Los grandes problemas de México.
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Desigualdad social. T. V

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Desigualdad social. T. V

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Información del libro

Esta obra examina las desigualdades imperantes en el país como un fenómeno que se despliega en múltiples dimensiones. Hace visible la importancia de los aspectos estructurales que causan y reproducen diferentes formas de inequidad, así como la manera en que las instituciones, las políticas públicas, la legislación y diferentes actores sociales influyen para romperlas o acentuarlas.

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Información

Año
2010
ISBN
9786074624373
Categoría
Sociología
1. EL CONTEXTO DE LA DESIGUALDAD INTERNACIONAL Y EL PROBLEMA DEL DESARROLLO
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
LOS ELEMENTOS DEL CAMBIO ESTRUCTURAL
EL PANORAMA ECONÓMICO INTERNACIONAL EN EL SIGLO XXI
LA ECONOMÍA GLOBAL
Innovación y conocimiento: ¿fuente de competitividad internacional?
El desempeño exportador de las grandes empresas
CONCLUSIONES
REFERENCIAS
ANEXO
1. EL CONTEXTO DE LA DESIGUALDAD INTERNACIONAL Y EL PROBLEMA DEL DESARROLLO
María de los Ángeles Pozas [1]
INTRODUCCIÓN
El interés por el desarrollo nacional como objeto de estudio traslada el problema de la desigualdad al terreno internacional. La tradición teórica sobre el desarrollo se ha preocupado siempre por la relación desigual y el flujo de excedentes entre los países.[2] Al principio se consideró que la desigualdad era producto de la posición que los países ocupaban en una división internacional del trabajo dicotómica, donde los industrializados exportaban manufacturas caras e importaban bienes primarios baratos, producidos en los no industrializados. Esta dicotomía se definió con diferentes términos: países industrializados y no industrializados, centro-periferia, norte-sur, países desarrollados y subdesarrollados.[3] No obstante, en las últimas décadas del siglo XX se volvió difícil incluir a ciertos países en cualquiera de las dos partes de estas ecuaciones. Un grupo de naciones alcanzó e incluso rebasó el nivel de industrialización de las avanzadas, sin obtener los niveles de bienestar prometidos por la industrialización,[4] en tanto que otros retrocedieron aún más, como en el caso de los países africanos y algunos latinoamericanos. Para resolver el problema, se empezaron a acuñar en la teoría términos ad hoc, como “países en desarrollo” o “semiperiféricos”.
La teoría de la dependencia realizó una profunda crítica del enfoque desarrollista y argumentó que nunca se alcanzaría a los avanzados, ya que su desarrollo generaba al mismo tiempo subdesarrollo en el resto del mundo, al apropiarse de sus excedentes.[5] Este argumento se basaba en el hecho de que los países periféricos seguían importando bienes de capital, maquinaria y equipo, aun en el contexto de la política de sustitución de importaciones, dirigida más bien a la producción de bienes intermedios. La alternativa era entonces ampliar la protección para impulsar un desarrollo tecnológico endógeno capaz de incluir los bienes de capital en la política de sustitución de importaciones. Sin embargo, este enfoque no resolvía un problema esencial: el proteccionismo había dado lugar a una estructura productiva monopólica u oligopólica, donde un pequeño grupo de grandes empresas controlaban precios y mercado, obteniendo por tanto ganancias extraordinarias sin necesidad de invertir en investigación y desarrollo.
La protección de la frontera no condujo al esperado desarrollo tecnológico endógeno, como ocurrió en los países del este asiático. Al parecer, el elemento que marcó la diferencia fue la política salarial y de capacitación. A pesar de que la mano de obra barata se consideró en ambas regiones como ventaja comparativa internacional, los asiáticos capacitaron sistemáticamente a sus trabajadores para incrementar su calificación, a pesar de que esto significaba aumentar sus salarios. En América Latina, en cambio, se optó por emplear la política social para subsidiar a las empresas, al mantener precios bajos para los bienes-salario y garantizar así la reproducción de la fuerza de trabajo sin necesidad de aumentar el salario mínimo (en México ésta es una de las funciones de la canasta básica) (Dabat et al., 2007). En el largo plazo esto condujo a una saturación del mercado interno, debido a que el consumo de las clases media y alta no era suficiente para mantener un crecimiento sostenido de la demanda, y el bajo salario de la clase trabajadora impedía su acceso al consumo masivo de bienes intermedios (automóviles, electrodomésticos y productos electrónicos, entre otros). A principios de los ochenta, la saturación del mercado colocó en situación de quiebra a las grandes empresas que, al no estar actualizadas en tecnología, no alcanzaban la competitividad necesaria para extender sus ventas a los mercados internacionales (Pozas, 2002). La gravedad de la crisis en toda América Latina, producto de esta situación, se reflejó en la caída de todos los indicadores de bienestar, que retrocedieron hasta considerarla “la década perdida”. Esto acabó por desacreditar la política de industrialización por sustitución de importaciones y facilitó el subsiguiente proceso de desregulación y apertura.
Los efectos y la dimensión de la crisis variaron de país a país, con base en factores regionales; no obstante, en la misma década el capitalismo atravesó por un proceso de reestructuración en su conjunto que modificó la estructura productiva internacional. La nueva estructura tendió a reemplazar la organización vertical de la producción por una que la extendía a lo largo de cadenas globales, mediante un proceso de descentralización y segmentación de las actividades productivas. Este fenómeno, comúnmente llamado globalización, modificó la forma de gobierno de las redes productivas por parte de las grandes multinacionales (Gereffi y Korzeniewicz, 1994; Gereffi y Kaplinsky, 2001) y otorgó un poder sin precedentes al capital financiero (Arrighi, 1994). Al mismo tiempo, dio inicio a la transformación de la tradicional división internacional del trabajo, introduciendo cambios que acentuaron la desigualdad de las naciones en la participación de la renta global. La nueva división internacional del trabajo dejó de ser dicotómica y se estableció a lo largo de cadenas productivas globales, diferenciada por la intensidad del conocimiento incorporado a los productos o componentes elaborados en cada segmento. Aquellos países habitados por segmentos productivos con altos índices de conocimiento integrado a sus productos, estarían mejor posicionados en esta nueva división internacional del trabajo. En la década de los noventa, el problema del desarrollo como preocupación teórica sucumbió ante el triunfo del neoliberalismo y el libre mercado, que se constituyeron en doctrinas únicas para explicar el funcionamiento de la economía mundial.
Paradójicamente, es una nueva crisis la que vuelve a poner sobre la mesa el problema del desarrollo, pero esta vez originada en Estados Unidos, representante por antonomasia del libre mercado. El carácter y las dimensiones globales de la actual crisis económica revelan la declinación del predominio del capital financiero sobre el productivo, históricamente asociado a periodos de desregulación económica y disminución de la responsabilidad del Estado en el bienestar social (Arrighi, 1994; Pérez, 2004). Pero es muy pronto para analizar los posibles escenarios de la situación internacional que resultarán de la crisis, por lo que el objetivo de este artículo es describir los factores que, en las últimas décadas, han determinado cambios en la forma de participación nacional de la renta global.
La actual discusión sobre el desarrollo tendría que vincularse directamente con la antigua tradición en algunos aspectos, pero en otros tendría que ser revisada a la luz de las transformaciones sufridas en la organización mundial de la producción. Primero, como argumentó la teoría, el origen de la desigualdad entre las naciones sigue siendo la inequitativa apropiación de los excedentes globales. No obstante, al cambiar la forma del sistema productivo hacia la descentralización mundial de la producción, se modificaron los mecanismos de apropiación nacional de las rentas económicas globales,[6] mismas que, como veremos más adelante, son premisa necesaria, aunque no suficiente, para el desarrollo equilibrado y el creciente bienestar de la población. Segundo, al retirarse el Estado de su función como rector de la economía nacional, las grandes empresas se convirtieron en el agente central en el proceso de generación y apropiación de las rentas globales. Su aprovechamiento en favor de los intereses de la población en su conjunto pasó a depender más que nunca de la estructura institucional del país y del grado de responsabilidad social que mantuvo el Estado en cada caso. Tercero, si bien el desarrollo tecnológico endógeno sigue siendo factor indiscutible de competitividad internacional, la revolución científico-tecnológica y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) modificaron profundamente el ritmo y la forma en que se genera y difunde el conocimiento, obligando a las multinacionales a desarrollar nuevas estrategias de apropiación de las rentas extraordinarias que provienen de los bienes intangibles o de conocimiento.
En el caso de México y América Latina, el debate sobre el desarrollo nacional se combina con el problema de la declinante participación de la mayor parte de los países de la región en las rentas económicas globales. Salvo algunas excepciones, la economía mundial, organizada en redes complejas, tendió a empujar a las empresas latinoamericanas hacia los segmentos menos rentables de las cadenas productivas. Este problema debe analizarse en un contexto internacional donde la distribución de la renta está comandada de manera creciente por los activos de conocimiento, en tanto que el ensamble y la manufactura intensiva en mano de obra contribuyen con una parte cada vez menor en el valor total del producto.
En síntesis, el objetivo de este artículo es doble, en primer lugar se propone identificar los cambios recientes en el contexto internacional y la estrategia de inserción del país en los mercados internacionales y, segundo, argumentar sobre las limitaciones de las grandes empresas nacionales y extranjeras para atraer rentas globales, en ausencia de una política pública que favoreciera la inversión propicia para el desar...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADILLAS
  3. PÁGINA LEGAL
  4. CONTENIDO GENERAL
  5. PRESENTACIÓN
  6. INTRODUCCIÓN GENERAL
  7. PRIMERA PARTE
  8. 1. EL CONTEXTO DE LA DESIGUALDAD INTERNACIONAL Y EL PROBLEMA DEL DESARROLLO
  9. 2. POBREZA, DESIGUALDAD EN LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO Y CRECIMIENTO ECONÓMICO, 1992-2006
  10. 3. LAS DESIGUALDADES LABORALES: EVOLUCIÓN, PATRONES Y TENDENCIAS
  11. 4. PERFILES CONTEMPORÁNEOS DE LA DESIGUALDAD: TRABAJADORAS MEXICANAS EN EL SERVICIO DOMÉSTICO EN LA CIUDAD DE NUEVA YORK
  12. SEGUNDA PARTE
  13. 5. SEGURIDAD SOCIAL Y DESIGUALDAD, 1910-2010
  14. 6. EQUIDAD Y SALUD. RETOS, AVANCES Y PERSPECTIVAS
  15. 7. LA DESIGUALDAD DE APRENDIZAJES, 1995-2006
  16. 8. ACCESO A LA EDUCACIÓN SUPERIOR: CAMINOS, VEREDAS, BARRANCOS Y VÍAS RÁPIDAS
  17. 9. MUNICIPIOS Y LOCALIDADES: CONCRECIÓN TERRITORIAL DE LAS DESIGUALDADES SOCIALES
  18. TERCERA PARTE
  19. 10. INSTITUCIONES PÚBLICAS Y TRANSPARENCIA ELECTORAL, 1977-2002
  20. 11. LA DESIGUALDAD TERRITORIAL EN EL EJERCICIO DEL SUFRAGIO UNIVERSAL: FRAGMENTACIÓN, DIFERENCIACIÓN E “INDIVIDUALIZACIÓN” DEL VOTO EN CHIAPAS
  21. 12. HACIA LA CIUDADANÍA MULTICULTURAL: LA LUCHA POR LOS DERECHOS INDÍGENAS
  22. COLOFÓN
  23. CONTRAPORTADA