DEMETRIO-ANTONIO
INTRODUCCIÓN
LAS BIOGRAFÍAS DE DEMETRIO Y ANTONIO
La Vida de Demetrio y la Vida de Antonio se suelen situar convencionalmente en torno al año 116 a. C. (es decir, en la producción última de Plutarco 1 ) y ofrecen una singularidad dentro del conjunto de hombres ilustres (singularidad que comparten, en cierta medida, con la Vida de Alcibíades y la Vida de Coriolano , del mismo período): se alejan, en cierto modo, del interés pedagógico de Plutarco por recrear vidas edificantes, cuyo ejemplo moral ejerza de revulsivo al lector, estimulando, con ello, los nobles sentimientos innatos del alma humana, y nos ofrece, en cambio, dos ejemplos de lo que se debe evitar.
Demetrio Poliorceta y Marco Antonio son, en efecto, dos contraejemplos, pero no porque su perfil carezca de trazos positivos, ya que ambos «testimonian el dicho de Platón de que las naturalezas sublimes sacan a la luz tanto grandes defectos como grandes virtudes (Demetr. 1)». Aunque sucumben por su incapacidad de seguir el buen camino, sus vidas tienen comienzos prometedores, poseen virtudes personales y unas capacidades militares que les hacen destacar entre sus contemporáneos. Lo que les hunde, en realidad, es su incapacidad de discernir entre el vicio y la virtud, y la debilidad que esa falta de juicio supone, se revela especialmente por los manejos de los aduladores que los rodean. Estas biografías son, por tanto, una aplicación práctica de la principal reflexión más abstracta de su prólogo: la necesidad de aplicar la razón a los variados estímulos sensoriales, para que el resultado moralmente adecuado de una crítica reflexiva (la clara diferencia entre el bien y el mal) ejerza una atracción y un impulso tendente a la emulación de los válidos ejemplos que prevalezcan en ese juicio 2 .
Estas dos biografías, además, son de las que mejor se adaptan al plan general de las Vidas Paralelas de oponer un personaje griego a otro romano. La experiencia vital de cada uno de estos dos personajes ofrece, en efecto, multitud de similitudes, que, en buena parte, son explotadas conscientemente por Plutarco; pero, en otros casos, acuden insospechadamente a la mente del lector a medida que se recrea en la existencia de estos dos personajes. Los dos, por ejemplo, pertenecen a períodos históricos especialmente agitados o de transición: en el caso de Demetrio Poliorceta, se trata de la encarnizada lucha entre los diádocos y sus sucesores por el gran imperio de Alejandro Magno, hasta que se consolidan varias dinastías en el Oriente helenizado (los Tolomeos en Egipto, los Seléucidas y los Atálidas en Asia, los Antigónidas en Macedonia, etc.); y, en el caso de M. Antonio, se trata precisamente del fin de esos reinos helenísticos (con la conquista del Egipto tolemaico y la muerte de Cleopatra VII) ante el empuje del poder de una agonizante Roma republicana, que entrará, sin embargo, en una próspera nueva etapa imperial de la mano de Octavio Augusto.
Demetrio y Antonio crecen a la sombra de dos grandes personalidades, que, en el relato de Plutarco, aparecen al final de su carrera, pero que han luchado largamente por ver cumplidas sus ambiciones políticas en ese mundo en el que traiciones, asesinatos y reinados efímeros se habían convertido en moneda común: Antígono el Tuerto y Julio César. Demetrio, como hijo legítimo de Antígono y compañero en la lucha, intentará recomponer el gran imperio de su padre cuando, tras la derrota de Ipso, sólo queden escasas posiciones en Grecia y Asia Menor y una débil escuadra naval. Antonio igualmente se convierte en el personaje del momento a la muerte de Julio César, centro de todas las miradas de Roma al pronunciar el elogio fúnebre del dictador y, sin duda, viene confirmado como su heredero político cuando Calpurnia, la mujer del fallecido, le hace entrega de las posesiones de su esposo y de los legajos que contenían sus disposiciones y sus planes futuros. Pero pronto se echará en falta la controladora presencia de Antígono y Julio César que, como buenos mentores, aprovechaban las virtudes militares de sus protegidos y sabían controlar los vicios de éstos. A su muerte, este digno equilibrio se rompe en beneficio de unos defectos que se hacen cada vez más patentes con cada fracaso militar.
En este sentido, un defecto común en ambos personajes (o, por lo menos, el que más destacaron sus enemigos políticos) es su, por así decirlo, decidido «asianismo», entendido como esa particular querencia por una vida regalada y dispendiosa que degeneraba en esa morbidez con la que, desde ciertos prejuicios, se tachaba a todo lo que venía de Oriente. Pero no hay que olvidar que tanto Demetrio Poliorceta como Marco Antonio actuaban atraídos por el prestigio de la tradición cultural helena, la cual tenía en la Atenas clásica y sus monumentos su principal baluarte. No es de extrañar que Demetrio y Antonio dejaran constancia de su paso por esta última ciudad y aceptaran de buen grado los homenajes que allí recibieron, especialmente si los vemos como una consagración de su poder en el entorno político-cultural del Oriente heleno.
En paralelo, igualmente, discurren las vidas privadas de Demetrio y Antonio, especialmente en lo concerniente a su relación con las mujeres que dominaron su existencia. El carácter de estos varones pivota entre la digna y contenida nobleza de la esposa-madre, que encuentran Demetrio y Antonio respectivamente en Fila y en Fulvia y Octavia (pero a las que apenas logran contentar con sus chocarrerías), y las zalameras astucias de la amante-confidente, que poseen Lamia y Cleopatra y que los precipitan en su caída. Aunque Plutarco hace caer la balanza del lado de las pasiones bajas, aumentando la lista de amantes con una cohorte de concubinas y segundas y terceras esposas (Antonio sólo se casaba una vez que se divorciaba de sus esposas o éstas morían, pero Demetrio era menos escrupuloso), lo cierto es que la presencia de Fila, Fulvia y Octavia es otro elemento de control para el personaje, cuyos beneficios comprobamos cuando éstas también se esfuman de la vida de Antonio y Demetrio.
En su intento de ofrecer dos contraejemplos morales en estos dos personajes, Plutarco deja mucho más de lado el relato histórico objetivo de sus empresas militares y se centra más en la evolución del antihéroe desde sus triunfos, aupado entre muestras de adulación, hasta su desdichada caída final, abandonado por todos. Así Plutarco conforma un variado y entretenido relato, plagado de anécdotas familiares, intimidades de alcoba y situaciones chistosas de una vital cotidianidad, junto a patéticas muertes y multitudinarios funerales que, aun siendo nobles y aparentes, contrastan con el inconsciente y alegre disfrute de la vida de quien se sabía en la cima de la gloria y la creía eterna. Las Vidas de Demetrio y de Antonio , vistos como paradigmas de la teatral desmesura, nos ofrecen un continuo y grandioso espectáculo en las celebraciones en torno a Demetrio por parte de la lisonjera Atenas, o en la entrada triunfal de Cleopatra en Tarso y su envolvente sensualidad, o en la lánguida informalidad de la «Vida Inimitable» de la corte de Alejandría; y tan solemnes son las exequias de Demetrio como patético es el último adiós que se dirigen Cleopatra y Antonio, en una perdurable estampa que los consagra más como amantes que como soberanos.
La cultura literaria de Plutarco igualmente se adapta a la teatralidad de los caracteres que retrata en estas dos vidas. No en vano, éstas incluyen citas de los Caballeros de Aristófanes (Demetr. 12) de Edipo Rey y Edipo en Colono de Sófocles (Demetr . 46 y Ant. 24) o de las Fenicias y de las Bacantes de Eurípides (Demetr. 14 y 46), y de otras obras de estos autores que formaban parte de un canon literario que, al parecer, todo hombre culto debía conocer en la época. En esta obra de madurez, Plutarco echa mano, pues, de todos sus recursos para introducirnos, con la fuerza de la palabra, en un manjar para todos los sentidos que sedujo particularmente, con sus posibilidades escénicas, a autores teatrales de la talla de Shakespeare en su obra Antony and Cleopatra .
Las Vidas de Demetrio y Antonio ocupan, pues, un puesto singular dentro de la producción plutarquea, no sólo por la feliz concordancia de caracteres que se pretende retratar o por la originalidad de presentar a dos personajes cuya vida constituye un ejemplo a no imitar, sino también por el certero ejercicio de estilo, con el que supo acompasar la descripción de la desmesura de sus héroes con un relato ingenioso, variado y exuberante de detalles. Con todo, y una vez determinada la relevancia de estas dos vidas, creemos necesario continuar, en nuestra introducción, con un apunte sobre el contexto histórico en el que se desarrolla estas vidas, la relevancia de estos personajes y sus actuaciones en la historia de Grecia y Roma y el valor del relato de Plutarco como fuente histórica (y como fuente de fuentes).
DEMETRIO
Como hemos dicho al principio, el contexto en el que se desarrolla la vida de Demetrio Poliorceta es el de las luchas de los diádocos por legitimar su poder como sucesores de Alejandro Magno tras su muerte en el 323 a. C. Entre los candidatos en liza, Antígono el Tuerto quizá destaca menos frente a, en un principio, Tolomeo I y la estable dinastía lágida en la floreciente Alejandría. Poseemos, en efecto, fuentes incompletas y, a menudo, confusas precisamente para el período helenístico, en general, y para Antígono y los antigónidas, en particular. Pero la larga carrera de Antígono, que comienza como general curtido en la corte de Filipo II de Macedonia y en las campañas de Alejandro Magno, llega a su cenit a la muerte del gran conquistador y la subsiguiente lucha por proclamarse su heredero. Las fuentes directas (inscripciones y monedas, principalmente) nos revelan cómo Antígono intentó imponerse desde Frigia sobre otros territorios con una hábil política, la cual combinaba enfrentamientos armados con sus enemigos con meditadas larguezas a favor de escogidas ciudades de Grecia y Asia Menor, donde publicitaba su imagen como filoheleno y digno sucesor de Alejandro. Incluso fundó una ciudad con su nombre, Antigoneia en Orontes (muy cerca de la moderna ciudad turca de Antakya), con una corte de artistas que pudiera presentarse como un digno escaparate de su poder, pero que constituía una importante mejor base marítima pa...