INTRODUCCIÓN GENERAL
I. DATOS BIOGRÁFICOS
Son muy escasas las informaciones fiables 1 de que disponemos acerca de Máximo de Tiro, autor de las cuarenta y una disertaciones de temática filosófica variada que se conservan bajo su nombre. La Suda, famoso diccionario de finales del siglo X , le dedica una breve entrada, extraída del Índice onomástico de Hesiquio (siglo VI ) 2 :
Máximo, tirio, filósofo, residió en Roma en tiempos de Cómodo. «Sobre Homero y la identidad de la antigua filosofía que en él se encierra», «Si Sócrates hizo bien en no defenderse» y algunas otras cuestiones filosóficas (philósopha zētḗmata).
Aunque sucinta, la información procura una serie de datos. Primero, su procedencia o, al menos, el lugar donde logró su fama: Tiro (hoy Ṣūr), en la provincia romana de Siria. Por lo tanto, pertenece, como Dión de Prusa, al grupo de oradores asiáticos cuya fama alcanzó Roma, la capital del Imperio. Allí residió en tiempos del emperador Cómodo, es decir, en algún período entre marzo de 180 y diciembre de 192 3 . Probablemente desarrolló allí sus enseñanzas sobre cuestiones filósoficas, centradas en los dos polos que ha seleccionado el autor de la entrada de la Suda: de un lado, Homero; del otro, Sócrates, cuya figura reconstruyó, como veremos, principalmente a partir de las obras de Platón, pero también de la de otros pensadores herederos del pensamiento socrático.
Estas primeras informaciones se complementan bien con las que proporciona el índice general de los contenidos que originariamente incluía el Codex Parisinus Graecus 1962 (R), del siglo I x 4 , en cuyo folio 146v leemos: «Disertaciones de Máximo Tirio, filósofo platónico, durante su primera estadía (epidēmía) en Roma» 5 . Aparte de confirmar la vinculación del autor con Tiro, se indica que sus Disertaciones corresponden al período de su primera estadía en Roma, quizás la única; cabe, pues, suponer que ésta es la misma que la Suda —es decir, Hesiquio— situaba en tiempos de Cómodo. Para entonces, Máximo debe de tener ya una edad madura: por lo que declara en la primera pieza de la colección, que posee un reconocido carácter programático 6 , a estas alturas de su vida ha recibido ya suficientes alabanzas y goza de mucha fama (I 6), lo que induce a pensar que visita Roma sólo cuando ha cosechado el éxito durante muchos años en otras zonas del Imperio, verosímilmente en las regiones orientales 7 . Ello podría encontrar confirmación en varias informaciones que él mismo nos brinda sobre sus viajes, si hemos de tomarlas en sentido biográfico 8 : afirma haber contemplado la piedra cúbica sagrada de los árabes (II 4) y los ríos Marsias y Meandro en Frigia (II 7), así como a los Dióscuros durante una tormenta en una travesía marítima (IX 7). A pesar de estas informaciones, no podemos datar con precisión ni su nacimiento ni su floruit, sino sólo asignar el primero a la primera mitad del siglo II y el segundo, a la segunda.
Finalmente, el mismo índice caracteriza a Máximo como «filósofo platónico». El alcance de dicha calificación lo examinaremos más adelante 9 ; de momento, baste señalar que Máximo muestra un profundo conocimiento de los diálogos platónicos y una plena asimilación de su expresión lingüística, lo cual justifica que su transmisión haya estado vinculada, al menos desde el siglo VI , a escritos de la tradición platónica, en concreto, del platonismo medio 10 . Esta filiación filosófica permite, quizás, explicar el primer intento de identificación de Máximo con otra personalidad conocida por este nombre, tan corriente en la época 11 . A comienzos del siglo IX Jorge Sincelo, secretario del Patriarca de Constantinopla Tarasio (784-806), identificó erróneamente en su Ecloga chronographica 12 a nuestro autor con Claudio Máximo, el maestro de Marco Aurelio que, siendo procónsul de África, escuchó la Apología de Apuleyo en el año 158 13 . La caracterización que de él hacía el de Madaura a lo largo de su defensa como hombre instruido y amigo de las letras y la filosofía favoreció, sin duda, la identificación 14 , que permitía explicar las muchas coincidencias existentes entre las Disertaciones de Máximo y la producción filosófica de Apuleyo.
Otras dos identificaciones, aunque indemostrables, parecen más plausibles. Según Fritzsche 15 , Máximo puede ser el «sidonio» del que habla Luciano en el siguiente pasaje de la Vida de Demonacte (§ 14):
Una vez, cuando el sofista sidonio gozaba de prestigio en Atenas, decía en su propia alabanza que estaba versado en todo tipo de filosofía. Y decía lo que decía, aproximadamente, de este modo: «Si Aristóteles me llama al Liceo, lo acompañaré; si Platón a la Academia, iré; si Zenón, pasaré el tiempo en el Pórtico; si llama Pitágoras, guardaré silencio». Éste (sc. Demonacte) lo llamó por su nombre y le dijo: «¡Pitágoras te está llamando!».
Sidón (en árabe Ṣaidā) era, como Tiro, una ciudad fenicia de la provincia de Siria, por lo que también podría haber sido la patria de Máximo; ya hemos tenido ocasión de señalar que no sabemos a ciencia cierta si el calificativo de «tirio» se refiere a la patria de nuestro autor o al lugar donde se hizo famoso. Además, el pleno dominio de las doctrinas de las diferentes escuelas que Luciano pone en su boca es coherente con los amplios intereses filosóficos de Máximo y coincide, aproximadamente, con la sección final de la primera Disertación (§ 10), donde Máximo emprende una alabanza de sí mismo y cita como sus precursores a Pitágoras, Sócrates, Jenofonte y Diógenes el Cínico.
Más reconocimiento ha encontrado la propuesta de Hirschfeld 16 de identificarlo con el Casio Máximo a quien Artemidoro de Daldis dedicó los tres primeros libros de su Tratado sobre la interpretación de los sueños (Oneirokritiká), en agradecimiento por haberlo animado a escribirlos. Ello, como ha señalado Trapp 17 , tiene la ventaja de vincular a Máximo con Éfeso, foco de atracción cultural donde desarrolló su actividad Artemidoro. Éste afirma en II 70 que Casio Máximo es «el más sabio de los hombres» 18 y procura la información de que es de origen fenicio; por el nombre, seguramente recibió el derecho de ciudadanía romana de Avidio Casio, gobernador de Siria en 166-172. A la identificación contribuye, además, el proemio del libro II, donde Artemidoro pide al destinatario de su obra que no compare el estilo de ésta con su propia elocuencia (lógoi), y lo hace con una comparación de corte platónico especialmente cara a Máximo:
Por el contrario, considera que tengo una capacidad de expresar pensamientos tan grande como una lucerna en la noche, que hace las veces del sol para quienes la necesitan 19 .
En resumen, aunque es muy poco lo que conocemos de la vida de Máximo, podemos aceptar como plausibles los siguientes datos: uno, era natural de Fenicia, probablemente de Tiro; dos, es el Casio Máximo a quien Artemidoro dedica su tratado sobre La interpretación de los sueños, lo que lleva a pensar que residió un tiempo en Éfeso; tres, si es el sidonio del que habla Luciano, su fama alcanzó también Atenas; y cuatro, que a una edad avanzada recitó sus Disertaciones en Roma en tiempos del emperador Cómodo, entre 180 y 192, lo que permite ubicar su nacimiento en la primera mitad del siglo II y su apogeo, en la segunda. Posibles son, además de sus estancias en Éfeso y en Atenas, sendos viajes a Arabia y Frigia.
II. MÁXIMO COMO AUTOR
a) Entre filosofía y retórica
En los primeros siglos de nuestra era asistimos a un renacimiento de la cultura griega, motivado por la mejora de las condiciones de vida que trajo consigo la institución del Imperio Romano en el siglo I a. C. El florecimiento económico de la zona oriental del Imperio y la concesión de mayores competencias a sus administradores, que se tradujeron en suntuosos gastos de embellecimiento de las ciudades, se vieron acompañados del fenómeno cultural que Filóstrato definió exitosamente como «Segunda Sofística» 20 . Como ocurriera ya en la época clásica con la «Primera» Sofística, ahora una nueva hornada de oradores versados en todo tipo de materias recorre el Imperio procurando formación general a los jóvenes de las aristocracias locales, entretenimiento a las ciudadanías en pleno o materia de discusión a los colegas de profesión 21 . Dentro de este grupo, Filóstrato distingue a los simples sofistas, que defienden la retórica en detrimento de la filosofía, de los sofistas filosóficos, que se sirven de la retórica para exponer sus puntos de vista sobre política, moral y estética 22 . Como ejemplo del sofista simple podemos poner a Elio Aristides con su defensa de la retórica en franca oposición a Platón 23 ; del segundo, a Máximo de Tiro, que construye su retórica sobre los diálogos platónicos y defiende una posición que, como veremos, permite la calificación de platónica.
Esta síntesis de filosofía y retórica permite explicar los modos parciales de considerar las Disertaciones de Máximo, que, a su vez, han determinado el lugar —siempre modesto— de su autor en la historia de las letras griegas. Por un lado, los temas tratados en la mayoría de las Disertaciones nos llevan a situarlo en la historia de la filosofía de época imperial y a cotejar sus pensamientos con los tópicos fundamentales de la discusión filosófica de la época. Como filósofo, enfrentado a autores como Filón, Plut...