimio Severo. Hombre de vasta erudición, se propuso en su obra demostrar que el saber helénico y la doctrina cristiana podían y debían armonizarse. Versado en las filosofías platónica, pitagórica, estoica y epicúrea, así como en sus varias reformulaciones, argumentó e ilustró su convicción de que, esencialmente, conducían a la salvación cristiana, con su corolario de conocimiento verdadero, la teología. La tesis del presente tratado es que el verdadero Pedagogo es el Logos, y ese Logos está encarnado en Jesucristo. Esta brillante síntesis de pensamiento griego y fe cristiana tiene su complemento en el Protréptico (publicado también en Biblioteca Clásica Gredos), donde Clemente entra en polémica con las creencias y las prácticas del mundo antiguo.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2016
ISBN
9788424931582
LIBRO II
1. ¿Cómo debemos comportarnos en lo relativo a los alimentos?
Siguiendo nuestro propósito, y [1 ] eligiendo los textos de la Escritura que se refieren a lo que es en verdad útil para la vida de nuestra pedagogía, debemos describir brevemente el comportamiento que debe seguir, a lo largo de toda su vida, uno que se dice cristiano.
Comencemos, pues, por nosotros mismos y, más en concreto, por nuestra manera de comportarnos. Así pues, [2 ] en nuestro afán de dar a nuestra exposición sus justas proporciones, debemos abordar el tema del comportamiento de cada uno de nosotros con respecto a su cuerpo o, mejor, cómo es necesario dirigirlo.
En efecto, tan pronto como uno, gracias a la realidad exterior y a la conducta de su propio cuerpo, adquiere con exactitud, con la ayuda que le brinda el Logos para reflexionar, el conocimiento de las vicisitudes internas del hombre, según las leyes de la Naturaleza, sabrá no afanarse por las cosas externas y purificar lo que es propio del hombre, el ojo del alma 336 , y consagrar la propia carne.
[3 ] El que ha encontrado la pureza, por haberse visto privado de su incuestionable naturaleza de polvo, ¿qué medio más ventajoso que éste podría hallar para conseguir enderezar sus pasos hacia la comprensión de Dios?
[4 ] Algunos viven para comer, como los animales privados de razón, para quienes la vida no presenta mayor aliciente que el estómago. Pues bien, el Pedagogo nos prescribe comer para vivir; ni el comer debe ser nuestra obsesión, ni nuestro fin el placer, sino que el alimento es lícito para facilitarnos nuestra permanencia aquí en la tierra 337 , que el Logos pretende trocar, siguiendo sus principios pedagógicos, en inmortalidad.
[2 ] Que nuestro alimento sea simple y sencillo, conforme a la verdad, y que se ajuste a la conveniencia de los niños sencillos y simples, y que sirva para la vida, no para la sensualidad.
Esta vida consta de dos elementos: la salud y el vigor, relacionados con un tipo de alimentación fácil de digerir, provechosa para la digestión y la ligereza corporal. Gracias a este alimento se origina el crecimiento, y se mantiene la salud y la fuerza equilibrada, y no este vigor exagerado, peligroso 338 y plagado de miseria 339 , propio de los atletas, y que resulta de una alimentación forzada 340 . [2 ] Nuestro deber es rechazar toda variedad de manjares que produzcan diferentes perjuicios, como las indisposiciones del cuerpo, las náuseas de estómago 341 . El gusto es adulterado por funestos artificios culinarios 342 y por el fútil arte de preparar pasteles. Así, en efecto, hay quienes se atreven a denominar alimento a la afanosa búsqueda de la glotonería 343 , que nos hace resbalar por los placeres dañinos.
Antífanes 344 , médico de Delos, ha afirmado que una [3 ] de las causas de las enfermedades era esta gran variedad de alimentos; los descontentos con la verdad abominan, por una multiforme ostentosidad, la simplicidad del régimen alimenticio, y se preocupan por importar alimentos de ultramar.
Yo siento piedad por esta enfermedad, pero ellos no [3 ] se avergüenzan de celebrar su glotonería. Su preocupación se centra en las murenas del estrecho de Sicilia, en las anguilas del Meandro, en los cabritos de Melos, en los mújoles 345 de Esciato, en los crustáceos del cabo Peloro, en las ostras de Abidos; no descuidan tampoco las anchoas de Lípari ni la naba 346 de Mantinea, ni tampoco las acelgas de Ascra y buscan los pectineros 347 de Metimna y los rodaballos 348 del Ática, los zorzales 349 de Dafne, los higos secos negros color golondrina, por los que el infortunado persa 350 llegó a Grecia con cinco millones de hombres.
[2 ] Y por lo que atañe a las aves, las adquieren de Fasis, las perdices de Egipto y el pavo de Media. Y tras aderezarlo con las salsas, los glotones abren su boca, de par en par, ante los platos. Y todo cuanto produce la tierra, las profundidades marinas y el espacio inconmensurable del aire, todo se lo procuran con vistas a saciar su glotonería 351 . Parece realmente como si estos infatigables golosos quisieran pescar en sus redes al mundo entero para satisfacer su gula, deseosos de oír «silbar las sartenes» 352 , pasando toda su vida entre mortero y almireces, y así se unen a la materia, como el fuego.
Incluso este alimento tan simple como es el pan, lo afeminan privando al trigo candeal de sus efectos nutritivos 353 , de suerte que cambian en placer vergonzoso la necesidad del alimento.
[4 ] La glotonería humana no tiene frontera; aquélla los ha enviado hacia los pasteles, los pasteles de miel, incluso también hacia las golosinas, ideando una gran variedad de postres y descubriendo toda clase de recetas. Me da la impresión de que un hombre de estas características no [2 ] es más que mandíbula. Dice la Escritura: «No codicies los manjares de los ricos, porque su vida es falsa y vil» 354 . Los ricos son esclavos de los manjares, cuyos residuos, al poco rato, son expulsados a la fosa; nosotros, en cambio, que dirigimos nuestros pasos en busca del alimento celeste, debemos dominar el vientre que se encuentra bajo el cielo, y, más aún, todo aquello que le es agradable, cosas que «Dios destruirá» 355 , dice el Apóstol, ya que maldice —y es natural— los deseos golosos.
«Porque los alimentos están hechos para el vientre» y [3 ] de ellos depende esta vida realmente carnal y destructora. Y si algunos osan llamar, con un lenguaje desvergonzado, ágapē 356 a ciertos platos que exhalan un olorcillo de asado y de salsa, injuriando con sus platos y salsas la obra bella y saludable del Logos, el ágapē santificado, blasfemando su nombre en la bebida, molicie y humo, se equivocan si creen poder comprar con las comidas las promesas divinas. En efecto, si clasificáramos las reuniones cuya [4 ] finalidad consiste en disfrutar conjuntamente, denominaríamos «comida», «desayuno» a este tipo de reunión, y estaríamos en nuestro derecho, mas el Señor a tales festines jamás los ha denominado ágapē.
Dice en un pasaje: «Cuando fueres por alguno convidado [5 ] a bodas, no te recuestes en el primer asiento, sino que, cuando te inviten, recuéstate en el último asiento» 357 ; y en otro pasaje: «Cuando ofrezcas una comida o una cena», y aún, «Cuando hagas un convite, llama a los pobres» 358 ; con esta intención y no otra debe celebrarse una comida; y, de nuevo, insiste: «Cierto hombre organizó una gran comida e invitó a muchos» 359 .
Creo saber de dónde procede la artificiosa denominación [5 ] de comidas, a juzgar por las palabras del cómico:
de la garganta y de la locura, huésped habitual en la comida.
En verdad, «la mayor parte de las cosas, para la mayoría de la gente, existen —y es cierto— sólo con vistas a la comida». Sin duda, no se han percatado de que Dios ha preparado para su obra —me refiero al hombre— alimento y bebida, para lograr su salvación, pero no para producirle placer.
[2 ] Tampoco es natural que el cuerpo saque un gran provecho de una alimentación suntuosa, más bien todo lo contrario; quienes toman alimentos frugales son los más fuertes, los más sanos, los más vigorosos, como ocurre con los siervos respecto a sus amos, y con los labradores respecto a sus dueños. Y no sólo son los más robustos, sino también los más sensatos, como en el caso de los filósofos respecto a los ricos, ya que no han manchado su inteligencia con los alimentos, ni han pervertido su corazón con los placeres.
[3 ] Un ágapē es, realmente, un alimento celeste, un festín espiritual 360 : «(el ágapē ) todo lo disimula, todo lo soporta, todo lo espera; la caridad jamás decae» 361 . «Dichoso [4 ] del que coma pan en el reino de Dios» 362 . La peor de todas las caídas es la del ágapē, que no puede caer, cuando se precipita desde lo alto del...

Índice

  1. Anteportada
  2. Portada
  3. INTRODUCCIÓN
  4. BIBLIOGRAFÍA
  5. NOTA DEL TRADUCTOR
  6. LIBRO I
  7. LIBRO II
  8. LIBRO III
  9. Índice