La historia y su memoria
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La historia y su memoria

Entrevista(s) con el historiador Moisés González Navarro

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La historia y su memoria

Entrevista(s) con el historiador Moisés González Navarro

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Información del libro

Esta es la historia de un historiador contada por él mismo, fruto de una serie de entrevistas y conversaciones realizadas entre el 12 de agosto de 2004 y el primero de febrero de 2007. Se exhibe la trayectoria de un profesional inseparable de los avatares de El Colegio de México desde sus inicios. De los historiadores queda su obra, pero no sus pormenores; esas pequeñas anécdotas que atraviesan su labor en medio de una red de instituciones y colegas. Al reconocer que el tiempo del historiador tiene también una historia por contarse, se sabe que lo vivido no se corresponde exactamente con el tiempo de la historia relatada en su obra.

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Información

Año
2011
ISBN
9786074623574
Categoría
Historia
LA HISTORIA Y SU MEMORIA. EN LOS COMIENZOS
Guillermo Zermeño: Quería preguntarle, ¿cuándo se acerca a la historia? ¿Por qué a la historia, y cómo la encuentra?
Moisés González Navarro: Bueno, ¿por qué me acerco a la historia? Yo fui estudiante de El Colegio de México, en el Centro de Estudios Sociales; tuvimos tres años de clases, de seminarios, 1943, 1944 y 1945. Ahora, el grupo lo formábamos, casi por mitad, estudiantes de Derecho y estudiantes de Economía. Y justo acabo de estar con uno de mis compañeros, que era estudiante de Economía. En aquel entonces, como El Colegio empezaba y no se sabía cuál podría ser nuestro porvenir (para no ser un poco brusco, ¿de qué nos íbamos a mantener después de que termináramos aquí nuestra formación?), nos permitieron que siguiéramos la otra carrera que ya teníamos iniciada. Ya realizados los estudios de Derecho en Guadalajara —llegué hasta el primer año de Derecho en la Universidad de Guadalajara, al lado de un compañero, Donaciano González Gómez—, y cuando nos ofrecieron la beca para venirnos al Centro de Estudios Sociales, nos dijeron que no terminaríamos los cursos, pero que podríamos regresar a examinarnos para concluir la carrera de Derecho. Y así lo hicimos. Entonces yo entré con Donaciano González en 1944 a la Escuela Nacional de Jurisprudencia.
Incluso pensando en estas publicaciones provincianas, como Bandera de Provincias, que usted debe conocer, que fundó Yáñez en 1929; es una excelente revista.[1] Estoy hablando de algo que yo dije hace poco en un homenaje a mi maestro Yáñez, en la Biblioteca Lerdo. En ese homenaje participamos jaliscienses, José Luis Martínez, Emmanuel Carballo, un servidor, Joaquín Díez-Canedo, hijo, que es el actual gerente editorial del Fondo de Cultura Económica, y uno de los hijos de don Joaquín. Quienes me antecedieron en la palabra hicieron referencia a la calidad editorial de la revista. Yo apunté que, aparte de eso, a mí me ha impresionado mucho que don Agustín Yáñez la funda a sus 25 años. ¡Fíjese usted qué joven! Nace en 1904, invita a José Guadalupe Zuno, jefe de la masonería, y por otro lado a gentes como Efraín González Luna, que había sido su compañero en la Acción Católica de la Juventud Mexicana, la que estuvo próxima a los cristeros. Entonces ése es un hombre muy interesante, porque Yáñez tuvo la virtud de tener un criterio semejante al del (Ignacio Manuel) Altamirano (1834-1893) de Renacimiento, que invita a republicanos y a imperialistas.
Yáñez primero se fue como director de Educación Pública a Nayarit, ignoro por qué se regresó a Guadalajara, y a él lo veo en el 33 en la revista Crisol, que era órgano de la Secretaría de Educación Pública. Es un momento en el que estaba al frente de esa secretaría un marxista furibundo, Narciso Bassols, que tiene como director de Crisol a un cristero, o casi cristero. Crisol sería una revista que no sé si usted conozca.
G. Z. Sí.
M. G. N. Anótela, porque era una revista editada por la Secretaría de Educación para los profesores de todo el país. Publica temas muy variados, algunos simplemente pedagógicos, otros literarios y otros históricos, así que Crisol puede ser muy útil.[2]
G. Z. ¿Y cómo llegó a El Colegio de México?
M. G. N. Un poquito a la manera del historiador voy a buscar raíces. Estaba yo trabajando por encargo de don Silvio Zavala (quien era director del Museo Nacional de Historia), y él me hizo el favor de invitarme a trabajar con él en el Museo Nacional de Historia.
G. Z. ¿Cuando ya estaba en México, o en Guadalajara?
M. G. N. No, ya estaba en México. Yo me vine en el 43.
G. Z. Pero ¿se vino a El Colegio o a la UNAM?
M. G. N. No, yo me vine con una beca de El Colegio. Parta de la base de que yo era estudiante pobre. Mi familia, por su acendrado catolicismo, había hecho que yo estudiara en escuelas particulares, pero pobretonas; no con los jesuitas en el Instituto de Ciencias. Luis, que era rico de pueblo, estoy hablando de Luis González, él sí estudió en el Instituto de Ciencias. Yo estudié con don Paz Camacho. Primero estudié la primaria en una escuela particular (el Colegio Alcalde), con el profesor Gabino Aceves; eran los tiempos en los que no reconocían las incorporaciones a las escuelas particu­lares, con el motivo de la educación socialista.
El sexto año lo hice con don Joaquín Camacho, porque fueron tres hermanos Camacho allá en Guadalajara. Don Joaquín tenía la primaria López Cotilla, ahí hice yo el sexto año, y me dieron el certificado de sexto, y luego pasé con don Paz Camacho; hice los tres años de la secundaria López Cotilla (que también se llamaba así) y había un tercer Camacho, el padre Ramiro Camacho, con quien hice muy buena amistad, y fue mi profesor con su hermano don Paz en la secundaria. Don Ramiro me trató con cariño... Yo era un chiquillo, y conservamos la amistad. Y entonces —no sé si alguna vez le he platicado, espero no repetirlo, porque los viejos repetimos— que el paso natural para mí, como estudiante que estudió la primaria y la secundaria en escuelas particulares, era ingresar a la Universidad Autónoma de Guadalajara. Ésta tenía su preparatoria y sus oficinas administrativas de la rectoría en el jardín que está frente a la iglesia de San José en las calles de Reforma y Alcalde.
Algunos de los compañeros con don Paz Camacho nos fuimos a la Autónoma, Donaciano González Gómez y yo, porque íbamos a seguir Derecho. Pero los que iban a estudiar Medicina tuvieron el buen tino de irse a la preparatoria de la Universidad de Guadalajara, porque ahí tenían una escuela de Medicina muy prestigiada. Pero como conservábamos nuestra amistad como compañeros nos visitábamos en nuestras casas y alguna vez uno de ellos, Humberto Vargas Pardo, iba de la preparatoria de la Universidad de Guadalajara, como a unas seis cuadras de la preparatoria de la Autónoma, a platicar con Donaciano y conmigo. Los tecos[3] se molestaron porque nos vieron platicar con Humberto, que sabían que estaba en una universidad socialista y quisieron golpearlo. ¿Esto no se lo había platicado?
Entonces yo era un chiquillo de 13 años. Usted se imagina que a mis 13 años o 14 yo era un chiquillo... ¡Insignificante físicamente! Donaciano era mayor que yo; lo defendimos y logramos que se escapara corriendo. Resultado, nos llega un aviso en el que se cancelaba nuestra matrícula en la preparatoria en la Universidad Autónoma de Guadalajara en el segundo año. Fue una sutil expulsión, ¿verdad?
G. Z. Sí.
M. G. N. Entonces el papá de Donaciano, que era un industrial, fue con don Rodolfo Delgado, que era el rector de la Universidad de Guadalajara, a decirle que queríamos nosotros dos entrar a la Universidad de Guadalajara. Rodolfo Delgado lo recibió bien. Sólo impuso una condición para que hiciéramos el segundo año de preparatoria en esa universidad: que aprobáramos exámenes a título de suficiencia. Nosotros habíamos sido buenos estudiantes, y creo que habíamos tenido mejores estudios en la preparatoria de la Autónoma que en la propia Universidad de Guadalajara, así que por supuesto pasamos los exámenes. Nos integramos a hacer el segundo año de preparatoria. Ya integrados al grupo y ya amigos de los compañeros, entramos al primer año de Leyes. Y estando en el primer año de Leyes se recibió un folletito en la clase de Historia de las Doctrinas Económicas que nos daba el licenciado Carlos Osorio, quien fue secretario de Gobierno, si no me equivoco, del gobernador Everardo Topete y después se fue a Baja California con un general que fue jefe del PRI, cuyo nombre no recuerdo.
En ese folletito anuncian la creación de un Centro de Estudios Sociales. Osorio invitó a todo el grupo; sólo nos interesamos tres y, curiosamente, tres González, porque si algo sobra, o a la mejor estorba en este país, somos los González, ¿verdad?
Entonces nos interesamos Donaciano González Gómez, un servidor González Navarro y Carlos González Durán, hermano del poeta Jorge González Durán, compañero de José Luis Martínez y de Alí Chumacero, quienes ya se habían venido aquí a México. Nos interesamos los tres, pero Carlos tuvo que desistir, porque como ya se había venido su hermano mayor Jorge, sus papás ya no le dieron permiso. Pero Donaciano y yo sí mantuvimos el interés, y se lo comunicamos así a don José Medina Echavarría, quien sería el director del Centro de Estudios Sociales. Donaciano y yo hicimos los tres años.
G. Z. Entonces, a raíz del folleto…
M. G. N. Nuestros profesores de Derecho nos dijeron: “Váyanse a México”. Tengo la alegría de haber sido un afortunado alumno en el Colegio Alcalde en la primaria; de haber hecho mi sexto año de primaria en el López Cotilla con don Joaquín, mi secundaria con don Paz; muy feliz de haber estudiado un año de la preparatoria en la Autónoma de Guadalajara; muy feliz de haber estudiado el segundo año de la preparatoria y el primer año de Derecho en la Universidad de Guadalajara. Yo personalmente estudié con mucha alegría. Recuerdo con cariño a mis maestros, y voy a insistir en los de Derecho, y con mucho cariño también a mis compañeros; pero yo estaba insatisfecho.
Había ciertas materias, como Sociología, que me gustaban mucho... La daba Pablo Ascencio Rosales, un líder sindical valioso, pero que poco conocía la materia. Estudiamos esa clase con una filosofía marxista. Mis compañeros y yo nos pusimos de acuerdo y le pusimos una trampa: teníamos que hablar de un autor y hablamos de otro... Y no se dio por enterado. Esto explica mi insatisfacción.
Estudié Filosofía del Derecho en el primer año con José Montes de Oca y Silva, quien había estudiado en el Seminario Conciliar. Inteligente y estudioso, hicimos muy buena amistad, que incluso continuamos en México y en Guadalajara.
Tuve un buen curso de Historia de las Doctrinas Económicas con Carlos Osorio. Era un profesor que preparaba bien sus clases y un expositor muy brillante. Tuve en primer año de Derecho Civil a Alberto Fernández, quien había estudiado aquí, en la Universidad Nacional... ¡Un excelente profesor de Derecho Civil! Estudié Historia del Derecho con José Hernández Arámbula; no era realmente un historiador, pero preparaba bien sus clases. Ése es el ambiente de Derecho; de mis satisfacciones y mis insatisfacciones. ¡Yo quería más! Y es por eso que me interesé en venirme a El Colegio de México, donde estudié tres años.
G. Z. ¿Y podía combinar las dos carreras?
M. G. N. Me vine a los 17 años... Y a los 17 años, uno se puede be...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADILLAS Y PÁGINA LEGAL
  3. ÍNDICE
  4. PREFACIO
  5. LA HISTORIA Y SU MEMORIA: GIROS Y RETORNOS
  6. LA HISTORIA Y SU MEMORIA. EN LOS COMIENZOS
  7. CRONOLOGÍA MÍNIMA
  8. BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA DE MOISÉS GONZÁLEZ NAVARRO
  9. ÍNDICE ONOMÁSTICO
  10. SOBRE EL AUTOR
  11. COLOFÓN
  12. CONTRAPORTADA