Poemas. Epístolas.
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Este volumen contiene sus 297 epístolas y los 172 poemas, distribuídos respectivamente en nueve y dos libros. El rasgo más característico de estas composiciones es un virtuosismo que revela la maestría del autor en el dominio de los modelos clásicos, sobre todo Virgilio y Ovidio.Santo, obispo, maestro de gramática y retórica, teólogo y embajador, Magno Félix Ennodio (473/74- 521) es uno de los autores latinos más prolíficos y polifacéticos del siglo VI d. C. Oriundo de la Galia, desarrolló su desbordante actividad en torno a la sede de Milán, hasta que en 514 fue nombrado obispo de Pavía, donde murió.Este volumen contiene sus 297 epístolas y los 172 poemas, distribuídos respectivamente en nueve y dos libros. El corpus de las primeras revelan la intensa presencia social del autor, que mantiene correspondencia con eminentes personalidades, tanto del estamento civil como del eclesiástico: los papas Símaco y Hormisdas, los consulares Boecio, Fausto y Avieno. Entre los segundos destacan de una parte los doce himnos con tema sagrado, compuestos de acuerdo con el canon ambrosiano- ocho estrofas de cuatro dímetros yámbicos-, y de otra los 151 epigramas, de metro, longitud y contenido muy variados: desde la descripción de objetos y monumentos, hasta la contemplación de escenas mitológicas. El rasgo más característico de todas estas composiciones es un virtuosismo que revela la maestría del autor en el dominio de los modelos clásicos, sobre todo Virgilio y Ovidio, así como, en menor proporción, Horacio y Lucano.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2016
ISBN
9788424937669
EPÍSTOLAS
INTRODUCCIÓN
EL EPISTOLARIO DE ENNODIO
Dentro de la variadísima producción literaria de Ennodio, las epístolas ocupan un lugar preferente, tanto por su extensión —casi el 43% de la obra—, como por su interés documental. Conservamos 296, pero es presumible que escribiera muchas más, sobre todo si se tiene en cuenta de una parte su ambición de escritor culto, que no le permitiría prescindir de mantener relaciones con el amplio círculo de sus corresponsales 1 , y de otra su probable deseo de evitar la publicación de su correspondencia —así como el resto de su obra— a partir del momento en que fue nombrado obispo de Pavía, en 514. Por eso se puede concluir que todas las que componen esta colección han sido trabajadas con gran cuidado y que Ennodio no es sincero cuando quiere hacernos creer que están redactadas con descuido. Más bien habría que pensar que seleccionó sólo aquellas que se prestaban a ser utilizadas como modelo de estilo, y eliminó las demás 2 .
I. PERSONALIDAD
A pesar de todo, este Corpus , uno de los más voluminosos de la Antigüedad latina 3 , aporta muchos datos interesantes, no sólo en general a propósito de la sociedad de la época, sino en particular sobre la biografía del propio autor 4 .
En efecto, a través de su correspondencia tenemos información de primera mano, tanto sobre la amplia red de sus amistades entre las personas con peso social y político de la época 5 , como sobre las diversas enfermedades que le aquejaron —problemas de vista, fiebres agotadoras 6 — y las preocupaciones que le proporcionaban sus parientes más inmediatos: su hermana Euprepia y el hijo de ésta, Lupicino.
De otra parte, la colección refleja los problemas planteados en el interior del reino de Teodorico por la irrupción del pueblo ostrogodo en el territorio y las estructuras sociales que eran patrimonio de las familias de la nobleza romana afincada en la Liguria 7 . Asistimos también a algunos de los acontecimientos más relevantes de la historia de la Iglesia en aquel momento, como un aspecto marginal de la tensión producida por el cisma laurentino 8 , o los sufrimientos de la jerarquía africana ante la persecución a que estaba sometida por parte de los vándalos 9 .
Éstos son los motivos por los que es posible afirmar que, a pesar de tratarse de composiciones bien elaboradas, revisadas para su publicación, en muchas ocasiones se tiene la impresión de leer auténticas cartas de amistad, de negocios, de gobierno 10 .
Datos biográficos
En la colección que ha llegado a nuestras manos encontramos algunas paradojas llamativas. Se nota en estas composiciones muy poca proclividad a desvelar secretos de familia, el autor apenas muestra efusividad con sus parientes o describe sus propios estados de ánimo y, sin embargo, alude una y otra vez a su precaria salud, pugna por encontrar una solución a sus necesidades y está presente de una manera activa en los acontecimientos que afectan a la vida de sus allegados.
En general en toda su obra, Ennodio guarda una llamativa reserva sobre su familia: no cita nunca a su madre; su padre, un tal Camilo, aparece en un solo pasaje (IV 25, 2), en el que encarece al galo Basso la amistad que unió a ambas familias en el pasado 11 ; ni siquiera cita el nombre de la tía que lo educó (M 5, 20). Es verdad que mantiene correspondencia con sus hermanas y sobrinos, pero sin que esos lazos de parentesco provoquen en él especiales expresiones de afecto; al contrario, tanto su hermana Euprepia como su sobrino Lupicino, a quien ni siquiera llama por su nombre y denomina simplemente «hijo de nuestra Euprepia» (II 23, 1), son fuente continua de preocupaciones y desvelos.
Lo mismo ocurre con su otro sobrino, Partenio, cuyos desvíos deplora (VII 30). En torno a él despliega una serie de medidas de seguridad para que sea bien acogido, cuando se traslada a Roma para proseguir allí sus estudios literarios, en el otoño de 506 (E V 9-12). Y dos años más tarde tiene que recurrir a su amigo Fausto (E VII 30), o apelar a Partenio mismo (E VII 31), para que pongan remedio a su situación 12 .
En contraste, llama la atención la facilidad con que Ennodio concede a un gran número de personas títulos que denotan una gran afinidad: pater, parens, frater 13 , germanus, pignus , en el sentido de «hijo». La mayor parte de esas personas son prohombres de la vida pública —en la órbita de esos personajes, también algunas mujeres—, con los que mantiene una relación estrecha, bien para defender sus intereses materiales, bien sobre todo para mantener con ellos una relación de afectuosa amistad.
Sin embargo —otro rasgo sorprendente—, esta relación, por muy cordial que parezca, no pasa nunca a reflejar una verdadera intimidad. Se mantiene en un tono de cortesía educada y sólo de un modo oficial, e incluso retórico, alude a situaciones claves en la vida de sus corresponsales, como el matrimonio de Avieno y Mesala, los hijos de Fausto, el nombramiento como cónsul del primero de ellos, o la muerte de la madre de ambos, Cinegia.
Hombre de Iglesia
El telón de fondo que acabamos de describir —esta evidente desproporción entre la ausencia de intimidad familiar y la proliferación de corresponsales con los que intercambia sentidas muestras de amistad, junto a la falta de identificación cordial con todos ellos, salvo quizás el núcleo familiar de Fausto— es elocuente porque nos revela, aunque sea indirectamente, la imagen más auténtica de Ennodio.
En efecto, él es ante todo un hombre de Iglesia que, por diversas razones, ha vivido alejado de vínculos familiares y en contrapartida se ha dedicado en cuerpo y alma a las tareas propias de un clérigo, orientando su vida al servicio del mantenimiento de la disciplina interna y la solución de los problemas planteados por la proyección de la fe en la conducta diaria 14 . Su tarea en pro de la res Ecclesiae tiene dos dimensiones fundamentales: una impuesta por su puesto oficial, es decir, la política eclesiástico-administrativa, y otra mucho más importante, que analizaremos más adelante, y tiene que ver con su firme decisión —propositum 15 , repite él incansablemente— de ser y aparecer como un hombre consecuente con su forma de vida. Es desde esta perspectiva como cabe valorar su actividad literaria, que le impulsa a mantener la asiduidad en la correspondencia, como una manifestación inequívoca de amistad hacia sus interlocutores 16 .
Como diácono de la diócesis de Milán cumple las obligaciones propias de esa tarea, de ordinario en representación de su obispo: defiende al romano pontífice 17 , sirve a su ordinario 18 , interviene en asuntos de disciplina eclesiástica 19 , acoge a los que por un motivo u otro buscan su refugio en la Iglesia 20 , se ocupa de que candidatos al sacerdocio reciban la formación necesaria y sean promovidas a las órdenes sagradas personas dignas 21 . Al mismo tiempo, trata de impedir que reciban el sacerdocio hombres de mala conducta o trascienda el escándalo que podía provocar la conducta de una mujer 22 . Inseparablemente unida a este trabajo está la vida de relación con las instancias oficiales. Con ellas mantiene contactos directos, gracias sobre todo a sus viajes a Pavía, a Rávena, a Roma o Constantinopla en misiones en las que hace de portavoz de sus señores y representa, a la vez que defiende, los intereses de la jerarquía eclesiástica. A esas instancias apela repetidas veces para solucionar cuestiones que sólo pueden resolverse de acuerdo con las autoridades civiles, que de otra parte acuden a él en busca de consejo 23 . Así se explica que a distintas alturas del epistolario aparezcan alusiones a Teodorico y a diferentes funcionarios civiles —condes del patrimonio real, colonos, contables— VI 10, 2 —o miembros del aparato judicial— juez, fiador, ejecutor, abogados —VI 13, 1; VII 10, 1—, con los que de una u otra forma entra en contacto por razón de su trabajo.
Las circunstancias dramáticas en que debió actuar lo convirtieron en un defensor a ultranza del primado romano. Así se explica su esfuerzo por lograr la adhesión de Teodorico a la causa del papa Símaco y su consiguiente agradecimiento, cuando vio que ésta se estabilizaba. Así se explica también que para él no juegue ningún papel el hecho de que el rey sea godo —y mucho menos aún, arriano— como lo había jugado para Sidonio Apolinar, en su lucha por defender la romanidad de la Arvernia, apenas una generación antes.
De ahí que su correspondencia esté llena de epístolas a colegas y amigos que detentan todas las escalas de la jerarquía católica —diáconos, sacerdotes, obispos, sumos pontífices— y de la administración pública: cónsules, cuestores, patricios, senadores.
Asuntos personales
En este cuadro general emergen de vez en cuando, aparte de situaciones extremas y puntuales, como su gran decepción al no ser elegido obispo de Milán en el verano de 508 24 , series de cartas que responden a situaciones de especial relieve en su vida, no sólo eclesiástica, sino de hombre privado.
La más numerosa, que cabría calificar de tópico en su correspondencia, es la alusión a su estado de salud o su preocupación por la de sus corresponsales 25 . Esta presencia masiva está justificada teniendo en cuenta la debilidad de su constitución física, afectada por males de la vista y toda suerte de fiebres, que repetidas veces lo tuvieron al borde de la muerte. Ella da origen a algunas efusivas manifestaciones de agradecimiento, cuando hay personas como Apodemia que le regalan prendas de abrigo con las que aliviar su precaria situación 26 .
Otra es su intento por lograr una casa en propiedad en los alrededores de Milán. Este negocio esta muy presente, a partir de finales de 509 o comienzos de 510, en su correspondencia con Boecio (VIII 1. 31. 37. 40), pero también —quizás por no haber tenido éxito en sus gestiones ante el cónsul y pariente influyente— en otras series, como la dirigida por ese mismo tiempo a Floro (VIII 12), y a...

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