Historia medieval del sexo y del erotismo
eBook - ePub

Historia medieval del sexo y del erotismo

  1. 400 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Historia medieval del sexo y del erotismo

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

La obra no sólo abarca la querella que durante casi siete siglos enfrentó a los médicos seguidores de unos u otros autores, acerca de si la mujer eyacula semen durante el orgasmo y si ese semen es necesario para la procreación, sino también el mundo erótico y amatorio de la época medieval.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Historia medieval del sexo y del erotismo de Ana Martos Rubio en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Historia y Historia del mundo. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2019
ISBN
9788497635684
Categoría
Historia

Capítulo 1
La Edad Media no fue solo apocalipsis y oscurantismo

Cuenta Gaston Paris que, hace muchos años, viajó un caballero desde Alemania al monte de la Sibila, por ver de cerca las maravillas que de allí se contaban. Al trasponer la puerta de cristal que daba acceso a aquel mundo admirable, recorrió bellísimos jardines y salones incomparables en los que elegantes y nobles damas y caballeros conversaban y disfrutaban de la hospitalidad de la reina.
Era aquel un paraíso en la tierra cuyos habitantes desconocían el dolor, no envejecían y se deleitaban continuamente con los amables placeres que las delicias mundanas procuran. A cambio, los viernes por la noche tenía lugar una aberrante ceremonia en la que todas las damas, incluida la reina, se encerraban fuera de la vista de los caballeros y se transformaban en terribles serpientes, para reconvertirse a la mañana siguiente en mujeres aún más bellas de lo que lo fueran la noche anterior.
Habiendo conocido nuestro caballero tal asunto, no le cupo duda alguna de que se encontraba en los dominios satánicos y que todos los goces que aquel lugar le venía deparando no eran más que la hermosa envoltura de los más espantosos pecados.
Decidió, pues, partir de allí y peregrinar a Roma, donde el Papa podría absolverle de tan tremenda culpa tras someterse a un ritual de arrepentimiento y penitencia.
La historia termina con una enseñanza moral, porque el papa se mostró remiso a perdonar al caballero y este, desesperado, regresó a aquel lugar abominable para la fe cristiana pero que tan bien le había recibido. Y cuentan que el papa decidió finalmente darle la absolución, pero que cuando quiso llamarle de nuevo a su presencia, ya el caballero había partido para siempre y que Dios hubo de pedirle cuentas de la pérdida de aquel alma, pues ningún papa puede negar el perdón a quien el Señor siempre perdona.
El relato anterior contiene los ingredientes que configuran lo que nos han contado, hemos leído y hemos soñado acerca de la Edad Media. Fantasía, sensualidad y religión. Es, sin duda, una etapa de la historia de la Humanidad que a nadie deja indiferente, por cuanto tiene de controvertida, de atrayente, de curiosa y de mágica.
Pensar en la Edad Media sugiere dos imágenes totalmente opuestas, pero de alguna manera ligadas en nuestro ideario: una dama blanca y luminosa, vistiendo alta toca y túnica de mangas flotantes, lánguida y gentil, sonriente y etérea, casi mística. Una dama objeto del amor cortés medieval.
Al otro lado, surge una imagen aterradora, dolorosa, oscura y maléfica. Es un cuadro visto mil veces que representa una escena de la Inquisición, una reunión de nigromantes bajo presidencia demoníaca o una procesión de flagelantes que despedazan sus carnes tumefactas en un acto de contrición por sus, quién sabe a juicio de quién, innumerables pecados. Una escena desgarrada de oscurantismo apocalíptico.
Estas y muchas otras situaciones fueron propias de la Edad Media. Algunas nos resultan más o menos familiares, pero otras son inesperadas. Unas y otras forman un mosaico variopinto que apenas alcanza a reflejar una parte de lo que debió ser aquella etapa de la historia de la Humanidad.

UN VISTAZO A LA EDAD MEDIA

De la Edad Media, sabemos con certeza que se inició tras el desmembramiento del Imperio Romano de Occidente, invadido y devastado por innumerables hordas de pueblos bárbaros que se lo repartieron para configurar nuevas fronteras y nuevos estados. Sabemos también que esta etapa terminó con el despertar de la Humanidad a la individualidad, a la crítica y a la alegría de vivir que trajeron el Humanismo y el Renacimiento.
La Iglesia cristiana resultó heredera del Imperio, porque consiguió aglutinar bajo su fe a todos los pueblos de Europa, al igual que al Oriente bizantino, aunque se desgajó en múltiples ramas encabezadas por diferentes doctrinas, cada una de las cuales consideró heréticas a las demás.
Como resultado, el mundo conocido se dividió en dos grandes bloques, Oriente y Occidente, separados por un profundo abismo cultural, económico, social y religioso. Más tarde, tras la invasión musulmana, ese mundo conocido se dividió de nuevo en otros dos bloques gigantescos, el cristianismo y el Islam, fragmentados a su vez en numerosas sectas y facciones.
Respecto al mundo "no conocido," no vamos a ocuparnos de él en esta obra, excepto en lo que atañe a sus aportaciones a la cultura y al conocimiento científico. Solamente a ese respecto hablaremos en su momento de China o de la India. El mundo circundante de nuestra historia abarca únicamente Europa y la zona de Asia más próxima a ella, donde se instalaron numerosos pueblos divididos cultural y socialmente en las tres grandes religiones monoteístas: el cristianismo, el judaísmo y el Islam.

EL SUEÑO ROMANO

Todos aquellos pueblos bárbaros que un día llegaron a Europa, empujados desde sus anteriores asentamientos por otros pueblos en expansión, impelidos por la necesidad de nuevos pastos para sus ganados o en busca de tierras más cálidas que sus heladas rocas del Norte, tuvieron en común la idea casi religiosa del Imperio Romano siempre presente en sus creencias y en sus objetivos.
El Imperio Romano fue para aquellos pueblos un referente a introyectar, a imitar o a absorber. Y la mejor forma de introyectarlo fue devorarlo, como dice Sigmund Freud que los miembros de las tribus ancestrales devoraron una vez el cadáver del patriarca para introyectar sus virtudes, su magia y su poder.
Igual que los pueblos primitivos devoraron el Tótem estableciendo la ceremonia de la comunión, los pueblos bárbaros devoraron el Imperio Romano que fue su tótem, su objeto bueno y su objeto malo.
Lo devoraron y se lo repartieron, pero no pudieron aprehender sus valores, es decir, no consiguieron resucitarlo, por más que gobernantes de la envergadura de Carlomagno o los Otones lo intentaran en numerosas ocasiones. Roma se había refugiado en Oriente y allí permaneció hasta que, de nuevo, las hordas de los bárbaros volvieron a invadirla, a devorarla y a repartírsela con la excusa de las Cruzadas.
La historia del abismo cultural, económico, religioso y social que separó a Oriente de Occidente se refleja en la crónica que un poeta del siglo VI nos dejó acerca de la audiencia que el emperador Justiniano concedió a los embajadores ávaros, llegados a Constantinopla en el año 558 para solicitar ayuda contra los turcos (resumido, Gran Historia Universal, tomo V):
"Cuando el príncipe benévolo hubo subido a su elevado trono y se hubo envuelto en sus vestiduras de púrpura, el chambelán de la corte divina anunció que los legados de los ávaros solicitaban el favor de ver los pies sagrados del clemente soberano. Los bárbaros, poseídos de admiración, contemplaban el vestíbulo y las inmensas salas y los guardias de talla gigantesca, veían los escudos de oro y levantaban los ojos hacia las jabalinas doradas cuyas puntas resplandecían y les parecía que los palacios romanos eran otro cielo. Cuando se abrieron las puertas que daban a los departamentos interiores y los techos de oro brillaron con todo su esplendor, el ávaro Targites levantó su mirada hacia el César. Su cabeza estaba ceñida por una sagrada diadema resplandeciente."
Y cuenta el cronista que los legados ávaros se prosternaron aterrados ante el emperador, postrándose cara al suelo para adorarle. También dice que el pueblo de Constantinopla se echó a la calle para ver pasar a los ávaros y se sorprendió al ver el largo cabello trenzado y atado con cintas que lucían, aunque, respecto a su vestimenta, los equipararon con los restantes hunos, pues hunos eran para los romanos todas las hordas de ojos achinados que llegaron a Europa procedentes de las estepas asiáticas. Los otros bárbaros, los que tenían barbas rubias o rojizas y piel clara recibieron el nombre genérico de germanos, un nombre que Julio César dio a todas las tribus situadas al otro lado del Danubio, para distinguirlas de las que se habían establecido anteriormente en las Galias.
Como heredero de Roma, el Imperio Bizantino atrajo la admiración, el deseo y la envidia de otros pueblos bárbaros. Los búlgaros, por ejemplo, soñaron con construir un imperio búlgaro-bizantino y los rusos, tras numerosos ataques e intentos fallidos de invasión, se aliaron con Bizancio para siempre y se hicieron bautizar masivamente a cambio de un título de duque y la mano de una princesa para su caudillo.
Claro está que el bautismo no implicaba la adopción de la fe cristiana, pues tanto en la órbita de la Iglesia de Oriente como en la de Occidente, los pueblos bárbaros bautizados continuaron creyendo en sus dioses ancestrales y practicando sus ceremonias paganas perfectamente compaginadas con los ritos cristianos. Los francos, por ejemplo, tanto en la época merovingia como en la carolingia, comulgaban en la misa cristiana por la mañana y por la tarde ofrecían a sus dioses la cena del caldo de caballo, que era su ceremonia de comunión ancestral. En realidad, fue prácticamente en el siglo XIV cuando el cristianismo consiguió pronfundizar en las gentes y convertirse en religión popular.
Los bárbaros más evolucionados que ocuparon el Imperio Romano fueron los godos, pues ya tenían un sistema monárquico estable, al menos todo lo estable que podía ser en aquellos tiempos de luchas y traiciones. Ellos también admiraron a Roma y la imitaron en todo lo que les fue posible. Teodorico, que fue el primer rey godo de Italia, vistió con orgullo la toga romana por sugerencia del emperador bizantino Zenón y tuvo por consejeros a dos romanos tan ilustres como Boecio y Casiodoro.
En tierras españolas se produjo un caso ejemplar de este interés por emular al Imperio. La viuda de don Rodrigo, Egilona, se casó con el hijo del moro Muza, Abd-el-Aziz, virrey de al-Ándalus, y le intentó convencer para que adoptase la ceremonia bizantina de adoración al emperador que hemos leído anteriormente. Sin embargo, no era posible adorar a un rey en tierras musulmanas, ya que el Corán dice bien claro que solamente hay que adorar a Dios.
Pero ya se sabe que cuando una mujer tiene claro su objetivo, no renuncia a él fácilmente y Egilona estaba firmemente decidida a implantar en su corte musulmana de Sevilla el ceremonial de prosternación ante el rey que Leovigildo había instaurado en la corte goda de Toledo, como parte del proceso de romanización.
En Bizancio, el emperador era representante de Dios en la Tierra y todo cuanto le rodeaba se consideraba sagrado, tan sagrado como los objetos de un templo, y su sacrosanta persona se mostraba velada y mayestática ante sus súbditos, como hemos visto en la crónica anterior de Justiniano. Los godos no habían llegado a tanto, pero sí mostraban sumisión y adoración ante sus reyes.
Y comoquiera que el recto virrey se negara espantado a emular a los emperadores bizantinos, a los que sin duda tenía por paganos e idólatras, la señora Egilona ideó una ingeniosa estratagema para conseguir su propósito. Si los visitantes no se postraban cara al suelo a adorar a su esposo, al menos se inclinarían profundamente al acceder a su presencia.
El invento de la reina goda consistió, grosso modo, en una puerta de acceso al aposento del príncipe, más baja que la estatura normal de una persona, lo que obligaba al visitante a entrar encorvado y con la cabeza inclinada. Lógicamente, una vez dentro del recinto, el visitante enderezaría totalmente su postura, pero ella se hacía la ilusión de que habían rendido a su esposo el homenaje romano de adoratio.
La viuda de don Rodrigo, Egilona, se casó con el virrey de España, Abd-el-Aziz. Su interés por emular el protocolo bizantino le costó a...

Índice

  1. PORTADA
  2. ÍNDICE
  3. PRÓLOGO
  4. CAPÍTULO 1. LA EDAD MEDIA NO FUE SOLO APOCALIPSIS Y OSCURANTISMO
  5. CAPÍTULO 2. ENTRE LA RELIGIÓN Y EL INMOVILISMO
  6. CAPÍTULO 3. EL HOMBRE ENVUELTO EN EL COSMOS
  7. CAPÍTULO 4. EL ENIGMA DE LA GENERACIÓN
  8. CAPÍTULO 5. LAS DOS SEMILLAS DE LA VIDA
  9. CAPÍTULO 6. INSACIABLE Y TRECE VECES IMPURA
  10. CAPÍTULO 7. ARTE AMATORIA MEDIEVAL
  11. CAPÍTULO 8. EL DERECHO AL ORGASMO
  12. CAPÍTULO 9. CUANDO LA CIENCIA DESBANCÓ A LA RELIGIÓN
  13. BIBLIOGRAFÍA
  14. NOTAS