Ensayos de historia sociopolítica de la Revolución Mexicana
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Ensayos de historia sociopolítica de la Revolución Mexicana

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Serie de antologías que busca ofrecer una muestra reducida pero representativa de los principales trabajos de algunos de los colegas de El Colegio dedicados, preferentemente, a los estudios sobre la Independencia o la Revolución. Los trabajos reimpresos en estas antologías en ocasiones fueron seleccionados por otros especialistas y en otras por ellos mismos. A los setenta años de su fundación El Colegio de México se siente orgulloso de su tradición y renueva su compromiso con el desarrollo de la historiografía mexicana.

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Información

Año
2012
ISBN
9786074625080
Categoría
Historia
1
LA ENTREVISTA DÍAZ-CREELMAN[1]
RESULTA COMPRENSIBLE Y SIGNIFICATIVA la omnipresencia de ‘la entrevista Creelman’ en la historiografía de la Revolución mexicana, la que podría dividirse en tres etapas:[2] la de sus propios actores y protagonistas, políticos e ideólogos memoriosos que plasmaron su versión de los sucesos en los que estuvieron involucrados. Siguió después la etapa dominada por historiadores no profesionales, quienes no estaban vinculados a institución académica alguna y cuya labor como tales no era su actividad prioritaria: los principales ejemplos serían José C. Valadés, Manuel González Ramírez, José Mancisidor y Jesús Silva Herzog. La tercera y última etapa, divisible a su vez en varios momentos y corrientes, es la académica, dominada por historiadores entrenados para ello, dedicados a la investigación y a la enseñanza de la historia en los ámbitos universitarios.[3] Trátese de los actores memoriosos o de los historiadores amateurs o profesionales, de mexicanos o extranjeros, lo cierto es que todos, sin excepción, han prestado atención a la entrevista Creelman.
Más aún, al menos dos colegas le han dedicado sendos estudios especiales. El primero fue Eduardo Blanquel, quien analizó el impacto de la entrevista en el escenario nacional, atendiendo la opinión que les mereció a varios intelectuales. El mayor mérito de Blanquel fue haber descubierto que por primera y única vez don Porfirio no sólo defendió su obra con argumentos empíricos y pragmáticos, sino que también intentó justificar su régimen mediante argumentos doctrinarios, amparándose para ello en Justo Sierra.[4] El segundo fue Claudio Lomnitz, quien ubica a Creelman dentro de un grupo más amplio de intelectuales estadounidenses interesados en México. Lomnitz llama conocimiento “transnacional” al que se desarrolló junto con el crecimiento de las relaciones políticas, económicas y sociales entre ambos países desde finales del siglo XIX, y descubre que la perspectiva con la que Creelman se acercó a Porfirio Díaz y a México estaba permeada por una seudociencia —la physiognomy— muy en boga entonces entre los periodistas que trataban de explicar a los personajes y países de su interés mediante argumentos raciales. De allí el interés de Creelman por los rasgos craneales de Díaz; de allí sus constantes menciones a su carácter mestizo. A partir de un “racismo chovinista”, Creelman concluyó que don Porfirio era un hombre fuerte que gobernaba a un pueblo débil.[5]
Don Daniel Cosío Villegas aseguró, en su estilo sentencioso, que de la entrevista Creelman se había escrito “mucho” pero “con poco acierto”.[6] Si el acercamiento de Blanquel fue abordado desde la perspectiva de la historia ‘de las ideas’, y el de Lomnitz partió de la perspectiva de la nueva historia ‘cultural’, considero que también debe analizarse ‘la entrevista Creelman’ desde los parámetros de la nueva historia política, no en los de la decimonónica, tan vilipendiada a casi todo lo largo del siglo XX.[7] En efecto, deben abordarse temas como el de su naturaleza y carácter; también importa conocer los procedimientos mediante los cuales se acordó la entrevista, así como el contexto sociopolítico —nacional e internacional— en el que ésta se dio. Acaso lo más relevante sea el análisis de los diversos objetivos que tenía Díaz, partiendo del supuesto de que eran varios, pues ningún político acomete una acción con apenas un escenario en mente. Igualmente significativo es el análisis de las recepciones a la entrevista por los diferentes grupos políticos de entonces; esto es, cómo fue leída, lo que obliga a considerar los motivos y las razones de las distintas percepciones. Sobre todo, deben analizarse sus efectos reales, tanto los inmediatos como los de mediano plazo, incluida la estrategia política que asumió Díaz para contrarrestar los efectos de sus declaraciones. Acaso interese a algunos saber quién fue Creelman, antes y después de su decisiva entrevista.
NATURALEZA DOBLE
La llamada entrevista Creelman fue en realidad un largo reportaje titulado “El Presidente Díaz. Héroe de las Américas”. Casi alcanzaba las cincuenta páginas, aunque generosamente ilustradas, y apareció a principios de 1908 en el número de marzo de una revista estadounidense que disponía de un enorme número de lectores de clase media y alta con cultura general.[8] Su amplia aceptación social obligaba a los políticos a leerla. El reportaje en cuestión tiene dos partes claramente distinguibles. La primera mitad está dedicada a los mensajes políticos de don Porfirio, en los que reconoce las principales características de su gobierno, en cierto sentido “patriarcal”, pues se le necesitaba como guía de una población con escasa cultura política, y en ocasiones duro y severo, pues para construir un país democrático y desarrollado era preciso atravesar una etapa de “paz forzosa”. Sencillo en su lenguaje pero orgulloso en cuanto a sus logros, Díaz aprovechó la entrevista para justificar su régimen. Subrayó haber recibido un país empobrecido, aislado internacionalmente y dividido políticamente, y se enorgulleció de haber conseguido largos años de paz y desarrollo económico, imprescindibles para alcanzar la democracia.
Además de justificar su régimen, fueron tres las principales afirmaciones políticas de Díaz: que estaba resuelto a dejar el poder en 1910, sin importar lo que dijeran sus “amigos y partidarios”; que a pesar de la triste condición de la cultura política del mexicano de finales del siglo XIX, gracias a la educación y al trabajo muchos compatriotas se habían convertido en clase media y ya estaban “preparados para escoger a sus gobernantes sin peligro de revoluciones y sin interferir con el progreso del país”; por último, también afirmó que aplaudiría la creación de un partido oposicionista que no buscara la destrucción del país.[9]
La segunda parte del reportaje no incluye declaraciones de Díaz, sino que conjuga una breve biografía de éste, abiertamente laudatoria, con una pequeña síntesis de la historia nacional, versión que resulta reveladora de la ideología compartida por Creelman y por los lectores de la revista. Dicho en pocas palabras, Creelman asume los principios que sustentan ‘la leyenda negra’[10] y es un convencido ‘monroeísta’, contrario a cualquier influencia europea en América. Ejemplos: trata con enorme respeto a las civilizaciones antiguas,[11] entre las que destaca a mixtecos y zapotecos, nativos de la región donde Díaz naciera; en cambio, rechaza la civilización española, a la que condena por haber impuesto con “la fuerza de sus armas de fuego una teología dogmática”. En efecto, según Creelman fue el “fiero vandalismo” de los frailes españoles lo que acabó con “todo vestigio de la civilización original”; así, el periodo novohispano consistió en “trescientos años de indescriptible horror”, durante los cuales los nativos fueron “degradados casi hasta el nivel de las bestias”. Además de haber sido una etapa “aterradora”, fue inmensamente corrupta, pues las órdenes religiosas “se apoderaron de las mejores tierras” y gastaron “millones de dólares en la ornamentación de las iglesias”. Congruente con esta visión, las luchas independentistas de Hidalgo y Morelos eran para Creelman “una de las páginas más coloridas” de la historia mexicana, aunque a la primera mitad del siglo XIX la consideraba desastrosa desde que Iturbide se proclamó emperador y por el largo dominio de Santa Anna, “aventurero arrojado, pintoresco y bribón”.[12] Su evaluación final es contundente: “el país iba quedando en bancarrota por las continuas guerras e intrigas políticas”.
En esta dramática situación incorpora Creelman a Porfirio Díaz en la historia del país. Hombre que superó todas las adversidades, es visto como el más importante personaje de la segunda mitad del siglo XIX, incluso superior a Juárez, pues si bien “inició” la Reforma, ésta fue “completada y unificada” por Díaz. Más aún, al analizar la batalla del 5 de mayo de 1862 contra las tropas francesas en Puebla, Creelman minimiza los méritos del general Zaragoza al asegurar que Díaz —segundo en el mando— fue “la más arrojada y heroica figura en la lucha de ese día”. Los elogios mayores, sin embargo, no los dirige al gran soldado —inteligente, valeroso, astuto, de “brillantes métodos”— sino al futuro gobernante. En efecto, afirma que “el soldado se convirtió en estadista”: recibió un país “en bancarrota y dividido”, pero pronto impuso la paz y el orden, reorganizó las finanzas, los impuestos fueron invertidos “inteligentemente” en “vastos proyectos de ingeniería”, como líneas férreas, renovación de puertos y drenaje; sobre todo, logró el crecimiento de la economía nacional y fomentó su educación. En resumen, “cambió a México de la debilidad y la vergüenza a un sitio de honor y fuerza entre las naciones americanas”.[13]
La estructura y el contenido del reportaje expresan claramente uno de sus objetivos: mejorar la imagen de don Porfirio ante la clase política, el sector empresarial y la opinión pública estadounidenses, mensaje que se enriquece y refuerza al mostrar las buenas relaciones existentes entre Díaz y los Estados Unidos. Para probarlo se remonta Creelman a la propia biografía del oaxaqueño, pues en varios de sus éxitos había contado con el apoyo norteamericano, respaldo imprescindible para el triunfo de los liberales contra los conservadores y los franceses. Luego de subrayar que la Doctrina Monroe había convencido a Napoleón III de retirar las fuerzas francesas que apoyaban al “bastardo Imperio” de Maximiliano, el “soñador aventurero coronado”, Creelman dedica el final de su reportaje a mostrar las mutuas ventajas que traían las buenas relaciones existentes entre ambos países. Más aún, concluye su escrito con inteligencia política, al asegurar que fue Díaz quien vinculó a ambos países, incluso en contra de otros miembros de la élite liberal.[14] No solamente habían crecido notablemente las inversiones norteamericanas en México, sino que ambos gobiernos eran partidario...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADILLAS Y PÁGINA LEGAL
  3. ÍNDICE
  4. NOTA PREVIA
  5. 1. LA ENTREVISTA DÍAZ-CREELMAN
  6. 2. 1910: DEL VIEJO AL NUEVO ESTADO MEXICANO
  7. 3. ACTORES Y REGIONES EN EL PROCESO BÉLICO DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA
  8. 4. LA POLÍTICA MILITAR DEL PRESIDENTE CARRANZA
  9. 5. LAS ELECCIONES DE 1917, O LA BÚSQUEDA DE LA LEGITIMIDAD
  10. 6. EL DECLIVE ZAPATISTA
  11. 7. JOSÉ INÉS CHÁVEZ GARCÍA, ¿REBELDE, BANDIDO SOCIAL, SIMPLE BANDOLERO O PRECURSOR DE LOS CRISTEROS?
  12. 8. UNA GUERRA NO SECRETA: SIMILITUDES Y DIFERENCIAS DE FELIPE ÁNGELES Y VENUSTIANO CARRANZA
  13. 9. LOS EXILIADOS POR LA REVOLUCIÓN MEXICANA
  14. 10. HIGINIO AGUILAR: MILICIA, REBELIÓN Y CORRUPCIÓN COMO MODUS VIVENDI
  15. 11. GAUDENCIO DE LA LLAVE: DE PORFIRISTA A ‘CONTRARREVOLUCIONARIO’
  16. 12. VASCONCELOS Y EL MITO DEL FRAUDE EN LA CAMPAÑA ELECTORAL DE 1929
  17. COLOFÓN
  18. CONTRAPORTADA