Psicoanálisis y justicia social
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Psicoanálisis y justicia social

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Psicoanálisis y justicia social

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Exhaustivo relato sobre años de desarrollo de la medicina psicoanalítica en su vertiente más solidaria, que la habilidad de Elizabeth Ann Danto convierte en una reveladora crónica de apasionante lectura.En 1918, con las catastróficas consecuencias de la Primera Guerra Mundial materializándose en los países derrotados, Sigmund Freud manifestó públicamente la necesidad de establecer centros sanitarios gratuitos para atender a aquellos pacientes que carecían de recursos para costearse un tratamiento. La iniciativa de abrir establecimientos de estas características no tardó en germinar en el seno de la comunidad psicoanalítica de Viena, y tanto Freud como otros especialistas pioneros le prestaron su apoyo ideológico, político e incluso económico.

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Información

Editorial
Gredos
Año
2018
ISBN
9788424938253
Categoría
Psychology
Categoría
Psychoanalysis

SEGUNDA PARTE

1923-1932:

LOS AÑOS MÁS GRATIFICANTES

1923

«ESTA AYUDA DEBERÍA ESTAR DISPONIBLE

PARA EL GRAN PÚBLICO...»

Para los analistas más jóvenes que realizaban sus prácticas en el Ambulatorium desde su fundación el año anterior, el nuevo Seminario Técnico ofrecía una especie de campo de pruebas donde era posible decirlo todo, criticar los diagnósticos y discutir las teorías de tratamiento con mucha menos cautela que la requerida en las reuniones formales de la sociedad de Viena. Al comienzo de 1923, Hermann Nunberg cedió la dirección del seminario a Eduard Hitschmann. A partir de entonces y durante los dos años siguientes, Paul Federn registró todas las semanas (como secretario del seminario y también como director adjunto del Ambulatorium a partir del 17 de octubre) las actas del seminario con gran compasión y flexibilidad intelectual. En dichas actas de las reuniones del seminario en 1923 y 1924 destaca la capacidad de Reich para razonar cuidadosamente de un modo poético característico; las teorías de Nunberg se despliegan tan concienzudamente como las de un abogado de apelación; y Hug-Helmuth descubre con alegría que la observación sistemática de niños puede ser integrada en el repertorio psicoanalítico. A principios de la década de 1920, la mayoría de los analistas vieneses no consiguieron explorar la psique del paciente más allá de las etapas sexuales del desarrollo humano establecidas por Freud, ni más allá de lo que permanece accesible a la conciencia de los recuerdos en la adultez. Pero Otto Fenichel, que viajaba con frecuencia entre Berlín y Viena, presentó a los participantes del seminario uno de los sistemas más nuevos del Poliklinik para separar la teoría psicoanalítica de la técnica: argumentaba que la teoría debía separarse de la técnica porque la teoría hace hincapié en la investigación dentro del inconsciente, mientras que la técnica es más significativa para la terapia. Debido al examen riguroso de los impulsos propios del terapeuta, que requiere la formación psicoanalítica, en especial de la contratransferencia supuesta en los nuevos terapeutas, la supervisión en el Ambulatorium tendría que ser programada con rigurosa regularidad.
Una noche de octubre —pues tales reuniones siempre tenían lugar por la noche, después de una jornada entera de práctica—, Federn tomó la dirección. Se presentó un buen ejemplo durante la exposición de un caso de Rudolf Urbantschitsch sobre el tratamiento de un obrero de veintiún años con violentos sueños de sangre y excitación incontrolada. Federn apuntó que Urbantschitsch, el más joven y uno de los pocos católicos de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, «debe [estar] disfrutando demasiado de los sentimientos de transferencia, un error en el que caen todos los principiantes con mucha facilidad».1 Rudolf von Urbantschitsch, rico y aristocrático, era un endocrinólogo capaz que manifestaba interés por el psicoanálisis desde mucho tiempo atrás y, de forma similar al fallecido Anton von Freund, había esbozado lo que Ferenczi describió como un «gran plan para una fundación», un proyecto de clínica e investigación en honor de Freud.2A la edad de veintiocho años este médico excéntrico era al mismo tiempo un monárquico y amigo de la hija del antiguo archiduque Fernando, así como un eficaz conferenciante que promovía el pensamiento psicoanalítico en escuelas, aulas de trabajadores y sociedades médicas. Su proyectado centro de consulta tenía a Freud como director médico, una sede sería el castillo Weilburg, propiedad del archiduque en los alrededores de la ciudad de Baden, y financiado por el Bodenkreditanstalt (Unión de Crédito Nacional). Según Ferenczi, Freud y Anna sabían que el esquema de Urbantschitsch era ilusorio pero no obstante estaban interesados en mejorar la reputación de su clínica de bandera como un serio centro de investigación. Pero en parte por deferencia hacia Hitschmann y en parte por el carácter variable de Urbantschitsch, el proyecto fue abandonado. Sin embargo, Urbantschitsch continuó tratando a pacientes en el Ambulatorium. En una discusión posterior sobre la regla de abstinencia —que trataba sobre si, cuándo y cómo, debería prohibirse la masturbación durante el análisis— se unió a los participantes del seminario en su lucha por estandarizar la técnica sin sacrificar la espontaneidad en la sesión. La propia explicación de Freud en 1919 sobre la regla de abstinencia había sido realmente bastante flexible. Por supuesto, como lo apuntaron más tarde analistas como Alexander, Freud era invariablemente menos rígido y ortodoxo en su técnica que la mayoría de sus seguidores.3 Hitschmann, por ejemplo, se había iniciado ciñéndose al «estándar» de Freud, pero en 1923, como se pudo ver en esa reunión, estaba deseoso de establecer principios esquemáticos mucho más rígidos e ideales, mandatos y prohibiciones. Ayudó al grupo a preparar registros exactos de los pacientes, a articular perfiles de diagnóstico estadístico articulados, y a quedarse con un formato específico de escritura y presentación del estudio del caso analítico. Desde entonces en adelante, cada analista parecía generar un estilo terapéutico personal. Ferenczi se volcó en temas de transferencia; Jokl quería que el analista escuchara durante cinco meses sin intervenir; y Reich afirmaba categóricamente que ninguna actividad, masturbación u otras, debería ser prohibida por excesiva que le pareciera al analista. En todo caso, decía Reich, el terapeuta debería convertir esa actividad en el principal objetivo del tratamiento. Reich, obviamente, estaba trabajando en el tema clínico para su artículo sobre genialidad que presentó tres semanas más tarde en una reunión formal de la sociedad.
En el libro de 1933 Análisis del carácter —quizá su contribución al psicoanálisis clásico más reconocida (si no significativa)— Reich desarrollaba un modelo para pensar a través de las reacciones caracteriológicas de un paciente al tratamiento. El episodio, como la masturbación, era menos importante en sí mismo que la reacción psicológica inconsciente del paciente, así como la del analista. Incluso en 1933, cuando parecía que Reich tenía más enemigos que amigos, todos coincidían, sin embargo, en que este serio trabajo técnico de la década de 1920 había dado lugar a un avance y expansión de la psicología del yo. Antes de lanzarse en el estudio de un nuevo caso, decía Reich, el analista debía decidir entre explorar la neurosis de carácter del paciente (la personalidad) o la neurosis de sus síntomas (lavarse las manos). La diferencia es crucial, pues en la perspectiva del síntoma mecanicista, un estudio detallado sobre el hecho de que el paciente se lave las manos compulsivamente, por ejemplo, implica un diagnóstico de trastorno obsesivo-compulsivo; pero al analizar el carácter, no los síntomas, de una persona podría exhibir una organización mental pobre y un nivel de angustia abrumado por el mundo exterior. Reich sugería que el análisis tanto del carácter como del síntoma podía combinarse si se entendía que el síntoma, en este caso lavarse en exceso las manos, es realmente el intento inconsciente del paciente para conseguir en alguna medida el control del entorno hostil. Reich lo llamaba «armadura de carácter». El síntoma podía enraizarse perfectamente tanto en factores de estrés del entorno, por ejemplo la pobreza crónica, como en el trauma infantil. Obviamente el método vitalista de Freud llamó la atención de Reich por varias razones: los psicoanalistas (más que los psiquiatras) parecían respetar la capacidad aparentemente innata en los seres humanos de autorregularse, y el psicoanálisis animaba al médico a atender los problemas humanos fuera del aséptico laboratorio médico. Cuando Reich escribió por primera vez su concepto de «carácter impulsivo» individual, un estudio sobre los ladrones y matones en el Ambulatorium, se estaba anticipando a su estudio más amplio de 1933 sobre la personalidad humana y la salud psicológica. De forma similar, la energía de Reich y su entusiasmo por sondear el material clínico transformó un ejercicio académico poco propicio, el Seminario Técnico, en un laboratorio práctico para el desarrollo de la teoría psicoanalítica en 1923 y 1924. El seminario era uno de los centros más provocadores y estimulantes de Viena para la formación de los nuevos analistas.
Richard Sterba, al recordar su época de estudiante, explicaba:
Una noche, en diciembre de 1923, fui al Ambulatorium para preguntar cómo podía convertirme en analista. Me atendió un médico anciano cuyo nombre era Eduard Hitschmann [...] Inicié mi análisis al comienzo de la primavera de 1924. Como no tenía dinero [...] no me cobraron por el análisis. Sin embargo, se esperaba que en el futuro yo asumiera el tratamiento de algunos pacienes del Ambulatorium gratuitamente o por una mínima contribución quedebería pagarse al Ambulatorium.4
Sterba estaba lejos de ser el único candidato que experimentó tal cortesía: Grete Lehner Bibring, Willi Hoffer y Wilhelm Reich —de hecho, casi todos los que trabajaban en psicoanálisis en el Ambulatorium o en otro sitio— eran analizados gratis.5 Freud le escribía a su amigo Franz Alexander, en Berlín, que: «En Viena, por ejemplo, donde casi todos los análisis didácticos se hacen gratis, temo que renunciar a cualquier elección preliminar (de los candidatos) amenazaría nuestro trabajo en exceso».6 Los analistas coincidían en que apreciar la personalidad individual de un candidato es inevitablemente subjetivo, pero seguir requerimientos oficiales o formales (seguramente los que preferiría el administrativo Eitingon) es solo un pobre sustituto de las entrevistas individuales. Por ejemplo, ¿un candidato entendería el requisito de ofrecer tratamiento en la clínica gratuita? Aceptar servicios gratuitos para uno mismo también es significativo e indica una posición psicológica no defensiva, abierta. «Cada analista didacta en Viena estaba obligado a formar gratis a dos estudiantes», explicaba Else Pappenheim. Años más tarde comentaba que «en Viena no era inusual, aunque sorprendía a los americanos, yo nunca pagué por mi análisis».7 Su relato confirmaba los recuerdos de Grete Bibring y de Helene Deutsch de que la mayoría de los candidatos analíticos en efecto recibieron un análisis de formación gratuito.8 Que incluso analistas no austríacos deberían tener este privilegio a cambio de sus servicios en el Ambulatorium se convirtió en una manera sorprendente de política no escrita, otra dimensión de la responsabilidad social psicoanalítica. Ciertamente, Freud, Ferenczi y muchos otros confiaban en los altos honorarios americanos pagados en dólares para sobrevivir económicamente después de la Primera Guerra Mundial. Incluso el nuevo código fiscal de la Viena Roja estructuró una redistribución de fondos de los propietarios más ricos a los inquilinos de apartamentos, y los psicoanalistas americanos eran obviamente ricos.9 Pero, en general, formar a todos los analistas presuponía honorarios insignificantes o inexistentes, así que los análisis gratuitos y los tratamientos gratuitos eran dos caras de la misma moneda política.
Lo mismo puede decirse de Berlín. Freud escribió en 1923, en su prefacio al primer informe anual del Poliklinik, que «las clínicas parecen ser una necesidad social especialmente en esta época, en que el estrato intelectual de la población, que es especialmente propenso a la neurosis, se está hundiendo ineluctablemente en la pobreza». Al tener que afrontar el creciente número de maestros desempleados y jóvenes burgueses, hombres y mujeres, buscando tratamiento, los siete miembros a tiempo completo del equipo del Poliklinik trabajaban duro en una combinación diaria de veinticinco a veintiocho horas de tareas administrativas, sin contar las horas de tratamiento. En 1925 los miembros de la sociedad de Berlín admitieron que el presupuesto estimado por Eitingon de 275.000 marcos (66.100 dólares) aproximadamente, cerca del doble que el del año anterior, sería difícil de cumplir dada la inflación y la debilidad de la moneda. Felix Boehm sugirió en enero que era necesario establecer una regla por la cual los miembros harían una contribución regular a un fondo para sostener la clínica.10 Al mes siguiente un comité de seis miembros anunció que la sociedad podía (y debía) fundar el Poliklinik como un centro para la formación y el tratamiento psicoanalíticos. Se fijaría una contribución mensual por psicoanalista del 4% de los ingresos totales del miembro derivados de la práctica analítica (por ejemplo, los ingresos de un día al mes), o de menos para analistas con ingresos temporales reducidos o aumento de los gastos laborales. El dinero sería recolectado en la segunda reunión de cada mes y supervisado por un comité de tres miembros. Los miembros extranjeros pagarían la mitad y de forma trimestral.11 Llegaron donaciones ocasionales de amigos y simpatizantes. «Nuestro policlínico ha recibido de la señorita Van der Linden, que se encuentra aquí con Ophuijsen, una donación de 100 florines, que ahora equivalen a 330.000 marcos, con los cuales aún hoy se puede hacer algo».12 El dinero se emplearía para aumentar el número de salas de consulta y reconvertir las viejas instalaciones en aulas para el instituto. Mientras tanto, el programa del Poliklinik de conferencias públicas y artículos introductorios florecía y tenía la doble ventaja de publicitar la clínica y recaudar fondos. Los primeros cursos fueron presentados en la elegante sala de conferencias del Poliklinik tapizada de libros. Sachs y Radó enseñaban allí y Melanie Klein organizaba un curso sobre sexualidad infantil específicamente para maestros de parvulario. Pero al final de 1923 las clases ya «no se podían sostener en las condiciones limitadas del policlínico» porque la audiencia se había doblado en número, había pasado de cuarenta a ochenta o noventa asistentes. Se mudaron a una «sala de conferencias muy agradable en el Zentralinstitut für Erziehung und Unterricht»,13 justo cruzando la calle, frente al Poliklinik.14
Helene Deutsch, de visita entonces en Berlín como analista y estudiante avanzada, sintió que la ciudad reavivó su conciencia social. Escribía a su esposo, el psicoanalista Felix Deutsch: «En algún lugar del mundo hay hambre y necesidad, en algún lugar se derrama sangre inocente, en algún lugar se juntan las nubes de protesta y resentimiento [...]. Cuánto está fermentando y echando espuma, cuánto sufren las personas, cuán imponentes son las olas de agitación social... Eso es historia: el individuo está donde quiere estar».15 De todos los analistas del círculo del número 19 de Bergasse, Helene Deutsch fue seleccionada y encomendada para ir a Berlín a estudiar las innovaciones de la clínica de Karl Abraham. Al año siguiente se valdría de su experiencia en el Poliklinik para asistir a Hitschmann con el Ambulatorium e iniciar el programa de educación reglada en Viena. Tal como Freud le explicaba a Abraham, ella «formará el nuevo Comité de Formación y organizará la enseñanza de Ψα siguiendo muy de cerca el modelo de Berlín».16 Deutsch, en efecto, se inspiró en el Instituto de Viena después de Berlín, y lo que en otras manos podría haber competido con la clínica (la primera organización), en las suyas fue un aliado progresista.
La comprensión que tenía Ernst Simmel de la política era tal que siempre veía a las mujeres iguales a los hombres, pares en la luchas de clases. Entonces, ¿por qué una mujer embarazada debía ser humillada por los educadores médicos simplemente por ser pobre? En las instituciones médicas públicas, informaba, se fuerza a la mujer a «exponer su momento más difícil ante cientos de estudiantes y observadores distantes». Comparaba la vulnerabilidad de una mujer al dar a luz con la del paciente analítico. El paciente debía ser el único foco de atención de un médico, en una habitación, durante una hora, sin que importase su capacidad para pagar. Además, la calidad del tratamiento gratuito sería idéntica a la calidad del tratamiento pagado privadamente. La idea de que la confidencialidad del paciente y la clase social van de la mano no era muy nueva: los pacientes adinerado...

Índice

  1. AGRADECIMIENTOS
  2. INTRODUCCIÓN «LA CONCIENCIA DE LA SOCIEDAD»
  3. PRIMERA PARTE. 1918-1922: LA SOCIEDAD DESPIERTA
  4. SEGUNDA PARTE. 1923-1932:. LOS AÑOS MÁS GRATIFICANTES
  5. TERCERA PARTE. 1933-1938: CONCLUSIÓN
  6. BIBLIOGRAFÍA.
  7. NOTAS