Historia natural. Libros VII-XI
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Plinio sigue dando muestras de su curiosidad insaciable. Si bien en estos libros de zoología comete algunos errores y no logra componer un estudio naturalista serio, transmite gran cantidad de conocimientos curiosos e interesantes sobre el estado de la ciencia en su tiempo.Este volumen comprende los libros VII-XI, dedicados a antropología y zoología. El libro VII trata del hombre como especie (su fragilidad ante la naturaleza, generación, fisiología, curiosidades y monstruosidades, cualidades extraordinarias, etc.). En el libro VIII el tema central son los animales terrestres; en el IX, los acuáticos; en el X, las aves, y en el XI, los insectos. Es en estos libros de zoología donde se ve más claramente que, a pesar del título de la obra, Plinio no es un verdadero naturalista en el sentido moderno de la palabra, pues no hace una descripción fisiológica o anatómica exhaustiva de los animales, sino que se interesa más por la noticia curiosa, por las anécdotas en las que intervienen animales. Se trata, en cualquier caso, de una obra única por la información que ofrece sobre determinados aspectos de la vida cotidiana en Roma.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2016
ISBN
9788424934187
LIBRO XI *
(1) Las clases de insectos 1 . La perfección de la naturaleza al respecto
Quedan unos animales de una sutileza extraordinaria 2 , de los que algunos autores han afirmado que no respiran y que ni siquiera tienen sangre.
1 Éstos son muchos y de muchas clases, con una forma de vida propia tanto de los animales terrestres como de los voladores. Unos tienen patas 3 , como el yulo 4 , otros tienen alas, como las abejas, otros, ambas cosas, como las hormigas, algunos carecen tanto de alas como de patas; y, con justa razón, todos reciben el nombre de insectos 5 por las incisiones que, bien marcadas en la zona del cuello, bien en la del tórax y en la del abdomen, separan los miembros de su cuerpo, que se traban ligeramente mediante un conducto; pero algunos no tienen el pliegue de la hendidura todo alrededor, sino por el abdomen o por la parte de arriba solamente, que se hacen flexibles gracias a la imbricación de las vértebras, no existiendo en ninguna otra parte un mecanismo de la naturaleza más espectacular.
2 Si, ciertamente, en los animales corpulentos o al menos [2] en los de tamaño mayor que el de los insectos, su formación fue fácil con un material adaptable, en estos tan pequeños y tan poca cosa, ¡qué método, qué poder tan grande, cuán indescriptible perfección hay! ¿En dónde pudo colocar la naturaleza 6 tantos sentidos en el mosquito? Y existen otros animales más pequeños de los que hay que hablar. ¿Dónde situó en él la vista? ¿Dónde le aplicó el gusto? ¿Dónde le insertó el olfato? ¿Y dónde le infundió aquella voz terrible y en proporción muy fuerte? ¡Con qué finura le [3] sujetó las alas, le prolongó las patas, dispuso una cavidad vacía a modo de vientre y le despertó una sed ávida de sangre, y muy especialmente de la humana?
¡Con qué ingenio afiló su aguijón para perforar la piel, y de qué manera —como en un animal grande, aunque su finura no permita verlo—, lo creó con una doble capacidad, de manera que cuando pica es puntiagudo y, a la vez, cuando sorbe tiene forma de tubo! ¡Qué dientes fijó en la carcoma 7 para horadar el roble —con un ruido que da fe ello—, [4] e hizo de la leña su principal alimento! Y nos admiramos del lomo de los elefantes, que puede con una torre 8 , y del cuello de los toros, y de sus violentos derrotes hacia lo alto, de la rapiña de los tigres, y de la melena de los leones, siendo así que la naturaleza nunca ha estado más completamente representada que en los animales más pequeños.
Por ello pido a los lectores, dado que desprecian a muchos de estos animales, que no miren con desdén estos relatos, porque en la contemplación de la naturaleza nada puede considerarse superfluo.
3 (2) Si respiran. Si tienen sangre
Muchos han afirmado que los insectos [5] no respiran 9 , persuadiendo de ello con la siguiente razón: porque no existen en ellos los órganos interiores del aparato respiratorio; por consiguiente, que vivían como las frutas o como los árboles, pero existe una enorme diferencia entre que algo respire o que viva. Y por esta misma razón afirman que no hay en ellos sangre 10 , porque no existe en los que carecen de corazón y de hígado; y así tampoco respiran los animales a los que les faltan los pulmones. De ahí procede una nutrida serie de preguntas. Los mismos autores niegan que los insectos tengan voz 11 , [6] aun en medio de tanto zumbido de abejas, del canto de las cigarras y de otras cosas que serán consideradas en sus correspondientes lugares 12 En efecto, a mí, cuando ponía mi atención en ello, la naturaleza me enseñó siempre a no juzgar nada increíble con respecto a ella. Y no veo por qué tales animales pueden mejor no respirar y vivir que respirar sin órganos, algo que hemos enseñado acerca de los animales marinos 13 , aunque sean la densidad y la profundidad del [7] líquido los que les impidan la respiración. Ciertamente, el hecho de que algunos vuelen y carezcan de respiración aun viviendo en el propio aire, pero tengan el instinto del comer 14 , de la reproducción y del trabajo, e incluso la preocupación por el futuro; y el hecho de que, aun no teniendo miembros que, al modo de una nave, transporten los sentidos, sin embargo tengan oído, olfato y gusto, además de otros dones eximios de la naturaleza: la habilidad, el valor y [8] la destreza, ¿quién podría creerlo con facilidad? Reconozco que ellos no tienen sangre de la misma manera que los animales terrestres, que todos la tienen igual entre ellos. Pero del mismo modo que a la sepia en el mar la tinta le aporta el vigor de la sangre, y a la clase de las púrpuras aquella secreción que sirve para teñir 15 , así también para los insectos cualquier líquido que les sea vital, ése será su sangre. Y en fin, que cada uno tenga su opinión; nuestro propósito es señalar las características manifiestas de las cosas, pero no indagar las causas inciertas.
4 (3) Su cuerpo
[9] Los insectos, como puede advertirse, no parece que tengan nervios ni huesos, ni espinas, ni cartílagos, ni grasa, ni carne, ni siquiera un frágil caparazón, como ciertos animales marinos ni lo que en estricta justicia puede llamarse piel, sino un cuerpo de una cierta naturaleza intermedia 16 entre todas estas cosas, como algo reseco, más blando en el abdomen 17 , y en las demás partes de su cuerpo más que duro, protegido. Y sólo tienen esto, y ninguna otra cosa más; no tienen nada dentro salvo, a lo sumo unos pocos, un intestino enrollado. Y así, cuando se les despedaza, presentan una vivacidad especial [10] y palpita cada una de sus partes, porque, cualquiera que sea la causa de su fuerza vital 18 , no reside en unos miembros determinados, sino en todo el cuerpo, aunque en la cabeza muy poco, la cual no se mueve sola a no ser que haya sido arrancada con el cuerpo. En ningún género de animales hay más patas, y de entre ellos los que tienen un mayor número, aunque se les despedace, viven durante mucho tiempo, como vemos en las escolopendras. Tienen también ojos y además, entre los sentidos, el tacto y el gusto, y algunos el olfato; unos pocos también tienen oído.
5 (4) Las abejas
Pero entre todos estos, tienen la [11] primacía las abejas 19 y, en estricta justicia, nuestra especial admiración, pues son los únicos animales de este género nacidos en interés de los hombres. Reúnen la miel y un jugo dulcísimo, ligerísimo y salubérrimo, fabrican panales y cera para mil usos de la vida, soportan el trabajo, ejecutan su tarea, tienen su república 20 , también toman decisiones en privado, pero tienen sus jefes en común y, lo que es sobre todo asombroso, tienen costumbres distintas de los demás, no siendo animales domésticos [12] ni salvajes 21 ¡La naturaleza es tan grande que, de lo que no es casi ni la mínima sombra de un animal, ha hecho algo incomparable! ¿Qué estímulos, qué fuerzas podemos comparar a una eficacia y a una habilidad tan grande? ¿Qué hombres podemos comparar, a fe mía, en cuanto a la razón 22 , a estos insectos, que son superiores ciertamente por esto, porque no conciben que exista nada que no sea común? Que no haya duda acerca de su respiración. Que se reconozca también que tienen sangre: ¡qué poca cantidad, sin embargo, puede haber en unos seres tan pequeños! Valoremos después su ingenio.
6 (5) Cuál es el orden de su trabajo
[13] En invierno se esconden —¿pues de dónde iban a sacar fuerzas suficientes para soportar 23 los hielos, las nieves y el soplo de los aquilones?—, como también todos los insectos, pero lo hacen durante menos tiempo los que, ocultos entre nue...

Índice

  1. Anteportada
  2. Portada
  3. Página de derechos de autor
  4. LIBRO VII
  5. LIBRO VIII
  6. LIBRO IX
  7. LIBRO X
  8. LIBRO XI
  9. ÍNDICE