La perestroika de Felipe VI
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La perestroika de Felipe VI

Jaime Miquel

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La perestroika de Felipe VI

Jaime Miquel

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La actual crisis del sistema institucional es la más profunda de la historia moderna de la democracia en España. Actualmente la única salida posible es acometer una reforma integral que cambie la naturaleza del Estado. Y ese proceso inevitable que se ha estado gestando en los últimos años cristaliza ahora y cambiará el futuro de todos los españoles. La experiencia de 30 años de asesoría electoral de Jaime Miquel pronostica el cambio político en España bajo la forma de un libro original e imprescindible.

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Información

Editorial
RBA Libros
Año
2015
ISBN
9788490563120

SEGUNDA PARTE

CRÓNICA DE LA SITUACIÓN ACTUAL

1

CRISIS DE CONFIANZA EN LA CLASE POLÍTICA

Y LOS PODERES PÚBLICOS

«Qué largo se me está haciendo el franquismo», decía una pancarta en una manifestación de 2014 en Madrid en la que resultaron heridos setenta policías, que no olvidemos que son funcionarios que van a trabajar y no llegan a fin de mes con lo que les pagan. «Franco ha Werto», sostenía otra que jugaba con el apellido del ministro popular José Ignacio Wert. «Rajoy, eres tonto del culo», decía otra tan grande que parecía la cabecera. La fractura social estaba más que planteada y ya eran muy pocos los que daban soporte al sistema de la izquierda y la derecha organizado en torno al PSOE y el PP. Un sistema que, pasados cuarenta años, definía una estabilidad institucional precaria y cada vez más cuestionada en tanto que el elector la asocia a prácticas que son ajenas a la función de representar y a la administración leal de los recursos de todos. Han pasado casi cuatro décadas ininterrumpidas de democracia formal en las que el elector ha recibido determinada didáctica por parte de sus representantes que califico de posfranquista y repaso ahora para sintetizar este aprendizaje en algunos de sus hitos.
El elector más antiguo puede pensar que el PSOE de Felipe González se impuso al Partido Socialista Popular de Enrique Tierno Galván en 1977 gracias a la financiación ilegal que había recibido desde el extranjero. El episodio del caso Flick de 1984 le enseñó que las grandes fortunas y las empresas financian a los partidos políticos a cambio de ventajas. En cierta medida, los poderes patrimoniales y financieros compran el favor del partido político o como poco lo condicionan. En 1986 el elector aprendió que las promesas de los políticos son más bien señuelos para ganar elecciones. Al acabar la legislatura del PSOE, no había ni rastro de los ochocientos mil puestos de trabajo prometidos. Ese mismo año el elector también entendió que los referendos solo los convoca el gobierno y, cuando lo hace es, para ganarlos. El caso Filesa en 1989 le informó sobre la financiación ilegal de las campañas electorales. Aprendió mediante el caso del AVE Madrid-Sevilla que los grandes contratistas de lo público, sean españoles, alemanes o franceses, pagan comisiones a los partidos políticos y a los burócratas. Este caso le informó de tramas de políticos, burócratas, contratistas y poderes financieros. Los más antiguos entendieron que el poder real no había cambiado y, como ya dije, llamaron desencanto a lo que fue mansedumbre.
En aquellos años de dominio socialista, el elector constató que los partidos políticos no eran capaces de encontrar los lugares comunes y ya lo había interiorizado o entendido como una característica cultural. En España, las cosas no se discuten si se pueden resolver antes mediante la imposición. El elector dedujo que la mayoría parlamentaria servía para laminar a los rivales electorales igual que hizo Franco por otros medios. Con los años, comprendió que los políticos del PSOE y del PP son iguales en muchos de sus actos y que su pensamiento sigue siendo predemocrático ante infinidad de situaciones. Y por si alguien aún no se había enterado, el entonces vicepresidente Alfonso Guerra le explicó a las masas quién era aquí el amo.
Los tribunales le explicaron al elector común que existen fondos reservados, un dinero que se puede gastar sin dar explicaciones porque se emplea para financiar actividades inconfesables, como, por ejemplo, intentar matar etarras. Además de entender esto enseguida el elector también supo que algunos políticos se lucraban con esos fondos. A principios de la década de 1990 fue cuando comprendió la magnitud del problema de la corrupción, porque los escándalos de estos políticos desprestigiaban a instituciones que difícilmente podían estar bajo sospecha, como el Banco de España o la Guardia Civil.
Apareció José María Aznar hablando del movimiento de liberación vasco en vez de ETA para decirle al elector que los principios se pueden cambiar hasta donde haga falta. Aznar le enseñó que los representantes que elige cuando hay elecciones no pintan nada. Los diputados populares no defendieron los intereses de sus electores en el caso de la votación sobre la implicación de España en la Guerra a Irak. Pero además es normal que el diputado vote en contra de su conciencia. El elector medio entendió por fin que la gente es lo de menos para estos partidos políticos una vez han conseguido su voto.
Ya en los últimos tiempos de escandalera continua, el elector medio se sintió insultado porque, en lugar de explicarse y ser cesados, estos políticos que le gobiernan abusaron de la presunción de inocencia. El campeón de este argumento es sin duda Mariano Rajoy, el presidente del gobierno que no dimitió cuando encerraron al tesorero de su partido como sería lógico y normal al otro lado de los Pirineos. Véase, por ejemplo, el caso de Jaume Matas, condenado a nueve meses de prisión por tráfico de influencias en el caso Palma Arena pero presunto inocente de apropiación indebida, falsedad documental, prevaricación, cohecho, malversación de caudales públicos, tráfico de influencias, blanqueo de capitales y delitos fiscal y electoral la última vez que lo consulté en la red. No voy a extenderme porque llenaríamos páginas y páginas.
Después de todo esto, inevitablemente se produce la ruptura definitiva del elector con la clase política entendida como un todo. El PSOE y el PP han dejado de representar a las personas por la conducta de sus dirigentes, que es el producto de un pensamiento político determinado que nunca dejó de ser predemocrático. Diseñar una ley electoral para que ganara el régimen reformista en las elecciones constituyentes de 1977; convocar el referendo de la OTAN en 1986 para torcerle la mano a la gente; intentar matar etarras con los GAL; apelar a la presunción de inocencia en lugar de cesar o dimitir; cargar contra el poder judicial, etc., son conductas tan españolas como aparcar en el carril bus de la Gran Vía de Madrid o borrar el ordenador del tesorero que persigue la justicia. No son conductas propias del político convencional de sello UE.
El elector se siente finalmente burlado y cualquier vínculo emocional con los partidos y los políticos que conoce se ha destruido. El votante se desmoviliza sintiéndose estafado o engañado y no va a regresar. Entiende que está en manos de gente muy poco seria y que tiene que terminar con esta situación, como venían diciendo los más jóvenes desde hacía ya algún tiempo.
Pongamos un ejemplo para ilustrar esta ruptura. El 25 de julio de 2014 la exministra socialista Magdalena Álvarez anunció su renuncia a un cargo político en el Banco Europeo de Inversiones pero cargando contra Mariano Rajoy y Luis de Guindos y exhibiendo una actitud impasible ante sus problemas con la justicia. Lo importante es lo que declaró Manuel Chaves: «Quítate tú que voy a poner a uno de los míos». La gente no quería a Magdalena Álvarez y no hacía falta hacer encuestas, pero le faltó verbalizar que la jueza Mercedes Alaya estaba compinchada con De Guindos y Rajoy para quitarle ese cargo. Esto da una idea de lo que tienen en la cabeza mientras les persigue la justicia, lo cual transmite cierta sensación de impunidad además de burla al elector. La alcaldesa de Valencia y diputada de las Cortes valencianas Rita Barberá afirmó ese mismo día que en la Comunidad Valenciana aún no habían condenado a nadie de su partido. Eso es simple y llanamente insultar a las personas porque el argumento «a mí que me registren» no sirve si reúnes la mejor colección de imputados y presuntos inocentes de Europa. Rafael Blasco es uno de ellos y fue condenado, aunque luego dicen que ya no es suyo y se quedan tan anchos. O, por ejemplo, Carlos Fabra, que tiene incluso un monumento en el aeropuerto de Castellón y desde luego no muestra la actitud que se espera de todos. Especialmente la del presidente, considerando idóneas a Rita Barberá o Esperanza Aguirre para representar a las personas.
La ruptura entre la mayoría social y la clase política convencional como un concepto totalizador y uniforme tiene fundamentos muy serios, es profunda, estructural y definitiva. El político español de nuestros días es percibido como una persona ambiciosa, atraída por la fama, el poder y el dinero, además de interesado. Las personas a veces pueden estar equivocadas pero no se inventan las cosas de la nada.
Solo hay un madrileño al que se le puede pasar por la cabeza dejar el coche en el carril bus de la Gran Vía mientras saca dinero en un cajero: el «amo». Y, desde luego, solo ese es capaz de tirar la moto de un policía municipal saltándose un alto. Lo primero no te puede costar menos de quinientos euros porque es un disparate descomunal, nadie hace eso. Y por lo segundo duermes en un calabozo una noche como poco y te quedas pendiente de un juicio muy serio. Nadie se salta un alto de la policía salvo un delincuente desesperado que sabe muy bien lo que se está jugando. Nadie hace eso, excepto un delincuente que se da a la fuga o Esperanza Aguirre que con esa actitud muestra un desprecio rotundo a las personas normales, a las que parece considerar idiotas. Aguirre se comportó en este episodio como la dueña de Madrid o la «puta ama» y esto no es de izquierdas ni de derechas sino una forma de entender el mundo. El elector tiene esta idea de los políticos como seres despreciables porque es lo que saben, lo que ven, lo que leen, lo que les dicen o lo que deducen. En este punto la red está teniendo un papel fundamental que los políticos tradicionales desconocen por completo.
Así, por ejemplo, Rajoy sigue negando la mayor incluso después de que la justicia haya demostrado que en su partido se efectuaron pagos en dinero negro para realizar unas obras en su sede de la calle Génova de Madrid. No es opinable, porque estamos hablando de la conclusión de un juez: en el PP existe la tal caja B de la que antes negaban su existencia y sobre la que ahora no contestan preguntas. El elector no es tan tonto como supone María Dolores de Cospedal, que sale a explicar «los pagos en diferido» a su tesorero encarcelado Luis Bárcenas o cuenta entre sonrisas que han borrado el contenido del ordenador que usaba el que fue su compañero de partido. Nadie hace eso. Cospedal le dice al elector un día sí y otro también que les da todo igual porque gobiernan ellos y ya está. Al final, el desprecio es recíproco, así no se gobierna.
En los barómetros del CIS de 2014, la corrupción, el fraude y la clase política en general superaban el 70% de las menciones, el segundo problema de España después del paro. Siete de cada diez ciudadanos lo entendían así y siendo el PP y el PSOE quienes han gobernado desde hace décadas es normal que sus políticos sean señalados como los principales responsables de la situación. Por su didáctica y ejemplo, el elector medio desconfía de todas las referencias institucionales en la actualidad y, después de cuarenta años de democracia representativa, se puede calificar sin lugar a dudas como un fracaso colectivo rotundo.
Hay al menos tres factores que han precipitado la ruptura con la clase política. Y digo ruptura porque desafección pertenece a un lenguaje institucionalmente estable para hacer del suceso un problema manejable. La desafección tiene arreglo, mientras que el hecho cierto de la ruptura solo admite una renovación profunda y completa de personas, mentalidades y algunas actitudes.
El primer factor es la utilización creciente de la red como herramienta para documentar y denunciar las situaciones. Esto ayuda mucho a descubrir al político, al burócrata y al empresario tramposos. Las cosas no son como nos dicen los medios convencionales, que las simplifican. En la red se encuentra otra información que es ciudadana o desinteresada y que amplía la verdad. Dicho de otra forma, ahora es muy difícil ser una cosa y parecer otra sin que se enteren terceros y termine sabiéndose en la red.
En segundo lugar, la falta del dinero que todo lo paga y aplaza ha forjado la convicción social de que algunos políticos en activo han gastado irresponsablemente los recursos públicos quizá durante décadas, han quebrado las cajas de ahorros y han generado clientelas autonómicas al socaire de la financiación de sus competencias. Además, se han financiado ilegalmente y algunos se han lucrado con dinero público. La gente no se lo inventa, sino que es lo que dicen los tribunales de justicia, los medios de comunicación y la red, lo que se sabe y se comenta. La sociedad culpa a los políticos, pero sobre todo a los del PSOE y el PP porque son los que se han repartido el poder representativo en España desde 1982.
Por último, el elector medio ha concluido en la penuria que la corrupción es generalizada en España y alcanza a todas las instituciones y actividades económicas. No hay justicia contributiva ni distributiva por culpa de los políticos y los burócratas corruptos. Legislan de tal modo que las grandes empresas y las rentas más altas pagan menos precio por el trabajo y menos impuestos. Y esto es porque finalmente todos son lo mismo. La conclusión es dramática y da una idea de la gravedad del problema.
Las escuetas respuestas de Rajoy en su comparecencia parlamentaria para dar explicaciones por el escándalo de la financiación ilegal de su partido en enero de 2013 son un buen ejemplo de esta didáctica que estoy explicando. Rajoy le aseguró al elector que en el PP no había caja B y por lo visto posteriormente puede que haya hasta diecisiete. La gente sigue a sus cosas en lugar de exigir su dimisión, aunque está documentada esta petición por Metroscopia. Y además, la reacción del extinto Rubalcaba fue muy discreta, la propia de quien asegura que tampoco tiene este tipo de caja en su partido mientras la sociedad en su conjunto está convencida de que los dos partidos se financian ilegalmente. Bárcenas cobraba su salario del PP cuando ya estaba encausado, un dato que deben tener en cuenta el elector medio y también Angela Merkel.
En definitiva, Mariano Rajoy es un líder del pasado que expresa determinado equilibrio de poder en su partido. Esto no tiene nada que ver con su idoneidad para representar a las personas. Está ahí después de perder dos veces contra José Luis Rodríguez Zapatero, porque Francisco Camps y el PP de la Comunidad Valenciana lo apoyaron cuando estaba grogui y lo llevaron en volandas hasta el XVI Congreso de su partido que se celebró en Valencia a finales de junio de 2008.
Rajoy no es el mejor, sino lo que hay. Este puede ser otro enfoque mientras el sistema represente, pero todo pierde sentido cuando lo que hay no es lo mejor y además es detestado por la mayoría social. Algo que no pueden entender el holandés, el alemán, el danés o el sueco, porque no es propio de los europeos occidentales: permanecer sin prestigio es una españolada y desde luego que en términos electorales Soraya Sáenz de Santamaría estaría defendiendo la posición intentándonos convencer de que quien piense que todo eso es un disparate y no se merece tener el sello UE no entiende de esto.
«Luis. Lo entiendo. Sé fuerte». Si buscamos estas frases en Google encontraremos casi doce mil resultados que informan sobre quién las pronunció y quién es Luis. Para la gente corriente esta frase es de Mariano Rajoy, y Luis es su tesorero o al menos en ningún caso es un señor que pasaba por ahí. Es un SMS que el presidente envió en enero de 2013 al tesorero cuando ya estaba en la cárcel, algo que le habría costado el puesto a cualquiera en otro país de Europa. Un golpe demasiado bajo para unas personas antes sumisas que han despertado. Los tribunales dicen que se financian ilegalmente, que cobran comisiones en connivencia con los burócratas corruptos del Estado y queman el dinero público para financiarse, porque lo hacen mediante sobrecostes en las adjudicaciones de los contratos de las administraciones pero ellos no saben nada de esto.
Algunos periódicos madrileños fueron capaces de presentar como virtud lo que le dijo Rajoy por SMS a Bárcenas argumentando que era la prueba fehaciente de que el presidente no cede a chantaje alguno. Hace falta un cambio profundo en la mentalidad y en las actitudes de algunos, porque precisamente ese correo le confirmó lo contrario a las personas: Rajoy trató de evitar hasta el último momento que su tesorero encarcelado aportara a la justicia el testimonio y las pruebas de la financiación ilegal del PP y del cobro de sobresueldos opacos por parte de sus dirigentes.
En España, el contrato y la licencia o la concesión pública siempre han sido para el amigo. De eso siempre se ha encargado el político. Así lo cree la gente corriente y alguna razón tendrán para pensar así. Pero el elector medio entiende que lo sucedido en España en los últimos años va mucho más allá. Los políticos dieron licencias para construir carreteras por las que no pasarían coches y aeropuertos en los que nunca aterrizarían aviones. Para la gente corriente todos ellos, sean del PP o del PSOE, son los responsables de las cuentas públicas junto a los burócratas de las administraciones que actúan condicionados por los bancos y los grandes patrimonios y empresas, que son precisamente los contratistas de lo público.
Por todo lo expuesto hasta ahora desconfían de Rajoy ocho de cada diez ciudadanos (CIS), esto es, las masas. Del extinto Rubalcaba desconfiaban nueve de cada diez cuando el PSOE perdió las elecciones europeas hace...

Índice

  1. DEDICATORIA
  2. PRÓLOGO. EL HOMBRE QUE VIO QUE LA MONTAÑA SE MOVÍA
  3. PREÁMBULO. QUIÉNES SOMOS
  4. PRIMERA PARTE. EL APRENDIZAJE
  5. SEGUNDA PARTE. CRÓNICA DE LA SITUACIÓN ACTUAL
  6. TERCERA PARTE. LA PERESTROIKA DE FELIPE VI (2015-2019)
  7. NOTAS
Estilos de citas para La perestroika de Felipe VI

APA 6 Citation

Miquel, J. (2015). La perestroika de Felipe VI ([edition unavailable]). RBA Libros. Retrieved from https://www.perlego.com/book/2993765/la-perestroika-de-felipe-vi-pdf (Original work published 2015)

Chicago Citation

Miquel, Jaime. (2015) 2015. La Perestroika de Felipe VI. [Edition unavailable]. RBA Libros. https://www.perlego.com/book/2993765/la-perestroika-de-felipe-vi-pdf.

Harvard Citation

Miquel, J. (2015) La perestroika de Felipe VI. [edition unavailable]. RBA Libros. Available at: https://www.perlego.com/book/2993765/la-perestroika-de-felipe-vi-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Miquel, Jaime. La Perestroika de Felipe VI. [edition unavailable]. RBA Libros, 2015. Web. 15 Oct. 2022.