UNA NUEVA MISIÓN PARA UNA VIEJA IGLESIA. REDES CATÓLICAS DE AYUDA HUMANITARIA
Mario Arriagada Cuadriello
Las obras públicas de las religiones organizadas no sólo se explican en función de su realidad ideológica o de su sistema ritual. Su acción y su organización política también dependen de las restricciones de su organización interna y de las condicionantes externas: lo que priorizan, permiten y fomentan sus estructuras organizativas y el ambiente en el que operan. Este ensayo se interesa en una transformación reciente en la acción pública de la Iglesia católica: un movimiento de las misiones de evangelización a las misiones de ayuda humanitaria y los proyectos transnacionales de ayuda social. ¿Cómo y por qué ha emergido en la Iglesia católica esta nueva forma de participación pública? Las narrativas más comunes suelen señalar que el nuevo énfasis social y ecuménico de la Iglesia es producto de la transformación ideológica de la segunda mitad del siglo XX. En este texto, sin embargo, se trata de explorar variables diferentes y de ofrecer una explicación alternativa. Aunque la transformación ideológica de la Iglesia ha sido importante, hay otros factores internos pero —sobre todo— externos, en un ambiente internacional cada vez más conectado, que han hecho que la Iglesia ponga más energías en la ayuda humanitaria que se moviliza más allá de las fronteras. Sin embargo, a pesar de que el medio ambiente ha permitido y a veces promovido este tipo de trabajo humanitario, sin importar credos ni países, existen restricciones que también dan formas confesionales al despliegue y la administración de esta nueva misión de una vieja Iglesia. La negociación con las restricciones que impone la propia organización de estas redes, así como el mundo moderno y globalizado en el que ocurren, constituyen una nueva “formación de lo secular”. Las fronteras entre lo religioso y lo secular no son fijas y mutan constantemente. Éste es un caso ejemplar en el que las fronteras entre lo religioso y lo secular se están reconfigurando dentro y entre las naciones.
Religión y globalización
Tras los ataques de Al Qaida al World Trade Center de Nueva York, el siglo XXI inició con un interés renovado en la acción pública de las comunidades religiosas, especialmente en aquellos grupos cuyo comportamiento político se permite los extremos. Sin embargo, en ocasiones la reaparición del islamismo radical en los debates ha sido engañoso, en el sentido de que nos ha hecho centrar la atención en lo que es un fenómeno marginal en el mundo musulmán (y la “primavera árabe” ha sido un sano recordatorio de eso). El islamismo político de tipo terrorista está lejos de ser un ejemplo representativo de cómo la religión está interactuando con la vida pública en tiempos de globalización. Es importante subrayar este hecho porque las religiones organizadas han desempeñado un papel crucial en este mundo como potentes centros culturales y como actores significativos en las redes transnacionales que conectan sociedades diferentes. Las religiones organizadas también asumen la forma de actores no gubernamentales que cotidianamente operan más allá de sus fronteras y a veces —incluso— se asocian con gobiernos subnacionales, con Estados-nación y con organizaciones internacionales. El crecimiento y el alcance de las redes religiosas parecen tan regularizados que con frecuencia nos resultan invisibles y, sin embargo, pueden ser más significativos para el futuro del mundo que los inusuales, aunque dramáticos, ataques del terrorismo religioso. Pero para entender los efectos de la religión en un mundo globalizado es crucial distinguir entre las miles de confesiones, movimientos y organizaciones transnacionales que pueblan el planeta. No es una tarea sencilla pero vale la pena emprenderla para entender cómo la religión sobrelleva (y da forma) a un mundo que cada vez se vuelve más conectado.
Las personas y los movimientos cristianos han sido transnacionales durante siglos, y aún lo son, especialmente los actores que participan activamente en las que con frecuencia se llaman, en forma más bien grandilocuente, las estructuras emergentes de la sociedad civil global. Como una de las antiguas religiones que —de alguna manera— se han adaptado a las políticas seculares modernas, la Iglesia católica es un caso de estudio interesante para empezar a entender cómo se comportan las religiones públicas en la compleja trama de las relaciones transnacionales. La Iglesia católica es el único grupo religioso que la ley internacional también considera un cuasiestado, y es por ello que tiene un asiento de miembro (sin voto) en las Naciones Unidas. Su importancia en la sociedad civil global suele responder a la enorme red de organizaciones católicas internacionales no gubernamentales (CINGOS, por sus siglas en inglés), un conjunto de organizaciones interconectadas que han demostrado ejercer una influencia sustancial sobre algunas de las sociedades en las que operan y también sobre organismos internacionales no gubernamentales y no confesionales como Amnistía Internacional o Human Rights Watch (que con frecuencia requieren información básica que proviene de organizaciones religiosas). Dichas organizaciones son las protagonistas de estas páginas.
En décadas pasadas la vieja Iglesia católica ha adoptado lo que puede llamarse una nueva misión en el extranjero (aunque nunca debemos olvidar que no es su única misión). Esta nueva misión no necesariamente recuerda las de siglos pasados: ganar los corazones y las almas de los no cristianos para la fe verdadera y más tarde ofrecerles servicios espirituales bien administrados y de forma continua. La nueva misión que llama nuestra atención ahora, en cambio, sólo es nueva por su crecimiento y porque es más caritativa que confesional, y de ese modo también parece estar más vinculada con una de las más viejas formas de interacción social en la mayor parte de las religiones tradicionales (y sin duda en la tradición cristiana): ayudar a los pobres, curar a los enfermos, preocuparse por los desfavorecidos. Esa vieja aspiración ha vuelto a ocupar un lugar central como resultado de un triple proceso: la readaptación de la Iglesia católica al mundo moderno, algunas reformulaciones de lo “secular” en los Estados liberales democráticos occidentales y la aparente facilidad con la que las redes transnacionales de solidaridad internacional se han expandido en las últimas décadas. En las siguientes páginas nos concentraremos en este último proceso. Cada uno de dichos procesos, sin embargo, posee tensiones inherentes que establecen el contexto para nuevos retos, no sólo para las redes de apoyo sino también para su gobernanza global. Pero antes de seguir adelante resultará útil poner en contexto organizaciones como éstas dentro de un debate teórico mayor sobre las recientes transformaciones de la Iglesia católica.
El establecimiento de sociedades seculares en el mundo occidental ha tenido un impacto significativo sobre las organizaciones religiosas y ha moldeado sus estructuras y comportamientos. La teoría de la secularización esperaría que la religión se “privatizara”, es decir se restringiera al ámbito privado de los individuos. Sin embargo, como notó el sociólogo José Casanova hace cerca de dos décadas, casi ninguna de las grandes confesiones religiosas se privatizó del todo (y siguen sin hacerlo), pero sin duda tuvieron que transformarse de acuerdo con las importantes reformulaciones seculares que experimentaron las sociedades en las que estas confesiones tenían que operar. Casanova consideró que el caso católico es precisamente un ejemplo de esto:
Pues la Iglesia católica finalmente ha aceptado la legitimidad de la tendencia estructural moderna a la secularización, esto es, ha aceptado la separación voluntaria del Estado, y ha ocurrido un acercamiento mutuo entre las religiones y el humanismo secular [...] Conforme las iglesias transfieren la defensa de sus privilegios particularistas (libertas eclesiae) a la persona humana y aceptan el principio de libertad religiosa como un derecho humano universal (libertas personae), por primera vez están en posición de entrar nuevamente a la esfera pública, esta vez para defender la institucionalización de los derechos universales modernos, la creación de la esfera pública moderna y el establecimiento de regímenes democráticos. Esto es lo que llamo la transformación de la Iglesia, de una institución orientada al Estado a una orientada a la sociedad.
Una parte fundamental de las adaptaciones que la Ig...