La Ciencia de los Dinosaurios en 100 preguntas
eBook - ePub

La Ciencia de los Dinosaurios en 100 preguntas

  1. 352 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

La Ciencia de los Dinosaurios en 100 preguntas

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Las claves científicas del fascinante mundo de la Paleontología de los dinosaurios. Su origen y descubrimiento, su evolución, extinción y el mundo en que vivían. Un recorrido exhaustivo por los interrogantes y temas más controvertidos, con rigor y amenidad teniendo en cuenta los descubrimientos y estudios científicos más recientes.¿Qué hizo que los dinosaurios fuesen los amos de la tierra?, ¿Cuál es el eslabón perdido entre reptiles y aves?, ¿Pudo vivir algún dinosaurio en la Antártida?, ¿Hubo un invierno nuclear hace 65 millones de años?, ¿Por qué sobrevivieron los cocodrilos y no los dinosaurios a la extinción?, ¿Así que ahora hay que imaginar al terrible Tiranosaurio... con plumas?, ¿Cómo una especie de un metro se transforma en otra de cuarenta metros?, ¿Podemos crear un dinosaurio a partir de un pollo?, ¿Siguen entre nosotros?

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a La Ciencia de los Dinosaurios en 100 preguntas de Jaime Mora Cuadrado en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Ciencias físicas y Geología y ciencias de la Tierra. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2019
ISBN
9788499678825
imagen

DINOSAURIOS CARNÍVOROS

24

¿QUÉ FUE PRIMERO, EL HUEVO O EL GALLIMIMUS?

Es posible que los dinosaurios aparecieran primeramente en Sudamérica, donde se han encontrado la mayoría de los restos completos de los representantes más antiguos de este linaje. Además, en el subcontinente sudamericano se localiza el área donde vivió un tipo de arcosaurios estrechamente emparentado con los dinosaurios, los lagosúquidos, lo que puede indicar que el antecesor de ambos se encontrase en esta zona del planeta. Sin embargo, hay que señalar también que otros restos fragmentarios o aislados de dinosaurios, tan antiguos como los citados, han sido hallados en diferentes partes del mundo. Por tanto, actualmente el origen sudamericano tanto filogenético como geográfico de los reptiles terribles no es seguro al 100 %.
Esos restos fósiles de lo que serían los dinosaurios más primitivos encontrados hasta el momento pertenecen al piso Carniense del Triásico superior, más concretamente a las formaciones Santa María de Brasil e Ischigualasto de Argentina. Se cree que, por la estructura del pie y del cráneo principalmente, serían representantes muy antiguos del orden saurisquios, aunque tradicionalmente se pensaba que no se podían clasificar dentro de ninguno de los dos órdenes (saurisquios u ornitisquios) debido a su condición tan primitiva. Entre los representantes de estos animales se encuentran Eoraptor, Herrerasaurus, Staurikosaurus, Eodromaeus, Chindesaurus o Caseosaurus. Todos, excepto quizás Eoraptor, que parece tener características distintivas incluso más primitivas, se incluyen dentro de la familia Herrerasauridae, perteneciente a los terópodos. Una de estas características que no presenta Eoraptor pero sí el resto de los terópodos (incluidos los herrerasáuridos) es una articulación especial detrás de la línea de dientes de la mandíbula inferior. Lo que todos ellos sí comparten es la presencia de los dedos primero y quinto (equivalentes a nuestros pulgar y meñique del pie) no reducidos, que incluso posarían en el suelo al andar, cosa que no aparece en el resto de grupos terópodos más evolucionados. También presentan vértebras huecas, lo que ha llevado a algunos autores a pensar que estos animales pertenecerían a una rama que se diferenció antes de la separación de los dos grandes grupos de los saurisquios, es decir, los terópodos y los sauropodomorfos.
24Eoraptor_lunensis_skeleton.tif
Esqueleto de Eoraptor lunensis, el considerado como dinosaurio más primitivo encontrado hasta el momento. Era contemporáneo a su pariente Herrerasaurus, aunque este último era algo más grande. Foto: Wikimedia Commons
En 1993, el año de su descripción, Eoraptor fue considerado como el representante más primitivo de los terópodos. De hecho, Paul Sereno y su equipo, quienes descubrieron al animal y publicaron su descripción, lo bautizaron como ‘saqueador del alba’, nombre que sugiere las preferencias venatorias y la antigüedad del dinosaurio. Sin embargo, estudios anatómicos y filogenéticos posteriores sugirieron a Sereno y colaboradores que Eoraptor no sería el terópodo más antiguo, sino que debería considerarse como un antecesor de los sauropodomorfos (la otra gran rama de los saurisquios que incluye a los prosaurópodos y los saurópodos). En cualquier caso, Eoraptor sería un animal bípedo carnívoro, de alrededor de un metro de longitud, que se desplazaría de forma ágil por los valles fluviales del Triásico superior de Sudamérica en busca de pequeñas presas. Fue encontrado en un yacimiento de areniscas y limos llamado el Valle de la Luna por el aspecto inhóspito y desolado del lugar, localizado en el noroeste de Argentina y donde se encontró también al más grande y evolucionado Herrerasaurus. Fue un pastor llamado Victorino Herrera el que, en 1959, encontró en las tierras de las estribaciones de los Andes por las que apacentaba a sus cabras los primeros restos bastante fragmentarios de Herrerasaurus. Por aquel entonces los fósiles no permitían un análisis lo suficientemente detallado para establecer si pertenecía al linaje de los terópodos o al de los sauropodomorfos, ni siquiera si se trataba de un dinosaurio o un representante de una línea evolutiva anterior. Pero en 1988 se descubrió un esqueleto mucho más completo en la misma formación del Valle de la Luna del Eoraptor, que por fortuna incluía el cráneo. De nuevo, Paul Sereno describió científicamente el animal clasificándolo como un representante muy primitivo de los terópodos. Herrerasaurus mediría cerca de cinco metros y pesaría unos trescientos cincuenta kilos. Sería un ágil cazador, aunque de presas bastante mayores que su pariente contemporáneo pero más primitivo, Eoraptor.
Otros herrerasáuridos que también podemos citar de la misma edad y parecidos al animal que da nombre a la familia son el Sanjuansaurus y el Eodromaeus argentinos, grandes corredores, el primero de unos cuatro metros y el segundo de poco más de un metro de longitud; el Staurikosaurus de Brasil, algo más grácil que el Herrerasaurus; o el Chindesaurus estadounidense, de dos metros y medio, originariamente catalogado como un prosaurópodo y con unas largas patas y una cola parecida a un látigo.
Todos estos fósiles pertenecen a los primeros representantes (conocidos hasta ahora) de un grupo de animales que dominaron la Tierra durante ciento sesenta millones de años. Esos restos son instantáneas de un período fascinante; los restos de animales que vivieron tiempos muy difíciles. Tuvieron que enfrentarse a otros vertebrados exitosos, que estaban muy bien adaptados a los ambientes del Triásico, compitiendo con ellos por la comida, el espacio y los recursos. Pero los dinosaurios se guardaban varios ases en la manga en forma de adaptaciones ventajosas que hicieron decantar la partida hacia su lado cuando se produjo la extinción del final del Triásico. Y así es como consiguieron ser los amos de la Tierra.
25

¿SE COMÍAN ENTRE ELLOS?

Los celofísidos forman el grupo de terópodos más primitivo conocido o, al menos, eso es lo que la inmensa mayoría de los especialistas piensa, es decir, en lo que hay más consenso. Es cierto que existen restos fósiles de animales anteriores a estos, como Eoraptor o los miembros de la familia Herrerasauridae, y que algunos autores defienden que estos animales ya podrían ser considerados terópodos muy primitivos, pero existen muchas dudas al respecto y todavía faltan muchos fósiles que encontrar y estudios por hacer para llegar a aclarar las cosas.
Los celofísidos fueron los terópodos con más éxito y más ampliamente extendidos del final del Triásico, llegando incluso a tener representantes en el Jurásico inferior, momento en que fueron reemplazados por otros dinosaurios carnívoros más eficaces. La historia de la especie que da nombre a la familia (Coelophysis bauri) es bastante curiosa. El primer esqueleto se encontró durante la denominada Guerra de los Huesos, una lucha sin cuartel por describir el mayor número de dinosaurios entre dos de los más grandes paleontólogos del siglo XIX, O. C. Marsh y E. D. Cope. Fue Cope el que en 1889 bautizó este género con el nombre de Coelophysis, que significa ‘forma hueca’, debido a la presencia de una característica que compartía con otros terópodos posteriores y con las aves actuales: cavidades en los huesos. Casi medio siglo después, en 1947, en un rancho llamado Ghost Ranch de Nuevo México, se encontraban los esqueletos de cientos de individuos en un yacimiento que solamente ocupaba una superficie de ciento veinte metros cuadrados. El famoso paleontólogo Edwin Colbert, junto a su equipo, descubrió que estadísticamente se podían diferenciar tres tipos de ejemplares de la misma especie según el tamaño: un tipo más robusto y grande que pertenecería a un sexo (no sabemos si machos o hembras), otro más grácil perteneciente al otro sexo, y un tercer tipo sensiblemente más reducido que se correspondería con individuos juveniles. El equipo de Colbert identificó algunos huesos de estos esqueletos de juveniles en lo que parecía ser el interior de los cuerpos de dos individuos adultos, lo que podía significar dos cosas: o bien se trataba de hembras con fetos en su interior, que todavía no habían realizado la puesta o alumbrado a sus crías, o bien se trataba de un caso de canibalismo y los huesos más pequeños pertenecerían al último desayuno filicida de un par de adultos. Los investigadores se decantaron por lo segundo argumentando que los huesos de los individuos juveniles parecían ser lo bastante maduros como para pertenecer a individuos que ya podrían corretear fuera del huevo o del vientre de la madre. Además, esos restos se encontraron en la región que ocuparía el estómago de los animales adultos, y no en la zona del aparato reproductor. Se trataría, por tanto, del primer ejemplo de canibalismo entre miembros de una especie de dinosaurios terópodos. Sin embargo, algo no cuadraba. En el yacimiento había esqueletos de otros individuos juveniles junto a los adultos y no dentro de los adultos. Si eran caníbales, ¿por qué formaban manadas y se arriesgaban las crías a permanecer cerca de sus depredadores? Parece una estrategia poco práctica. Estudios posteriores sobre estos mismos restos dieron la respuesta: los huesos del interior de uno de los Coelophysis adultos no pertenecían a una cría de esta especie, sino a un pequeño cocodrilo que había sido víctima poco antes de este depredador. El otro ejemplar tampoco era culpable. Resulta que los huesos del individuo juvenil se encontraban, efectivamente, cerca de la región estomacal del adulto, pero debajo del esqueleto de este. Así que, caso cerrado; el Coelophysis pudo ser un eficaz depredador de otros animales, pero no de sus propias crías.
Hay otra historia curiosa sobre este animal, y es que Coelophysis viajó al espacio. Bueno, en realidad solamente el cráneo fósil de un ejemplar que fue llevado en el transbordador Endeavour, en 1998, hasta la estación espacial Mir. Pero, contrariamente a lo que se suele creer, este no fue el primer resto de dinosaurio en viajar al espacio, ya que en el año 1985 el astronauta Loren Acton llevó consigo un fragmento de hueso y varios de huevos del hadrosáurido Maiasaura. Su destino fue el laboratorio espacial Spacelab 2 en el trasbordador Challenger.
En cualquier caso, Coelophysis no era, como ya se ha insinuado, el único representante de los celofísidos. Gojirasaurus era otro depredador de unos cinco metros de largo, cuyos escasos restos fueron hallados en Nuevo México a principios de los noventa del siglo pasado. Su nombre significa ‘reptil Godzilla’, clara dedicatoria de su descubridor a una infancia marcada por el cine de temática monstruosa oriental, ya que el nombre en japonés de este mítico engendro es Gojira.
En la Europa del Triásico superior se encontraba Liliensternus, uno de los mayores depredadores del continente con unos cinco metros. Es probable que se alimentase de los prosaurópodos que cohabitaban con él. Se trataba de un animal con un largo y estrecho cuello y una cola también muy desarrollada. Tenía la peculiaridad de presentar una cresta en la cabeza que, quizás, utilizase para propósitos comunicativos, mostrando colores o patrones llamativos. Poseía, además, cinco dedos en las manos, siendo el cuarto y quinto significativamente menores, lo que muestra la clara tendencia en el grupo terópodo hacia una reducción hacia tres dedos (posteriormente se encuentran formas más derivadas y especializadas con dos, o incluso un solo dedo en las manos).
Los celofísidos, en fin, fueron los depredadores más extendidos y exitosos de finales del Triásico. Esa supremacía se extendió hasta el Jurásico inferior, momento en el que representaban las faunas de vertebrados cazadores dominantes. Pero, por ese tiempo también comenzaban a desarrollarse otros tipos de terópodos que desplazarían en poco tiempo a estos esbeltos depredadores.
26

¿LES GUSTABA SALIR A LIGAR O ERAN UN POCO TÍMIDOS?

Como hemos visto en la pregunta anterior, ya en el Triásico superior un celofísido temprano, como es el Liliensternus, portaba lo que se ha identificado (según la teoría más aceptada) como una estructura cefálica destinada a la comunicación intraespecífica, es decir, una cresta en la cabeza que tendría coloraciones vistosas para atraer al sexo contrario o impresionar a los potenciales rivales. Megapnosaurus es otro ejemplo de terópodo de la misma familia, pero del Jurásico inferior, que tendría una pequeña cresta en el morro. El caso de esta especie es curioso. Sus restos fueron encontrados en Zimbabue y ...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Índice
  4. I. Aspectos generales
  5. II. Historia de su descubrimiento
  6. III. Dinosaurios carnívoros
  7. IV. Cuadrúpedos gigantes
  8. V. Dinosaurios armados
  9. VI. Defensas en la cabeza
  10. VII. Apacibles herbívoros
  11. VIII. La extinción
  12. IX. Temas controvertidos
  13. X. Los dinosaurios en la sociedad
  14. Bibliografía
  15. Contraportada