Breve historia de Francisco Franco
eBook - ePub

Breve historia de Francisco Franco

  1. 352 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Breve historia de Francisco Franco

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Un acercamiento innovador, riguroso y objetivo a la figura del general Franco, fruto de una exhaustiva labor de investigación, al margen de postulados ideológicos. Desde sus primeros pasos como cadete hasta su ocaso como dictador, descubra los aspectos menos conocidos de la vida del Generalísimo y su decisiva influencia en la historia de España. Descubra la figura del general Franco, una de las más polémicas de la historia reciente de nuestro país. El legado de su pasado sigue provocando el rechazo de una amplia mayoría de españoles que consideran los casi cuarenta años de dictadura franquista como un episodio que convendría olvidar. Sin embargo, la historia es obstinada y no permite que sus personajes caigan definitivamente en el olvido, sirviendo de recordatorio para que no se repitan los mismos errores. En Breve historia de Francisco Franco, Hernández Garvi nos acerca con rigor y objetividad al personaje y al hombre, descubriendo facetas de su vida que han permanecido ocultas para el gran público durante todos estos años. Con un estilo ágil y ameno que cautivará al lector, el autor nos introduce en los episodios más sorprendentes y relevantes de esta etapa a través de los testimonios de algunos de los protagonistas del último siglo de historia de nuestro país.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Breve historia de Francisco Franco de José Luis Hernández Garvi en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Historia y Historia europea. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2019
ISBN
9788499675411
Categoría
Historia
1

Infancia en El Ferrol

ORÍGENES FAMILIARES

Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo Franco Bahamonde Salgado-Araujo y Pardo de Lama era el larguísimo y ostentoso nombre completo que el que estaba destinado a convertirse en dictador de España tras la Guerra Civil recibió en la pila bautismal. Pero no adelantaré acontecimientos. El 4 de diciembre de 1892 nació en la ciudad gallega de El Ferrol, población que en aquel entonces contaba con unos veinte mil habitantes y que vivía casi exclusivamente de la actividad derivada de su base naval. La familia Franco llevaba sirviendo a la Marina de Guerra en su rama de Administración Naval desde principios del siglo XVII y don Juan Franco de Reyna, uno de sus antepasados, se estableció definitivamente en la ciudad ferrolana en 1730.
Don Nicolás Franco Salgado-Araujo, padre de nuestro protagonista, siguió la tradición familiar y a los dieciocho años ingresó en la Academia de Administración Naval de El Ferrol. Sus profesores alabaron en multitud de ocasiones su capacidad de trabajo y virtudes castrenses, pero también señalaron su actitud inconformista, que no dudaba en manifestar cuando comentaba algunos aspectos de su educación. Con apenas veintiún años fue destinado a Madrid y por voluntad propia solicitó su traslado a Cuba, en aquel entonces una de las últimas posesiones ultramarinas del antiguo Imperio español en América. En esa época, la isla atravesaba un período de relativa calma tras los primeros enfrentamientos entre los rebeldes cubanos que luchaban por su independencia y las autoridades coloniales españolas. A su llegada, Nicolás Franco se encontró con un ambiente de corrupción generalizada en el que muchos de los funcionarios y militares allí destinados se enriquecían o echaban a perder sus carreras. El joven administrador se dejó arrastrar por las costumbres relajadas de la vida en la isla caribeña y durante su estancia llevó una existencia disoluta en la que el ron y las mulatas jugaron un importante papel. Pero a pesar de esas distracciones, desempeñó sus funciones con eficacia y honestidad, manteniéndose al margen de aquellas situaciones que pudieran perjudicar su trabajo.
franco_p19a.tif
Fachada de la iglesia de San Francisco en El Ferrol, en donde el futuro dictador fue bautizado.
Tras su período de servicio en Cuba, Nicolás Franco regresó de nuevo a la base de El Ferrol, pero al poco tiempo de su llegada descubrió los escasos alicientes que le ofrecía el deprimente ambiente social de la ciudad provinciana y su inquieto deseo de nuevas experiencias le empujó a solicitar un traslado a las Filipinas, el último reducto de la presencia colonial española en el Pacífico. Al igual que le había ocurrido en Cuba, al joven oficial no le costó demasiado trabajo amoldarse en poco tiempo a las costumbres de su nuevo destino. Miembro de la elitista colonia militar instalada en la base naval de Cavite, Nicolás se encargó de fomentar su fama de incorregible mujeriego. Sin embargo, sus aventuras amorosas dieron mucho de qué hablar cuando dejó embarazada a una joven de catorce años con la que había mantenido una breve relación. El escándalo le obligó a reconocer a un hijo que nació en 1889, poco antes de regresar definitivamente a España huyendo de un error y un pasado que podían perjudicarle.
Destinado de nuevo en El Ferrol, continuó con su vida de soltero sin ataduras mientras hacía gala de una insolencia sin pelos en la lengua que empezaba a molestar a sus compañeros y superiores. Hombre de carácter vehemente y de conducta imprevisible, por el contrario nunca descuidó el desempeño de sus funciones. Amante de su trabajo, cumplió siempre con sus obligaciones aunque su imagen externa pudiera contradecirle. Cuando todo parecía indicar que era el hombre idóneo para convertirse en un solterón empedernido, Nicolás Franco sorprendió a todos decidiendo sentar la cabeza.
Como no podía ser de otra forma, el oficial conoció a la candidata adecuada para convertirse en su esposa dentro del círculo social que solía frecuentar. Pilar era una de las hijas de don Ladislao Bahamonde Ortega, intendente general de la Armada y antiguo conocido de su padre. Era una muchacha guapa de ojos lánguidos y modales distinguidos, diez años menor que él y con un profundo sentido religioso de la vida. Introvertida y distante, su carácter no tenía nada que ver con el del que iba a convertirse en su futuro esposo. A pesar de la fama que precedía a su pretendiente, el noviazgo continuó adelante y el 24 de mayo de 1890, don Nicolás Franco, contador de navío de treinta y cuatro años, y doña Pilar Bahamonde, dama destacada de la sociedad ferrolana, contraían matrimonio en la iglesia de San Francisco.

TENSO AMBIENTE

El matrimonio se instaló en una casa de la calle María y no tardaron mucho tiempo en tener descendencia. Con escaso intervalo de tiempo entre ellos nacieron Nicolás, Francisco, Pilar, Ramón y María de la Paz, esta última muerta a los cuatro años de edad. Los Franco llevaban una vida sin demasiados lujos y mientras la madre se encargaba del cuidado de la casa y la extensa prole, el padre pasaba la mayor parte del tiempo fuera de casa, aunque por su trabajo administrativo no estuviera obligado a embarcarse en los navíos de la Armada.
Las personalidades de Nicolás y Pilar eran muy diferentes, por no decir contrapuestas. Mientras él se caracterizaba por su talante campechano y extrovertido que mostraba sin tapujos ante los demás, su esposa se esforzaba por mantener las apariencias mientras sufría los sinsabores de su matrimonio. Nicolás pretendía llevar el mismo ritmo de vida que había disfrutado de soltero, reticente a someterse a las ataduras y responsabilidades de la vida conyugal. Ante el que juzgaba como reprobable comportamiento de su marido, Pilar encontró refugio en el cuidado de sus hijos y en la religión, soportando con estoicismo la indiferencia que hacia ella empezaba a manifestar su esposo. En las fotografías de aquella época los dos aparecen serios y distantes, teniendo a sus hijos como única excusa para posar juntos.
Con el paso del tiempo el humor de don Nicolás, comprimido entre los rígidos convencionalismos sociales de la estrecha sociedad ferrolana y los reproches silenciosos de su sufrida esposa, experimentó un cambio evidente. Amargado por la vida que llevaba, pasaba muchas horas en el casino, matando el tiempo sin ganas de volver a su casa, ahogando sus penas en alcohol y visitando el burdel en busca de compañía comprensiva. Cuando regresaba al hogar se encontraba con la presencia de su mujer, que le juzgaba desde su rectitud sin decir nada, lo que contribuía a empeorar su malhumor.
Don Nicolás pagaba su frustración con sus hijos, especialmente con Paquito, al que veía como un niño de naturaleza débil y enfermiza. El carácter autoritario del padre convirtió la convivencia familiar en una especie de tiranía paterna a la que nadie se atrevía a enfrentarse y en la que doña Pilar sacó fuerzas de flaqueza para erigirse como protectora de sus hijos frente a los duros castigos impuestos arbitrariamente por don Nicolás ante la más leve falta cometida. Los niños, un tanto atemorizados por la malhumorada presencia de su padre, vivían sometidos a una rígida disciplina que los obligaba a sacar excelentes notas escolares y a portarse bien en casa. Paquito, sumiso y obediente, se limitaba a satisfacer las escasas expectativas que su padre había depositado en él, cumpliendo en el colegio sin esforzarse demasiado, mientras el niño buscaba el amparo de su madre para sentirse a salvo. Doña Pilar terminó ejerciendo una poderosa influencia sobre la mentalidad infantil de su hijo, forjando la personalidad del hombre que terminaría llevando con mano de hierro las riendas de un país destrozado por la Guerra Civil.
franco_p22a.tif
Francisco Franco, el primero por la izquierda, posa en esta foto junto a sus hermanos Pilar y Ramón.

LA GUERRA DE CUBA

Mientras el matrimonio de los padres de Francisco Franco hacía aguas por todas partes, España se enfrentaba al inicio de una de las peores crisis de su historia cuando los movimientos insurreccionales de Cuba y Filipinas provocaron un aumento de la tensión que amenazaba con desembocar en una guerra colonial de imprevisibles consecuencias. A finales del siglo XIX, nuestro país hacía tiempo que había dejado de ser una potencia mundial de primer orden para convertirse en una nación de segunda fila en el contexto internacional de la época. Tras las sucesivas independencias americanas, Cuba, Puerto Rico, Filipinas y algunos enclaves repartidos por el Pacífico como la isla de Guam constituían las últimas posesiones del pasado imperial español.
En esos mismos años, Estados Unidos empezaba a desperezarse de su tradicional aislacionismo para convertirse en una potencia emergente que no ocultaba sus ambiciones expansionistas. Las pretensiones norteamericanas habían quedado un tanto defraudadas al quedar excluida del reparto colonial de África y Asia acordado en la conferencia de Berlín en 1884. Cerrada la puerta de esa vía, fijaron su atención en la zona del Caribe y en el Pacífico, donde su influencia empezaba a extenderse hacia Hawái y Japón. En su camino se encontraban las posesiones españolas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, territorios que por su alto valor económico y estratégico se convirtieron en codiciadas presas. La isla caribeña, situada en el patio de atrás del gigante americano, era quizá la más apetecible de todas. En un principio, Estados Unidos pretendió comprarla, realizando sucesivas ofertas al Gobierno español que fueron rechazadas. Para España, Cuba era algo más que una simple colonia, y el mantenimiento de su soberanía se había convertido en una cuestión de prestigio internacional. Considerada como parte del territorio nacional, ocupaba un importante papel en la economía de nuestro país y el tráfico comercial del puerto de La Habana era comparable al que registraba en la misma época el de Barcelona.
En el último cuarto del siglo XIX creció en la isla un sentimiento nacionalista promovido por la burguesía local, que sentía perjudicados sus intereses en sus relaciones comerciales con la metrópoli. Las rígidas medidas proteccionistas impuestas por España, que impedían la libre exportación de productos cubanos a terceros países imponiendo el consumo de manufacturas españolas, dieron lugar a las protestas que reivindicaban una mayor autonomía en la administración y el reconocimiento de libertades políticas. Estas peticiones fueron sistemáticamente ignoradas por el Gobierno español, lo que provocó un primer levantamiento insurreccional que acabó desembocando en la denominada «Guerra de los Diez Años», conflicto que tuvo lugar en la década comprendida entre 1868 y 1878. La Paz de Zanjón apenas supuso una breve tregua que cerraba en falso las heridas abiertas por la guerra. Aunque en sus términos se incluían concesiones en materia política, la realidad demostró que la situación apenas había cambiado. Decepcionados, los sublevados volvieron a empuñar las armas y entre 1879 y 1880 se reprodujeron los combates contra las tropas españolas en la denominada «Guerra Chiquita».
En este clima de tensión creciente, Estados Unidos decidió aprovechar la oportunidad que se les presentaba para sus intereses en la zona y desde un primer momento apoyaron la causa de los independentistas cubanos. Se desató entonces una dura campaña antiespañola, incitada por los todopoderosos magnates de la prensa amarilla norteamericana Pulitzer y sobre todo W. R. Hearst, en la que se intentó desprestigiar a España por todos los medios, acusándola de país tiránico, analfabeto y caótico, al mismo tiempo que se ensalzaban las virtudes y valentía de los patriotas cubanos, a los que se elevaba a la categoría de héroes por la libertad. El Gobierno español cayó en las provocaciones norteamericanas y la prensa de nuestro país respondió con virulencia a los ataques de Estados Unidos, acusando a sus autoridades de ladrones avariciosos que pretendían anexionarse la isla y a los que España debería dar una lección. Este fuego cruzado de opiniones despectivas y soflamas virulentas, incitado por los respectivos Gobiernos, contribuyó a un rápido deterioro de las relaciones diplomáticas entre ambos países.
Mientras tanto, la situación interna en Cuba se deterioraba por momentos. La política de «guerra total» emprendida por el general español Weyler sólo contribuyó a empeorar aún más las cosas y le hizo ganarse el odio de la población cubana con medidas arbitrarias y represivas dirigidas contra ellos. Al mismo tiempo, en La Habana se sucedían las protestas y los enfrentamientos entre los partidarios de la independencia y los que defendían la permanencia al lado de España. En este clima de tensión, sectores influyentes de la burguesía cubana reclamaron la intervención estadounidense. Fue entonces cuando la Administración norteamericana adoptó en secreto la decisión de intervenir en los asuntos internos cubanos. Lo único que necesitaba era una excusa convincente que persuadiera a su opinión pública de la necesidad de emprender una guerra contra España.
A día de hoy, aún no han conseguido despejarse del todo las dudas sobre lo que realmente sucedió en el puerto de La Habana en la noche del 15 de febrero de 1898. El acorazado USS Maine de la Armada estadounidense se encontraba fondeado en la rada cuando, aproximadamente a las diez menos veinte de la noche, una tremenda explosión sacudió su casco, iluminando la noche con un resplandor de fuego y hundiéndose en pocos minutos. De sus trescientos cincuenta y cinco tripulantes, doscientos cincuenta y cuatro murieron en la tragedia, aunque la inmensa mayoría de los oficiales se salvaron, ya que en esos momentos asistían a una recepción oficial ofrecida por las autoridades españolas. El 25 de enero, el navío había llegado a La Habana con el pretexto de velar por la seguridad de los norteamericanos residentes en la isla, cuando en realidad se trataba de un nuevo acto de provocación de los Estados Unidos que contrarió al Gobierno de Madrid.
Desde un primer momento, quedó claro que la Administración norteamericana se iba a servir de la tragedia para intervenir de forma directa en la isla. Antes de que se iniciaran los trabajos de las respectivas comisiones de investigación, la edición del 17 de febrero del New York Journal, uno de los periódicos de Hearst, recogía la noticia en su portada con el agresivo titular de «La destrucción del barco de guerra Maine se debió al enemigo», al mismo tiempo que recogía las opiniones del entonces secretario de Marina, «Teddy» Roosevelt, afirmando que estaba convencido de que la explosión no se había debido a un accidente. El presidente norteamericano McKinley tenía la guerra que los magnates de la prensa le habían servido en bandeja.
franco_p27a.tif
...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Título
  4. Introducción
  5. 1. Infancia en El Ferrol
  6. 2. Juventud en la Academia de Infantería
  7. 3. Destino: África
  8. 4. Carmen Polo y la Legión, un amor compartido
  9. 5. Una década turbulenta
  10. 6. Al servicio de la República
  11. 7. La Guerra Civil. La oportunidad que Franco esperaba
  12. 8. Aislamiento internacional
  13. 9. Poder absoluto
  14. 10. Desarrollismo y baby boom
  15. 11. El ocaso del dictador
  16. Bibliografía