Tristes. Pónticas
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Tristes. Pónticas

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Información del libro

A menudo se ha subestimado la poesía del destierro de Ovidio, Tristes y Pónticas; este volumen, mediante una traducción y una introducción esclarecedoras, muestra que en ambas surge un nuevo género en la lírica romana, la elegía epistolar.Tristes y Pónticas son las dos obras elegíacas que Ovidio compuso en su exilio de Tomis, en la provincia romana de Mesia (actual Rumania), a orillas del Mar Negro, después de que Augusto le desterrara en el 8 d.C. debido al carmen (el Arte de amar) y error (una culpa que jamás se ha aclarado) que cita el poeta.Las Tristes fueron compuestas entre el 8 y el 12 (3 o 4 primeros años de destierro), y consisten en cincuenta elegías repartidas en cinco libros y dedicadas sobre todo a Fabia, tercera esposa de Ovidio. Están marcadas por un tono afectuoso y sincero, aunque pragmático: el poeta trata por todos los medios a su alcance de lograr su regreso a Roma, mediante la intercesión de la esposa o de algún amigo. Es destacable la extensa elegía que constituye todo el libro II, dirigida a Augusto.Los cuatro libros de Pónticas o Cartas desde el Ponto aparecen entre los años 12 y 16 (el cuarto es póstumo). Contienen cuarenta y seis epístolas, dirigidas ya no sólo a la esposa, sino a multitud de miembros de la nobleza romana, a escritores y a políticos. Ovidio mantiene y aun intensifica el tono quejumbroso y las súplicas a esposa y amigos, las humillantes lisonjas al emperador y a su familia para obtener su perdón. Ello produce una sensación de monotonía, pero se alcanzan momentos de intenso patetismo y lirismo.Con ambos epistolarios, Ovidio efectúa una fusión de los géneros elegíaco y epistolar. Ovidio ya había mostrado su dominio de la elegía en Amores, que culminaba la línea de Catulo, propercio y Tibulo. En cuanto cartas, ofrecen información abundante y diversa (paisaje, clima, vida y costumbres de la región del Ponto, actividad militar en la zona fronteriza del imperio y afectos y pensamientos del poeta), y contienen mucho de narrativo y descriptivo que en ocasiones se asemeja a la poesía didáctica y a la épica.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2016
ISBN
9788424932008
TRISTES

LIBRO I

INTRODUCCIÓN

Este primer libro, como era de esperar, nos describe la despedida del poeta de Roma (3.a elegía) y algunos de los acontecimientos más destacados de su viaje a Tomos, como son las dos tempestades descritas en la 2.a y 4.a elegías. Además, contiene el recuerdo agradecido del poeta para su esposa (6.a ) y algunos fieles amigos (5.a , 7.a y 9.a ), así como el lamento por la decepcionante infidelidad de algún otro (8.a ), y una elegía a la nave que le llevó desde el puerto corintio de Céncreas hasta Samotracia (10.a ), y que le ofrece la oportunidad de hacer una descripción del itinerario seguido por el poeta desde que sale de Brindis, así como de narrarnos el curso seguido por la nave que le deja en Samotracia desde dicho puerto hasta su llegada a Tomos, tras recoger al poeta de nuevo en alguna costa, ya del Mar Negro, hasta donde se trasladaría andando desde la Tracia. El libro se abre con una elegía que hace de prólogo (1.a ) o presentación y se cierra con otra que sirve de epílogo o despedida (11.a ).
Llama la atención la forma retrospectiva en que narra la última noche pasada en Roma (3.a ), que debiera ocupar un lugar anterior a la 2.a (descripción de la tempestad en el Adriático): recuerda en este sentido un tanto la narración de Virgilio en la Eneida, comenzando por la tempestad del libro I y evocando a posteriori la última noche de Troya (libro II). Esta forma de evocación y no de narración de una realidad inmediata parece acentuar aún más la extraordinaria belleza de esta gran pieza lírica.
Por otra parte, el orden mismo de las elegías de este libro de las Tristes nos parece altamente intencionado y artificioso: el centro del libro lo ocupa la elegía 6.a dedicada a su esposa, rodeada por las dedicadas a sus amigos.

1

PRÓLOGO

Esta pieza poética, que abre la colección de las Tristes a modo de propempticon, como comentan M. Dolç y Della Corte 1 , es una elegía de despedida a este primer volumen o libro de poemas, que le sirve al mismo tiempo de prólogo. Concebida como tal, debió de ser compuesta, sin embargo, a lo largo del viaje, ya al final del mismo, en alguno de los altos hechos en el camino, y desde alguno de los puertos por los que la nave pasó sería enviado a Roma a alguno de los amigos del poeta.
Pequeño librito (y no te desprecio por ello), sin mí irás a la ciudad de Roma, ¡ay de mí!, adonde a tu dueño no le está permitido ir. Ve, pero sin adornos, cual conviene a un desterrado 2 : viste, infeliz, el atuendo adecuado a esta desdichada circunstancia. Que no te envuelvan los arándanos [5] con su color rojizo 3 , ya que ese color no se aviene muy bien con los momentos de tristeza; ni se escriba tu título con minio 4 , ni se embellezcan tus hojas de papiro con aceite de cedro, ni lleves blancos discos en una negra portada. Queden esos adornos para los libritos 5 felices; [10] por tu parte, no debes olvidar mi triste condición. Que ni siquiera alisen tus cantos con frágil piedra pómez 6 , a fin de que aparezcas hirsuto, con las melenas desgreñadas. No te avergüences de los borrones: el que los vea pensará que han sido hechos con mis propias lágrimas.
Ve, librito, y saluda con mis palabras todos los lugares [15] queridos: los tocaré, al menos, con el pie con que me está permitido 7 hacerlo. Si alguien, como sucede entre el pueblo, no se ha olvidado allí de mí, si hubiera alguien que, por casualidad, te preguntara cómo estoy, le dirás que estoy vivo, pero no demasiado bien 8 , y aun eso, el hecho [20] de vivir, lo debo al favor de un dios 9 .
Así, tú, que callado has de ser leído por aquel que busca más de lo que realmente dices, guárdate de hablar tal vez lo que no viene a cuento. Inmediatamente, puesto sobre aviso el lector, recordará mis delitos y me veré condenado públicamente por boca del pueblo. Cuídate mucho [25] de defenderme, por muy mordaces que sean las acusaciones: una mala causa empeora con la defensa 10 . Puede ser que encuentres a alguien que suspire por mi pérdida, que lea estos versos con sus mejillas humedecidas por las lágrimas y en silencio, a solas consigo mismo, no vaya a [30] ser que unos oídos malévolos le escuchen, suspirará porque el César se ablande y alivie mi pena. Yo también, por mi parte, cualquiera que sea aquel que desee que los dioses se muestren benignos con el desdichado, pido que él mismo no conozca la desgracia. ¡Ojalá se cumplan sus deseos y aplacada la cólera del Príncipe me conceda poder morir en mi patria!
[35] Aunque te limites a cumplir mis órdenes, tú, libro mío, serás probablemente criticado y considerado inferior a la fama que consiguió mi ingenio. Cometido del crítico es investigar tanto los hechos mismos como sus circunstancias; una vez consideradas estas últimas, estarás a salvo. [40] La poesía nace hilvanada de un alma serena: en cambio, mi existencia se ha visto nublada 11 por súbitos males. La poesía requiere el retiro tranquilo del poeta: a mí, sin embargo, me abaten el mar 12 , los vientos y el duro invierno. A la poesía le perjudica cualquier tipo de temor: yo, desesperado, creo que de un momento a otro se va a hundir [45] la espada en mi garganta. Un crítico imparcial admirará incluso esto que hago y leerá con benevolencia mis escritos, cualesquiera que sean. Dame al Meónida 13 y rodéalo de tantas desventuras: todo su ingenio sucumbirá ante tal cantidad de desgracias.
Por último, sin preocuparte del qué dirán, piensa en partir, querido libro, y no te avergüences de disgustar al [50] lector. No es tan favorable nuestra fortuna como para que te preocupes de tu gloria. Mientras estaba a salvo, era tentado por el prurito de la fama y ardía en deseos de granjearme un buen nombre; bastante es si actualmente no [55] odio la poesía y esta afición que tanto me ha perjudicado: el destierro es fruto de mi talento. Tú, sin embargo, ve en mi lugar y contempla Roma, tú que puedes. ¡Ojalá hicieran los dioses que pudiese ser yo ahora mi libro!
Y no te pienses que, por el hecho de llegar como extranjero a la gran urbe, vas a poder pasar como desconocido [60] para sus gentes. Aunque no lleves título, serás reconocido por tu propio color; por más que intentes disimular, es evidente que tú eres mío. Entra con cautela, no vaya a ser que mis poemas te hagan daño 14 : éstos no gozan ya de todo el favor de antaño. Si alguien piensa que, [65] por ser mío, no mereces ser leído y te aparta de su regazo, dile: «Mira mi título: esto no son lecciones de amor; aquella obra pagó ya el castigo que merecía» 15 .
Puede ser que tú estés aguardando saber si te voy a [70] ordenar que subas al encumbrado palacio, mansión del César 16 . ¡Que me perdonen esos lugares augústeos y las divinidades que habitan en ellos!: desde aquella cima cayó el rayo de la condena sobre mi cabeza 17 . Conozco, es cierto, la suma clemencia de las divinidades que habitan en aquellas mansiones, pero temo a los dioses que me condenaron. [75] Al menor zumbido de tus alas, gavilán, tiembla la paloma que ha sido herida por tus garras. Ni se atreve a alejarse del aprisco la corderilla a duras penas arrebatada a los dientes del lobo hambriento. Faetonte, si viviera [80] aún, evitaría acercarse al cielo y no querría conducir los caballos que un día, ¡necio de él!, deseara 18 . Yo también, por mi parte, lo confieso, temo los rayos de Júpiter, cuyos efectos ya he sufrido: cada vez que truena, me creo alcanzado por su rayo hostil. Todo aquel integrante de la escuadra griega que escapó del promontorio Cafareo, vuelve siempre las velas en dirección opuesta a las aguas de Eubea 19 ; del mismo modo, a mi barquilla, batida una [85] vez por una horrible tempestad, le horroriza acercarse al lugar donde fue maltratada.
Así pues, ten cuidado, librito, y sé tímido y circunspecto, de modo que te baste con ser leído por el pueblo llano. Al lanzarse Ícaro con débiles alas a lugares demasiado elevados, dio nombre a las aguas del mar 20 . Me resulta [90] difícil decirte desde aquí si te conviene usar remos o viento: la ocasión y el lugar te lo aconsejarán. Si puedes ser presentado en un momento de holganza, si tú ves que la calma reina por todas partes, si la ira ha quebrado sus propias fuerzas, si alguien, al verte titubeando y temiendo [95] avanzar, te presenta no sin antes haber dicho algunas palabras, ¡acércate! ¡En buena hora y con más fortuna que tu dueño llegues allá y alivies mis males! Pues nadie, sino el causante de mi herida, tal y como acaeció con Aquiles 21 , [100] me la puede sanar. Cuídate sólo de no dañarme mientras me quieres ayudar, pues la esperanza de mi corazón es menor que el temor que lo angustia. Y cuídate de que la cólera que estaba apaciguada no vaya a ensañarse de nuevo al removerla y seas tú un nuevo motivo de condena.
[105] Pero cuando hayas sido admitido en mi estudio y hayas encontrado las curvas estanterías que te servirán de morada, verás allí colocados en orden a tus hermanos a los cuales un mismo afán dedicó sus vigilias. Todos mostrarán [110] sus títulos bien a la vista y llevarán sus nombres en su portada. Pero verás tres escondidos aparte en un rincón oscuro: son aquellos que enseñan a amar 22 (cosa que nadie ignora). A éstos, o los rehúyes, o, si tienes suficiente atrevimiento, los llamarás otros tantos Edipos y Telégonos 23 . [115] De estos tres libros, si sientes amor por tu padre, yo te aconsejo que no ames a ninguno de ellos, a pesar de que te enseñarán a hacerlo. Hay también quince volúmenes de Metamorfosis, poemas arrebatados hace poco de mi propio funeral 24 . Yo te encargo que les digas que entre esas metamorfosis se puede incluir el rostro de [120] mi fortuna, pues ésta tornóse de pronto diferente de la anterior 25 : deplorable hoy, en otro tiempo fue favorable.
Muchas otras recomendaciones tenía que hacerte, si quieres saberlo; pero temo haber sido el causante del retraso de tu partida. Además, si llevaras contigo, libro mío, [125] todos mis pensamientos, serías un fardo demasiado pesado para el que te va a transportar. Largo es el amino, ¡date prisa! Por mi parte, voy a habitar en el último confín del mundo 26 , en un país apartado de mi patria.

2

TEMPESTAD EN EL ADRIÁTICO

Aunque propiamente el poeta nos describe en esta elegía una tempestad real que le sorprende en el Mar Adriático, poco después de su salida de las costas de Italia, presumiblemente del puerto de Brindis, nos inclinamos a pensar, sin embargo, que, cuando menos, subyace en todo este poema la imagen de la nave zarandeada por la tempestad que, como ya hemos dicho, simboliza la situación adversa que vive nuestro poeta. Véanse, a este respecto, las continuas alusiones a su castigo pe...

Índice

  1. Anteportada
  2. Portada
  3. Página de derechos de autor
  4. INTRODUCCIÓN
  5. TRISTES
  6. PÓNTICAS
  7. ÍNDICE GENERAL