Los pelotones de la muerte.
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La construcción de los perpetradores del genocidio Guatemalteco

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La construcción de los perpetradores del genocidio Guatemalteco

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Este libro explica el proceso por el cual emergieron los perpetradores del genocidio guatemalteco. Más allá del sentido común que sugiere que los soldados fueron movidos por las circunstancias, que fueron forzados a hacer algo que no querían ¿cómo fue posible que jóvenes fueran llevados a matar a sus iguales? Es ésta una de las más importantes interrogantes de la historia de Guatemala, y, en términos comparativos, una de las más penetrantes cuestiones -aún no resueltas- de la Guerra Fría en América Latina. Analizando la organización, la ideología y el desarrollo de la guerra, el autor indaga -desde dentro y hasta abajo- en el Ejército, la institución que llevó adelante una de las peores matanzas de la historia de la humanidad. Empleando el caso de la masacre ocurrida en la aldea Las Dos Erres, el estudio aporta, además múltiples lecciones de método acerca de cómo hacer conciencia social en contextos de violencia extrema.

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Información

Año
2014
ISBN
9786074628074
1. ESTUDIANDO A LOS PERPETRADORES DE GENOCIDIO
Los genocidios y las masacres genocidas que tuvieron lugar entre 1960 y 1979,[1] demostraron que: a) el Holocausto no era el único caso digno de estudio; b) el genocidio no es una excepción en la historia, sino una constante en el ejercicio del poder; y, c) es posible (y necesario) descubrir otros enfoques de análisis más allá de la historiografía de víctimas y victimarios. A la par, la segunda mitad del siglo veinte fue testigo del desarrollo de los estudios de área en las Universidades norteamericanas, donde se privilegió la especialización en torno a zonas geográficas específicas bajo una mirada trans-disciplinaria (Wallerstein, 1998). Esto contribuyó al desarrollo de estudios sobre casos particulares de genocidio. Emergieron entonces, desde los años setenta, una serie de trabajos en torno al tema.[2] El estudio del genocidio emergió en el último tercio del siglo veinte, para alcanzar una posición en el concierto de las ciencias sociales. Muy especialmente, esta consolidación se dio en el último decenio del siglo veinte.
1.1. ESTUDIOS SOBRE EL GENOCIDIO
El asesinato en masa no es un fenómeno nuevo en la historia de la humanidad. Más allá del término genocidio con el que, desde 1948, este fenómeno es designado, y del carácter moderno de su perpetrador (el Estado), hubo genocidios desde la antigüedad. Como botines de guerra, o simplemente como escarmiento, los perdedores han sido arrasados, siendo sus ciudades la mayoría de las veces borradas de la cartografía. En todo el mundo, el exterminio de poblaciones es una práctica tan vieja como la historia misma del ser humano y de la guerra (Chalk y Jonassohn, 1990). No obstante una línea de argumentación (Weitz, 2003a; Bartov, 2003; Fleming, 2003) cuestiona la continuidad entre las matanzas de la antigüedad y aquellas que tuvieron lugar a lo largo del siglo veinte. El argumento se funda en el carácter moderno de la institución que llevó adelante las matanzas (el Estado), la tecnología que se empleó, y la ideología que lo propagó. Sin embargo, si hablamos en términos del número de víctimas, las diferencias son casi imperceptibles.
Lo cierto es que el Holocausto, por el número de víctimas, por haber tenido lugar en el Noroccidente de Europa, y por el hecho de que la guerra haya concluido con la derrota de los perpetradores, impulsó el estudio de este fenómeno. El Holocausto fue la mayor catástrofe en la historia del siglo veinte, y de aquel evento todavía se extraen importantes lecciones para la civilización. ¿Por qué tuvimos que esperar tanto tiempo para investigar a fondo este gran evento? Omer Bartov (2000: 1) señala que inmediatamente después de la segunda Guerra Mundial, el Holocausto quedó sumergido en un debate historiográfico en torno a la crisis que había dado origen a la segunda Guerra Mundial. En este debate se exploraron los orígenes del totalitarismo, nuevo término acuñado para designar a la Alemania nazi y a la Unión Soviética estalinista (Hannah Arendt, 1951). Se trató también de dar respuesta a las relaciones entre el fascismo y el capitalismo (Payne, 1980: 177-180; Kitchen, 1976: 1-11, 60-70). El Holocausto, como tema de investigación, sólo empezó a ser estudiado como la última expresión de un arraigado antisemitismo en la cultura europea.
Desde entonces, los estudios sobre el genocidio han seguido un camino en el que pueden distinguirse dos grandes tradiciones: las explicaciones estructurales y las culturales y psico-sociales. Estructura social, relaciones entre grupos, violencia colectiva, comportamiento colectivo y conflicto, son los factores en estudio para la primera; presunciones psicológicas sobre el comportamiento humano y elementos de psicología social constituyen las piezas fundamentales en el otro enfoque. A continuación presentamos un rápido repaso por estas dos escuelas.
Leo Kuper (1982) sentó las bases de los estudios de corte estructural. Si bien este autor advierte que el genocidio no es el resultado inevitable de alguna estructura social, sino de decisiones, su enfoque está orientado a señalar las condiciones estructurales que lo inhiben o lo potencian (Kuper, 1982: 56).[3] Dentro de la tradición estructuralista se halla también The History and Sociology of Genocide, de Frank Chalk y Kurt Jonassohn (1990), en la que los autores repasan casos de genocidio desde la antigüedad hasta 1970, lo que les permite explicar la relación entre el fenómeno y los intereses del Estado, de las clases y de las élites. La construcción y mantenimiento de imperios, la implementación de una ideología en relación con grupos (imaginarios o reales), la obtención de riqueza, tierra o recursos, o la difusión de terror, son algunos de los elementos que fundamentan esta relación entre Estados, clases, élites y genocidio. Por su parte, Barbara Harff y Ted Gurr (1988a; 1988b) desarrollan una explicación que vincula cinco aspectos: a) el genocidio como una forma de terror de Estado; b) la trayectoria histórica en el uso de la fuerza; c) el escrutinio público; d) la presencia de élites que hacen uso de las divisiones sociales; y, e) la condición coyuntural, generalmente en regímenes posrevolucionarios o en situaciones de crisis frente a un adversario interno o externo (Harff y Gurr, 1988a: 23-24).[4]
La tradición cultural y socio-psicológica indaga en una amplia gama de factores culturales y psico-sociales, entre los cuales se hallan: a) los motivos o creencias normativos, la autodefensa, y la obediencia; b) las expectativas de rol, el reconocimiento del grupo y los cálculos en relación con movimientos de estatus; c) el papel de elementos reforzadores, como la autoridad, las opiniones, las normativas grupales, el miedo a los castigos, y las recompensas; d) el papel de las instituciones que se encargan de re-socializar a los perpetradores, idealizando el terror, la fuerza, la obediencia, la lealtad y el carácter malvado del enemigo; e) la construcción de la obediencia y la conformidad de las expectativas de rol, en relación con la autoridad de quienes ordenan matar; y, f) la receptividad de un grupo a las “definiciones de situación”, que posibilita que ciertas percepciones, creencias, ideologías, legitimen los actos genocidas.
En resumen, el genocidio, desde este enfoque, se apega a un modelo cultural. Descubrir cual es este modelo implica obtener la respuesta acerca de cómo la atrocidad es posible. “The Rites of Violence: Religious Riots in Sixteenth Century France”, de Natalie Zemon Davis (1973) es el estandarte de este enfoque.[5]
Norman Cohn (1967; 1970; 1977) agregará otra línea de explicaciones a la tradición cultural. Se trata de ver el genocidio desde las ideas mesiánicas y las fantasías apocalípticas de salvación de unos y no de otros, que, entonces, son condenados a morir. El autor argumenta que las tradiciones apocalípticas del pasado, fundadas en un universo maniqueo, son fácilmente adaptables a nuevas y cambiantes circunstancias para estigmatizar a unos, sobre todo en condiciones de profunda crisis. Los trabajos de Cohn trazan una línea que va del imperio romano al Holocausto.[6]
La manipulación política de los perpetradores directos por parte de quienes planifican los encuentros genocidas, el aparato institucional que lleva a cabo la tarea de matar, pocas veces son integrados dentro de este enfoque. El ensayo “The Rwandan Genocide”, de René Lemarchand (1997) es la excepción a esta regla que ilustra cómo se pueden incorporar estos elementos desde el enfoque cultural. Otro ejemplo de desarrollo contemporáneo que intenta integrar otros enfoques desde la tradición cultural es el estudio sobre Bosnia de Cornelia Sorabji (1994). Más que el empeño en descubrir el patrón cultural, se trata aquí de un trabajo enfocado en lo que la autora llama “conocimiento local”, combinando elementos como manipulación política, patrones institucionales y eventos históricos. También The Roots of Evil, de Ervin Staub (1989), es otro ejemplo que intenta superar las limitaciones del enfoque psico-social. La concepción probabilística que plantea permite integrar varios elementos: condiciones difíciles de vida (depresión, guerra, desorganización social); precondiciones (reforzadores) culturales y personales; la aceptación de la autoridad; la posición de desventaja de los grupos que se convertirán en víctimas; la agresividad.
1.2. ESTUDIOS SOBRE LOS PERPETRADORES
Pasaremos ahora a dar un repaso por la trayectoria de estudios sobre perpetradores de genocidio.[7] De forma sucinta, exploraremos cinco debates que han sido determinantes en la línea de estudios sobre perpetradores: a) sus orígenes, vinculados a los juicios de Nuremberg; b) el debate que provocó el experimento de S. Milgram; c) el debate entre las posiciones “funcionalistas” e “intencionalistas” en torno al Holocausto; d) el debate entre D. J. Goldhaguen y Ch. Browning; y, e) “la mirada desde abajo”, donde se presentarán las características del enfoque que han adoptado algunos trabajos contemporáneos sobre perpetradores de genocidio.
Estos cinco debates no pretenden agotar la discusión en torno a la trayectoria, el desarrollo y la acumulación en este campo de estudio. Probablemente, en medio de estos cinco puntos, otras obras han sido eclipsadas por la luminosidad de los debates que a continuación se analizarán. Tampoco se pretende resolver las disputas inherentes en los debates. El propósito es dar cuenta de las discusiones de las que se ha nutrido el esquema analítico que se presentará en el capítulo siguiente, intitulado: “Esquema analítico para el estudio de perpetradores de genocidio’.
Nuremberg: los asesinos de escritorio
El estudio de perpetradores de genocidio da inicio con los juicios que entre 1945-1946 se desarrollaron en el Tribunal Internacional Militar de Nuremberg. Por primera vez en la historia fue posible ver, de forma pública a seres humanos comprometidos en matanzas, incriminados en un proceso judicial. Se trató de una visión desde arriba, desde las altas esferas del poder.[8] El asombro, al ver y escuchar a aquellos seres humanos capaces de hacer (o mandar a hacer) lo que hicieron, se tradujo en estudios que interrogaban desde la psique. La personalidad autoritaria, de Teodoro W. Adorno (1950) es reflejo de este primer intento de análisis. Algunas interpretaciones intentaron también encontrar un sentido a la especificidad alemana: las tradiciones militaristas, el autoritarismo y el antisemitismo.[9]
En los años sesenta vino el cambio. Entonces, el foco del análisis pasó del individuo aislado al grupo. El Holocausto empezó a ser visto desde un complejo conjunto de procesos administrativos y burocráticos. Las investigaciones se enfocaron en el proceso de decisión y formulación de políticas; las estructuras y el funcionamiento del régimen; las instituciones y las profesiones alrededor de las SS. Aunque el carácter antisemita del régimen raras veces era cuestionado, empezó a hacerse evidente la insuficiencia explicativa de este factor para entender la forma como el dictador alcanzó sus objetivos de exterminación. Se pensaba entonces en los cálculos de poder, la ambición y las carreras profesionales de los implicados; la segmentación y la rutinización que debilitaba el sentido de responsabilidad individual; y un amplio enfoque ideológico, dentro del cual estaba el racismo, que permitía pegar la etiqueta “enemigo” a una variedad de víctimas más allá de los judíos (Marrus: 1987). Bajo aquella luz, los perpetradores aparecían como seres comunes y corrientes, nada excepcionales. Ya no se trataba entonces del carácter antisemita, arraigado en la historia alemana, ni de las convicciones de individuos particulares, o del “carácter nacional” de los perpetradores. Dieron forma a este nuevo enfoque: La Destrucción de los Judíos Europeos, de Raul Hilberg (1961); Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal, de Hannah Arendt (1963); y, Obediencia a la autoridad, de Stanley Milgram (1974).
Estas interpretaciones no fueron exentas de crítica. El texto de Arendt, basado en la idea de la banalidad del mal, no distinguió entre el Eichmann que organizaba las deportaciones y el Eichmann que fue llevado a Jerusalén. Este último deseaba presentarse como un pequeño burócrata, carente de convicciones ideológicas, empeñado en cumplir con afán sus labores, como parte de las políticas de un régimen al que servía, sin conocimiento exacto del carácter criminal de este (Browning, 2002: 4).[10] No obstante esta crítica, la idea de la banalidad del mal es una herramienta analítica que ha rebasado el caso desde el cual emergió, demostrando su utilidad para entender a un tipo particular de perpetrador: los asesinos de escritorio, sean éstos activistas ideológicos del régimen o no, y manifiesten ambiciones personales como parte de su carrera profesional o no ¿Qué hacen los burócratas de un régimen que organiza asesinatos en masa? La forma que tomó la solución final planteó un problema de carácter logístico de primera magnitud: ¿cómo trasladar a miles de seres humanos de manera que los centros de exterminio se emplearan al máximo sin sobrecargarse? Debía programarse el uso de las vías férreas, vagones, locomotoras y coordinar —mediante tácticas de engaño— las redadas a nivel local.
Pero hay genocidios en los que no se necesitan —o se necesitan muy pocos— asesinos de escritorio. A diferencia de la Alemania nazi, las matanzas organizadas en varios lugares del mundo no precisaron de acciones burocráticas preliminares para identificar, segregar y detener a sus víctimas. Con escasos recursos logísticos también se puede exterminar seres humanos. Ésta es la forma que en Guatemala tomaron las matanzas indiscriminadas cometidas en las áreas rurales, a pesar de que el despliegue de la fuerza armada sí implicó un considerable movimiento en términos logísticos. En lo concreto, perpetradores y víctimas se encontraron cara a cara.
Milgram: “Yo sólo cumplía órdenes”
Con Milgram se trató de desbaratar la frase repetida constantemente en Nuremberg: “Yo sólo cumplía órdenes”. Los experimentos acerca de la obediencia a la autoridad conducidos por Stanley Milgram se llevaron a cabo en la Universidad de Yale, entre 1961 y 1962. En 1963, año en que fue ahorcado Eichmann en Jerusalén, se hicieron públicos sus resultados. En estos experimentos se debilitaba el argumento que fundamentaba la barbarie como una cuestión de obediencia. Ad...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADILLAS Y PÁGINA LEGAL
  3. DEDICATORIA
  4. ÍNDICE
  5. AGRADECIMIENTOS
  6. SIGLAS, ACRÓNIMOS Y ABREVIATURAS
  7. PREFACIO
  8. INTRODUCCIÓN
  9. EL ESQUEMA ANALÍTICO
  10. 1. ESTUDIANDO A LOS PERPETRADORES DE GENOCIDIO
  11. 2. ESQUEMA ANALÍTICO PARA EL ESTUDIO DE PERPETRADORES DE GENOCIDIO
  12. LA CONSTRUCCIÓN DE LOS VICTIMARIOS
  13. INTRODUCCIÓN
  14. 3. ORGANIZAR: CAPTURAR, INVADIR Y ENCUADRAR
  15. 4. ADOCTRINAR: LA IMAGEN Y LA PALABRA
  16. 5. EL DESARROLLO DE LA GUERRA
  17. 6. KAIBILIZAR
  18. LA MASACRE DE LAS DOS ERRES
  19. 7. PETÉN: COLONIZACIÓN Y GUERRILLA
  20. 8. LAS DOS ERRES
  21. 9. ¿QUIÉNES FUERON LOS PERPETRADORES DEL GENOCIDIO GUATEMALTECO? A MANERA DE CONCLUSIÓN
  22. BIBLIOGRAFÍA
  23. COLOFÓN
  24. CONTRAPORTADA